Entrevista con Josep Maria Montaner

La condición contemporánea


Interview Dr. Arch. Josep Maria Montaner

The contemporary contition

Entrevista Dr. Arq. Josep Maria Montaner

A condição contemporânea



DOI: https://doi.org/10.18861/ania.2021.11.2.3199


Andrea Castro Marcucci

Facultad de Arquitectura. Universidad ORT Uruguay.

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-7110-120X



El Dr. Arq. Josep Maria Montaner es una referencia implícita para todos los que se aventuran a emprender el viaje hacia la comprensión de la arquitectura. Su libro La Condición Contemporánea de la Arquitectura (2015) fue el primer impulso a la temática del presente número de Anales de Investigación en Arquitectura y la puerta de entrada a las infinitas miradas que se producen en la arquitectura actual.

Con el paso de las dos primeras décadas del siglo XXI, el gesto arquitectónico que caracterizó el final del siglo XX parece haber llegado a su fin, dando paso a una realidad cada vez más compleja, dispersa e inestable. La arquitectura parece estar buscando su lugar, ese que le permita adaptarse a la liquidez de lo contemporáneo. Para algunos autores, la postmodernidad se ha diluido, mientras que, para otros, la sociedad sigue anclada a ella. Lo relevante es que la actualidad la hace operar en otros campos, más amplios, transdisciplinares, en diálogo constante. La arquitectura contemporánea ha asumido el reto de dialogar con la filosofía, la literatura, la sociología y en los últimos años con la ecología, economía, la analítica de datos, los mass media e incluso el marketing.

Como resultado, se vislumbran arquitecturas impregnadas de esta condición que, al no poder tomar una definición conceptual, se ha definido desde su tiempo, lo contemporáneo. Es por ello que la se extendió una invitación a discernir sobre aquello llamado contemporáneo.

JMM: Debo decir, primero, que es todo un reto poder comprender la complejidad que supone la arquitectura contemporánea, su enorme diversidad de escalas, argumentos y contextos; esto lo hace más difícil. Por lo tanto, el reto es definir cuáles son los métodos, criterios y herramientas para interpretarla. Esta situación es muy distinta a la de los años 60 y 70, la edad de oro de las teorías arquitectónicas. En nuestro tiempo si no existen menos, están más dispersas.

AC: ¿En qué contexto nace el libro “La condición contemporánea”?

JMM: El libro tiene una historia un poco larga. Está relacionado con Después del Movimiento Moderno (1993), que ya tiene varias ediciones y está traducido al italiano, al portugués y también se tradujo más tarde al griego. Fue mientras preparábamos esta última traducción y edición, cuando se planteó la posibilidad de una cierta ampliación del libro. El mismo que lo promovió y tradujo al griego, el arquitecto y profesor Andreas Giacumanatos, de Tesalónica y de Florencia, insistía preguntando “¿por qué no lo amplían?” Se planteaba de la idea de extender el libro, que terminaba en 1990 y fue publicado en 1993, precisamente en un momento, en el 2014, en que la editorial Gustavo Gili ya estaba planeando descatalogarlo.

Entonces, frente a esta situación, se tenía que buscar una solución. Se podía hacer una cuarta parte (porque el libro original tiene 3 partes). La solución que se acordó con la editorial -que era también la que les parecía más comercial, porque consideraban que añadir una cuarta parte al libro actual lo haría más grueso y difícilmente comercializable- fue hacer un nuevo libro. Por lo tanto, yo redacté La Condición Contemporánea de la Arquitectura como un libro autónomo. Esta es la historia. El objetivo fue explicar las corrientes y obras más representativas del período que va desde los años 90 hasta el 2015, cuando se publicó.

Por lo tanto, soy consciente que esta revisión y recapitulación no es fácil, y me imagino que es esto lo que quiere indagar este número de Anales de Investigación en Arquitectura: cómo se eligen, qué nombres, qué corrientes hay. Aunque en el mundo predominan las noticias globales, en cierta manera, lo vivimos a través de las redes. Es decir, que lo vivimos por afinidades. Estamos muy al corriente de lo que hacen aquellos que piensan como nosotros, los grupos y fenómenos que nos interesan, y vivimos en nuestra burbuja de redes. Con lo cual, hay muchas cosas que no nos interesan y de las que no nos enteramos.

Esta es una situación muy distinta de la de hace 15 años. Además, hoy los medios son más monopolísticos que nunca: está claro que son muy pocas empresas las que dominan todo el mundo de las tecnologías, la información y las publicaciones. Aunque estemos inmersos en estos medios de comunicación totalmente monopolísticos, al mismo tiempo vivimos en nuestras burbujas de redes: todo el mundo se contacta a través de Google y Microsoft, se comunica por WhatsApp y Telegram, y sigue a través de Instagram, Facebook o Twitter a sus amigos y amigas. Esto hace que sea mucho más difícil tener una visión panorámica de un mundo que nos hemos acostumbrado a verlo desde ciertas redes, a las que accedemos para llegar a ciertos ámbitos.

AC: En base a esto, llama la atención que se refiera a lo contemporáneo como una condición.

JMM: Este es un concepto que tomé hace años de Jean-François Lyotard, cuando escribió La Condición Postmoderna (1979), porque estoy bastante de acuerdo con él en que estamos en una condición postmoderna. La modernidad sigue siendo un referente de conocimiento e ilustración, que comportó un inicio de valores, como la racionalidad y los derechos humanos. Sin embargo, muchas de las cuestiones básicas de nuestra agenda contemporánea no estaban entonces, no podían estar en esta modernidad ilustrada del siglo XIX, que puso el progreso ilimitado como sentido de la historia.

Hoy el planeta está agotado, la crisis climática amenaza una parte de los asentamientos humanos, y la contaminación y sus efectos no dejan de crecer y extenderse. También ha cambiado, en esta cuarta revolución feminista, la exigencia de la igualdad de género hacia una visión más equilibrada y justa. Las mujeres -aunque todavía falte mucho y, especialmente, en ciertos países y culturas- reclaman, y casi tienen, un papel similar a los hombres. En cambio, la modernidad estaba pensada sin mujeres, sin naturaleza, sin el respeto por los animales y por el medio ambiente.

Entonces sí, podemos decir que estamos en una condición más inestable, en transformación, marcada por las crisis, una tras otra, que se van superponiendo (inmobiliaria y de vivienda, climática, sanitaria). Por eso, la idea de que estamos en una condición, aunque pudiera ser discutible, ligada a la definición de La Condición Postmoderna, me pareció que era un buen referente para hablar de esta situación, que no es tan estable, ni tan universal, sino que se ha dado de maneras mucho más relativas.

Una de las objeciones a esta condición postmoderna radica, justamente, en sus relaciones con el pensamiento relativista, tan discutible, de que cada cultura, evolución y tendencia puede tener sus razones y, aunque algunas se puedan criticar, lo cierto es que no hay una sola religión, ni un solo sistema, ni una sola manera de pensar, es decir, un pensamiento universal como argumentaba la Ilustración, sino que existen diversas maneras de pensar el mundo, hay más cosmologías; una biodiversidad de maneras de entender y vivir el mundo, un pluriverso.

La historia de la humanidad es totalmente múltiple, con muchas interpretaciones y no responde a esta idea, tan dogmática, en la que se basó hasta la arquitectura moderna y universalista. Es por eso que adopté este concepto y no lo replantearía, porque me parece que es una crítica a la modernidad, consciente de que, sin embargo, no puede salir de ella. Al fin y al cabo, más allá de la filosofía postestructuralista, del pensamiento y las acciones ecofeministas, la modernidad sigue siendo un referente, se reconstruye, se replantea, pero sigue allí.

AC: ¿Considera que la diversidad y la multiplicidad será lo que caracterice en el futuro a esto que hoy llamamos contemporaneidad?

JMM: Si, lo considero totalmente. Sin embargo, ¡siempre podemos hacer ciencia ficción! Puede ser que venga un cataclismo y volvamos a mundos mucho más monolíticos y simplificados. Pero en principio, es difícil que suceda. La tendencia es a aumentar más la diversidad y la complejidad y, sobre todo, el individualismo, que es otro elemento que demuestra esta implementación del aislamiento, el consumo, el hedonismo de la sociedad contemporánea. Da la impresión de que el capitalismo no ha sido superado (todavía), y que el mundo va hacia una atomización, de la que no parece que haya vuelta atrás.

Lo mismo pasa con la teoría de la arquitectura. Como he dicho al principio, hubo un gran momento durante los años 60 y 70, con Jane Jacobs, Christopher Alexander, Henri Lefebvre, Aldo Rossi, Robert Venturi, Denise Scott-Brown, etcétera, y luego el epígono de esta teoría y la entrada en el eclecticismo actual, que fue Rem Koolhaas con su Delirius New York (1978), que citáis en vuestra convocatoria. Esto abre paso a la situación de enorme dispersión en la que Koolhaas, y algunos pocos, siguen siendo referentes, aunque cada vez haya menos, tanto teóricos como arquitectónicos. En definitiva, cada vez es más difícil, y quizás no tiene sentido, intentar abarcar todo lo que sucede en nuestro mundo, porque lo cierto es que su diversidad lo hace inabarcable.

AC: ¿Considera la política como un factor que influye sobre los fenómenos que determinan la arquitectura contemporánea?

JMM: Si, por supuesto. Lo he escrito y argumentado en el libro Política y Arquitectura. Hacia un urbanismo de lo común y ecofeminista (2020), con la colaboración de Zaida Muxí. Estuve 4 años en la política municipal de Barcelona y puedo decir, con argumentos y experiencias, que sí. Existe una estrecha relación entre la política y la arquitectura, porque todo lo que hacemos tiene que ver con la política, sea por compromiso ético, por el trabajo, por colaborar o, incluso, siendo cómplice y negando que haya relación. Sigue predominando un star-system y un mundo académico retrógrado que niegan que la arquitectura tenga relación con la política. Pero esto es totalmente falso. La pretendida autonomía de la arquitectura y su no dependencia es un mantra que han desmontado, con profundos argumentos, teóricos como Jeremy Till o Pier Vittorio Aureli. Se puede pretender ser apolítico o no tener ideología, pero ello es también es una opción política y, posiblemente, los que sostienen esto sean los más ideologizados y lo más manipuladores.

Por ejemplo, la cuestión de los feminismos y de la igualdad de género es, en sí misma, una cuestión política. Su accionar es político, está claro. Y afirmar que ya se ha alcanzado la igualdad de género y que ya no existe el problema del machismo, decir esto es enormemente político, retrógrado, es una posición en contra de seguir progresando hacia la igualdad. Por lo tanto, en todo hay política.

En la arquitectura está claro, aunque sea más evidente en el urbanismo, porque se regulan leyes, normativas, se califican los suelos, se toman grandes decisiones políticas sobre equipamientos, espacios públicos, vivienda asequible, etc. Y aquí, en lo que se prioriza y en lo que se desestima, está la política. La política se decide en las elecciones y a través de los políticos elegidos, en los países democráticos, claro. En estas decisiones se está haciendo política, porque se está diciendo invertir en algo y no en otra cosa, invertir en un lugar o barrio y no en otro, o se está decidiendo invertir en todos por igual, entendiendo el urbanismo, la arquitectura, la vivienda y la rehabilitación como un instrumento de redistribución del derecho a la ciudad y la calidad de vida.

Podría pensarse que en el caso concreto de la arquitectura no es así, pero también lo es. Se puede pensar que proyectar una casa en la playa o en la montaña no tiene relación con una decisión política. Pero si, también es política. Se hace política cuando se decide cómo va a estar orientada, cómo favorece el entorno, a qué tipo de materiales se recurre, cómo se utiliza y economizan los recursos y la energía, con qué medios se accede, etc. No es posible escapar de que toda decisión sea política. Y ello es algo en lo que te reafirmas cuando estás en la política, aunque sea la municipal. Y en este contexto hay un poco de injusticia o desagradecimiento hacia la política: todas las obras se atribuyen a los méritos de los arquitectos y arquitectas. Pero si investigas como crítico o historiador, has de intentar averiguar por qué se hizo tal biblioteca, conjunto de viviendas, edificio público o aeropuerto. Siempre detrás hay una intención, una decisión y una gestión política.

Un claro ejemplo de esto es la Biblioteca Central de Seattle, de Rem Koolhaas y Joshua Ramus. Es un magnífico proyecto, porque en él se anudan y confluyen unas excelentes políticas de bibliotecas públicas, de las mejores de Estados Unidos. También, un gran equipo de directoras de biblioteca, que hicieron las bases para el concurso, con un detallado programa al que Koolhaas intentó darle la vuelta y agruparlo. De esta manera, el resultado es un edificio muy bien situado y orientado en la ciudad, bello, atractivo, acogedor, funcional en sus espacios y circulaciones, etc. Los buenos resultados de edificios públicos se consiguen cuando hay buenas políticas públicas.

Otro ejemplo de esto es la obra del equipo de Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, que ha ido en contra de las políticas francesas de derribar las viviendas baratas y los bloques, y que, afortunadamente, ha conseguido demostrar otra alternativa, rehaciendo bloques y torres de viviendas, potenciado todo un método de intervención que se ha puesto a prueba, ya es un referente y ha sido ampliamente reconocido y premiado. En este caso, el compromiso político y social de Lacaton y Vassal ha sido una respuesta desde el saber arquitectónico rechazando unas políticas actuales de vivienda pública equivocadas.

O la gran aportación en la trama de Edimburgo del complejo del Parlamento Escocés, de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue (EMBT), que es toda una acción política tan representativa para el pueblo escocés, de poder tener, por fin, un edificio propio para el Parlamento, que se configura como una envolvente empática y muy bien situada en el contexto.

Y el Barrio de La Malagueira en Évora, de Álvaro Siza Vieira, que fue promovido y construido porque había un alcalde del partido comunista portugués, Abílio Fernandes, que se lo encargó y que le permitió el giro copernicano de no seguir haciendo bloques y torres modernas, y alojar a los migrantes del campo en casas en hilera con patio, siguiendo los tipos de la arquitectura popular.

Siempre hay detrás una intencionalidad, que tiene que ver con la política y, también, con la sociedad y con el entorno, que a veces pude ser conflictiva. Sin duda, el resultado no es siempre directo, requiere de los arduos procesos de participación. Pero siempre los buenos resultados surgen de las confluencias acertadas de los agentes políticos, es decir de los políticos, los promotores, los técnicos, la sociedad y las asociaciones de vecinos en el contexto de una legislación favorable; todo, de alguna manera, acaba confluyendo y, si hay participación, democracia e inversión pública, se pueden conseguir buenos resultados.

Se podría pensar que soy un obsesionado por la política, pero considero que no, que es una falsedad negar lo político. En el fondo, nos quieren vender una posición apolítica que no es cierta, porque en todas nuestras acciones, está claro que siempre hay una decisión e implicación política.

AC: Usted tiene una visión muy amplia y consistente de la historia ¿Cómo se enfrenta al presente?

JMM: Me interesa interpretar el presente. Aunque yo me inicié dando clases de historia de la arquitectura y, además de arquitectura, estudié parcialmente historia y antropología, al final, donde he encontrado más campo para poder investigar, escribir y publicar ha sido en la situación contemporánea. Esto es porque me interesa, como actitud personal, la realidad y el presente. Pero también porqué es un campo más abierto para poder intervenir, cuando hay otros campos, sobre todo de la historia, que están más especializados o delimitados, que ya tienen sus especialistas.

De todas formas, desde mi punto de vista, la historia es cada vez más importante. Aunque parezca paradójico, para entender el presente se necesita la historia. Si cada vez me intereso más en comprender el presente, en analizarlo, radiografiarlo, diagramarlo y pensarlo, necesito la historia para entender por qué es así, qué antecedentes, qué factores, qué tradiciones, qué ha sucedido, cuales son los elementos estructurales, culturales o políticos más determinantes, qué hechos, de alguna manera, hay detrás que explican ese presente; y no solo que te lo explican, sino que te pueden dar certezas de lo que está pasando ahora.

Con esto no quiero decir que la historia sea cíclica, en absoluto, pero sí que del pasado podemos y debemos aprender. Podemos aprender remitiéndonos a la filosofía griega, porque en toda la evolución histórica se van dando una serie de pistas de conocimiento. Incluso en relación con nuestra propia experiencia, ya que reflexionar sobre nuestra propia vida es crucial. Si reflexionas sobre la historia de la humanidad y del ser humano, aprendes; y también te permite entender cómo eres tú, ahora, en este momento; te potencia pensar el porqué de tus acciones.

Termino citando un libro reciente, que se llama Cómo Será el Pasado (2021), de Elizabeth Jelin y Ricard Vinyes, una historiadora argentina y un historiador catalán. El diálogo entre ellos busca explicarnos cómo la mirada que tenemos hoy del mundo transforma los mismos conceptos de la historia. Es decir, las miradas feministas, las visibilizaciones del esclavismo, la defensa de los derechos humanos o la reivindicación de los valores vitales de la naturaleza, todo ello hace cambiar la historia. Por ejemplo, en Francia está penalizado negar el esclavismo, igual que lo está negar los campos de concentración y exterminio del nazismo en Alemania. Esto implica que la mirada del pasado y la construcción de la memoria van siendo transformadas en función de nuestro presente y de nuestros valores: reestructuran nuestro pasado.

Y ahí está uno de los retos. Interpretar el caso de Venezuela, de dónde vienes, o el ejemplo de Uruguay, donde vives. De todos los países que han vivido recientemente dictaduras, como Chile, Argentina, Uruguay, España, Italia o Alemania, o grandes crisis. ¿Cómo se asumen la memoria y los efectos nefastos de una dictadura? En cada país el pasado se ha ido asumiendo de maneras distintas.

Por lo tanto, Cómo Será el Pasado aporta estas relaciones o pistas sobre el presente, de que lo puedes entender pensando el pasado y la conciencia de que, en función de cómo vayamos pensando y evolucionando, vamos a ir cambiando nuestro pasado, vamos a interpretarlo de maneras distintas. El pasado será en función de nuestra propia interpretación y evolución. En resumen, es cierto que me interesa la complejidad del presente, pero me interesa más esta relación temporal de cómo el pasado nos ayuda a explicar el presente y cómo el presente transforma el pasado. El pasado va a ser reescrito por el futuro.



Josep Maria Montaner (Barcelona, 1954) es doctor arquitecto y catedrático del departamento de Teoría e Historia en la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona, de la Universitat Politécnica de Catalunya (ETSAB-UPC), donde ha codirigido con Zaida Muxí el master “Laboratorio de la Vivienda Sostenible del Siglo XXI”. Ha sido profesor invitado en diversas universidades de Europa, América y Asia, y es autor de numerosos artículos y publicaciones, entre los que destacan Sistemas arquitectónicos contemporáneos (2008), La modernidad superada (2011, 2ª ed.), Arquitectura y política. Ensayos para mundos alternativos (2011, con Zaida Muxí), Arquitectura y crítica (2013, 3ª ed.), Del diagrama a las experiencias, hacia una arquitectura de la acción (2014) y La condición contemporánea de la arquitectura (2015) y Política y arquitectura (2020, con Zaida Muxí), todos ellos publicados por la Editorial Gustavo Gili. Entre 2015 y 2019 fue concejal de Vivienda y del distrito de Sant Martí en el Ayuntamiento de Barcelona.

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4163-0637

Notas finales:

* Contribución: el trabajo fue íntegramente realizado por la autora.

* El Editor de la revista Arq. Carla Nóbile aprobó la publicación final del artículo.

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