Artículos


Horacio Acosta y Lara, “leader” de la causa profesional en Uruguay en la primera mitad del siglo XX

Horacio Acosta y Lara, “leader” of the profesional cause in Uruguay in the firts half of the 20th century

Horacio Acosta y Lara, “leader” da causa profissional no Uruguai


DOI:
https://doi.org/10.18861/ania.2024.14.1.3643


MSc. Arq. Santiago Andrés Medero Queijo

Instituto de Historia, FADU.Universidad de la República

Uruguay

santimq@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2366-290X


Recibido:
11/10/2023

Aceptado: 23/12/2023


Cómo citar

Medero, S. (2023). Horacio Acosta y Lara, "leader" de la causa profesional en Uruguay. Anales de Investigación en Arquitectura, 14(1). https://doi.org/10.18861/ania.2024.14.1.3643


Resumen

En este artículo se analiza al arquitecto Horacio Acosta y Lara (Montevideo, 1875-1966) en tanto figura relevante de la profesión: primer presidente de la Sociedad de Arquitectos, primer decano de la Facultad de Arquitectura, primer presidente de los Congresos Panamericanos de Arquitectos y personalidad de proyección internacional. Pero el interés no consiste en resumir su biografía sino en examinar su función al interior de la organización profesional. Se sostiene aquí que su figura se construyó, por parte de sus colegas y de él mismo, como la de un héroe profesional. El objetivo del artículo es brindar pautas para comprender el reconocimiento obtenido por Acosta y Lara y, más importante aún, para entender cómo construyó ese reconocimiento y qué vínculos tenía con aquello que la profesión deseaba. Se sostiene entonces que, más allá de sus méritos personales, la acumulación de capital simbólico estuvo ligada a las necesidades y la autopercepción de la profesión arquitectónica, que veía en su figura la encarnación de sus propios ideales, aún si la actuación de Acosta y Lara no estuvo exenta de contradicciones. El método que se ha elegido para este estudio parte de la revisión cualitativa de una serie de fuentes escritas seleccionadas. En particular, se hará énfasis en el número doble de la revista Arquitectura, publicación de la Sociedad de Arquitectos, de julio-agosto de 1929, que homenajea la figura de Acosta y Lara. Este documento, no solamente nos permite adentrarnos en su trayectoria, sino que evidencia las características del personaje que se exaltan (y aquellas que no), lo que nos permite vislumbrar los rasgos más nítidos del “ideal profesional” buscado por los arquitectos.

Palabras clave

Profesión, arquitecto, ideal profesional, jurisdicción, Uruguay.


Abstract

This article analyses the architect Horacio Acosta y Lara (Montevideo, 1875-1966) as an important figure in the profession: first president of the Society of Architects, first dean of the Faculty of Architecture, first president of the Pan-American Congress of Architects and a personality of international renown. But the interest is not in summarizing his biography but in examining his function within the professional organization. It is argued here that his figure was constructed, by his colleagues and by himself, as that of a professional hero. The objective of the article is to provide guidelines to understand the recognition obtained by Acosta and Lara and, more importantly, to understand how he built that recognition and what links it had with what the profession wanted. It is then argued that, beyond his personal merits, the accumulation of symbolic capital was linked to the needs and self-perception of the architectural profession, which saw in his figure the embodiment of its own ideals, even if the actions of Acosta and Lara It was not without contradictions. The method chosen for this study is based on the qualitative review of a series of selected written sources. In particular, emphasis will be placed on the double issue of Arquitectura magazine, publication of the Society of Architects, from July-August 1929, which pays tribute to the figure of Acosta y Lara. This document not only allows us to delve into his career, but also shows the characteristics of the character that are exalted (and those that are not), which allows us to glimpse the clearest features of the “professional ideal” sought by architects.

Keywords

Profession, architect, professional ideal, jurisdiction, Uruguay.


Resumo

Este artigo analisa o arquiteto Horacio Acosta y Lara (Montevidéu, 1875-1966) como figura relevante da profissão: primeiro presidente da Sociedade de Arquitetos, primeiro reitor da Faculdade de Arquitetura, primeiro presidente dos Congressos Pan-Americanos de Arquitetos e personalidade com projeção internacional. Mas o interesse não está em resumir a sua biografia, mas em examinar a sua função dentro da organização profissional. Argumenta-se aqui que sua figura foi construída, pelos colegas e por ele mesmo, como a de um herói profissional. O objetivo do artigo é fornecer diretrizes para compreender o reconhecimento obtido por Acosta y Lara e, mais importante, compreender como ele construiu esse reconhecimento e quais ligações ele tinha com o que a profissão desejava. Argumenta-se então que, para além dos seus méritos pessoais, a acumulação de capital simbólico estava ligada às necessidades e à autopercepção da profissão de arquiteto, que via na sua figura a materialização dos seus próprios ideais, ainda que as ações de Acosta y Lara não tenham sido isentas de contradições. O método escolhido para este estudo baseia-se na revisão qualitativa de uma série de fontes escritas selecionadas. Em particular, será dado destaque ao duplo número da revista Arquitectura, publicação da Sociedade de Arquitetos, de julho-agosto de 1929, que presta homenagem à figura de Acosta y Lara. Este documento não só nos permite aprofundar a sua trajetória, mas também mostra as características do personagem que são exaltadas (e as que não o são), o que nos permite vislumbrar os traços mais claros do “ideal profissional” almejado pelos arquitetos.

Palavras-chave

Profissão, arquiteto, ideal profissional, jurisdição, Uruguai.


Presentación

1929, exterior del Casino y Restaurante Municipal del Prado en Montevideo (figura 1). En uno de los locales preferidos para grandes eventos, un numeroso grupo posa para la fotografía. En el centro se encuentran dos figuras clave para la profesión arquitectónica en Uruguay: Baltasar Brum y Horacio Acosta y Lara. Brum, socio honorario de la Sociedad de Arquitectos, fue el ministro de Instrucción Pública que, en 1915, promovió la ley de creación de la Facultad de Arquitectura. Acosta y Lara, por su parte, era el fiel estandarte de la profesión, aquella persona que ocupaba o había ocupado sus lugares más representativos y acumulado mayor capital simbólico.


Figura 1.
Grupo asistente al homenaje a Horacio Acosta y Lara, 1929.

Fuente: Autor de la fotografía: Juan Caruso. Repositorio: Foto 19681, Centro de Documentación del Instituto de Historia, FADU, Udelar.


Ambos están rodeados por veteranos arquitectos -compañeros de ruta de Acosta y Lara, como Jacobo Vásquez Varela, Eugenio Baroffio, Alfredo Campos o Carlos Pérez Montero-, José Arias, otro de los políticos artífices de la creación de la Facultad de Arquitectura y dos relevantes figuras extranjeras como lo eran, por razones distintas, el austríaco Eugene Steinhof (a la izquierda de Acosta y Lara) y el argentino Alberto Coni Molina.i Algo más alejados, son reconocibles destacados profesionales y docentes como Leopoldo Carlos Agorio (entonces decano de la Facultad), Juan Antonio Rius, Juan Antonio Scasso o Carlos Surraco. Los márgenes de la fotografía son ocupados, probablemente, por otros arquitectos y convidados al festejo.

La imagen es, hasta cierto punto, un retrato de las relaciones de poder al interior de la profesión, con una generación de arquitectos egresados en la primera década del siglo XX -entre ellos, el propio Acosta y Lara, que obtuvo el título en 1903- que ocupaba aún los principales puestos de prestigio académicos,ii gremialesiii y que, durante la década de 1930 iba a acceder también a importantes cargos políticos en el ámbito gubernamental.iv La ocasión fue el homenaje realizado a Acosta y Lara luego de su participación como presidente del jurado en la primera fase del concurso internacional del Faro de Colón. La fotografía señala un momento cúlmine en la carrera de Acosta y Lara al mismo tiempo que connota la optimista proyección de la profesión apuntalada por el prestigio de las primeras generaciones.

El concurso había sido en dos fases, una primera de clasificación (1929) y la segunda de definición final (1931). La acción del jurado se realizó en España en la primera fase y Río de Janeiro en la segunda. Además de Acosta y Lara, actuaron como jurados Eliel Saarinen (en representación de Europa), Raymond Hood y Frank Lloyd Wright (en representación de Norteamérica, en primera y segunda fase respectivamente). El prestigio de estos jurados refuerza el de Acosta y Lara y su simbólico nombramiento como presidente. Otra muestra de su importancia: 455 proyectos provenientes de 48 países se presentaron al primer grado del concurso (Acosta y Lara, 1949). En las décadas de 1920 y 1930, la figura de Acosta y Lara se asentaba en todo el continente.

El prestigio de Acosta y Lara se vislumbra también en otro tipo de reconocimientos. Por ejemplo, el Institute for Research in Biography de Nueva York le dedicó una entrada y varias líneas a su trayectoria en la quinta edición de su World Biography (1954), enciclopedia de personalidades relevantes en el mundo. A pesar del sesgo estadounidense de los editores, Acosta y Lara figura con el mismo espacio que Wright, cuyo prestigio en la década de 1950 está fuera de dudas. Además, es uno de los pocos arquitectos del mundo que aparece y lo hace con más espacio que Le Corbusier o Gropius, por citar dos profesionales de renombre internacional.

Por supuesto, esto no quiere decir que Acosta y Lara haya tenido el mismo peso que estos arquitectos en la comunidad internacional. Las preguntas pertinentes, más que una vana discusión sobre la fama, son las siguientes: ¿en qué consistía el capital simbólico que poseía Acosta y Lara a nivel continental? y ¿cómo lo obtuvo?

En este artículo se sostiene que, más allá de méritos personales, tuvo en ello un enorme peso la propia profesión de arquitecto, que necesitaba una figura como la de Acosta y Lara, que se sentía cómoda en varios e importantes ámbitos, desde el mundo académico al político, pasando por el ambiente empresarial. Más que ello, la profesión necesitaba un “héroe” para posicionarla y Acosta y Lara poseía las características para encarnar ese sujeto, aunque, como veremos, su actuación no estuvo exenta de contradicciones.


Marco teórico, estado de la cuestión, aspectos metodológicos

Este trabajo se sitúa, más que en el ámbito de la biografía, en el de la historia de las profesiones y propone revisar el caso de la arquitectura. Dos conceptos clave que estructuran el artículo son los de “jurisdicción” y el de “ideal profesional”. El primero, propuesto por Andrew Abbott en 1988, se refiere a las luchas por el reconocimiento de la especificidad y actividad propia de una determinada disciplina en un campo que Abbott señala como un “sistema de profesiones”. El segundo concepto, trabajado por Harold Perkin, significa “un modelo de cómo debe organizarse la sociedad para adaptarse a una determinada clase o interés y del ciudadano ideal y su contribución al mismo” (2002, p. 3).

Los antecedentes historiográficos concentrados en este punto de vista y a partir de la trayectoria de un actor relevante, son escasos.v En correspondencia con la autopercepción de las profesiones, el punto de vista que ha prevalecido en los estudios sobre trayectorias vinculadas a la construcción del campo disciplinar y profesional es el hagiográfico. En cuanto a la arquitectura, existen cuantiosas investigaciones dedicadas a personajes, pero la inmensa mayoría se concentran en su producción proyectual y dejan los aspectos gremiales e institucionales en un segundo plano, meramente descriptivo y recopilatorio.

No obstante, podemos citar algunos trabajos que son antecedentes relevantes de este artículo, aunque no se concentran en una figura en particular. Mazzini y Méndez (2011) estudian el conflicto entre ingenieros y arquitectos a principios del siglo XX, donde es la lucha jurisdiccional (aunque las autoras no utilizan este concepto) la que articula el análisis. Gutiérrez, Tartarini y Stagno (2007) analizan la trayectoria de los Congresos Panamericanos de Arquitectos, institución promovida por la Sociedad de Arquitectos y clave en la trayectoria de Acosta y Lara.vi Jorge Nudelman (2015), por su parte, ha sido el primero en señalar el carácter corporativo de los arquitectos uruguayos, aspecto clave vinculado tanto a la jurisdicción como al ideal profesional.

El método que se ha elegido para este estudio parte de la revisión cualitativa de una serie de fuentes escritas seleccionadas. En particular, se hará énfasis en el número doble de la revista Arquitectura, publicación de la Sociedad de Arquitectos, de julio-agosto de 1929, que homenajea la figura de Acosta y Lara. Este documento, no solamente nos permite adentrarnos en su trayectoria (hasta ese momento histórico) sino que evidencia las características del personaje que se exaltan (y aquellas que no), lo que nos permite vislumbrar los rasgos más nítidos del “ideal profesional” buscado por los arquitectos.


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En mayo de 1914, cuando se creó la Sociedad de Arquitectos, Alfredo Campos propuso organizar un Congreso Panamericano de Arquitectos (CPA). La idea tuvo positiva acogida, pero la guerra desatada en Europa, que se prolongó durante cuatro años, provocó un clima mundial poco propicio para el desarrollo de un evento de estas características. Con el retorno de la paz, la iniciativa volvió a cobrar brío y finalmente se concretó en marzo de 1920, en Montevideo. Aún si la mayoría de los participantes provenían de Uruguay, Argentina y Chile, hubo participación de algunos otros países y, en definitiva, medido en los términos de la época, el Congreso fue un éxito rotundo. Tan es así, que se iba a repetir desde entonces y hasta el día de hoy. Para citar solamente algunas de sus sedes posteriores: Santiago 1923, Buenos Aires 1927, Río de Janeiro 1930, Montevideo 1940, Lima 1947, La Habana 1950.

A pesar de que es Campos al que se le reconoce la idea original y el que tiene un protagonismo inicial, este fue transferido rápidamente a Acosta y Lara. Entre 1919 y 1920 Campos estuvo de gira por Europa y América y no pudo participar del Primer Congreso. La presidencia de este recayó en Acosta y Lara, quien, tres años más tarde, en Santiago de Chile, fue elegido presidente del Comité Permanente de los CPA, cargo que ocupó hasta 1952. Desde esta posición, su proyección internacional se acrecentó, así como el vínculo con personajes claves de todo el continente.

Volvamos a 1929. Junto con el festejo en el restaurante del hotel del Prado, la revista Arquitectura, órgano difusor principal de los ideales profesionales de los arquitectos, publicó un número doble dedicado a Acosta y Lara. La existencia de la revista data del mismo año de fundación de la SAU, 1914. Con quince años ya de trayectoria era la primera vez, sin embargo, que se dedicaba un número entero a una única figura.

Veamos un poco este número con detenimiento. Dos razones nos llevan a profundizar en esta publicación. En primer lugar, porque da cuenta de una cantidad importante de hechos y actividades realizadas por Acosta y Lara. En segundo lugar, porque la selección de episodios de su vida, el tono y, en definitiva, la construcción del personaje, nos hablan no solamente de lo que era Acosta y Lara sino, fundamentalmente, de lo que los arquitectos deseaban ser. En definitiva, Acosta y Lara encarna lo que Harold Perkin llama, “el ideal profesional”.

Como habíamos dicho, la revista nació en 1914, en el seno de la recién creada Sociedad de Arquitectos. Desde un primer momento, se convirtió en uno de los principales mecanismos de propaganda de la profesión, que en ese entonces procesaba una ruptura con los ingenieros. Fue uno de los cometidos de la revista el de difundir la especificidad de la disciplina-profesión arquitectónica. Esta, se sustentaba teóricamente en una amalgama, pretendida como un equilibrio perfecto, entre la técnica/ciencia (de la construcción, de la resolución programática y funcional de los edificios y porciones de ciudad, de la aplicación de los preceptos de la higiene, etcétera) y el arte (de la composición equilibrada de las masas y espacios al interno y externo, de su carácter apropiado en relación a su destino, de su misión testimonial con respecto a su tiempo y lugar, de su efecto educativo sobre la población en general, etcétera).

En concomitancia con los objetivos de Arquitectura, la aparición de este número doble puede leerse como una operación en el campo de las luchas simbólicas para construir -o más bien, reforzar la construcción de- un personaje que se coloca en el nivel de un estadista, pero que también resume las características ideales del profesional arquitecto. En la publicación, no solamente se recogen los principales aportes de Acosta y Lara -algunos artículos en la prensa y sus obras arquitectónicas- sino que se evidencia la posición simbólica que jugaba al interior de la profesión.

Es significativo, además, que este homenaje se le dedique a un hombre maduro más no retirado. Nacido en 1875, aún le quedaban por delante varios años de dirigencia gremial y éxitos políticos. Su juventud, de alguna manera, era la juventud del cuerpo profesional, que iniciaba su homenaje de esta forma:

Al arquitecto Horacio Acosta y Lara.

Primer presidente de la Sociedad de Arquitectos.

Primer decano de la Facultad de Arquitectura.

Leader de la causa profesional.

Luchador incansable que ha consagrado sus mejores energías al servicio de nobles ideales.

Homenaje afectuoso de sus colegas a su regreso a la patria, después de haber cumplido brillantemente una honrosa misión en el viejo mundo. (Arquitectura, julio-agosto 1929, p. 121)

Además de los puestos institucionales, se conjuga en este breve pasaje una característica de los profesionales, que Acosta y Lara -o, para ser más precisos, lo que se dice sobre Acosta y Lara- resume de manera diáfana: la combinación del ideal aristócrata y noble con el burgués del culto al trabajo. Esta característica, ha sido señalada por Harold Perkin en el contexto del siglo XIX inglés:

[…] a través de la reforma de las escuelas y universidades públicas, los miembros de la clase profesional se propusieron deliberadamente imponer su propio ideal social […] sobre los hijos tanto de la clase terrateniente como […] de la clase empresarial. Su método fue partir de los ideales existentes en esas clases, el concepto del caballero inglés y el evangelio del trabajo, y transformarlos en variantes de su propio ideal profesional. […].

El trabajo, de ser la maldición de Adán y ser rehuido por el caballero aristocrático ocioso, se había convertido en un evangelio y reemplazó el culto al ocio como principal justificación de la riqueza, el poder y el éxito en la vida [...]. El caballero llegó a ser definido por sus “cualidades finas y de gobierno”, su educación culta, intereses intelectuales y cualidades de carácter, que se elevaban por encima del mero hecho de ganar dinero, mientras que el trabajo que se le permitía se reducía al servicio profesional o público a la sociedad. el Estado o el imperio, con exclusión de la industria y el comercio "acaparadores de dinero". (2002, pp. 120-121)

Todo ello se verifica en otros pasajes del primer texto que publica la revistavii, donde se destaca tanto la “laboriosidad” del arquitecto en distintos ámbitos como su entrega a un ideal. No se trata, pues, de trabajar para obtener ganancia o sustento. El profesional, representado idealmente aquí en la figura de Acosta y Lara, debe ser una persona sacrificada que lucha por la nobleza de sus ideas y en pro del mejoramiento social:

Criterioso y preparado, de gran sentido práctico, tiene una clara concepción de los problemas. Son notorias sus pintorescas frases […pero] es la acción el norte preferente de sus energías.

Y esa acción ahincada y tenaz que no conoce el desaliento constituye un ejemplo estimulante para todos los que pensamos que el trabajo es la condición misma de la existencia y que ésta no valdría la pena de ser vivida si el espíritu humano no superara su vulgaridad cotidiana con un soplo de fecundo idealismo. (Arquitectura, julio-agosto 1929, p. 124)

Para más claridad, en una conferencia dictada en 1927 y publicada en 1953, Acosta y Lara llegó a decir que “el ejercicio de una profesión es el […] de un monopolio que trae aparejado el ejercicio de un sacerdocio, que impone deberes de un alto sentido moral” (p. 12).

Este ideal, por supuesto, chocaba con algunos hechos, como el desarrollo de profesionales empresarios, propietarios de empresas de construcción “acaparadoras de dinero”. En 1927, en el contexto del tercer Congreso Panamericanos de Arquitectos, la delegación uruguaya presentó un artículo, firmado por Elzeario Boix, Rafael Ruano, Juan Antonio Scasso y el propio Acosta y Lara, que afirma lo siguiente:

El arquitecto egresado de las aulas, lleno de ilusiones e ideales ve con desencanto que la realidad no está de acuerdo con sus esperanzas y anhelos y entonces, siguiendo la vieja máxima de ir a la montaña, ya que esta no se desplaza, convierte su estudio en una oficina comercial, ejecutando proyectos que ofrece como mercancías o se convierte en empresario, adaptándose así a un ambiente de negocios para poder desenvolverse y vivir. ¿Podemos fulminar a quienes así proceden? “Primus vivere, deinde philosophari” nos dirían y no tendríamos demasiado que reprochar si esta claudicación no fuera en muchos casos, felizmente no en todos, a expensas del sacrificio de ideales que deben ser siempre y dondequiera para nosotros el lábaro de la profesión. ¿Es posible, pues, definir entre nosotros al arquitecto como el técnico que proyecta y dirige, retribuido solo por honorarios sin móvil alguno de lucro, anatematizándole si contrata, exigiéndole un interés frente al cliente rayano muchas veces en la abnegación?

No hay duda que a esto habremos de llegar en plazo más o menos breve, tal debe ser nuestro ideal. (Acosta y Lara, Boix et alter, 1927, p. 45)

Ya en la segunda mitad del siglo XX, se puede constatar cierta especialización en el cuerpo de arquitectos, entre aquellos dedicados a la profesión liberal, quienes estuvieron más ligados al sector empresarial de la construcción y los bienes raíces y aquellos más cercanos al mundo académico y a la lucha por el capital simbólico. Esta especialización, sin embargo, era menos nítida a comienzos del siglo XX y el propio Acosta y Lara era un claro ejemplo de ello: arquitecto liberal, académico, político, pero también empresario.

Su estudio de arquitectura, compartido en primera instancia con Guillermo West y luego con el ingeniero Augusto Guerra Romero, era, además, una empresa contratista.viii Con Guerra, además, eran propietarios de una de las fábricas de ladrillo más importantes del país, La Uruguaya, hecho que no permanecía oculto a los ojos de sus colegas: la fábrica se promocionaba en la propia revista Arquitectura ocupando un espacio de publicidad asiduamente. Sin embargo, la faceta empresarial no es resaltada en el número homenaje ni tampoco se le dedicó un espacio institucional en la revista a la propaganda de la fábrica en ningún momento. Está claro que, si bien la persona de Acosta y Lara conjugaba múltiples intereses, estos no se confundían.

El número homenaje no recoge su faceta como empresario, pero sí lo hace con respecto a su rol en la comuna de Montevideo, como director de Obras Municipales (1905-1907). En un artículo firmado por el escritor Plácido Abad, se da cuenta de tres de algunas de las reformas llevadas a cabo por el arquitecto en el ámbito municipal: control del amanzanamiento por parte del Estado y con arreglo a dictamen técnico, control de las fachadas en las construcciones y obligación de extender cercos y veredas hasta el límite de la ciudad. Abad señala también otro aspecto no menor, vinculado a la “manera de vivir”, pues adjudica a Acosta y Lara el destierro de la idea de que las playas son solo un banco de explotación arenera, y la importancia de estas y de los parques como pulmones urbanos y de su adecuada ornamentación. (Abad, 1929, pp. 125-126)

Vemos aquí señales clave del desarrollo profesional en Uruguay. En primer lugar, su temprana connivencia con el Estado. Estado y profesión se confunden en una unidad cuyo fin, en este caso, es gobernar los impulsos “liberales” de un capitalismo sin control. Acosta y Lara lo denuncia en un artículo de 1907:

Ya no es posible que una ciudad de trescientos mil habitantes esté sometida al absolutismo de los propietarios. Hoy ya no se marcha así, como no ha marchado Buenos Aires para llegar a ser lo que es, ni ha marchado Río de Janeiro para poder ostentar las magnificencias que ha hecho allí la mano del hombre. Hoy, son necesarias leyes que reglamenten todo aquello en que el capricho de unos pocos, pueda perjudicar a todos, y ya lo decía El Diario de Buenos Aires, hace algún tiempo, que el mejor modo de reaccionar contra todo esto, eran decretando expresamente una saludable dictadura arquitectónica sustrayendo del albedrío privado, la facultad de echar a perder una calle con un adefesio monumental. (1907, p. 4)

En segundo lugar, vemos como estética e higiene se encuentran indisolublemente ligadas (una marca distintiva de la disciplina-profesión arquitectónica) en el relato: playas y parques son pulmones, pero también lugares bellos. Esto, lejos de tener connotaciones vinculadas meramente al placer tenía significados relacionados con la educación y la cultura de la población. Estas posiciones ya estaban presentes tiempo antes en Acosta y Lara, como se observa en la serie de artículos publicados en la prensa entre 1899 y 1906 que recoge el doble número homenaje de Arquitectura.

En el primer artículo que reproduce el número homenaje, publicado originalmente en noviembre de 1899, Acosta y Lara -en ese entonces aún estudiante de la carrera- afirma que

[l]a importancia de la arquitectura es indiscutible en la cultura de los pueblos, desde que más que cualquier otro arte refleja el estado social de un pueblo, y siendo esta una verdad incontestable, nada más lógico que pedir al Estado o indicar cuando menos, los medios que estando a su alcance, puede poner en práctica para llegar a este fin. (julio-agosto 1929, p. 132)

En el siguiente artículo, Acosta y Lara realiza una defensa de los concursos públicos, uno de los pilares de la profesión. Los concursos fueron y han sido leídos por los arquitectos como beneficiosos al interior de la profesión (competencia, aliento a los más jóvenes) y para el comitente (selección virtuosa del mejor proyecto). Menos recurrente pero igual o más importante fue su función corporativa (la exclusión de otras profesiones u oficios y de los titulados en el extranjero en la mayoría de los casos), su facultad para permitir al profesional liberal trabajar en la obra pública y la capacidad para establecer contratos ventajosos con particulares u organismos privados o del Estado. Por supuesto, fueron los primeros y no estos últimos los argumentos utilizados por Acosta y Lara y sus colegas para defender el mecanismo.

Por otra parte, a diferencia de los concursos actuales, caracterizados por la presentación en equipos más o menos numerosos, estos eran vistos como justas, “torneos” o “combates pacíficos del arte” (p. 134) entre individuos. Es decir, que se reproduce una vez más aquello señalado por Perkin acerca del carácter “noble” de las profesiones, un carácter sin duda “anacrónico” como también lo señala Abbott.

Aún más relevante para nuestro argumento es el hecho de que desde muy temprano Acosta y Lara se posicionó en la palestra pública como un defensor de la profesión y a la vez como alguien que delimitaba y clarificaba hacia el público y los poderes públicos la naturaleza de la misma. La propia jurisdicción del arquitecto, es decir, su propia definición frente al resto del sistema profesional y ocupacional dependió en un principio, por tanto, de una tarea de militancia intelectual, por la cual se pretendió (con relativo éxito) convencer al público y a los dirigentes del Estado que la arquitectura era una profesión en sí misma, con fines distintos a las otras profesiones y con una misión social relevante. Acosta y Lara, en la mirada de sus colegas contemporáneos, fue un héroe profesional en esta lucha.

En el citado artículo de Abad, también se da cuenta de otra característica de Acosta y Lara: su origen. Para Abad, su “honorabilidad y gentileza”,

la había heredado de sus antepasados, sobre todo de Antonio Acosta y Lara, ilustre marino español […]. Puede decirse que es él la representación más fiel de aquel patricio distinguido que actuó con honor en la lucha por la independencia de la República […] (p. 125)

Mucho tiempo después, en un obituario tras el fallecimiento de Acosta y Lara, Alfredo Campos ponía en juego nuevamente el origen del arquitecto:

Realizó así su gobierno de la Ciudad. con el que enalteció la calidad de Arquitecto. poniendo una vez más de relieve sus altas virtudes morales y ciudadanas y haciendo honor a su prosapia.

Descendiente de una antigua familia de arraigo colonial. los avatares y las inquietudes de la política tampoco le fueron ajenos; y así lo vemos ceñir la espada de Oficial ele Guardias Nacionales en 1898, cuando él entiende que el llamado del país debe imponer el sacrificio de dejar momentáneamente la regularidad de la vida diaria […] (1967, p. 36)

Patricio, patriota y profesional, Acosta y Lara realizó acciones vinculadas a la filantropía, aumentando así su consideración entre los círculos de influencia. En 1904, por ejemplo, donaron junto a su socio el proyecto ejecutivo y la dirección de las obras para la realización del edificio sede de la Sociedad Filantrópica Cristóbal Colón (SFCC, 2016). Finalmente, desde muy temprano se vinculó a las actividades gremiales de la profesión, como Secretario de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos del Uruguay, creada en 1905.

Todo ello permite vislumbrar la importancia de Acosta y Lara en los logros de la profesión en la segunda década del siglo XX, logros que llevaron, entre otras cosas, a crear la primera Facultad de Arquitectura de América Latina (1915) y organizar el primer Congreso Panamericano de Arquitectos en 1920. En todos estos ámbitos, Acosta y Lara obtuvo el primer y máximo reconocimiento: fue presidente de la primera comisión directiva de la SA, primer decano de la Facultad y primer presidente de los Congresos. En este último ámbito, ejerció la presidencia del Comité Permanente hasta 1952, hecho que le permitió establecer una red de contactos con arquitectos de toda América, especialmente con aquellos vinculados a sus respectivos ámbitos gremiales nacionales. Esta circunstancia es especialmente relevante para comprender, finalmente, su elección como presidente del jurado del concurso internacional de 1929.

El capital simbólico de Acosta y Lara y la profesión continuó en ascenso y, ya en la década de 1930, logró una unión potente, aunque relativamente efímera, con el poder político. En 1938 Acosta y Lara obtenía el cargo de Intendente de Montevideo. Había competido bajo el lema del también arquitecto Alfredo Baldomir, electo este presidente de la república. Además de los dos cargos ejecutivos más importantes del país, los arquitectos ocuparon entonces varios ministerios y otros puestos públicos de relevancia, especialmente vinculados con la educación. Esta situación, que venía perfilándose ya durante los mandatos de Gabriel Terra (1930-1938), continuó durante la década de 1940, pero no así en las siguientes. A partir de entonces, las íntimas relaciones entre la profesión y las más altas jerarquías del poder político fueron más esporádicas y la capacidad de un Acosta y Lara de unir en una única personalidad al profesional de éxito, al empresario, al gremialista, al académico, al intelectual y al político ya no se volvería a repetir.


Aprobación final del artículo

Ma. Arq. Andrea Castro Marcucci, editora en jefe aprobó la publicación de este artículo.


Contribución de autoría

MSc. Arq. Santiago Medero es el responsable de la totalidad de la elaboración del artículo.


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SFCC (Sociedad Filantrópica Cristóbal Colón, 2016).

https://www.cristobalcolon.uy/imagenes-historicas/cristobal_cc_01/. Consultado el 12 de agosto de 2022.


Origen de las imágenes

Figura 1. Autor de la fotografía: Juan Caruso. Repositorio: Foto 19681, Centro de Documentación del Instituto de Historia, FADU, Udelar.


i Steinhof era un renombrado arquitecto y profesor austríaco, de visita en Montevideo. Coni Molina era amigo personal de Acosta y Lara y un personaje importante en el ámbito gremial de la profesión en Buenos Aires (fue presidente de la Sociedad Central de Arquitectos y acompañó a Acosta y Lara por muchos años en el Comité Permanente de los Congresos Panamericanos de Arquitectos).

ii En la Facultad, si bien es verificable el ascenso de figuras algo más jóvenes, como Leopoldo Agorio, Mauricio Cravotto o Julio Vilamajó, el decanato de Armando Acosta y Lara (hermano de Horacio; 1934-1940) y Rocco (1940-1944) evidencian el poder de las generaciones egresadas de la antigua Facultad de Matemáticas.

iii Acosta y Lara era entonces el presidente de la Sociedad de Arquitectos, cargo que ejerció entre 1923 y 1931 (en ese periodo, fue elegido nueve veces). Durante la década de 1930 estas relaciones de poder se mantuvieron en términos generales. La presidencia de la Sociedad fue ejercida por veteranos arquitectos como Eugenio Baroffio (1931-1933), Alfredo Campos (1933-1935), Raúl Lerena Acevedo (1935-1936), Julio Bauzá (1936-1938) y Daniel Rocco (1938-1939).

iv El propio Acosta y Lara fue intendente de Montevideo (1938-1942). Alfredo Baldomir fue presidente de la República (1938-1942) y antes ministro de Defensa (1934-1936). Alfredo Campos también fue ministro de Defensa (1938-1940 y 1943-1946), Juan José de Arteaga fue ministro de Relaciones Exteriores (1934-1935) y de Obras Públicas (1938-1941), Vásquez Varela lo fue de Instrucción Pública (1938) y ocupó una banca en el senado (1938-1942). Algunos arquitectos, como José Claudio Williman, Pérez Montero, Baroffio o Silvio Geranio ocuparon puestos ejecutivos de importancia en los distintos ámbitos de la enseñanza pública primaria y secundaria.

v En lo que refiere al personaje en concreto, Horacio Acosta y Lara, no existe ningún estudio historiográfico previo sobre este aspecto de su trayectoria ni sobre ningún otro.

vi Otros trabajos sobre los CPA se han publicado recientemente, como el de Petersen (2022).

vii “Arquitecto Horacio Acosta y Lara. Nuestro Homenaje”, pp. 123-124.

viii La primera sociedad fue West y Acosta y Lara (ca. 1896), al poco tiempo (1899) se asociaron con Guerra. A principios de siglo West abandonó la firma. Luego de un largo periodo juntos, se asociaron con el ingeniero Cayetano Carcavallo. Acosta y Lara había obtenido el título de “Maestro de Obras” en 1894.