Mediatizaciones e interfaces sociales entre colectivos e individuos


Mediatizations and interfaces between individuals and social collectives


Midiatizações e interfaces entre indivíduos e coletivos sociais

DOI: https://doi.org/10.18861/ic.2019.14.1.2883




GASTÓN CINGOLANI

gastoncingolani@gmail.com - Editor Invitado / Instituto de Investigación y Experimentación en Artes y Crítica, Universidad Nacional de las Artes (UNA), Argentina / Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina.

ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1075-7114


¿NOVEDADES EN LAS FRONTERAS?

En la contemporaneidad, las mediatizaciones parecen ir expandiendo sus fronteras, habitando algunos espacios que antes eran poco o nada abarcados por ellas (¡a algunos de esos espacios hoy los llamaríamos off line!), y ofreciendo a cada momento posibilidades desconocidas. La perplejidad ante la novedad parece la figura más repetida, al punto de que se vuelve tonalidad general posada sobre el terreno de las disponibilidades mediáticas. Pero –para no embriagarnos de novedad con elixires fulgurantes, aunque poco sustanciosos– convendría indagar en los procesos de largo plazo. Sobre esa hipótesis conversamos junto con Mariano Fernández en la entrevista a Oscar Traversa para este volumen de InMediaciones de la Comunicación dedicado al tema: “Interfaces y mediatizaciones entre individuos y colectivos sociales”.

Contextualicemos: la cuestión de la novedad mediática se da en planos diferentes y no siempre convergentes. La perspectiva de la “larga trayectoria” (Verón, 2013, 2014) establece puntos de fuga donde convergen líneas complementarias: las operaciones de sentido y las escalas de organización humana. Viene bien recordar la sistematización que establece José Luis Fernández (2008) a propósito de la novedad mediática, de acuerdo con tres series: la de los dispositivos tecnológicos, la de los géneros y estilos, y la de las prácticas de “intercambios discursivos”1 (2008, p. 33). Esto revela un verdadero carácter expansivo o “radial” de la innovación (Verón, 2013), que no se puede tomar como homogénea, ni como siempre iniciada desde lo tecnológico. Ni siquiera podríamos decir que su decurso es necesariamente progresivo: pese a las hipótesis de Marshall McLuhan, muchos de los “nuevos medios” no son otra cosa que el intento de restablecer operatorias que otros dispositivos de mediatización no incorporaban, pero que estuvieron desde siempre en intercambios no mediatizados.

Por mediatización entendemos todo proceso por el que se exteriorizan las operaciones mentales mediante algún procedimiento que permita trascender el tiempo, el espacio o la interrelación corporal plena, haciendo circular sentido materializado (Verón, 2013; Fernández, 1994; Traversa, 2014). La base inaugural de este tipo de proceso se registra en los amaneceres de la humanidad, hace más de dos millones de años, en la configuración, empleo y transmisión de útiles de piedra. Estos no eran mensajes propiamente dichos2. Si en aquel entonces, los personajes de época hacían circular discursos por el tiempo y/o el espacio con autonomía de sus autores o sus receptores, hoy no lo sabemos; es un pasado escasamente mediatizado.

El gran salto diferencial se produjo de la mano de las distintas variantes de trazados. Pero así como de ello resultaron mensajes hechos con la suficiente robustez física para trascender los tiempos y sus instancias receptivas, sus configuraciones ofrecen escasas –acaso nulas (Leroi-Gourhan, 1994)– posibilidades de interpretación extemporánea.

Ahora bien, la primera gran cohorte de instalación mediatizadora –la que configuró el progresivo pasaje de las sociedades con medios a sociedades mediatizadas (Verón, 2001)– se inició con mucha posterioridad, probablemente hace unos cinco siglos con la avanzada de lo impreso en occidente, con la escritura mecánica. Se extendió luego al producir las variantes visuales, sonoras y verbales de los mensajes circulantes, bajo el desarrollo de los medios “clásicos” que cubrieron los distintos tipos de registros (fónicos y/o visibles) de los hechos y sus componentes (la fotografía, la fonografía, el cine), así como las variedades de envíos de esos mensajes a distancia (la telegrafía, la telefonía y la tele-radiodifusión).

En el siglo que va solo del primer cuarto del XIX hasta el primero del XX, emergieron todos esos procedimientos tecnológicos. Pero con una asimetría: por un lado, a partir de la estabilización de sus formatos, cobraron vida lenguajes y estilos. Sus distintas combinaciones sintácticas expandieron las retóricas; lo visual y lo sonoro se acompañaron de muchas maneras; la verbalidad gráfica antecedió por mucho a su mediatización fónica y la asedió, hasta saturar –podría decirse– las variantes semióticas: se mediatizaron las representaciones por semejanza o por analogía (íconos), los contactos y las inmediateces del cuerpo y sus intersticios (índices), y las generalizaciones y estereotipias (símbolos), en diferentes dosis, completando la trilogía de Charles Peirce (Cingolani, 2019). Por otro lado, se fue asentando un modo de circulación particular: la mediatización “masiva”, funcionando como broadcasting, como diseminación, estableció los contornos de lo colectivo y de lo público, frente a la menos pregnante mediatización interindividual, que se mantuvo segregada, es decir, privada, aún con volúmenes crecientemente altos, desde el correo postal hasta la telefonía.

Una paradoja: pese al imperio broadcasting, el acceso a los discursos mediáticos obedecía a muchos comportamientos no mediatizados. Del two-step flow de Paul Lazarsfeld hasta las mediaciones de Jesús Martín-Barbero, fue creciendo el núcleo de interés de las mediatizaciones y la problemática de la recepción, giro que se acentuó en el último segmento del siglo XX, tal como lo expone el artículo de Eliseo Verón que aquí se publica por primera vez (Los públicos entre producción y recepción: problemas para una teoría del reconocimiento). Pero ese escrito de 2001 tiene otra cara, complementaria, de enorme interés: Verón detecta, en ese entonces, una suerte de anticipación de los medios tradicionales para hacer visibles las prácticas de los actores externos a los medios. Es así que revisa la vigencia de su teoría de la discursividad aplicada a los estudios del desfase entre producción y reconocimiento, cuando este se produce entre los medios masivos y sus consumidores, y establece el umbral conceptual para entrar a los estudios de las mediatizaciones entre individuos y colectivos: “¿Cómo conceptualizar los receptores? ¿En qué colectivos ubicarlos? En el contexto de la semiótica de Peirce estas cuestiones tocan a la teoría de los interpretantes”, plantea Verón en el artículo que InMediaciones de la Comunicación tiene el privilegio de compartir.

Por cierto, los medios masivos o el sistema broadcasting, en su conjunto, fueron muy prolíficos en lenguajes, pero también algo estrechos en sus modos de establecer contacto. Sobre esto último, el crecimiento estuvo ligado a interpelar a diferentes colectivos, dando lugar a agrupamientos de mensajes y también segregaciones de ámbitos, mercados, sectores, colectivos, pero manteniendo primordialmente el desarrollo de la discursividad “de uno a muchos”, con enorme dependencia de las variadas condiciones de su recepción en interpretación.

Hasta la finalización del siglo XX, toda esta gran etapa estuvo caracterizada por el mejoramiento de las calidades tecnológicas (la búsqueda de la alta definición) y el abaratamiento de los costos de producción y distribución (ampliando los mercados, aunque sea invocando la libertad de prensa y de expresión). Al parecer, es en la tercera serie, la de las prácticas (ahora sí “de intercambios discursivos”) donde proliferan las mayores novedades. Muchas de las actividades que tenían lugar entre actores sociales con referencia a mediatizaciones, no eran –como tales– mediatizadas: comentar sobre política, prodigar fantasías sobre los personajes de época, asumir fronteras estilísticas sobre modos de vida, transformar gustos y preferencias en comentarios o en compras, etc. Esto dio visibilidad a nuevas formas de la individualidad y, por supuesto, a nuevas instancias de producción de colectivos. El artículo de Laurence Kaufmann (¿El fin de las mediaciones? El rechazo de la deferencia en el espacio público contemporáneo) se mete con el desafío de las mediatizaciones en la actualidad: el actual río revuelto hace emerger fenómenos (acaso) nuevos, ¿y retornar a los conceptos clásicos? Si la representación en las democracias altamente mediatizadas está en crisis, no es porque alguna vez haya habido una representación perfecta, sino porque la misma se constituyó sobre una base del espectáculo mediatizado que ahora es otro. Movimientos anti-sistema (el caso del hacktivismo de Anonymus) y representantes paradójicamente pro-sistema autorreferenciados como anti-sistema (el candidato electo Donald Trump), se reencuentran en colectivos paranoicos frente a entornos mediáticos que se juzgan amenazantes.


CÓMO TRATAR ESTOS DESAFÍOS

No bien hubo espacio para la mediatización de discursos de individuos, comenzaron a crecer en importancia fenómenos de producción por parte de seres “anónimos”, en espacios de circulación de fuerte coexistencia con producciones profesionales. En ese sentido, los trabajos de Mario Carlón (Individuos y colectivos en los nuevos estudios sobre circulación) y de Damián Fraticelli (Los colectivos mediáticos de las redes. Algunas observaciones desde el humor ¿y más allá?) ofrecen dos caras complementarias de este florecimiento. Carlón presenta y defiende el interés del giro hacia la circulación (circulation turn), a partir de algunos casos específicos de intervención de individuos que prodigan –luego– interacciones y conformaciones colectivas que no emergen “desde arriba” (es decir, desde la interpelación de los medios tradicionales) sino “desde abajo”, como iniciativas que corren el histórico centro de la agenda mediática, trazando distintas modalidades de circulación. Fraticelli, por su parte, incorpora la noción de “colectivos hipermediáticos”, caracterizados por tres aspectos, a saber: “la convergencia de un público mediatizado, la individuación de sus integrantes y una interacción con baja mediación institucional habilitada a promover saltos de escala”. Estos dos artículos trabajan sobre lo que está sucediendo no de espaldas, sino en tensión con la mediatización masiva. Las interfaces como fronteras son espacios de colisión, en los que se encuentran variablemente elementos de los que no está tan claro a cuál de los espacios segregados por ella pertenecen. Esa interfaz, sin embargo, no separa ya solamente entre lo mediatizado y lo no mediatizado; también entre lo individual y lo colectivo, y entre lo público y lo privado.


Por su parte, el artículo de Sebastián Moreno Barreneche (La proyección online del yo entre individuación y colectivización) describe algunas formas de mediatización de la identidad individual maniobradas por los propios usuarios: se trata de comprender otras variantes semióticas del yo, siempre tensadas entre lo individual y lo colectivo, que –no por mediatizadas– resultan más “distorsivas” o “intensas” que en las prácticas off line.

La circulación no solo es lo que los (antiguos) “receptores” hacen con los (antiguos) “medios”, sino sobre todo la red compleja de discursos que se remiten entre sí, se leen, se escuchan, se critican, se transforman: el arduo trabajo que se tomó Víctor Hugo Valencia Giraldo (Materiales sensibles. Conflictos juveniles en épocas de mediatizaciones digitales) reconstruye una serie de recorridos entre una producción literaria de los años 1970, que tematiza conflictos juveniles, y sus apropiaciones actuales por parte de jóvenes usuarios de redes que se reagrupan y organizan como colectivos de lectores.

El artículo de Julián Tonelli (Violencia y muerte en las redes sociales: hacia un Snuff 2.0), también se ocupa de un caso especial de circulación, el de una figuración siempre liminal: la muerte en escena. Registrada en dispositivos audiovisuales distintos (fílmico o en cinta de video en un caso, capturadoras digitales en otro), y distribuida en circuitos también diversos (el cinematográfico en sus versiones de sala, videohome o de cadenas televisivas, en un caso; las redes asentadas en Internet, en el otro), la muerte en escena abre otra dimensión de la espesura de la interfaz vincular individuo-colectivo. ¿Quién enuncia? ¿La tecnología, la evasión de la censura, el riesgo individual de producir o consumir muerte filmada? Lo inquietante, lo abyecto incluso, no es solo lo figurado, sino también sus maneras de enunciar y sus modos de circulación.

Dos trabajos completan la sección Artículos, cuyos aportes, pese a –¿o gracias a?– sus especificidades, ejemplifican la necesidad de ampliar algunos panoramas macro. Diego Maté (Estrategias enunciativas del videojuego) traza un camino de descripción sobre los modos de interpelar por parte de videojuegos. El interés del trabajo no remite solo a que algunos de esos modos fueron desatendidos por los estudios sobre videojuegos (game-studies), quizás por considerarse típicos de otros lenguajes y artes, sino a que amplía el espectro de comprensión de los niveles de interpelación que abre: luego de su lectura, no podemos evitar pensar en la cantidad de horas de transmisión en directo por las redes de jugadores de videojuegos y su enorme éxito de audiencia de espectadores que no juegan, fenómeno actual que reclama pronta atención.

Finalmente, Francisco Arri (Leer con las manos: una revisión sobre los estudios hápticos) produce un estado del arte sobre un campo poco pero diversamente explorado: los estudios sobre la interrelación entre usuarios (lectores, espectadores, receptores) y las pantallas a través de la disposición táctil. El círculo se cierra: aquellos primigenios instrumentos líticos, soportes de las primeras operaciones de sentido y socialización de las que se tiene registro, exigían tanto o más una interfaz manual que visual o auditiva, tal y como las habilidades escriturales posteriores y el manejo de las pantallas contemporáneas.

Como efecto de conjunto, todos estos artículos combinan en sus análisis sobre variadas instancias de las interfaces mediatizadas entre individuos y colectivos, no solo lecturas en clave cultural, sino una sugestiva reivindicación de la dimensión antropológica en el nivel de la especie.

Este volumen de InMediaciones de la Comunicación se completa con dos reseñas que no dudamos en calificar de urgentes, como sus libros reseñados. Laura Amarilla nos trae su lectura de Capitalismo de plataformas de Nick Srnicek, un análisis de la crisis contemporánea sobre la cuestión laboral, tan económica como humana y mediática. Por su parte, Fabián Bergero reflexiona sobre Máquinas de mentir. “Noticias falsas” y “posverdad”, de Daniel Mazzone, a propósito del doble desplazamiento, el de la desintegración de la confianza de los lectores en los medios periodísticos clásicos, y el de su atención creciente a las plataformas. Trabajo y verdad, dos problemáticas en los que colectivos e individuos rehacen sus relaciones mediatizadas.

Evidentemente, queda mucho por investigar al respecto, pero deseamos que el volumen apronte el esfuerzo colectivo de comprender desde los detalles, el devenir complejo de nuestra contemporaneidad.


NOTAS

1 En este punto, si no fuera por la alusión a Claude Levi-Strauss que conlleva la designación propuesta por Fernández (2008), nos parecería asombrosamente inexacta, ya que, hablando con rigurosidad, en el sistema de mediatizaciones broadcasting lo que precisamente no hay es intercambio entre emisores (los medios) y receptores.

2 Debe rememorarse aquí la advertencia que hace Verón (1997) –acudiendo a la diferenciación de Lévi-Strauss sobre los tipos de intercambios (1958)– a la pretensión de Regis Debray (1991) de considerar “medio” a cualquier cosa.


REFERENCIAS

Cingolani, G. (2019). Cuerpos y Redes. Una lectura de las teorías de la discursividad y de la mediatización de Eliseo Verón. DeSignis, 29. (Inédito - en prensa).

Debray, R. (1991). Cours de médiologie générale. Paris: Gallimard.

Fernández, J. L. (1994). Los lenguajes de la radio. Buenos Aires: Atuel.

Fernández, J. L. (2008). Introducción. La construcción de lo radiofónico: modos de producción de la novedad discursiva. En La construcción de lo radiofónico (pp. 9-73) Buenos Aires: La Crujía.

Leroi-Gourhan, A. (1994). Las religiones de la prehistoria. Barcelona: Laertes.

Lévi-Strauss, C. (1958). Anthropologie structurale. París: Plon.

Traversa, O. (2014). Inflexiones del discurso. Cambios y rupturas en las trayectorias del sentido. Buenos Aires: Santiago Arcos.

Verón, E. (1997). Esquema para el análisis de la mediatización. En Diálogos de la Comunicación, 48, 9-16

Verón, E. (2001) El living y sus dobles. Arquitecturas de la pantalla chica. En El cuerpo de las imágenes (pp. 13-40). Buenos Aires: Norma.

Verón, E. (2013). La semiosis social, 2: ideas, momentos, interpretantes. Buenos Aires: Paidós.

Verón, E. (2014). Mediatization theory: a semio-anthropological perspective and some of its consequences. In Lundby, K. (ed.), Mediatization of Communication (pp. 163-172). Berlín & Boston: De Gruyter Mouton.


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