Macri y la memoria traumática.
La campaña presidencial de 20151
Macri’s traumatic memory.
2015’s Presidential campaign
A memória traumatica nos discursos de Macri.
A campanha presidencial em 2015
DOI: https://doi.org/10.18861/ic.2019.14.2.2925
SANTIAGO CASTELO HEYMANN
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3122-6224
santiagoc@ideograma.es - Universitat Pompeu Fabra, España.
Fecha de recepción: 14 de septiembre de 2019
Fecha de aceptación: 10 de noviembre de 2019
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3122-6224
RESUMEN
En este trabajo llevamos a cabo un análisis discursivo de las diferentes apariciones y versiones del relato del secuestro que el actual presidente argentino Mauricio Macri sufrió en 1991. Tomamos para ello un corpus de enunciados producidos durante la campaña presidencial de 2015, en los cuales el entonces candidato relata su propia experiencia traumática. Pretendemos contribuir al estudio de la “memoria traumática” como una expresión del espacio biográfico de los candidatos y líderes políticos y, en el caso concreto de Macri, como una estrategia de construcción de personalidad y liderazgo durante la campaña. A través del estudio de este caso, buscamos responder: ¿qué es lo que lleva a un candidato o candidata a narrar un suceso traumático? Reflexionaremos sobre el papel que estos relatos ocuparon en las estrategias de personalización y humanización del candidato argentino. Específicamente, abordaremos cuatro dimensiones que, a nuestro parecer, caracterizan la presentación de sí del candidato: victimización, humanización, compasión y superación.
PALABRAS CLAVE: Macri, campaña presidencial, Análisis del Discurso, intimidad, autobiografía.
ABSTRACT
In this paper we analyse the different versions of Mauricio Macri’s testimony about the kidnapping he had suffered in 1991. By adopting Discourse Analysis we study a corpus consisting of a series of utterances that the Argentinian president gave during the 2015 election campaign, in which he told his own traumatic experience. We expect to contribute to understanding the “traumatic memory” as an expression of the candidates’ biographical spaces and, especially in Macri’s speeches, as a strategy that tends to build personality and leadership during the campaign. Through a case study, we try to answer the following questions: what makes a candidate telling their own traumatic event? Why and what for they dare go public with such an intimate and painful experience? We will think about the role these stories have played within the Argentinian candidate strategies of personalization and humanization.
KEYWORDS: Macri, presidential campaign, Discourse Analysis, privacy, autobiography.
RESUMO
Neste trabalho realizamos uma análise discursiva das diferentes aparências e versões da história de sequestro que o atual presidente argentino, Mauricio Macri, sofreu em 1991. Para isso, fizemos um corpus de declarações produzidas durante a campanha presidencial de 2015, na qual o candidato narra sua própria experiência traumática. Pretendemos contribuir com o estudo da "memória traumática" como expressão do espaço biográfico de candidatos e líderes políticos e, no caso específico de Macri, como estratégia de construção de personalidade e liderança durante a campanha. Através do estudo deste caso, procuramos responder: o que leva um candidato a narrar um evento traumático? Refletiremos sobre o papel que essas histórias ocuparam nas estratégias de personalização e humanização do candidato argentino. Especificamente, abordaremos quatro dimensões que, em nossa opinião, caracterizam a apresentação de si: vitimização, humanização, compaixão e superação.
PALAVRAS CHAVE: Macri, campanha presidencial, análise de discurso, intimidade, autobiografia.
INTRODUCCIÓN
“Para mí no es fácil, quiero que sepan que estos fueron los peores cinco meses de mi vida después de lo de mi secuestro. Pero ni por un minuto dejé de hacer lo que estuvo a mi alcance para enfrentar con ustedes lo que estamos viviendo” (Macri, 3 de septiembre, 2018). Este es un fragmento del discurso que el entonces presidente argentino Mauricio Macri (2015-2019) emitió la mañana del lunes 3 de septiembre de 2018, en medio de una profunda crisis económica que le llevó, entre otras cosas, a reducir el tamaño del Estado, porque eliminó diez ministerios y adoptó un impuesto a las exportaciones que calificó de “malo, malísimo”, pero necesario. Esta no fue la primera vez que Macri mencionó públicamente el secuestro que sufrió en 1991, cuando una banda criminal liderada por José “turco” Ahmed y apodada “Banda de los comisarios” lo mantuvo cautivo durante doce días. En la campaña de 2015, aquella que lo llevó a la presidencia, ya había narrado su secuestro en varias oportunidades y de diferentes maneras.
En este trabajo, a partir del análisis de las diferentes apariciones y versiones de este relato durante la campaña electoral, se propone analizar el uso de la memoria traumática como una expresión más del espacio biográfico de los ocasionales candidatos y líderes políticos. La hipótesis es que, en este caso concreto, el relato del secuestro que Macri sufrió en 1991 jugó un papel relevante en su carrera por la presidencia durante 2015 en tanto contribuyó a la definición de su personalidad pública y a la construcción de su liderazgo.
El análisis que se realiza está motivado por la pregunta sobre la dimensión estratégica de estos relatos: ¿qué es lo que lleva a un candidato o candidata a narrar un suceso traumático? ¿Por qué y para qué se atreven a contar y hacer pública una experiencia tan íntima como un secuestro o un accidente? Así, un segundo propósito de este artículo es reflexionar sobre el papel que estos relatos sobre el pasado personal ocuparon en la personalización (Pasquino, 1990; Sartori, 1999; Poguntke & Webb, 2005) y humanización (Langer, 2010; Wood, Corbett & Flinders, 2016) de los candidatos argentinos.
En los parágrafos siguientes se realiza una introducción del concepto de memoria traumática y se especifica el corpus analizado y la metodología de trabajo. Seguidamente, se exponen los resultados del análisis discursivo realizado acerca de las operaciones que permiten caracterizar la presencia del relato traumático en la esfera política contemporánea. Por último, se exponen las conclusiones del caso trabajado y se plantean posibles perspectivas de análisis para investigaciones futuras.
FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA: LAS MEMORIAS TRAUMÁTICAS
En las memorias traumáticas, como en el resto de las narrativas biográficas, “se narran experiencias vividas por el narrador, recordadas, interpretadas, conectadas, en las que hay otros actores, pero siempre son experiencias de quien habla” (Lindón, 1999, p. 298). El enunciador relata una experiencia, en este caso traumática, que él mismo vivió en el pasado, de modo que el yo que habla coincide con el yo protagonista y, a la vez, instaura el tiempo de la enunciación: “yo es el individuo que enuncia la presente instancia de discurso que contiene la instancia lingüística del yo” (Benveniste, 1991, p. 173). Este carácter experiencial es el que sostiene el contrato de lectura, tal como señala Lejeune (1991):
El narrador y el personaje son las figuras a las cuales remiten, dentro del texto, el sujeto de la enunciación y el sujeto del enunciado; el autor, representado por su nombre, es así el referente al que remite, por el pacto autobiográfico, el sujeto de la enunciación. (p. 56)
A pesar de esto, y por eso mismo, las experiencias del pasado se narran desde y para el presente (Jelin, 2018). En otras palabras, estos relatos no son, nunca, una reproducción fiel de la experiencia vivida:
La recapitulación de lo vivido pretende valer por lo vivido en sí y, sin embargo, no revela más que una figura imaginada, lejana ya y sin duda incompleta, desnaturalizada además por el hecho de que el hombre que recuerda su pasado hace tiempo que ha dejado de ser el que era en ese pasado. (Gusdorf, 1991, p. 13)
Es por ello que Paul de Man (1991) habla de la autobiografía como una desfiguración, y la asocia a la prosopopeya, la figura retórica que “otorga la palabra a un muerto, un ausente, un objeto inanimado” (Sarlo, 2012, p. 39).
Ningún enunciador es capaz de relatar las cosas tal cual sucedieron; “al narrar su vida el individuo la vuelve a pensar (…) busca establecer conexiones entre los acontecimientos, construye secuencias de eventos con las que selecciona unos para incluirlos y excluye otros” (Lindón, 1999, p. 301). Son, al menos, cuatro los procesos que distorsionan la experiencia vivida: i) el recuerdo, aunque inmediato, nunca podrá reproducir los hechos de manera idéntica; ii) la rememoración vuelve a deformar la experiencia vivida cuando se trae el recuerdo a la memoria y se dispone a su narración; iii) el individuo cambia con el tiempo y cuando repiensa y cuenta la historia lo hace con sus referentes actuales y no con los que tenía en aquel momento; y iv) el patrón narrativo le da un orden lógico a los hechos que, por lo general, no coincide con la realidad (Lindón, 1999). Se trata, así, de una interpretación de la realidad, de una reconstrucción de los acontecimientos vividos, que puede ser inconsciente e involuntaria, o no.
El testimonio –que es probablemente, el género más recurrente entre los modos de narrar las propias experiencias– es “una fuente inagotable de vitalidad polémica” (Sarlo, 2012, p. 80). El enunciador-testigo,
no solamente [dice] ‘yo estuve ahí’, sino también ‘créeme’, esto es, apela a la confianza del otro, con lo cual el recuerdo entra en una relación fiduciaria, o sea, de confianza, planteándose en ese mismo momento la cuestión de la fiabilidad del testimonio. (Ricoeur, 2002, p. 26)
La credibilidad del testimonio –también de la memoria traumática– depende única y exclusivamente de la identidad y reputación del enunciador y de la verosimilitud de su relato, de allí su vulnerabilidad. Lo íntimo, en este caso ilustrado por un suceso traumático, se hace público a través de la palabra. Tal como explica Sarlo (2012), “el lenguaje libera lo mudo de la experiencia, la redime de su inmediatez o de su olvido y la convierte en lo comunicable, es decir, lo común” (p. 29). La experiencia traumática, hasta el momento presente únicamente en el recuerdo del enunciador, se vuelve discurso.
En discurso político, las memorias traumáticas, además de una reconstrucción e interpretación de un suceso, son “estrategias –ficcionales– de auto-representación” (Arfuch, 2010, p. 60). Lo importante, en estos casos, no es la historia en sí, ni su veracidad, sino “su construcción narrativa, los modos de nombrar(se) en el relato, el vaivén de la vivencia o el recuerdo, el punto de la mirada, lo dejado en la sombra” (ibíd.).
DISEÑO Y METODOLOGÍA
El presente artículo forma parte de una investigación más amplia que se lleva adelante en la Universidad Pompeu Fabra de España y tiene el propósito de reflexionar sobre el espacio biográfico en comunicación política y analizar las principales narrativas biográficas desplegadas en las estrategias electorales de Argentina, en 2015, y de Ecuador, en 2017. Aquí se abordan específicamente las narrativas desplegadas en la campaña electoral del 2015 por el candidato argentino de Cambiemos, un frente electoral constituido en torno de la candidatura de Macri, quien por entonces hizo uso del secuestro sufrido en 1991. A partir del análisis discursivo de dichas narraciones de campaña se expondrá el modo con que se realiza la construcción de una memoria traumática que, como ya se mencionó, constituye una dimensión particular del espacio biográfico y de la construcción de liderazgo de los políticos contemporáneos.
El corpus de análisis está compuesto por tres relatos diferentes sobre el secuestro de Macri: a) un texto titulado “El gran desafío”, publicado por el propio Macri (julio, 2015) en su sitio web y compartido en sus redes sociales; b) un extracto de su participación en el programa de televisión “La Noche de Mirtha” (LNM), emitido el sábado 1 de agosto de 2015 por Canal 13 de Argentina (Macri, 1 de agosto, 2015); y c), la entrevista que el periodista y conductor televisivo Santiago del Moro le hizo para el diario Infobae, publicada el 12 de octubre en versión papel y, posteriormente, en formato digital (Macri, 12 de octubre, 2015). De esta manera, el corpus combina un texto pensado, escrito y editado por el candidato y su equipo de campaña (lo que supone un máximo nivel de control del mensaje que se quiere comunicar), una entrevista uno a uno para ser publicada en formato papel y digital (donde el nivel del control es algo menor dado el proceso de edición), y un programa televisado en directo, en el que Macri participó junto a otros cuatro invitados (lo que exige un mayor grado de espontaneidad del candidato).
Una vez seleccionados los tres relatos, se realizó un ejercicio interpretativo que tomó en cuenta las huellas lingüísticas y semánticas del discurso de Macri, lo que incluyó un análisis de las elecciones léxicas, el tipo de argumentación desplegado y otros procedimientos discursivos que ayudaron a configurar la memoria que el candidato expuso sobre aquel acontecimiento traumático. El trabajo, que tiene como marco el Análisis del Discurso como práctica interpretativa (Arnoux, 2006), implica detenerse en las categorías de análisis que están determinadas por los problemas planteados en la investigación, por el caso específico trabajado y por los materiales descritos recuperados y disponibles para su interpretación.
4. RESULTADOS
El análisis del corpus arrojó cuatro procesos en el relato del suceso traumático: la victimización, la humanización, la compasión y la superación. Aquí se explican de forma diferenciada y consecutiva, pero se trata de operaciones –no fases– que se dan en simultáneo y que se relacionan y combinan entre sí.
Diagrama. Procesos reconocidos en el relato del suceso traumático.
Fuente. Elaboración propia.
4.1. Victimización
En estos relatos, el enunciador –también protagonista– narra su propio sufrimiento y se sitúa en posición de víctima. Dicho proceso de victimización, describe a un otro que, desde una posición dominante, ha ejercido contra él algún tipo de violencia. En el siguiente fragmento, por ejemplo, Macri utiliza “el malo” para referirse a uno de los tres secuestradores:
Me hacían grabar mensajes... venía el malo, que siempre hacía la misma cosa (...) “Bueno, parate abajo del agujero que te voy a pegar un tiro”. Yo me quedaba así... “No, idiota, agarrá el grabador”. Bajaba un hilito con el grabador, “grabá tal cosa”. (Macri, julio, 2015)
La representación detallada de la escena –incluida la interpretación de los diálogos, la descripción de los movimientos de los protagonistas y algún detalle escenográfico (“abajo del agujero”)– es una estrategia de construcción de credibilidad: “El primado del detalle es un modo realista-romántico de fortalecimiento de la credibilidad del narrador y de la veracidad de su narración” (Sarlo, 2012, p. 68).
La agresividad del secuestrador se pone en evidencia con amenazas (“te voy a pegar un tiro”), insultos (“no, idiota, agarrá el grabador”) y a través de la modalidad imperativa (“parate”, “agarrá”, “grabá”); y se complementa con una mención a la diferencia de fuerza, a la desigualdad de condiciones entre víctima y victimarios: “Yo no soy muy fuerte, pero, en ese momento, me puse ahí... pero uno de ellos me agarró y me ahorcó tanto que (...) casi me mata” (Macri, julio, 2015). Macri se define con una negación: “yo no soy muy fuerte”; así, al rechazar una virtud genera procesos de identificación con el público dado que, muy probablemente, la gran mayoría no se reconoce fuerte.
También revela algo de lo que sintió durante el episodio traumático en busca del contagio emotivo y la empatía afectiva. Esto se observa en el siguiente fragmento:
Me ataron las manos y los pies con alambre y me pusieron una capucha negra. No sabía qué pasaba ni a dónde me llevaban (...) Me empezó a faltar el aire. No podía moverme y casi ni respirar. Tenía miedo. (Ibíd.)
Los sentimientos, en estos dos casos, son expresados en lo que Amossy (2000) llama “emociones formuladas no justificadas explícitamente”. El miedo se repite en el siguiente pasaje, con mayor intensidad: “un día a la una de la mañana, me despierta este... me grita desde ahí arriba: ´prepárate que te vas´. (...) Y ahí fue el momento en que más miedo tuve” (Macri, julio, 2015). Sólo el protagonista, devenido enunciador, conoce realmente lo que sintió y vivió aquel día, y es esta autoridad propia de la víctima la que erige el testimonio en ícono de la Verdad (Sarlo, 2012). Se le puede cuestionar al enunciador la veracidad de algunos recuerdos o la precisión en la descripción de los hechos, pero no sus emociones.
Desde su ethos de víctima, Macri dice que “no se lo desea a nadie” y que se trata de “uno de los delitos más crueles que hay... porque la pasa tan mal el que está adentro como la familia que está afuera” (julio, 2015). Así, la emoción de su discurso se intensifica, ahora de manera implícita, a través del tópico de la preocupación por los seres queridos y el amor a la familia (Amossy, 2010). De igual manera, con esta última frase sobre la doble angustia –la de la víctima y la de su entorno–, alude al secuestro de su hermana Florencia, que tuvo lugar a fines de abril de 20032. El proceso de victimización, entonces, es reforzado y completado con un episodio posterior.
En la narración del episodio traumático, es recurrente la presentación del enunciador como una persona común y corriente. Macri abandona la imagen tradicional de hombre político y remite a una escena cotidiana para mostrar una faceta que lo acerca a su audiencia. Esto se observa, por ejemplo, en el siguiente pasaje:
En 1991 yo era solo un ingeniero, padre de tres hijos, que se ocupaba principalmente de su trabajo, su familia y de sí mismo. Esa es la verdad. No me faltaba nada, era exitoso, era muy joven (¡qué joven es uno a los 32 años y no se da cuenta!), y creía saber más o menos cómo iba a ser mi vida hasta retirarme (Macri, julio, 2015).
Conviven aquí dos características del enunciador. Por un lado, la presentación de sí como un “hombre común” es lo que Annunziata (2013) denomina identificación anti-carismática –en contraposición a la identificación carismática de Weber–, entendida como la operación clave de la “legitimidad de proximidad” (Rosanvallon, 2008). Según Annunziata,
la legitimidad de proximidad incita a los dirigentes políticos (gobernantes y candidatos) a parecerse a los ciudadanos en lo que éstos tienen de ordinario, de simple, de cotidiano, en lo que tienen de privado y de íntimo (2013, p. 131)3.
Por otro lado, el hombre político emerge al marcar sus diferencias con respecto al ciudadano común: “no me faltaba nada, era exitoso” son aserciones que señalan la unicidad de Macri, que paralelamente es la que explica el secuestro. Se reúnen en esta auto-presentación la igualdad y la diferencia que representa un modelo aspiracional, en términos de status socioeconómico, para la clase media argentina.
De todos modos, la identificación más importante con el auditorio de “vecinos”4 o personas comunes a las que apela el discurso de campaña es aquella que se asienta en el tópico de la inseguridad. El enunciador, en tanto víctima, se describe como una persona normal, que tenía un trabajo, una familia, un proyecto de vida; hasta que, de repente, el secuestro termina con todas sus seguridades:
Lo que vos sentís, esa sensación de que tu vida vale nada... estás en manos de estos tipos que no sabés ni quiénes son… y ya no estaba seguro de nada, ni siquiera de si iba a seguir vivo ese día (Macri, 1 de agosto, 2015).
Macri es una víctima más; con miedos, con incertidumbres. El relato del secuestro lo humaniza, lo homogeneiza con el resto de las personas: ya no importa que sea hijo de un reconocido empresario ni que sea millonario, es un “hombre común” que, como cualquier otro, se vuelve vulnerable ante una situación así.
En otro fragmento, el candidato a presidencia recurre a su identidad de padre, otra manera de humanizar su figura y crear lazos de identificación:
Y la verdad es que llega un momento en que uno ya ni piensa en la vida de uno. Yo pensaba en Agus, Gime y Caíco, que tenían 8, 4 y 2. Decía: “Se van a quedar sin papá estos chicos (Macri, julio, 2015).
Como ya señalaron Oliva, Pérez-Latorre & Besalú (2015), la exposición de la vida privada contribuye en buena medida a la presentación del político como persona “normal y corriente”. En tal exposición, según los autores, es central aludir a la vida familiar o la construcción del “político como padre”. En el pasaje citado se observa que Macri recupera el tópico de la familia y busca asociarse al imaginario de padre ideal que piensa primero en sus hijos e hijas antes que en su propia vida. La emoción explícita, la especificación sobre las edades de los hijos e hijas y la angustia por el futuro incierto componen esta construcción pathémica (Amossy, 2010) que tiene también una orientación argumentativa.
4.3. Compasión
Si bien en el corpus analizado se configura un recuerdo de carácter traumático y ocupa un lugar central el proceso de victimización, la identidad política y su correspondiente ética de responsabilidad hacen del enunciador una figura ajena al rencor. Macri no acude al ánimo o voluntad de venganza contra los responsables de su secuestro, sino que, por el contrario, revela cierto grado de compasión. En su sentido más extendido, la compasión puede entenderse como conversión del sufrimiento ajeno en el propio (Schopenhauer, 1983), lo cual también mitiga la propia victimización de quien se propone como presidente de un país y como persona capaz de ofrecer más seguridad que miedo. En el siguiente fragmento, por ejemplo, el enunciador intenta explicar (y casi justificar) algunas de las acciones y comportamientos de los secuestradores: “el tipo casi me mata porque, claro, están muy estresados ellos, muy excitados” (Macri, 1 de agosto, 2015). En esta línea, llama la atención que Macri utilice la palabra “cuidar” y no “vigilar”, “custodiar” o alguna otra variante que denote mayor severidad y violencia. Lo mismo ocurre a continuación: “Él venía, se ve que estaba aburrido, también, pobre, a las 2 de la mañana venía a charlar conmigo... era el que me tenía que cuidar” (ibíd.). El candidato a presidente destaca que el secuestrador —a quien califica como “pobre” en tanto infeliz— estaba “aburrido” y que, por ello, iba a hablar con él. La frase “charlar conmigo” recrea una escena de intimidad que evidencia una relación de cercanía con el secuestrador.
No solo eso: en la entrevista en el programa televisivo de Mirtha Legrand, LNM, Macri no duda en admitir que sufrió Síndrome de Estocolmo, nombre con el que se conoce al trastorno que padece una víctima de secuestro al desarrollar algún tipo de vínculo afectivo con uno o más de uno de sus captores. Se observan dos menciones al síndrome, primero, como respuesta a una pregunta de la conductora y, después, como argumento para explicar la relación que había desarrollado con “Mario”, uno de los secuestradores:
-Mirtha Legrand: El Síndrome de Estocolmo, ¿existió con vos?
-Mauricio Macri: Sí, existió. (...) Él me dijo el primer día: ‘Yo te voy a decir Mario a vos’. Y yo le dije: “Entonces yo te voy a decir Mario a vos también”.
-Mauricio Macri: Mario, que ya se había hecho medio amigote, esta cosa de Estocolmo ida y vuelta, me decía: “No, están debatiendo estos idiotas, yo te estoy defendiendo, no te vamos a matar, no te vamos a matar”.
La respuesta de Macri (“Yo te voy a decir Mario a vos también”) expresa cierta rebeldía y su rechazo a cumplir con la pasividad propia de la víctima. Así, lejos de la sumisión esperada, llama al captor con el mismo nombre5. También señala que es el secuestrador quien “se había hecho medio amigote” (no son los dos) y quien lo defendía ante el resto de la banda, lo que lo vuelve a alejar del estereotipo de víctima y lo muestra con cierto poder ante, al menos, uno de los agresores.
Todos estos fragmentos muestran también cierto grado de afecto y una voluntad de humanizar a los captores: según el enunciador, están “estresados” y “aburridos” mientras lo “cuidan” y, a veces, “defienden”, y después de un tiempo se hacen “amigotes”.
4.4. Superación
Más allá de la victimización, la humanización y la compasión, el mensaje más potente de la memoria traumática en los discursos de campaña de Macri es, sin duda, la superación. El candidato recupera un episodio doloroso y cuenta cómo lo superó. Como corolario, construye una imagen de sí mismo como persona fuerte, capaz de sobreponerse y hacer frente a situaciones adversas. En estos relatos hay, por tanto, un componente épico, según el cual el político supera una serie de obstáculos que lo constituyen en una figura heroica. Es ilustrativo el siguiente fragmento: “No lo supe en ese momento, pero aquel sábado 24 de agosto de 1991, a la 1.15 de la madrugada, en la profunda oscuridad de ese cajón de muertos, algo en mi interior cambió para siempre” (Macri, julio, 2015).
La apelación a la eternidad contribuye a la configuración del político como héroe en tanto se resalta lo que es del orden de la esencia, que trasciende a la existencia terrenal. De hecho, Bajtín (2011) señala que, cuando se trata de héroes, lo importante no son tanto las hazañas como las virtudes, aquellos rasgos que se perpetúan más allá de las circunstancias específicas. Así, si bien los datos precisos de fecha, hora y lugar aumentan la verosimilitud y, de este modo, la legitimidad del enunciador, a la vez marcan un contraste con aquello que generó un hito fundamental en la trayectoria del enunciador. En este sentido, la inclusión de la palabra “cambio” (tres menciones en el texto publicado con el título El Gran Desafío, sobre un total de 601 palabras) es indicativa, en tanto habilita la asociación directa con el nombre de la coalición política Cambiemos y con el mensaje central de la campaña: la necesidad de un cambio, que emana de alguna manera de la propia biografía del candidato. Al respecto, el sintagma “algo en mi interior cambió para siempre” –que, además, se muestra como destacado en la página web– contrasta con “la profunda oscuridad de ese cajón de muertos” y, así, construye un efecto de superación en una circunstancia límite, extrema: “Son experiencias límite. El maltrato, la vejación, es horrible. Pero si lo lográs superar, que no es fácil, porque lleva mucho esfuerzo personal, finalmente a mí me cambió la vida en todo sentido” (Macri, 12 de octubre, 2015)6. La superación de esta “experiencia límite” (su capacidad de resiliencia) no ha sido sencilla ni fortuita, sino que le ha supuesto “mucho esfuerzo personal”. El condicional (“si lo lográs superar”) añade algo de excepcionalidad al dar por hecho que no todos son o serían capaces de superar algo semejante.
El secuestro es, entonces, un momento bisagra en la vida de Macri, un acontecimiento que marcó el inicio de una nueva etapa, incluso es la causa de su ingreso a la política: “Si yo no hubiese sido secuestrado, tal vez mi vida pública no hubiese existido” (Macri, 12/10/2015). A la hora de explicar la incidencia de este evento en su vida establece un contraste entre su juventud y la mirada actual, que se puede asociar a la madurez y a la experiencia:
Cuando digo que algo cambió ese día, pienso que fue el final de una especie de certeza ingenua que tenía sobre el futuro, una seguridad injustificada sobre cómo iba a ser mi vida. [Y más adelante agrega:] Desde que fui liberado empecé a vivir de una manera muy distinta. (...) Encontré en la incertidumbre un poder que me impulsaba hacia adelante. (Macri, julio, 2015).
Tal es la transformación de su vida que Macri prácticamente agradece haber sido secuestrado. Este episodio, aunque doloroso y traumático, se presenta como un hecho que dio al enunciador más libertad de la que tenía antes y más fuerzas para trazar su propio camino. En la misma línea, se lee:
Con el tiempo llegué a estar convencido de que la libertad que recuperé después de mi secuestro fue mucho mayor que la que tenía antes. Sin saber cómo, en ese extraño intercambio recibí más de lo que me sacaron por haber sido secuestrado. Quedé más libre que nunca para hacer cualquier cosa, hasta para pensar por primera vez que podría crear mi propio destino (Macri, julio, 2015).
El desafío (“haber sido secuestrado”) y la recompensa (“quedé más libre que nunca”) son dos de las etapas del “viaje del héroe”, el patrón narrativo por excelencia del relato épico (Campbell, 1949)7. El secuestro y, con ello, el aislamiento y la cercanía a la muerte, le hicieron conocer el verdadero valor de la libertad. “La libertad para pensar que podía ser lo que se proponga, una libertad renovada a partir de este acontecimiento y mayor a la que poseía”, señala Ariza (2016, p. 9) sobre este mismo discurso.
El relato traumático se presenta, entonces, como una prueba superada y una lección, y se convierte en una seña de identidad y un rasgo imprescindible del carácter del enunciador.
DISCUSIÓN
A partir del análisis de diferentes relatos del secuestro de Macri hemos identificado e intentado describir las principales operaciones que tienen lugar en eso que denominamos una memoria traumática. Pero ¿qué es lo que lleva a un candidato o candidata a narrar un suceso traumático? ¿Por qué y para qué se atreven a contar y hacer pública una experiencia tan íntima como un rapto, un asalto o un accidente? ¿Cuáles son sus motivaciones?
Hay, en primer lugar, un objetivo estratégico: la memoria traumática ayuda, como hemos desarrollado en el análisis del corpus, a humanizar la figura del político. En un contexto en el que la clase política está o aparece desprestigiada y sumida en una profunda crisis de desconfianza, los candidatos buscan mostrarse como hombres comunes, ordinarios, aunque estén, de alguna manera, en posiciones extraordinarias. Annunziata se refiere a una identificación anti-carismática (2013), mientras que Wood, Corbett y Flinders (2006) señalan el fenómeno de los políticos que actúan cotidianamente como celebridades. Estos autores describen el everyday celebrity politicians de la siguiente forma:
en una era anti-política, la manera en que los políticos se vuelven celebridades está mutando sutilmente del intento a ser vistos como líderes superestrellas con talentos excepcionales al intento de ser vistos como más en contacto con personas comunes, más cotidianas, más normales, más comunes (2006)8.
La memoria traumática, entonces, ayuda a mostrar al político como una persona que sufre como cualquier otra, lo cual genera efecto de cercanía con los potenciales votantes.
Lo paradójico es que el líder o candidato, en su afán de humanizarse, relata su trauma y se muestra vulnerable sin poner en juego su posición de poder. Esto contrasta con los relatos de memorias traumáticas que dieron inicio al género tal como lo conocemos hoy: los testimonios de las víctimas del Holocausto (Levi, 1947) y de las dictaduras latinoamericanas (Sarlo, 2012) se enunciaban, todavía, en condición de víctima. Por otro lado, las memorias traumáticas en comunicación política, si bien hacen oír ecos de este género testimonial, expresan cierta tensión en la posición sujeto (Orlandi, 1999) donde conviven el protagonista víctima y el enunciador que se erige en líder político. La superación del trauma –expresada, como vimos, a través del “viaje del héroe”– ayuda a resolver esta tensión: el político se presenta como víctima, pero también como héroe.
El enunciador construye así una imagen de sí mismo como alguien común y corriente, es decir, humanizado, pero también como alguien capaz de superar una situación límite. Esta resiliencia puede convertirse en un elemento central de su personalidad política y contribuir a la construcción de su liderazgo.
En segundo lugar, hay una intención táctica no menor: las memorias traumáticas, como cualquier otro relato biográfico, tienen un evidente e inobjetable valor narrativo. En los últimos años, ha tenido lugar “un desplazamiento hacia la intimidad: una curiosidad creciente por aquellos ámbitos de la existencia que solían tildarse de manera inequívoca como privados” (Sibilia, 2008, p. 41). El germen de esta “publicitación de lo privado”, de la que los políticos no escapan, es lo que se conoce como giro subjetivo, el cambio de paradigma que hizo que la identidad de los sujetos (y sus testimonios) haya recuperado el lugar que en los años 60 ocuparon las estructuras, sistemas e ideologías (Sarlo, 2005; Arfuch, 2010).
En ese marco, y para el caso específico del relato del secuestro de Macri, nos gustaría añadir, en tercer lugar, otros posibles motivos, intenciones u objetivos estratégicos:
Por un lado, puede pensarse que quizás existió un interés por rescatar y recordar un episodio alejado en el tiempo. A Macri lo secuestraron en 1991 y durante la campaña electoral se cumplió el vigésimo cuarto aniversario, por lo que una parte considerable del padrón electoral no recordaba aquel suceso o ni siquiera había nacido cuando sucedió9. En dicho contexto, la narración del secuestro (o mejor, su elección como uno de los episodios dignos de ser contados) buscaba dar a conocer el hecho al electorado más joven.
Por otra parte, pese a llevar más de diez años en política, Macri cargaba con un “ethos previo” (Maingueneau, 2002); entendido como la imagen del enunciador construida con anterioridad al discurso aquí estudiado, ya sea por discursos anteriores o por saberes que hacen a la reputación del candidato. El ethos previo se vincula, a su vez, con representaciones y estereotipos sociales que, en el caso de Macri, remiten particularmente a su raigambre familiar y a su estatus socioeconómico, a su trayectoria política en la Ciudad de Buenos Aires y a su gestión en el Club Atlético Boca Juniors. Esta construcción previa contribuye a la configuración de una imagen del candidato como alguien afortunado (millonario, exitoso, etc.) que había tenido una buena vida, sin grandes complicaciones. El relato de su secuestro podría entenderse como una reacción a esta imagen preconcebida, como un intento de demostrar que él también había tenido que atravesar momentos difíciles, como todos. Su testimonio funciona como un recurso de “autodefensa” y tiene un “efecto reparador de la subjetividad” (Sarlo, 2012, p. 68).
Otro aspecto a considerar es que el secuestro, como hemos visto, se muestra como elemento de quiebre en el relato de su vida, como el acontecimiento que despertó su interés por lo público y el hito que significó el inicio de su vida política. Por tanto, permite exhibir dos Macri completamente diferentes, uno antes del secuestro –empresario, padre de familia, ajeno a la política–, y otro que nace después. De este modo, el relato le ayuda a poner en evidencia su trayectoria no-política y a reforzar su ethos de outsider, en tanto individuo ajeno al mundo de la política, con una reputación conseguida en otra actividad (Martín Salgado, 2002; Samuels & Shugart, 2010).
Por último, se podría decir que este relato plantea una especie de metáfora entre el secuestro de Macri y las elecciones de 2015: el secuestro rompe un estado de confort aparente para dar inicio, mediante un hecho traumático, a un futuro diferente; mientras que los comicios eran mostrados como una oportunidad para cambiar y conseguir un “cambio de época”10. Esta asociación metafórica bien podría haber sido otra de las causas que motivaron la narración de este suceso traumático.
CONCLUSIONES
A lo largo del artículo fueron identificadas y analizadas las operaciones consideradas centrales en la configuración de una memoria traumática en los discursos de campaña presidencial de 2015 proferidos por el entonces Jefe de Gobierno porteño y candidato a presidente argentino Mauricio Macri. Específicamente, se observó la convivencia tensa y solapada de cuatro mecanismos con los cuales el enunciador narra la experiencia del secuestro que sufrió en 1991: victimización, humanización, compasión y superación. En tal sentido, se establece que dicho acontecimiento pasado se configura como un hito en la vida personal y política de Macri y, al mismo tiempo, permite o habilita una configuración metafórica en espejo con respecto a la historia del país; que, según la propuesta política, también requiere un hito que lo haga cambiar de rumbo.
Asimismo, se pudo observar que la memoria traumática, cuando es empleada en la arena pública y con intención persuasiva es, en este caso, comprensiva, condescendiente, casi compasiva. Esto expone una doble faceta, axial en la construcción de liderazgo político, que presenta al enunciador como víctima identificable con un amplio número de votantes preocupados por la inseguridad y, al mismo tiempo, como una figura potente que es capaz de superar adversidades y apelar al sentimiento de compasión.
Queda pendiente para futuras investigaciones estudiar o establecer posibles líneas de articulación analítica con los casos de Gabriela Michetti, vicepresidenta argentina durante la gestión de Macri, quien en 1994 quedó parapléjica al sufrir un siniestro vial; y Daniel Scioli, el otro candidato presidencial que disputó con Macri el ballotage en 2015, quien en 1989 perdió su brazo derecho cuando disputaba una carrera de motonáutica.
¿También narraron o hicieron que esas experiencias traumáticas formaran parte del discurso de campaña? Y, en caso afirmativo, ¿cómo lo hicieron? ¿Qué papel tuvieron esas memorias en las estrategias electorales de ambos candidatos? ¿Cómo dialogaron y se complementaron las memorias de Macri con las de su compañera de fórmula Michetti? ¿Se repiten las operaciones identificadas en el relato de Macri? La perspectiva comparada seguramente enriquecerá el análisis de este tipo de relatos y ayudará a seguir reflexionando sobre el espacio biográfico en la comunicación política. Al mismo tiempo que sería necesario y esclarecedor analizar los discursos de memorias traumáticas de los candidatos de campaña atendiendo a la dimensión multimodal, ya que las imágenes, los gestos y los componentes paratextuales se vuelven cruciales a la hora de estudiar enunciados que circulan en una sociedad hipermediática como la actual, cada vez más marcada por las dinámicas de las redes sociales.
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*Contribución: el 100% del trabajo pertenece al autor.
IDENTIFICACIÓN DEL AUTOR
Santiago Castelo Heymann: Máster en Comunicación Política y Corporativa, Universidad de Navarra (UNAV), España, y George Washington University (GWU), Estados Unidos. Licenciado en Ciencia Política, Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. Cursa estudios de Doctorado en Comunicación en la Universitat Pompeu Fabra (UPF), España. Consultor en Ideograma, una empresa de asesoramiento en comunicación pública con más de 30 años de experiencia. Entre sus publicaciones, pueden mencionarse: “#PolíticosViolentos. Un análisis de la agresión en el discurso político en Twitter” (Revista SAAP, 2014) y “Ada Colau, de activista a alcaldesa. Un análisis del ethos de Ada Colau en Facebook” (Doxa Comunicación, 2018).
REGISTRO BIBLIOGRÁFICO
Castelo Heymann, S. (julio-diciembre, 2019). Macri y la memoria traumática. La campaña presidencial de 2015. InMediaciones de la Comunicación, 14(2), 167-184.
Artículo publicado en acceso abierto bajo la Licencia Creative Commons - Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).
1 Este artículo se enmarca en el proyecto de doctorado titulado: “El espacio biográfico en comunicación política. Un análisis de su papel en las estrategias electorales de Argentina 2015 y Ecuador 2017 y de sus efectos en millennials urbanos” (2017 - DI 059). Dicho proyecto se lleva adelante en la Universidad Pompeu Fabra, España.
2 El 29 de abril de 2003, Florencia, la menor de los hermanos Macri, fue interceptada en el barrio porteño de San Telmo, cuando salía de la universidad en la que estudió cine, y permaneció cautiva más de 5 días en una casa de la localidad bonaerense de La Reja. El secuestro pasó prácticamente desapercibido, sin cobertura mediática ni intervención de la policía, pero Macri debió suspender sus actividades públicas; era 2003 y estaba en su primera campaña para Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, elección que terminó perdiendo en segunda vuelta.
3 Esta presentación como “hombre común” tiene un antecedente muy próximo en la política argentina, aunque expresado de manera distinta, con el liderazgo invertido de Néstor Kirchner, presidente argentino entre 2003 y 2007. Según Dagatti (2017), se trata de “un tipo de liderazgo que busca erigirse a partir de la puesta en escena de una constelación de figuraciones que tienden a asociar la imagen del presidente con un sujeto común, ordinario, cercano, próximo, invariablemente presencial e inmediato” (p. 44).
4 Término omnipresente en los discursos y spots de campaña del PRO (Propuesta Republicana), partido político argentino, y la alianza Cambiemos durante todo el año 2015. Es ilustrativa la noticia de cierre de campaña de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Véase: Macri, 6 de agosto, 2015.
5 De hecho, en otros fragmentos de las entrevistas analizadas, Macri continúa llamándolo Mario: “Bien, Mario” y “Ese era Mario” son solo dos ejemplos.
6 Aquí se observa una posible referencia implícita a la logoterapia de Viktor Frankl –y a su libro El hombre en busca de sentido (1945)–, a la idea de que el sentido de la vida es el motor para superar cualquier circunstancia, por desgraciada que sea.
7 El “viaje del héroe” de Joseph Campbell es, actualmente, una estructura narrativa muy utilizada en storytelling. Los héroes se enfrentan a diferentes obstáculos que logran superar, aunque no sin dificultad. Los aprendizajes y los beneficios (recompensas) que extraen de estas experiencias los hacen mejores personas, mejor preparadas para futuros desafíos y una inspiración, casi un ejemplo, para la gente que les rodea.
8 Traducción del autor. En el original en inglés se lee: “in an era of “anti-politics”, the way politicians become celebrities is subtly shifting from attempting to be seen as “superstar” leaders with exceptional talents, to attempting to be seen as more “in touch” with regular people, more everyday, more normal, more ordinary” (Wood, Corbett & Flinders, 2016, p. 584).
9 Recordemos, además, que las de 2015 fueron las primeras presidenciales con “voto joven”; esto es, con los adolescentes de 16 y 17 años habilitados para sufragar de forma voluntaria, lo que aumentaba la cantidad de electores sin conocimiento ni recuerdo del secuestro de Macri.
10 De hecho, en el discurso del 22 de noviembre, día en que se consumó su triunfo electoral, el Macri electo presidente argentino señaló: “Es un día histórico y como tal es un cambio que nos tiene que llevar hacia el futuro, a las oportunidades que necesitamos para crecer, para progresar. Es un cambio de época que yo les dije va a ser maravilloso” (Macri, 22 de noviembre, 2015).