¿Por qué funciona el populismo?
El discurso que sabe construir explicaciones convincentes de un mundo en
crisis


DOI: https://doi.org/10.18861/ic.2019.14.2.2938


EMMANUEL PÉREZ ZAMORA

emmanuel.perez.zamora@gmail.com - Universidad Nacional de Rosario, Argentina.


Fecha de recepción: 19 de agosto de 2019

Fecha de aceptación: 25 de septiembre de 2019


ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1142-1682


Casullo, M. E. (2019). ¿Por qué funciona el populismo? El discurso que sabe construir explicaciones convincentes de un mundo en crisis. Buenos Aires: Siglo XXI.


El libro ¿Por qué funciona el populismo? El discurso que sabe construir explicaciones convincentes de un mundo en crisis, de María Esperanza Casullo (2019), opera como el eslabón que faltaba para cierto renacer populista, cuando muchos lo daban por muerto. Y para sumergirse en el libro acaso es necesario, o al menos una buena excusa, conocer algunas de las inquietudes y las trayectorias seguidas por la autora, ya que ese itinerario confluye, de alguna manera, en el producto final.

Casullo ha recorrido un camino académico que atraviesa las ciencias de la comunicación y las políticas públicas, además de realizar el Doctorado en Teoría Política, título otorgado por la Universidad de Georgetown, Washington D.C., Estados Unidos. Es justamente en su tesis doctoral, concluida en 2006, donde comienza a reflexionar acerca del vínculo entre la democracia, la deliberación y el populismo. Por entonces, la temática era un tanto marginal, aunque su uso en Latinoamérica transita buena parte del siglo XX, tanto en los claustros académicos como en los debates suscitados en la esfera pública, incluso en la primera década del siglo XXI revirtió dicha tendencia y colocó al significante populismo en boca de todos.

Para comenzar, el libro de Casullo, estructurado en cinco capítulos que combinan aspectos teóricos y análisis de casos, propone una teorización que define al populismo “como un fenómeno propiamente político, no sociológico, ni económico” (2019, p. 43), lo que le permite evitar caer en cualquier tipo de determinismo y rescatar la contemporaneidad del fenómeno analizado y la utilización discursiva en la esfera política: “vemos que hoy el populismo funciona para ganar elecciones (…) y, aunque esto sea más polémico, también funciona para gobernar” (2019, p. 15). En tal sentido, la autora pone en entredicho la idea que ubica al populismo como un hecho maldito del continente latinoamericano, e invita a reflexionar sobre los usos extendidos del término y el populismo norteamericano y los nuevos populismos europeos a partir de un análisis riguroso que toma casos como los de Marine Le Pen en Francia, el novedoso surgimiento de liderazgos políticos en Hungría, Suecia, Austria y el triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos. Asimismo, la autora le dedica como es natural una especial atención a los casos sudamericanos: Hugo Chávez en Venezuela, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, entre otras experiencias políticas contemporáneas.

Para llevar a cabo el análisis de estos diferentes fenómenos políticos, Casullo se sirve de una amplia gama de discursos: los discursos de asunción de los mandatarios antes mencionadas, los discursos pronunciados ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y otro corpus de expresiones políticas que sirvieron para dar respuesta en diversas situaciones de crisis político-institucional. En ese marco, la originalidad y el principal aporte del trabajo de Casullo radica en el abordaje transversal de un fenómeno diverso y complejo como el populismo, al que refiere analizando su dimensión mítica y, también, el encuadramiento discursivo que permite observar la operatividad estratégica de toda configuración identitaria. De este modo, el mito populista deviene en una fábrica de cadenas significantes articuladas a partir del vacío generado por el descentramiento de la estructura1; es decir, el vacío que genera un discurso que no aparece atado a un sujeto-centro y que da lugar a su carácter contingente, precario e inestable:


el contenido con que se los llena [a los mitos populistas] condensa las pruebas y las tribulaciones de un pueblo particular, que se encuentra trabado en una lucha épica contra un adversario moralmente nefario; [este tipo de construcción] son centrales para la conformación del modo de identificación populista que no posee o no se articula según un programa antes de su propia constitución. (Casullo, 2019, p. 69)


Para la autora, es justamente este carácter particular y la falta de un programa preciso, consensos y teorías previas, lo que diferencia al populismo de las grandes matrices de pensamiento teórico-político occidentales como el marxismo y el liberalismo.

Otro punto relevante a la hora de desentrañar el funcionamiento de los populismos es que, si bien Ernesto Laclau (2005) ya advertía en La razón populista que los populismos pueden ser tanto de “derecha” como de “izquierda”, Casullo nos presenta cuatro ejes cardinales que permiten geo-localizar a este fenómeno político y establecer, al mismo tiempo, una relación con la temporalidad del mito (1-“hacia el pasado” o 2-“hacia el futuro”) y el lugar que ocupa el “villano” en el espacio social (3-“pegar para arriba” o 4-“pegar para abajo”).

Sobre esa base, se enfatizan y destacan los aportes del tercer capítulo del libro, dedicado a los populismos emergentes en América Latina. Allí Casullo logra poner en evidencia los límites teórico-prácticos que mostraron los diferentes discursos populistas de las primeras décadas del siglo XXI, atados a las características y particularidades de cada una de esas distintas experiencias. En tal sentido, la autora observa que más allá de la ruptura entre aquello que Laclau (2005) denominó como lógica de la equivalencia y lógica de la diferencia2, logra desentrañar así una limitación en torno de la sucesión presidencial. Mientras que Laclau estipula que los límites del populismo radican tanto en la dificultad de expandir las demandas sociales como en la posibilidad ilimitada de articular demandas, Casullo instala un debate acerca de la imposibilidad de transferencia del liderazgo o de construir un mito, ya que es el líder quien encarna el relato y la redención del pueblo. Dicha conclusión, a la que arriba Casullo, es posible gracias al contrapeso que muestra el caso de Fernando Lugo en Paraguay, dado que el carácter moderado, institucional y tecnocrático de su discurso no le resultó eficaz a la hora de tener que enfrentar los ataques opositores.

Por el contrario, según señala Casullo, es la radicalización del discurso populista, entre otras razones, lo que ha permitido la supervivencia y la pregnancia social de los diversos líderes latinoamericanos. Es decir, la identificación y la movilización de seguidores ha sido vehiculizada a partir del elemento mítico que presenta este tipo de discurso, lo que permite, como también argumenta Pierre Rosanvallon (2009), narrar una historia en común que le otorga sentido y coherencia al grupo en tanto eslabón fundamental de lo político:


El mito populista canaliza ese enojo en una narración que explica quién es el culpable en términos concretos y personales, sin dar cuenta de los procesos abstractos e impersonales que definen la política tecnocrática. Esta narrativa es simple y personalizada: cuenta las tribulaciones de un héroe y mapea el derrotero que lo llevará a una victoria segura frente a un villano malvado. (Casullo, 2019, p. 117)


En el último capítulo del libro, el cual también merece especial atención, Casullo lo dedica al análisis de Mauricio Macri en Argentina. En el año 2015, la alianza política Cambiemos logró alzarse con la presidencia de la nación y triunfó en la provincia de Buenos Aires –que concentra cerca del 40 % del padrón electoral de todo el país–, además continuó al frente del ejecutivo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Según la autora, el discurso de Cambiemos supo mezclar elementos de la corriente liberal-tecnocrática3 y construyó un ethos de autoayuda que contuvo cierta dosis de populismo. Es decir, el discurso de ese espacio político-partidario compuesto por gerentes empresariales y por figuras de algunas conspicuas Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) también se acercó al populismo, aunque la politóloga aclara que la estrategia adoptada por Cambiemos no fue exactamente populista, sino que fue “populística”, entendiendo que el uso de algunos rasgos discursivos que suele adjudicarse al catálogo de los movimientos populistas tuvo como principal objetivo ganar las elecciones presidenciales del año 2015.

En este sentido, el discurso de la alianza liderada por Macri puso en escena la repugnancia moral hacia el adversario, la proyección hacia el futuro, la configuración de un nosotros que dialoga, no confronta, hace “nueva política”, tiene responsabilidad y trabaja en equipo, y la ubicación de un daño en el tejido social que en este caso es ocupado por el “populismo peronista” a partir de la construcción de:


un mito narrativo que planteó con claridad un adversario moralmente repugnante (el peronismo kirchnerista), un nosotros inclusivo (los argentinos que trabajan y “no viven de un plan social”), un daño sufrido en el pasado (la corrupción kirchnerista y los setenta años perdidos o desperdiciados por el populismo) y un horizonte de redención en el futuro (expresado en el nombre de la alianza electoral, Cambiemos). (Casullo, 2019, pp. 166 y 167)


Si bien el discurso de Cambiemos dio un giro de corte liberal-tecnocrático luego de resultar ganador en las elecciones legislativas del 2017 con el objetivo de avanzar en la desregulación y el achicamiento del Estado, la clave de este apartado radica en señalar que el populismo puede funcionar electoralmente sin la necesidad de mantener políticas de redistribución del ingreso ni el aumento del consumo durante la gestión de gobierno. De modo que Casullo señala las ventajas de esta estrategia:


Una de las principales ventajas de la estrategia discursiva populista es que es flexible; a diferencia de las ideologías clásicas, la frontera que separa el nosotros del otro no es objetiva, sino discursivamente determinada y, por lo tanto, variable: un sector social que durante un tiempo fue un socio del gobierno puede pasar a ser un adversario y viceversa. (2019, p. 180)


Al respeto, un matiz crítico de esta caracterización podría ser el elemento, un tanto difuso, con que aparece el concepto de élite, dado que es una noción que en el discurso de los populismos de “izquierda” suele estar cargada de un aura socioeconómica que la vincula a los sectores más encumbrados de la sociedad, pero en el uso de Casullo se vuelve opaca y ambivalente al momento de abordar aquellos populismos de “derecha” que construyen como adversarios a los inmigrantes desempleados o a los trabajos precarios, y estos actores o grupos invocados no representarían en términos materiales a los sectores altos de la sociedad.

Dicho matiz, por cierto, no le resta valor a un libro que se distancia de las corrientes que han abordado el populismo desde concepciones economicistas, y busca otorgarle un papel protagónico a la performatividad discursiva y a la estrategia política para reflexionar sobre gobiernos de diversa procedencia y tenor ideológico. Casullo intenta comprender la eficacia discursiva del populismo, para eso propone seguir una entrada innovadora que toma en cuenta el carácter mítico y emocional de este fenómeno en auge dentro de los estudios en comunicación política. Lo cual resulta indispensable para quienes estudian el populismo en diferentes geografías del mundo occidental y buscan encontrar nuevas perspectivas para reflexionar sobre un fenómeno complejo que ha dado lugar a diferentes usos y abusos a lo largo de la historia.



REFERENCIAS


Derrida, J. (1967). La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos.

Casullo, M. E. (2019). ¿Por qué funciona el populismo? El discurso que sabe construir explicaciones convincentes de un mundo en crisis. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

Laclau, E. (2005). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Rosanvallon, P. (2009). La legitimidad democrática. Imparcialidad, reflexividad, proximidad. Buenos Aires: Manantial.


*Contribución: 100% del trabajo pertenece al autor.



IDENTIFICACIÓN DEL AUTOR


Emmanuel Pérez Zamora. Licenciado en Antropología por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina. Miembro de la cátedra de Etnolingüística e integrante del Departamento de Etnolingüística de la Facultad de Humanidades y Artes, UNR. Coordinador del área de comunicaciones e investigador del Centro de Estudios en Antropología Lingüística (CEAL), UNR. Forma parte de proyectos de investigación y desarrollo: “Nuevo constitucionalismo latinoamericano. Perspectivas del giro decolonial y la Filosofía de la Liberación” (Facultad de Derecho, UNR / Código: 1DER212) y “Nuevas visibilidades en la cultura digital: esfera pública contemporánea y redes sociales en internet” (Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, UNR / Código: 1pol253). Su línea de investigación cruza la antropología y los estudios de opinión pública y el análisis del discurso político. Ha publicado diversos artículos en revistas científicas, como “Las significaciones del #Cambio: análisis del discurso político de Mauricio Macri y Daniel Scioli en Facebook” (Revista de la Escuela de Antropología 2017), “Contradestinación inclusiva. El discurso de Macri y de Scioli en Facebook” (InMediaciones de la Comunicación, 2018) y “Significar el peronismo: entrevista a Alejandro Grimson” (Revista Chilena de Semiótica, 2019).


Artículo publicado en acceso abierto bajo la Licencia Creative Commons - Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).




1 El descentramiento de la estructura es una de las grandes rupturas epistemológicas del post-estructuralismo. Si bien estos aportes pueden rastrearse en la crítica nietzscheana a la metafísica, o la crítica freudiana de la presencia de sí, o en la obra de Marcel Mauss, un momento significativo de esa ruptura se encuentra en la obra de Derrida (1967) titulada La escritura y la diferencia. Allí, Derrida plantea que históricamente el centro, visto como aquello que constituye la estructura, ha sido significado de diversos modos: consciencia, Dios, Hombre. No obstante, la irrupción del lenguaje (el giro lingüístico) en el campo de las ciencias sociales y humanas sirvió para dar lugar a la ausencia del centro (descentramiento), ya que todo se tornaría discurso sin importar la autoría. En este sentido, la dimensión mítica no se encuentra atada a un centro o a un autor, sino que deviene en una cadena discursiva potencialmente infinita (un juego de interpretaciones).

2 Laclau (2005) estipula que la unidad mínima de análisis para abordar el populismo son las “demandas sociales” (una petición o reclamo al sistema institucional). En este sentido, la formación de las identidades populares se daría a partir de la articulación equivalencial de demandas populares que, si bien nunca es total, permite romper con la prevalencia de la heterogeneidad social; es decir, aglutinar demandas particulares y aisladas. De este modo, el proceso de articulación de demandas populares genera una tensión entre una lógica de la equivalencia (demandas articuladas) y una lógica de la diferencia (suspensión del carácter individual y específico de cada de esas demandas). Dicha tensión, y por efecto de la mencionada articulación equivalencial, quedaría contenida bajo un significante vacío que no sólo es capaz de articular de demandas, sino que también logra constituir, de manera más o menos precaria o sólida, la unidad del grupo y delimitar así la frontera antagónica entre, por caso, nosotros (pueblo) y ellos (sistema institucional).

3 La autora inscribe dentro de esta tradición liberal-tecnocrática a personajes del campo político-económico como Álvaro Alsogaray (uno de los principales impulsores de los principios liberales en la segunda mitad del siglo XX), Domingo Cavallo (Ministro de Economía durante los años 1991-1997 y 2001) y Ricardo López Murphy (Ministro de Economía durante el año 2001). La tecnocracia de carácter liberal definiría el gobierno o la administración de especialistas (“técnicos”), que en nombre de la racionalidad económica impulsaron un discurso economicista y antipopular sostenido en bases pretendidamente científicas (profesionales, objetivas, incontaminadas).