Entrevista a María José Santacreu
Historias y encrucijadas del campo cinematográfico
Stories and crossroads of the cinematographic field
Histórias e encruzilhadas do campo cinematográfico
DOI: https://doi.org/10.18861/ic.2023.18.2.3496
MARÍA JOSÉ SANTACREU
msantac@gmail.com – Montevideo – Cinemateca Uruguaya, Uruguay.
ORCID: https://orcid.org/0009-0008-4904-5206
CÓMO CITAR: AA. VV. (2023). Entrevista a María José Santacreu. Historias y encrucijadas del campo cinematográfico. InMediaciones de la Comunicación, 18(2), 349-354. DOI: https://doi.org/10.18861/ic.2023.18.2.3496
María José Santacreu, Coordinadora General de Cinemateca Uruguaya, nos lleva de paseo por la historia de esa institución emblemática de Uruguay, una buena excusa para pensar las transformaciones que han tenido lugar en el campo cinematográfico y para abrir una zona de tensiones e interrogantes sobre el universo audiovisual contemporáneo.
¿Cómo era el ámbito de la realización audiovisual hace 25 años? ¿Cuál ha sido la evolución de Cinemateca Uruguaya, como institución, frente a los cambios ocurridos en el campo cinematográfico?
Asumo que la expresión “los cambios ocurridos en el campo cinematográfico” denomina tanto los cambios técnicos en el formato físico del cine –el pasaje del fílmico al digital– como los que tienen que ver con las formas de mirar películas, que engloba fenómenos diversos que van de la piratería al streaming, pasando por la omnipresencia de los smartphones en el bolsillo de la “dama” y la cartera del “caballero”, y el posible efecto que pueda tener sobre las personas la costumbre de ver videos de TikTok o en YouTube y el largo etcétera relacionado con el consumo audiovisual; una fórmula que hace 25 años era mirada con desdén respecto a cualquiera de los dos términos que la componen, consumo y audiovisual, así como a la conjunción de ambos, sobre todo en la prensa seria, en la Cinemateca y espacios afines. Esto dejaría de lado los cambios en la manera de hacer cine, que también son muy importantes y que también tienen sus efectos sobre lo que hoy llamamos cine, y a la manera de mirarlo.
Respecto al impacto del cambio técnico, ha afectado el corazón mismo de la Cinemateca Uruguaya, que es el archivo y la exhibición. El archivo está varado en el siglo XX, sin un sistema de guardado profesional de formatos digitales y, por lo tanto, con una política escuálida de preservación no solamente del cine realizado a partir del cambio de paradigma, sino también de los materiales cuyo original es fílmico y han sido digitalizados. Cambiar esta realidad requeriría de una política pública más interesada en estos asuntos, ya que Cinemateca no puede asumir el costo de mantener dos archivos con el modelo de sustentación actual, dado que los recursos provienen de la exhibición, la conciencia de los socios y un apoyo público en constante recorte.
En cuanto a la exhibición, se ha dado un brinco inédito gracias a las salas nuevas que nos dan la posibilidad de exhibir en condiciones óptimas, y esto ha sido posible por el apoyo de la Intendencia de Montevideo y el Ministerio de Educación y Cultura, así que es una pala de cal y otra de arena. Todos conocemos cuál era la realidad anterior, con un sistema de salas alquiladas, envejecidas y con equipamiento deficiente. En ese sentido creo que el cambio ha sido notable y que la Cinemateca ha vuelto a ser un lugar de referencia.
Por otra parte, la pandemia sirvió para que incursionáramos en el streaming y hoy contamos con una plataforma propia. El sector de las plataformas es muy competitivo, mucho más que las salas y a veces muestra dinámicas difíciles de comprender, porque lo nacional y lo transnacional no se llevan demasiado bien cuando el mercado local es tan pequeño. El negocio del streaming está, claramente, en las escalas globales, algo que está fuera del alcance de una modesta Cinemateca, por lo que la plataforma, en nuestro caso, es más un servicio que una fuente de recursos.
¿Ha habido modificaciones en la política de programación, en los temas abordados y en los retos asumidos durante el mismo período? ¿Cuáles serían, a grandes rasgos, las características de los filmes que Cinemateca Uruguaya programaba hace 25 años y cuáles son las películas que programa en la actualidad?
Hubo modificaciones porque todo ha cambiado, pero en nuestra opinión son sobre todo cuantitativas. En el pasado, Cinemateca se vanagloriaba de exhibir más de cien películas por mes en siete salas. Eso hoy ya no es posible, para empezar, porque no hay público para dar cuenta de esas cien películas mensuales, porque la gente puede ver películas de muchas maneras y porque hay otras ofertas para nuestro “tiempo disponible”. Hoy la batalla es por la atención de la gente, en un mundo en el que la disfunción más corriente es el déficit atencional. De todas maneras, Cinemateca exhibe una película diferente por día en el marco de ciclos que siguen siendo temáticos, de cinematografías nacionales u ordenados con base en su director, sus actores o sus actrices, a en función de algún tema que las agrupe o a un periodo de la historia del cine. Además, exhibimos el estreno semanal de dos o tres películas, nacionales e internacionales. Eso quiere decir que en un día cualquiera en Cinemateca hay entre 8 y 10 películas distintas en cartel, lo que es, todavía, un montón.
El reto asumido es mantener el espacio cultural activo y vibrante, orientado a la formación de espectadores críticos y a la reflexión informada sobre temas que nos conciernen como seres humanos y ciudadanos. Que la gente vuelva a ir a la Cinemateca a encontrarse con el cine y con otras almas afines. Intentamos que sea sustentable para no entrar en la espiral de decadencia que ya conocemos demasiado, pero sin traicionar la esencia de lo que somos.
En ese marco, ha existido un leve corrimiento en el discurso institucional, aunque tal vez no se refleje en lo que se encuentra en la pantalla. En el pasado Cinemateca tenía un discurso muy excluyente: “El cine que hay que ver” era una frase muy propia de Cinemateca, aunque después se terminara pasando un poco del cine que supuestamente no había que ver, como Rambo II y Rambo IV, que se exhibieron, respectivamente, en ciclos llamados “Un fascismo cinematográfico” y “Lo que Reagan nos dejó”.
Quienes gestionamos ahora, creemos que hay muchas razones para ver una película y muchas maneras de valorarla, y eso no es necesariamente relativismo, sino amplitud. La vieja Cinemateca era bastante incapaz de aceptar que había películas independientes o de temas importantes que eran mal cine y películas industriales o de temas pueriles que eran buenas. Pareciera ser que lo primero neutralizaba lo segundo. En tal sentido, hay una conversación entre Juliette Binoche y Kristen Stewart en Clouds of Sils Maria, de Olivier Assayas, que ilustra un poco este fenómeno. Voy a referirme a esa conversación de memoria, pero es una escena en la que ambas van al cine a ver una película que imagino puede ser algo similar al universo Star Trek y, cuando salen, Stewart le recrimina a Binoche el prejuicio de que si la historia de la película hubiera tenido lugar en una fábrica o en una granja, le hubiera gustado; y que el problema radica en que la historia transcurre en una nave espacial.
Claramente hay películas que necesitan más gente que las defienda y que se les asegure un espacio y esa es la misión de Cinemateca. Pero Cinemateca no es una institución pública y necesita de los espectadores para sostenerse, entonces aparecen las preguntas: ¿Qué hacer cuando el gusto del público está cada día más orientado a productos previsibles y convencionales? ¿Morir con las botas puestas e irse al extremo de pasar únicamente aquello que no se encontraría en otro lado? Cinemateca ha pasado las once horas de La flor, de Mariano Llinás, para ocho espectadores, y las cuatro horas que dura Algunas preguntas, de Kristina Konrad, y, además, por hablar solamente de estos últimos meses, realizamos un ciclo completo de la obra de Pedro Costa y otro de Marta Mészáros. Pero también hemos estrenado Los Fabelman y Tár, que yo creo que son películas que los socios de Cinemateca deben tener la posibilidad de ver a un precio reducido y decidir si les parecen buenas o malas. Es decir, tener la posibilidad de ver la obra completa de directores como Steven Spielberg o sumarse a la discusión de si el personaje de Lydia Tar es una representación maliciosa que busca dañar la lucha de las mujeres por ser representadas en puestos de poder, o lo que sea que se discuta. Creo que Cinemateca debe pasar esas películas, presentarlas, discutirlas, aportar claves para su mejor comprensión y enriquecer la mirada sobre lo que la gente ve, no solamente proponer lo que “hay que ver”.
¿Hay una transformación de los espectadores en este último cuarto de siglo? ¿Qué público era entonces el objetivo de Cinemateca Uruguaya y cuál es en el presente?
Parecería que cada vez menos gente es capaz de analizar un film o entender lo que ve, y menos aún relacionarlo con otras cosas de la vida real u obras de la imaginación o del pensamiento. Eso, en la gente más joven, pero en la gente con más edad hay una especie de “desaprendizaje”. En general, ha bajado el nivel de exigencia de los espectadores ante una película y hoy son, quizás, más fáciles de engañar y les resulta más difícil detectar inautenticidades, manierismos o francas berretadas. Supongo que es algo lógico: si baja la calidad media de lo que la gente mira, si el estándar lo fija el cine industrial actual, más Netflix y TikTok, no es raro que cualquier cosa en la que aparezca Juliette Binoche –para seguir abusando del ejemplo– a las personas les parezca automáticamente bueno.
Hoy es inusual que los espectadores quieran descubrir cosas nuevas. Es decir, tienen menos curiosidad por descubrir y más ansiedad por integrarse a la gran conversación global. El entusiasmo ya no es hallar al cineasta desconocido que nos cambiará la manera de ver el cine o la vida, sino más bien no quedar fuera de aquello que todo el mundo habla o comenta en las redes. Todas son cosas negativas, es verdad, pero creo que quedan pocas dudas de que el nivel educativo y cultural de la sociedad uruguaya ha caído notoriamente, junto a un cambio respecto de lo que se considera que es valioso. Y esto impacta no solamente en el público de cine, sino también, por ejemplo, en el campo editorial. Hoy las multinacionales del libro hacen su juego y nos perdemos a muchos autores. ¿Podemos aspirar a lectores sofisticados sin libros complejos? Y entonces podemos empezar a cuestionar si el libre mercado es tan libre como nos quieren hacer creer, si la demanda es tan pura e impoluta como la pintan y es la que determina la oferta, o si no es al revés y la oferta, inundando el mercado de basura, en todos lados, en países con un tejido social destruido y un sistema educativo deficiente y estados cada vez más remisos a intervenir. Todo lo anterior termina produciendo determinado tipo de espectador –o de lector–; ese ciudadano que debería contar con otra lucidez y determinación para resistir este estado de cosas.
Cuando me preguntan por el público objetivo de Cinemateca tiendo a bromear diciendo que son los ingenieros, porque, por razones que ignoro, hay muchos socios y espectadores que practican esta profesión. Más seriamente, diremos que el público objetivo de Cinemateca son estudiantes, profesionales, artistas, educadores, periodistas, críticos, jubilados, cualquier persona interesada en el arte, el pensamiento, en los problemas sociales y políticos, también son personas que gustan de imaginar mundos posibles –o imposibles–. Es decir, son personas que tienen la convicción de que no hay razón para encerrarse en el mundo propio cuando podemos espiar en los ajenos, que quieren poner a prueba lo que sienten o piensan, y, por supuesto, personas que gustan de ver películas, y a otros les gusta hacerlas y, más generalmente todavía, otros sienten el deseo de no estar solos.
En ese escenario, ¿cómo se avizora el futuro, qué necesidades y desafíos aparecen en el horizonte?
Hace diez años escribí el prólogo del libro titulado 24 ilusiones por segundo. La historia de Cinemateca Uruguaya, escrito por Carlos María Domínguez (2013). Allí puse lo siguiente –y disculpen lo autorreferencial y la extensión de la cita–:
Hay algo final en contar la historia de algo o alguien. Suele hacerse cuando esa persona, institución o cosa ha recorrido un largo camino y se encuentra en un punto de inflexión, cerrando una etapa importante o, incluso, cuando ya ha desaparecido. En el caso de la Cinemateca Uruguaya claramente se ha cumplido una larga etapa desde sus orígenes hasta hoy, en la cual es perentorio tomar decisiones respecto a la conservación del patrimonio nacional, la restauración de los materiales comprometidos, la digitalización del acervo, la conservación de lo que serán dos archivos fílmicos, uno analógico y otro digital, el papel de Cinemateca como institución educativa, como centro cultural y como exhibidora.
El libro que tienen en sus manos es, sin lugar a dudas, una épica. El héroe es todo menos un héroe reticente, se arroja a sus tareas con convicción y valentía, su meta es una y clara y allá va, sin importar qué o quienes queden por el camino. Su periplo es largo y su destino, incierto. Esta es su historia. El futuro, todavía no está escrito (p. 9).
Algunos de estos asuntos siguen siendo igual de acuciantes que hace diez años, otros han empezado a dibujar un sendero y un norte posible. Si tuviera que resumir diría que el futuro ha comenzado a escribirse, pero que es muy pronto para decir con qué resultado. Sobre ese desafío intenté que versaran estas respuestas, que espero puedan interesarles y ser un disparador para quienes tengan la generosidad de leerlas.
REFERENCIAS
Domínguez, C. M. (2013). 24 ilusiones por segundo. La historia de Cinemateca Uruguaya. Montevideo: Cinemateca Uruguaya.
* Nota: el Comité Académico aprobó la publicación de la entrevista.
Artículo publicado en acceso abierto bajo la Licencia Creative Commons - Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).
IDENTIFICACIÓN DE LA ENTREVISTADA
María José Santacreu. Coordinadora General, Cinemateca Uruguaya (Uruguay). Co-directora, Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay. Estudió Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República (Uruguay). Periodista, sección cultural del semanario Brecha (Uruguay). Fue parte del equipo creador del suplemento “Insomnia” de la Revista Posdata. Integró el Departamento de Coordinación y se desempeñó en otras áreas de gestión cultural en Cinemateca Uruguaya. Como periodista cultural, trabajó para distintos medios argentinos y uruguayos.