ENTREVISTA
A TIZIANA TERRANOVA
Después
de Internet, el futuro de lo Común
Reproducción
del capital y luchas sociales en la era de las plataformas
After
the Internet, the future of the Common
The reproduction of
capital and social struggles in the era of platforms
Depois
da Internet, o futuro do Comum
Reprodução do capital e as
lutas sociais na era das plataformas
DOI:
https://doi.org/10.18861/ic.2025.20.1.4035
POR
MARIANO FERNÁNDEZ
marianofc81@gmail.com – La Plata – Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
ORCID DEL ENTREVISTADOR: https://orcid.org/0000-0001-7025-5955
POR
ALINE DALMOLIN
aline.dalmolin@ufsm.br – Santa Maria – Universidade Federal de Santa Maria, Brasil.
ORCID DE LA ENTREVISTADORA: http://orcid.org/0000-0003-4413-0061
CÓMO
CITAR: Fernández,
M., & Dalmolin, A. (2025). Entrevista
a Tiziana Terranova. Después de Internet, el futuro de lo Común.
Reproducción del capital y luchas sociales en la era de las
plataformas.
InMediaciones
de la Comunicación,
20(1).
https://doi.org/10.18861/ic.2025.20.1.4035
Tiziana Terranova es investigadora y profesora de la Università di Napoli L'Orientale (Italia). Graduada de la Facultad de Lenguas Extranjeras y Literaturas del Departamento de Estudios Americanos, Culturales y Lingüísticos de esa universidad, continuó su formación en la University of Essex (Reino Unido), donde obtuvo su Maestría en Comunicación y Tecnología. Desde entonces, se interesó por los movimientos cyberpunks y a mediados de la década de 1990 presentó su tesis doctoral titulada “The intertextual presence of cyberpunk in cultural and subcultural accounts of science and technology”, por la University of London (Inglaterra).
Terranova se ha movido entre el mundo académico y el activismo político en y sobre Internet, vinculado a las corrientes posmarxistas y posobreristas que tuvieron a Toni Negri como referencia ineludible. Actualmente es profesora e investigadora en cultura y medios de comunicación digitales y política en Università di Napoli L'Orientale y miembro de la red universitaria libre Euronomade y de la Robin Hood Minor Asset Management Cooperative. Su libro más difundido es Network Culture. Politics for the Information Age (Terranova, 2004), y hace algunos años la Editorial Tinta Limón publicó Cultura de la red. Información, política y trabajo libre (Terranova, 2022a), el único hasta el momento con traducción al español.
En diálogo con InMediaciones de la Comunicación, Terranova reflexiona sobre su trayectoria académica, el activismo político y las transformaciones que marcaron el desarrollo de Internet y de la sociedad contemporánea. Además, Terranova deja planteada una “aspiración utópica”: crear una economía ecológica que se valga de valores existenciales capaces de promover que la generación de Capital pueda ser usado para reinvertir en lo Común. Como corolario de la entrevista, en la sección Misceláneas de este número se publica –en español y en portugués– la Introducción de su último libro, After the Internet. Digital Networks between Capital and the Common, en el que Terranova (2022b) presenta su tesis sobre la subsunción de Internet por lo que denomina el Complejo Corporativo de Plataformas. After the Internet forma parte de la colección Intervenciones de la editorial norteamericana Semiotext(e) y le agradecemos especialmente a la autora y a su editor, Hedi El Kholti, la posibilidad de compartir la traducción del texto introductorio con los lectores de nuestra revista.
MARIANO FERNÁNDEZ (M.F.) & ALINE DALMOLIN (A.D.): Para empezar, quisiéramos pedirle si puede hacer una reflexión sobre su doble condición de investigadora académica y activista política, y cómo esas dos facetas se relacionan tanto en el libro After the Internet y el desarrollo de su producción intelectual.
TIZIANA TERRANOVA (T.T.): Mi interés en la comunicación mediada por computadoras, tal como se decía a finales de la década del ´90, comenzó a partir de mi activismo político. En aquellos años yo participaba en el movimiento estudiantil italiano contra las reformas neoliberales de la Università di Napoli L'Orientale. Por entonces había centros de investigación –como por ejemplo el Centro Sociale Leoncavallo– que estaban traduciendo teoría y ficción cyberpunk, y nosotros nos comunicábamos a través del Bulletin Board System (BBS). Digamos que era una época muy temprana del desarrollo de Internet y había mucha excitación. En ese marco, logré integrarme a una mailing list en la que la gente empezaba a conversar y discutir sobre las implicancias políticas de usar las computadoras como herramientas de comunicación. Era un espacio en el que participaban sobre todo europeos, muy vinculado a los movimientos squatters y anarkopunks, a diferencia de Estados Unidos, en donde esta discusión estaba más relacionada a la contracultura hippie, hackers y cyberpunks.
En retrospectiva, creo que mi interés se ubicaba en ese punto en el que podíamos ver a las computadoras como herramientas de comunicación y como algo que tenía implicancias políticas. Yo era una graduada de Literatura, y mi punto de ingreso a estas investigaciones fue la ciencia ficción cyberpunk. Fue entonces que inicié mi doctorado en la Universidad de Londres en medios y comunicación, y me fui alejando de la literatura a medida que descubría todo ese mundo que se estaba gestando online, en el que las personas estaban utilizando el cyberpunk como algo que se vinculaba a una cultura digital alternativa: había grupos de difusión de noticias, comunidades alternativas, y luego eso cambió muy rápidamente con el desarrollo de Internet (lo que se llamó entonces Internet 2.0).
Durante los primeros años del nuevo milenio, cuando yo era una joven académica, retorné a Italia y me involucré en redes universitarias. Uno de los referentes era Toni Negri, que había publicado hacía poco el libro Imperio junto a Michael Hardt (Negri & Hardt, 2000), y en esas redes convivían viejas y nuevas generaciones que estaban retomando la tradición del autonomismo marxistai. Esta segunda etapa de mi activismo político, poco a poco y como parte de nuevos aprendizajes, organicé conferencias y seminarios sobre la crítica posmarxista a la financierización del capitalismo, el trabajo inmaterial, en un contexto europeo marcado por la mixtura de tradiciones que venían tanto del norte como del sur de Europa.
M.F. & A.D.: ¿Qué piensa usted sobre las relaciones entre activismo y reflexión académica en relación al modo en que Negri y sus colegas trataron este cruce en los años 90, pero ahora en el contexto del llamado Complejo Corporativo de Plataformas (CPC, por su sigla en inglés)?
T.T.: Creo que los debates, especialmente después de la crisis de 2008, se centraron en la financierización, y que la investigación militante actual se centra más en el mundo del trabajo y en las plataformas de trabajo, lo cual es una gran transformación que incluye influencers, crowsourcing, logística. Al menos en Italia, la reflexión del activismo académico vinculada al marxismo siempre ha estado centrada en el mundo del trabajo. Pero es verdad que en el marco del CCP, la gran transformación pasa por su dimensión económica (extractivismo), hay otros aspectos con los cuáles el marxismo no se siente tan cómodo: me refiero puntualmente a lo que llamo la política de lo social oposicional –raza, género, sexualidad, etnicidad, colonialismo–, dimensiones de la vida social que han explotado en los últimos diez años, porque el propio ascenso de las plataformas como principales mediadores sociales coincide con el ascenso online de las masas. Hay billones de personas online, entonces todo tipo de conflicto social y jerarquías emergen en la vida online, incluyendo la cuestión de clase, y se han vuelto más relevantes aspectos que al marxismo le resulta difícil tratar. Por ejemplo, las grandes concentraciones en reclamo por una justicia climática, como las que organizan diferentes redes y movimientos en Milán, que reúne a personas de todo el continente y en donde se plantean muchas críticas a las tecnologías y a las plataformas; es decir, aspectos que no tienen que ver directamente con el trabajo, sino con el nuevo colonialismo, el extractivismo y otras problemáticas contemporáneas. Y además está la crítica al concepto marxista de “trabajo” que realizan los teóricos críticos de la raza. Todas estas cuestiones están problematizando el tipo de análisis que nosotros hacíamos en la primera década de los años 2000, y creo que eso es bueno.
M.F. & A.D.: En la introducción de su libro After the Internet, usted plantea una tesis referida a la “subsunción de Internet por el Complejo Corporativo de Plataformas”, y en ese marco retoma a Raymond Williams para afirmar que Internet se ha convertido en una “tecnología residual”. ¿Podría desarrollar esa idea?
T.T.: Bueno, cuando empecé a estudiar redes digitales era muy claro que Internet era un conjunto de protocolos, una infraestructura material, redes de nodos distribuidos para enviar mensajes, una estructura descentralizada, la web. En síntesis: Internet era un fenómeno inteligible, reconocible. Pero luego este conjunto de protocolos se convirtió en algo que opera en el background, y dejó de ser algo que la gente pueda reconocer en su uso cotidiano, o algo con lo que se relaciona. No usamos Internet. Usamos Whatsapp, Facebook, Tik-Tok, de modo que el uso de Internet en realidad se identifica con el uso de estas plataformas. Y los smartphones usan lógicamente Internet porque de otro modo cada aparato permanecería aislado. Claramente hay una estandarización en curso, pero al mismo tiempo hay algo diferente: cloudcomputing, parece como si cada dispositivo se comunicara con otro, pero en realidad están pasando a través de algún server.
En ese marco lo interesante es que respecto a Internet y su crítica suelen plantearse dos cosas: o bien se dice “volvamos a Internet”, a su forma original, aunque se sabe que no era una tecnología popular y el uso no era simple, o bien existe una reacción violenta contra las plataformas, que también proviene de ambientes políticos reaccionarios, como los neo-reaccionarios en Estados Unidos, que critican a las plataformas, a la hegemonía liberal, al progresismo, a lo políticamente correcto, y llaman a un rediseño de Internet. En términos generales, esta subsunción de Internet por los CPC plantea un problema de difícil resolución, pero que hay que atender.
M.F. & A.D.: En relación a la gobernanza de las plataformas, ¿qué consideraciones tiene sobre los abusos de las plataformas en relación a los sujetos, la estetización de los valores, la forma en que las plataformas modelan, o remodelan, el punto de vista de los actores sociales, y la reducción de la esfera pública en función de dicotomías datificadas? La gente está cada vez más pensando en lógicas polarizadas.
T.T.: Es una cuestión muy difícil, que lógicamente tiene muchas dimensiones. Por una parte, la referida a la performatividad estética promovida en y desde las plataformas; por otra, la referida a la llamada polarización. Entiendo la relación entre ambas, pero creo que se trata de cuestiones diferentes. En relación a la polarización, hay varias hipótesis dando vuelta. Podemos leer a menudo la idea de que la polarización es algo así como parte de una estrategia de las propias plataformas, en tanto les reporta valor, porque la polarización aumentaría las interacciones, y eso redundaría en mayor tráfico y más engagement. Creo que esto puede ser cierto, que las controversias crean engagement, pero no creo que se trate del interés directo de los propietarios de las plataformas, sino de las personas que manejan páginas y cuentas que corren sobre las plataformas para monetizar las interacciones. Al mismo tiempo, las plataformas no pueden soportar ser puestas en el ojo de la tormenta como responsables de la incitación a conductas polarizantes, y cuando esto sucede, los propietarios de las plataformas –como le ha sucedido a Mark Zuckenberg, director de Facebook, o a Pavel Durov, dueño de Telegram– quedan bajo mucha presión para mantener a las plataformas como ambientes controlados capaces de abolir el extremismo y la polarización. De modo que no es posible reducir este problema a la lógica económica que alimenta a las plataformas. Creo que hay una dinámica genuina que funciona: todo tipo de temas circulan online, una explosión de todo tipo de materiales producidos por todo tipo de minorías, y hay una producción masiva de influencia que expande las posibilidades históricas de contrarrestar estructuras de presión. Así, por ejemplo, han tenido lugar movimientos como el Mee To, Ni Una Menos y Black Lives Matter. Es como la punta del iceberg, porque hay muchísimas más luchas para oponerse a la opresión basada en la clase, el género, la sexualidad, y a su vez están las movidas reaccionarias que se generan.
Este es el argumento del libro de un colega amigo, Jack Bratich (2022), llamado On Microfascism: Gender, war, and death. Una gran parte del libro analiza el movimiento incel –acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate–, la misoginia organizada online, y muestra que lo que a veces se presenta como polarización en realidad es un movimiento de reacción contra los movimientos que luchan contra las estructuras de desigualdad. Así, tuvimos el Black Lives Matter, y contra eso aparece el White Lives Matter, un movimiento supremacista blanco reafirmando la masculinidad. Entonces, cuando la gente dice “polarización” me temo que lo que en el fondo están suponiendo es que sería posible una convivencia pacífica online, y eso no es lo que sucede. Es una respuesta facilista plantear que las plataformas crean la polarización.
M.F. & A.D.: Pareciera que una de las consecuencias lógicas de los CPC es que las corporaciones no son solamente actores económicos centrales de esta fase del capitalismo, sino también agentes políticos globales. Y que los propios Chief Executive Officer (CEO) de las grandes corporaciones desarrollan o alimentan un imaginario socio-político en torno a su misión y a lo que las plataformas deben ser y hacer en este contexto. ¿Cuáles son sus consideraciones sobre estos imaginarios políticos?
T.T.: Esto forma parte de un libro que estoy por publicar; es algo en lo que he pensado mucho últimamente y le estoy dando vueltas a esta idea. Por un lado, los investigadores foucaultianos para quienes las plataformas están implementando un nuevo tipo de gubernamentalidad neoliberal. Yo misma pensé de esa manera durante mucho tiempo, en relación a la regulación algorítmica de la vida social, el hacer de cada usuario un agente económico, un emprendedor, vender y monetizar tu imagen, pero después empecé a pensar de otra manera. En primer lugar, llegué a la conclusión, provisoria, claro, de que no estamos lidiando con una nueva versión del neoliberalismo sino con algo diferente, que podemos llamar tecnoliberalismo.
No es estrictamente hablando un nuevo neoliberalismo, porque combina elementos neoliberales (todavía se trata de competencia, individualismo, emprendedurismo), pero también tiene esta conexión con el liberalismo, y es por eso que los movimientos reaccionarios han atacado o atacan a muchas de las plataformas, porque consideran que son liberales. Y el término tecnoliberalismo ha sido utilizado en el sentido de este imaginario político por parte de antropólogos que estudiaron a las primeras corporaciones que trabajaban sobre la participación social online, y la idea de que se puede usar la tecnología para hacer del mundo un lugar mejor. Esto es algo que uno puede encontrar en el discurso de la mayoría de los CEO de las corporaciones más importantes del mundo. La idea que proyectan es que tienen la gran misión social de hacer del mundo un lugar más abierto y conectado, de darle a las personas la oportunidad de encontrar la información que necesitan. Hay entonces una conexión con el liberalismo que es muy importante, aunque los antropólogos describen a este pensamiento como una ideología, como una orientación política, y para yo creo que para los tecnoliberales, a los que se les exige que sean responsables como actores políticos con capacidad de regular las relaciones sociales online, más que de una ideología se trata de una racionalidad política. Hablo de una racionalidad política en el sentido de que tratan de comprender racionalmente cómo regular, como manejar, como gobernar este enorme complejo ecológico que son las plataformas, donde billones de personas producen una cantidad masiva de contenido.
En este marco, creo que es necesario desarrollar un sistema, una racionalidad, sobre cómo hacer eso, y creo que ese es un fenómeno muy interesante. Entonces, tenemos una forma de gobierno tecnoliberal que estas corporaciones han desarrollado, sobre el que muchas personas dicen que no es liberalismo, pero el liberalismo también trata históricamente sobre eso. Si miramos la noción de seguridad en el sentido de Foucault, se trata de minimizar los mecanismos; no se trata de regímenes autoritarios que pretenden tener un control total de la información. En el marco del tecnoliberalismo, las personas tienen que ser libres para comunicarse, no pueden ser censuradas, pero dentro de unos ciertos límites: por ejemplo, las plataformas pueden suspender cuentas si consideran que han infringido algunas normas de convivencia.
M.F. & A.D.: En el libro After the Internet, hay un capítulo titulado “A Neomonadology of Social (Memory) Production”, escrito 2016, en el que usted reflexiona sobre la experiencia social y colectiva compartida online, tomando como ejemplo el funeral de un popular músico napolitano, Pino Daniele, a partir del concepto de monadología, tomado de Leibniz. Considera que esa noción de monadología y los fenómenos que describe pueden ser útiles para entender ese otro acontecimiento global compartido como fue la pandemia, que como tal también resultó en experiencias que podríamos caracterizar como “monádicas”.
T.T.: Sí, aún creo que la arquitectura mediática que funcionaba por entonces permanece estable. En aquel momento, y a propósito del funeral de Pino Daniele, lo que me movilizaba era el intento de pensar esa nueva subjetividad tecnológicamente diseñada, que ya había reemplazado a Internet. Como ya lo comenté, la arquitectura de Internet era bastante simple: cada uno de nosotros era un nodo de una red, en la que enviaba y recibía mensajes, pero luego se expandió una nueva capa, una capa que comenzó con los smartphones y no con las notebooks. Los smartphones precisamente me hicieron pensar en el uso que Deleuze hizo de esta idea de la mónada; él toma el ejemplo del auto como mónada. Y tomé esa idea para pensar en el tipo de vínculos y de subjetividades generadas por los smartphones, y de la experiencia del mundo encerrado en una pantalla. Pero eso no era suficiente como explicación. Entonces fui a leer a Leibniz, porque al mismo tiempo que estás encerrado en tu pantalla y mirás el mundo desde ahí, la filosofía de Leibniz me ayudaba a pensar en todas las tensiones y paradojas de estas arquitecturas.
Por un lado, cada uno es una mónada, un punto de vista del todo; vemos todo el mundo, desde nuestro punto de vista. Pero luego esta la idea de “curva infinita del mundo” que dice que uno se mueve por esta curvatura, que hoy es el universo digital, y las diferencias que Leibniz hizo entre el punto de vista singular y la composición infinitesimal del mundo y la matematización. Entonces para mí la noción de mónada servía para descomponer la imagen simple del sujeto como usuario y mirar las relaciones complejas en su percepción del mundo, el mundo en sí mismo y el mundo datificado. Creo que esas categorías, incluida la de economía ecológica, siguen diciendo algo sobre la arquitectura contemporánea.
M.F. & A.D.: En ese mismo capítulo sobre el que estamos hablando, usted exhibe una tensión, que parece irresoluble, entre la producción social de la memoria, como un evento social colectivo que pertenece al orden de lo Común (el evento compartido, el sentimiento de solidaridad, la reflexión colectiva durante ese funeral popular), y la generación de la memoria como “una fuerza de producción económica”, en tanto la infraestructura de ese mundo Común son las propias plataformas.
T.T.: Claro, porque esa misma producción social y comunitaria de memoria produce valor para las plataformas. Cuando escribí ese texto yo estaba obsesionada con el libro de Mauricio Lazzaratto (2002) sobre la economía psicológica de Gabriel Tardeii, y sobre este fenómeno por el cual la cooperación social produce valor: valores estéticos, valores éticos, valores existenciales; todo tipo de valores. Luego las plataformas convierten esos valores en valores económicos y financieros, los monetizan. Y luego hay una nueva capa, pensemos en la Inteligencia Artificial (IA), todas esas imágenes que circulan en los procesos colectivos se convierten en el alimento para entrenar a las IA, y como tales se convierten en un servicio que la gente puede usar para generar otras imágenes. Entonces, mi aspiración utópica es pensar cómo sería una economía en la que se pueda destacar estos valores existenciales, estéticos, éticos (valores de uso en la tradición marxista), y que se pueda hacer de estos valores algo que se convierta en poder, que es dinero, para crear capital. Digamos, el poder del capital, pero no para el intercambio mercantil sino para invertir. Entonces, ¿cómo puede crearse una forma de capital que pueda ser usado para reinvertir en lo Común (servicios de salud, servicios de educación pública)?
Esa es mi aspiración utópica. Y es por eso que durante el período en el que estaba escribiendo ese artículo me conecté con grupos que estaban trabajando en blockchain, redes de criptomonedas. Claro, sabemos que ese mundo es complicado. Mi amigo Bifo Berardi dice que nosotros no queremos tener nada que ver con el dinero, el dinero es el diablo, pero no obstante ese punto creo que si bien el movimiento de criptomonedas ha tomado una dirección extraña, había en ese movimiento, originalmente, una aspiración para imaginar otra forma de capital.
M.F. & A.D.: Es muy interesante la idea de una concepción utópica, porque podemos preguntarnos si Internet podría haberse desarrollado de otra forma, pero también podemos preguntarnos con razón si efectivamente puede ser de otra forma. ¿Qué piensa usted de eso? ¿Hay posibilidades de transformación política de Internet?
T.T.: Bueno, es muy difícil imaginarlo ahora mismo, porque esta relación entre procesos de afirmación y de liberación y los movimientos reaccionarios es difícil de contener. Pensemos en Amazon. Es una forma de reacción. Hay mucha gente intentando organizarse a través de Internet para forjar cierta forma de libertad, algo que les permita vivir de forma autónoma, y algo como Amazon es como una reimposición tiránica de las formas de producción taylorista en el mercado de trabajo, y eso está sucediendo en todas partes. Entonces, creo que el potencial, al menos, el potencial de imaginar una alternativa reside en esa tensión, pero cómo puede ser realizado es muy difícil imaginar. Entre otras razones, porque el siglo XX nos ha dejado atrás. La idea de que se necesita un sujeto político como la clase para llevar adelante esa transformación estaba basada en el supuesto de la subsunción de las diferencias en esa categoría más amplia (el “trabajador”, el “trabajo”), y eso ya no funciona así. Hoy los sujetos políticos se componen a través de otras valencias (“género”, “etnicidad”, entre otras).
REFERENCIAS
Bratich, J. Z. (2022). On Microfascism: Gender, war, and death. New York: Common Notions.
Lazzarato, M. (2002). Puissances de l'invention. La psychologie économique de Gabriel Tarde contre l'économie politique. Paris: Les Empêcheurs de Penser en Rond.
Negri, T. & Hardt, M. (2000). Empire. Cambridge: Harvard University Press.
Terranova, T. (2004). Network Culture. Politics for the Information Age. London: Pluto Press.
Terranova, T. (2022a). Cultura de la red Información, política y trabajo libre. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Tinta Limón.
Terranova, T. (2022b). After the Internet. Digital Networks between Capital and the Common. Los Angeles: Semiotext(e).
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Nota: el Comité Editorial de la revista aprobó la publicación de
la entrevista.
Artículo
publicado en acceso abierto bajo la Licencia Creative Commons -
Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).
IDENTIFICACIÓN
DE LA ENTREVISTADA
Tiziana
Terranova.
Doctora en Medios y Comunicaciones, Goldsmiths' College, University
of
London (Inglaterra). Magister en Comunicación y Tecnologías,
Univesity Brunel (Reino Unido). Graduada de la Facultad de Lenguas
Extranjeras y Literaturas, Departamento de Estudios Americanos,
Culturales y Lingüísticos, Università di Napoli L’Orientale
(Italia). Profesora en Estudios Culturales y Medios Digitales,
Departamento de Ciencias Humanas y Sociales, Università di Napoli
L’Orientale. Autora
de Network
Culture: Politics for the Information Age
(2004, Pluto Press), After
the Internet: Digital Networks between Capital and the Common
(2022, Semiotexte/MIT Press) y –de próxima publicación– Network
Social: on the Return of the Social in the Post-Digital age
(Minnesota
University Press). Miembro
de los consejos editoriales de las revistas Theory,
Culture and Society (Sage),
Media
Theory
(https://mediatheoryjournal.org/), Subjectivity
(Palgrave)
y Studi
Culturali
(Il Mulino). Miembro del Centro de Estudios Postcoloniales y de
Género, Università di Napoli L’Orientale. Cofundadora del Centro
di Ricerca Interuniversitario sulle Tecnoculture Transnazionali
(Italia) y de la Critical Computation Bureau
(https://recursivecolonialism.com/critical-bureau/). Sus intereses de
investigación se centran en la intersección entre ciencia,
tecnología, comunicación y cultura desde la perspectiva de la
teoría crítica y los estudios culturales.
ORCID DE LA ENTREVISTADA: https://orcid.org/0000-0002-2729-3611
i Los autonomistas marxistas, a los que se refiere Terranova, critican la economía política marxista, especialmente en relación con la forma en que desarrolla el concepto de trabajo. Negri, Hardt, Lazzaratto y sus seguidores definen el trabajo inmaterial en términos de sus productos y no de su papel social y técnico en el proceso de producción capitalista, diferenciándose así de la perspectiva de Marx. En cierto modo, los autonomistas revisan la tradición de la economía política marxista a la luz del contexto de financiarización y digitalización del capital que se vive hoy, desarrollando reflexiones sobre las lógicas autónomas de producción y trabajo.
ii El título original del libro de Lazzaratto es: Puissances de l'invention. La psychologie économique de Gabriel Tarde contre l'économie politique. Hay una edición en español: Potencias de la invención. La psicología económica de Gabriel Tarde contra la economía política (2018, Editorial Cactus).