ENTREVISTA A LETÍCIA CESARINO
Fenómenos tecnopolíticos y dinámicas antiestructurales en la era de las plataformas


Technopolitical phenomena and antistructural dynamics in the platform era


Fenômenos tecnopolíticos e dinâmicas antiestruturais na era das plataformas



DOI: http://doi.org/10.18861/ic.2025.20.1.4166


POR MARIANO FERNÁNDEZ

marianofc81@gmail.com – La Plata – Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

ORCID DEL ENTREVISTADOR: https://orcid.org/0000-0001-7025-5955


POR ALINE DALMOLIN

aline.dalmolin@ufsm.br – Santa Maria – Universidade Federal de Santa Maria, Brasil.

ORCID DE LA ENTREVISTADORA: http://orcid.org/0000-0003-4413-0061


COMO CITAR:
Fernández, M. & Dalmolin, A. (2025). Entrevista a Letícia Cesarino. Fenómenos tecnopolíticos y dinámicas antiestructurales en la era de las plataformas. InMediaciones de la Comunicación, 20(1). http://doi.org/10.18861/ic.2025.20.1.4166


Letícia da Nóbrega Cesarino es una antropóloga, investigadora y profesora brasileña que trabaja en el Departamento de Antropología y en el Programa de Posgrado en Antropología Social de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), Brasil. Entre 2023 y 2024 se desempeñó como Asesora Especial en Educación y Cultura en Derechos Humanos en el Ministerio de Derechos Humanos y de la Ciudadanía de Brasil y, como investigadora, ha sido reconocida por sus contribuciones en los campos de la antropología digital, la cibernética, las teorías de sistemas, la plataformización, el neoliberalismo, la ecología de la mente y el populismo digital. Sus estudios se centran principalmente en la intersección entre tecnología, política y sociedad, con énfasis en el contexto brasileño contemporáneo, aunque también ha publicado numerosos textos sobre cuestiones metodológicas que implican interfaces con la antropología, como el uso de métodos mixtos en investigaciones sobre plataformas digitales (Cesarino, 2021). Recientemente participó en la antología Populism and Conspiracy Theory: Case Studies and Theoretical Perspectives (Butter, Hatzikidi, Jeitler, Loperfido y Turza, 2024), que reúne análisis profundos sobre las intersecciones entre populismo y teorías de la conspiración en contextos globales. En esa obra, Cesarino (2024) firma un capítulo en el que introduce el concepto de affordances conspiratorias para describir cómo las estructuras algorítmicas de las plataformas digitales fomentan la producción y circulación de contenidos conspirativos.

Su obra más conocida es el libro O mundo do avesso: Verdade e política na era digital (2022), en el que desarrolla una comprensión original del ecosistema tecnopolítico contemporáneo brasileño a partir de los principios de la teoría cibernética de Gregory Bateson (2025) y del concepto de anti-estructura de Victor Turner (2013), entre otros autores. Su libro resulta de un esfuerzo teórico a partir del que profundiza sobre autores clásicos de la cibernética y de la antropología, en articulación con su trayectoria de estudios empíricos sobre discursos populistas, movimientos negacionistas y grupos de extrema derecha en entornos digitales. Más allá de la pertinencia actual de los temas que aborda, la originalidad de su propuesta reside sobre todo en la manera en que los reformula desde una lógica sistémica y posdisciplinaria que escapa de los análisis tradicionales de la política digital, presentando una perspectiva innovadora para repensar la democracia y las nociones de verdad y autoridad en el mundo digital.


MARIANO FERNÁNDEZ (M.F.) & ALINE DALMOLIN (A.D.): Queríamos empezar pidiéndole que hable un poco sobre tu trayectoria académica, en especial sobre su formación vinculada al área de la antropología y sus análisis sobre los medios y las plataformas digitales. ¿Cómo ha influido tu trayectoria de investigación en tus estudios actuales?

LETÍCIA CESARINO (L.C.): Vengo del campo de la antropología de la ciencia y la tecnología, que es mi área principal de trabajo. Hace aproximadamente unos quince años, cuando los fenómenos digitales comenzaron a adquirir relevancia social y cultural, y la antropología empezó a interesarse cada vez más por ellos, comencé a introducirme en este campo impulsada por el interés de las nuevas generaciones. Fueron especialmente mis estudiantes, muy involucrados con lo digital y las métricas asociadas, quienes me invitaron a explorar estas cuestiones. Como ya trabajaba temas vinculados a la tecnología, empecé a orientar a estudiantes y a investigar en esta área, poco antes de las elecciones de 2018 en Brasil. Ahí surgió mi interés por pensar más a fondo, antropológicamente, las relaciones entre humanos y máquinas. Hasta ese momento, muchas investigaciones en antropología se limitaban a trasladar los métodos etnográficos del mundo offline al online, sin profundizar en lo que significa el elemento humano en su interfaz con los algoritmos y los medios digitales. Esta tendencia persiste aún hoy en buena parte del campo antropológico.

Por eso, cuando inicié mis trabajos sobre lo digital, traté de desarrollar una perspectiva diferente. Mi trayectoria fue muy influenciada por la obra Ecología de la mente de Gregory Bateson (2025), y por las ciencias de sistemas en general. Una de las premisas de este tipo de teoría es que existe un nivel convergente de comportamiento sistémico que aplica a humanos, animales y máquinas: el nivel cibernético. A partir de este nivel, la industria produce estas máquinas (los algoritmos), que imitan y replican ciertos patrones de la cognición y del comportamiento humano, en su capa “animal”. En este sentido, movilicé la antropología general (que no se limita a la antropología etnográfica) para pensar al ser humano y sus alteridades con otros animales y máquinas en el contexto digital.

Aquel momento coincidió con las elecciones en Brasil, cuando el fenómeno político se digitalizó muy rápidamente, con efectos explosivos, como fue la elección de Jair Bolsonaro, y más recientemente la de Donald Trump en Estados Unidos y Javier Milei en Argentina. Esta ola de extrema derecha es un fenómeno relativamente reciente, que data del período posterior a la crisis de 2008, la cual tuvo como uno de sus efectos la hegemonía del modelo de plataformas, el modelo de Internet que sigue vigente hasta hoy.

Parte de la literatura interpreta este fenómeno político como un fenómeno tecnopolítico (lo cual también es mi caso), entendiéndolo como relacionado con patrones humanos, pero sobre todo como algo que puede ser asociado al humano en su interacción con los algoritmos y con las máquinas, permitiendo que ese tipo de fuerza política sea facilitada –aunque no causada– por la tecnología. El término en inglés utilizado para explicar esto es afford –la teoría de las affordances, de James Gibson (2014), es bastante conocida en el campo de los estudios sobre nuevos medios–, ya que se puede decir que las tecnologías facilitan (afford) la emergencia de este tipo de fuerza política y potencian su éxito electoral, como fue el caso en Brasil. En este contexto, desarrollé mi primer proyecto, que se basó en el análisis de la campaña digital de Bolsonaro en 2018 (Cesarino, 2019, 2020).


M.F. & A.D.: Algo que despierta la atención en su trayectoria de investigación es justamente la propuesta de pensar la relación entre tecnología y populismo desde la perspectiva de las affordances, buscando comprender la acción de las plataformas más allá de un mero contexto o entorno. ¿Cómo comenzó a desarrollarse esta perspectiva en sus trabajos?

L.C.: Creo que puedo responder a esta pregunta retomando la trayectoria de la investigación mencionada. La intención inicial era realizar un análisis del discurso sobre lo que significó la elección del 2018, y en ella, la propia figura de Bolsonaro, que representó un punto de inflexión en la relación entre el votante y el liderazgo político. En ese momento, la novedad no residía solo en la aparición de una figura política inusual –ya que en Brasil hemos tenido varios ejemplos de candidatos inesperados–, sino en el surgimiento de una figura antisistema capaz de proyectar distintas imágenes a cada segmento de su base electoral, y al mismo tiempo mantener una unidad en su figura. Trabajé este aspecto a través de la metáfora del caleidoscopio, que es una topología distinta, posible incluso en el mundo analógico, pero que en Internet parece adquirir un carácter mucho más existencial y afectivo. La propia idea del colapso de contextos, muy utilizada en la literatura sobre nuevos medios, fue desarrollada originalmente para hablar de la televisión y de cómo un mismo personaje logra segmentar su mensaje para diferentes públicos. Observé que las personas que defendían a Bolsonaro en las redes sociales lo hacían como si ellas mismas estuvieran siendo atacadas, especialmente después del episodio de la puñaladai, percibiendo aquella elección como una cuestión de vida o muerte, como una verdadera amenaza existencial. Eso hizo que aquella elección fuera aún más inusual, incluso para el contexto brasileño. Ante esto, me sumergí en esas redes en colaboración con el Laboratorio de Humanidades Digitales (Lab HD) de la Universidad Federal de Bahía (UFBA), con el cual empecé a desarrollar una investigación a través de un método que conjuga el enfoque antropológico y el análisis computacional. Observamos la elección de 2018 a partir de Ernesto Laclau, de su teoría estructural del populismo, que tiene como elemento central el código amigo-enemigo.

Fue impresionante notar cómo esa teoría se superponía, de manera muy precisa, con la estrategia discursiva de los canales oficiales de Bolsonaro, así como de los canales no oficiales conducidos por sus seguidores en Internet. En ese momento, él no estaba haciendo campaña, pues se encontraba hospitalizado recuperándose del apuñalamiento, y aun así sus seguidores hicieron campaña en su nombre, reproduciendo fielmente el discurso promovido por influencers y líderes políticos de la extrema derecha. A partir de ahí, visualizamos un ajuste muy preciso entre las premisas de la teoría estructural de Laclau y lo que efectivamente observábamos en esos entornos digitales.


M.F. & A.D.: Nos gustaría que hable un poco más sobre su comprensión estructural de esta relación, en especial sobre la propuesta respecto a la acción de los públicos anti-estructurales y el modelo topológico. ¿Cuáles serían los principales factores que llevan a esta transformación?

L.C.: En el libro O mundo do avesso (Cesarino, 2022), profundizo sobre el papel de los algoritmos en la tecnopolítica del bolsonarismo, buscando comprender sus características y su influencia en el patrón de comportamiento humano. La obra puede resumirse en dos elementos: el elemento temporal y el elemento espacial.

El elemento temporal se caracteriza por una temporalidad de crisis permanente, que implica la aceleración del proceso sociotécnico y la desestabilización entre agente y entorno. Es decir, ante momentos de crisis, incertidumbre y amenaza, lo social pasa a operar de forma diferente, más linealizada, mimética e imitativa. Desde la perspectiva de la ecología de la mente, esta tendencia puede observarse no solo en humanos, sino también en otros mamíferos. Factores como la copia, la estética, la ritualización y la afectividad ya han sido trabajados por la antropología en otros contextos no relacionados con la política, como en los estudios de Victor Turner (2013) sobre rituales de anti-estructura en sociedades africanas subsaharianas.

Estos análisis coincidían con lo que se observaba en el ecosistema digital, donde las personas estaban siendo interpeladas por una nueva identidad existencial y afectiva que tendía a la polarización debido a la radicalidad con la que se construía la figura del enemigo, y que se alejaba mucho de la identidad política performada en elecciones anteriores. Los algoritmos participan en esta dinámica, que se asemeja mucho más a la guerra que al debate democrático, con su aceleración temporal y la lógica de la economía de la atención, la cual es agnóstica respecto al contenido: no le interesa si un contenido es bueno, ético o malo. Los algoritmos no hacen esa distinción porque forman parte de un modelo de negocio que busca retener la atención del mayor número posible de usuarios y venderla a los anunciantes. De ese modo, los contenidos sensacionalistas, los chismes, la violencia, las curiosidades, las excentricidades y las teorías conspirativas tienden a ser privilegiados en este tipo de economía. Además, la información en tiempo real se consolidó de forma irreversible, de modo que hoy no es posible el compromiso en redes sin subirse a alguna ola informativa en curso. Los algoritmos podrían funcionar de forma más lenta, pero están programados para actuar así, porque el tiempo real es humano y forma parte de la hegemonía de estas arquitecturas.

El segundo elemento es el elemento espacial de la bifurcación, que resulta de la clusterización de usuarios en grupos, multitudes o comportamientos adyacentes para la venta de anuncios, según la lógica algorítmica. Esta tendencia a la segmentación del público se aplica tanto a los motores de búsqueda como a las redes sociales y, en general, a la economía de los datos. Los algoritmos homofílicos, aquellos que agrupan a lo similar con lo similar, se convierten en el estándar de este modelo de negocio. En la interacción con el usuario, este tipo de sesgo algorítmico no solo produce segmentación, sino una bifurcación. De esa idea surge el título del libro –El mundo del revés, en español– que representa un caso extremo de diferencia o de bifurcación de mundos: cuando se produce mucha identidad en un lado, hay que compensarla con un exceso de diferencia en el otro. Esto es un principio matemático que aplica a cualquier sistema. A diferencia del sistema plural del ideal democrático –donde conviven múltiples diferencias en un mismo espacio–, en el modelo bifurcado todos son iguales en sus extremos, pero en el centro hay una diferencia inconmensurable. ¿Y cuál es la forma más extrema de diferencia que existe? Aquella que es igual a mí, pero a la vez es lo opuesto. Es un poco como lo unheimlich de Freud (2019), ese doble inquietante, o el doppelgänger del que habla Naomi Klein (2024). Esta estructura del espejo invertido estaba omnipresente en la campaña de Bolsonaro y en todo el ecosistema de extrema derecha. Ellos son conscientes de que este tipo de exageración, de mímesis inversa, forma parte de cómo se movilizan adhesiones electorales y bases políticas. Considero que la metáfora del espejo invertido resulta insuficiente para comprender este proceso, porque no se trata de una sola inversión. Prefiero la idea de la doble torsión de Lévi-Strauss (2010) para referirme a esto. En el caso de la inversión de contenido, por ejemplo, la afirmación de que la derecha es bella, que sus mujeres son bonitas y sus integrantes honestos, viene acompañada del discurso de que en el campo de la izquierda ocurre lo contrario: sus mujeres son feas, masculinizadas, y todos son bandidos y corruptos. Esta sería una inversión de contenido en forma de metapolítica que se operacionaliza a través de una inversión metacomunicativa, en la cual los dos lados no tienen la misma valencia.

Según Louis Dumont (1997), la derecha y la izquierda no son equivalentes. Por ejemplo, la mano derecha –del cuerpo humano– tiene una valencia mayor y representa el todo. Existe en la antropología una antigua discusión sobre si el privilegio de la mano derecha para escribir es natural, biológico o cultural. La teoría de la jerarquía entre las manos funciona como una buena analogía aquí, porque izquierda y derecha no operan en el mismo plano político. En la metapolítica, la derecha está por encima: representa a un partido, un candidato, pero también a la nación, a Dios, al ciudadano de bien, y aparece incluso conectada con otras fuerzas que trascienden la política, como las Fuerzas Armadas, vistas como moderadoras y representativas de un carácter total, no como una fuerza política más.

Desde 2018, es posible visualizar el carácter metapolítico de este tipo de fuerza política de extrema derecha y cómo los algoritmos han participado en su potenciación, acelerando estas bifurcaciones que producen mundos invertidos. En el capítulo 4 del libro (Cesarino, 2022), realicé el mismo ejercicio con los datos de la pandemia, comparándolos con los del proceso electoral de 2018. Ambos son muy parecidos estructuralmente, porque las teorías de la conspiración, por ejemplo, tienen una estructura muy similar a esta del “dar la vuelta”, del antagonismo político. Los ecosistemas de los médicos que defendían el tratamiento precoz y el de las ciencias alternativas también presentaban ese carácter anti-estructural que se observaba en el público político.

De acuerdo con el modelo topológico, argumento principal del libro, un sistema se invierte primero con la potenciación del debilitamiento del centro, que es lo que define los extremos entre los cuales el sistema oscila. Por ejemplo, antes de la era Bolsonaro, los partidos dominantes, el Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), se ubicaban en una misma situación política. Bolsonaro, en cambio, avanza por una trayectoria extrema, sosteniendo que no basta con ganar la elección, sino que también es necesario reconfigurar el sistema y acabar con la corrupción. Cuando gana la elección, gobierna y quiere reelegirse, y ante la perspectiva de perder, opta por el golpismo, en un movimiento metapolítico. Su política no es electoral ni partidaria, es existencial: se trata de salvar a Brasil del “comunismo”, de “los bandidos”. Ese mismo movimiento se repite ahora con Trump en Estados Unidos y Milei en Argentina, cuyos discursos son muy similares. Los algoritmos facilitan la vida de ese tipo de liderazgo político.


M.F. & A.D.: Los ejemplos citados evidencian que los públicos anti-estructurales de extrema derecha están presentes a nivel mundial, no solo en Brasil. A nivel global, otro fenómeno que puede observarse en este ámbito es la emergencia del llamado tecno-feudalismo, evidenciado por la asociación de los propios gestores de las plataformas con las prácticas de estos grupos anti-estructurales. Ante esto, ¿sería posible decir que estamos asistiendo ahora al acoplamiento de las dinámicas de los públicos anti-estructurales con la propia dinámica de las plataformas, y que estas lógicas invertidas, antes disruptivas, estarían convirtiéndose en dominantes en el sistema?

L.C.: Esta es una excelente pregunta, porque creo que eso es exactamente lo que está ocurriendo. Muchas veces la gente me pregunta: “¿Por qué la derecha sabe usar tan bien Internet y por qué la izquierda no lo consigue?” Yo respondo que esto es como estar en un río: cuando el agua corre en cierta dirección, uno necesita nadar a favor o en contra de la corriente. Claro que es mucho más fácil para quien nada a favor de la corriente. Muchos se sorprendían cuando yo afirmaba que las plataformas no solo facilitan la vida de la derecha, sino que son de derecha.

El modelo de negocio y la genealogía histórica de toda la cibernética y de la industria tecnológica provienen de la Guerra Fría, es decir, las plataformas tienen esa especie de “pecado original”. Más allá de eso, la economía de la atención y la forma en que el algoritmo interactúa con el elemento humano también conducen hacia una dinámica antidemocrática. Y, por supuesto, había un potencial para que eso eventualmente tocara cuestiones más profundas, no solo relacionadas con procesos electorales, sino con la propia soberanía. Con excepción de países como China y Rusia, que poseen modelos de internet más controlados, en casi ningún lugar del mundo el poder público tiene injerencia sobre las plataformas, salvo mediante orden judicial. Aun así, el ministro Alexandre de Moraesii tuvo que bloquear la plataforma X y Telegram en Brasil para que obedecieran decisiones judiciales.

Podemos decir que las plataformas actúan como espacios de soberanía paralela, que operan bajo una lógica de mediación de relaciones sociales que no tiene nada que ver con la democracia; tiene que ver con la lógica de la guerra y de la economía de la atención. A medida que estos espacios nunca fueron regulados, fueron colonizando cada vez más todas las esferas de la vida social, incluida la política electoral.

Cuando el centro se debilita, las trayectorias individuales comienzan a salir de la órbita de ese centro, lo que Curtis Yarviniii llama “la catedral”. El centro representa todo lo que hoy está en crisis –la academia, la prensa, la ciencia–, que pierden su capacidad de atracción y dejan de ser el centro de la vida social. A medida que internet y las plataformas ofrecen otras formas de vivir y de generar ingresos –formas que representan estados de excepción desde la perspectiva del centro–, las trayectorias extremas se alejan cada vez más de la órbita central y son capturadas por esa otra órbita anti-estructural. En el caso de la democracia, esta pasa a ser vista como la voluntad de la mayoría que debe imponerse a toda costa. Es decir, se defiende solo un aspecto de la democracia, que es el principio de representatividad de la mayoría, o la dimensión populista, y se dejan de lado sus otras dimensiones, como los contrapesos y la defensa de las minorías, como lo reivindican los seguidores de Jair Bolsonaro. Esto implica la creación de una capa paralela de realidad donde las reglas son opuestas a las del sistema anterior del público dominante, que yo llamo “allí”. Y si ese proceso continúa, cada vez más trayectorias extremas harán ese movimiento de inversión, aumentando el peso relativo del centro alternativo.

Esta segunda elección de Donald Trump fue demoledora, en el sentido de que los demócratas tenían condiciones de ganar, pero lo que vimos fue lo contrario, con buena parte de los Estados tradicionalmente demócratas apoyando a Trump, lo que refleja cómo la órbita anti-estructural está atrayendo las trayectorias. Y como ahora Trump se encuentra nuevamente en el centro de ese sistema, las propias plataformas y la industria tecnológica comienzan a dar señales de apoyo a él, muchas veces de forma explícita, como en el caso de Elon Musk, o de forma más discreta, pero todos los líderes de esa industria asistieron a la investidura de Trump o hicieron donaciones para su campaña. Ellos se sienten mucho más cómodos con el actual presidente de Estados Unidos porque esta industria siempre fue de derecha y ahora ya no necesitan fingir que están haciendo algo contra los discursos de odio, la desinformación o el negacionismo electoral en acciones de relaciones públicas para mejorar la imagen de la empresa –como en el caso de Meta, que estuvo muy en el foco de la prensa y del Congreso estadounidense por cuenta de Cambridge Analytica. El video de Mark Zuckerbergiv fue muy expresivo al respecto, en el cual afirma que ya no es necesario lidiar con los liberales y que puede posicionarse donde siempre estuvo: al lado de los absolutistas de la libertad de expresión, que ahora se ven próximos a un centro de poder favorable a ellos.

Este es un momento bastante peligroso, que llama la atención sobre el hecho de que tal vez la regulación de las plataformas ya no sea suficiente. Podríamos estar discutiendo ahora una forma más profunda de transformación, que involucre proyectos de soberanía y solidaridad digital entre países y fuerzas democráticas que quieran construir una infraestructura digital basada en otros principios, como el de la rendición de cuentas (accountability), con el poder público supervisando la sociedad, desarrollando otros tipos de modelos de negocio que no sean los de la economía de la atención. Es decir, con todo lo que hoy le falta a la industria tecnológica.


M.F. & A.D.: Nos gustaría escucharla reflexionar sobre los aspectos metodológicos de su trabajo. Su artículo “La antropología digital no es etnografía” (Cesarino, 2021) propone una discusión muy interesante sobre los enfoques antropológicos más clásicos y conocidos, como el proyecto de Miller (2004). ¿Podría comentar más al respecto de su enfoque metodológico y el aspecto antropo-etnográfico de su trabajo?

L.C.: Esta también es una buena pregunta. Escribí ese artículo para facilitar la vida de mis estudiantes, ya que muchas veces no tenían sus ponencias aceptadas en congresos porque se consideraba que sus trabajos no eran antropología, simplemente porque no estaban haciendo etnografía. En ese artículo, traslado al ámbito digital la discusión propuesta por Ingold (2011), en un contexto no digital, de que la antropología no debe limitarse a etnografiar la diversidad, sino que debe buscar observar los patrones generales de lo humano, lo que incluye su relación con la máquina.

Uno de los aspectos observados en este tipo de estudio es la recurrencia de patrones muy similares en culturas muy distintas. Si se comparan las formas de populismo de Modi en la India, Orbán en Hungría, Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil y muchos otros, se pueden identificar patrones estructurales muy parecidos. La antropología está equipada para entender eso. En el contexto de estas investigaciones, así como en el estructuralismo de Lévi-Strauss (2010), la etnografía puede convertirse en un conocimiento de segunda mano, en el sentido de que no es necesario observar ese comportamiento cara a cara, sobre todo porque en lo digital eso es imposible, ya que implicaría acompañar a la misma persona tanto online como offline. Eso puede hacerse con una persona, dos o un grupo pequeño, pero es imposible realizarlo a gran escala para capturar el caleidoscopio de segmentos que componen el bolsonarismo, que va desde los evangélicos, pasando por los partidarios de la intervención militar, la manósferav, los incelsvi, los libertariosvii y muchas otras personas que están enredadas y que son muy distintas entre sí.

En ese contexto aparecen los métodos mixtos, que traen a la antropología al campo de las humanidades digitales, es decir, un campo interdisciplinario por definición, con el fin de poder acceder a otras escalas que el método etnográfico no alcanza, principalmente esa escala de agencia distribuida entre una gran cantidad de personas interactuando con el algoritmo. Porque en lo digital la interacción entre usuarios y algoritmos es constante, incluso en aplicaciones de mensajería como WhatsApp o en entornos aparentemente no algoritmizados, como redes sociales y buscadores.

De este modo, desarrollamos nuestro análisis sobre los públicos bolsonaristas durante el gobierno de Bolsonaro hasta las elecciones de 2022 y el episodio del 8 de enero de 2023viii. En colaboración con el Laboratorio de Humanidades Digitales de la UFBA, se construyó una plataforma que permite tratar estos datos, visualizarlos de diferentes formas y analizar el comportamiento del sistema agregado, no solo el de un usuario o influencer específico. A través de ella es posible observar cómo las olas de información o los patrones discursivos se distribuyen efectivamente.

Por ejemplo, el conspiracionismo sobre las urnas en Brasil presentaba patrones extremadamente consistentes de narrativas que iban variando, porque todo son olas. Entonces, primero era el voto impreso, y cuando eso empezó a disminuir, comenzó a crecer el cuestionamiento a las encuestas de opinión, por ejemplo. Siempre son olas que se superponen, pero que mantienen a ese público en una vibración conspirativa constante, que viene desde la pandemia. El conspiracionismo de la pandemia se transformó en conspiracionismo electoral.

Curiosamente, los datos que recolectamos coinciden con los presentados por Paulo Gonet en la denuncia de la Procuraduría General de la República (PGR) de Brasil, que imputó a Bolsonaro y otros involucrados. Él identifica el inicio del año 2021 como el comienzo de la conspiración contra las urnas electrónicas, un año y medio antes de las elecciones de 2022, culminando en el 8 de enero de 2023, donde ocurrió el clímax –eso que la cibernética llamaría un runaway, cuando el sistema se descontrola–. Cuando salió la denuncia de la PGR, vimos que coincidía completamente con nuestras observaciones realizadas durante la investigación, de forma sincrónica y alineada con la narrativa presente en los medios digitales. Hay un momento en el que la investigación académica necesita dar paso a la investigación judicial, ya que es posible observar el movimiento de personas que ejercen ese control indirecto, como los usuarios camuflados dentro de Telegram.

Durante la pandemia, Bolsonaro gestionaba avances y retrocesos en su discurso, al igual que Trump lo hace ahora también. Oscilan constantemente, empujando la frontera de lo posible, hasta que se retiran y pierden el control del desenlace, cuando las masas pasan al todo o nada. En aquel momento, sabían que no habría golpe y que los comandantes del Ejército y de la Aeronáutica no iban a adherirse. El movimiento fue realmente el último respiro del golpismo.

Un aspecto que llama la atención en estos procesos es la conciencia de los agentes que no son los seguidores, sino las masas. Se pueden observar tres niveles de agentes: los algoritmos, los usuarios seguidores y los usuarios influyentes. Estos últimos se distinguen de los seguidores porque median también con los algoritmos y demuestran en su comportamiento tener una conciencia cibernética bastante afinada –quizás inconsciente– de cómo funciona este sistema digital y cómo pueden ejercer el control indirecto sobre las multitudes. En el mundo analógico esto no era imposible, pero sí mucho más difícil, porque sus temporalidades eran diferentes y la gestión de públicos segmentados era algo mucho más complejo. Solo ahora el campo democrático y progresista está comenzando a percibirlo y a operarlo, como es el caso del ministro de nuestra Corte Suprema, Alexandre de Moraes, quien ya ha adquirido esa conciencia.


M.F. & A.D.: Para finalizar, ¿podría adelantarnos un poco sobre su próximo proyecto de investigación y hacia dónde podrían dirigirse sus intereses futuros de estudio?

L.C.: Pienso que mi próximo proyecto tendrá un enfoque menos empírico. Sigo realizando investigaciones con el Lab HD y mi idea es constituir una extensión de este laboratorio aquí en la UFSC, principalmente para los estudiantes, que se interesan mucho por esta área. El problema es que el campo de la antropología digital no está institucionalizado; por ejemplo, no existe una asignatura de antropología digital en el plan de estudios de casi ninguna universidad. Pretendo retomar más estas cuestiones prácticas, dedicarme a proyectos de extensión y similares.

Además, tengo la intención de desarrollar una reflexión más ensayística sobre lo social en crisis desde el punto de vista de la ecología de la mente, que es el paradigma de Gregory Bateson (2025), un autor cuyas ideas he venido trabajando con mayor profundidad y cuyos textos acaban de ser traducidos al portuguésix. En mi libro anterior (Cesarino, 2022), abordo las dinámicas anti-estructurales y cómo estas se diferencian de las dinámicas regidas por la norma, pero no llego a profundizar en ello. Mi idea ahora es desarrollar la hipótesis de que lo social en crisis, lo social de excepción –tanto en humanos como en otros animales– tiene una dinámica propia, la cual no es bien comprendida por la teoría social, ya que en nuestro mundo lo normal es que la crisis sea una excepción y que se supere.

Sin embargo, si la plataformización está lanzando a nuestras sociedades a coyunturas de crisis permanente y lo social pasa a actuar de acuerdo con ello, necesitamos entender mejor qué tipo de dinámica es esa. En este sentido, pretendo profundizar en estudios sobre tipos de dinámica social regidas por normas emergentes y no consolidadas, como el ritual, las estructuras, la guerra, las apuestas, entre otros. La crisis hoy ya no representa una excepción: se ve como un modo de vida habitable –algo muy negativo, porque representa un mundo horrible para vivir–, pero es un mundo en el cual hemos comenzado a habitar en gran parte debido a la plataformización y la aceleración temporal.


REFERENCIAS

Bateson, G. (2025). Rumo a uma ecologia da mente. Ubu Editores.

Cesarino, L. (2019). Identidade e representação no bolsonarismo. Corpo digital do rei, bivalência conservadorismo-neoliberalismo e pessoa fractal. Revista de Antropologia, 62(3), 530-557. https://doi.org/10.11606/2179-0892.ra.2019.165232

Cesarino, L. (2020). Como vencer uma eleição sem sair de casa: a ascensão do populismo digital no Brasil. Internet & Sociedade, 1(1), 92-120.

Cesarino, L. (2022). O mundo do avesso: verdade e política na era digital. Ubu Editores.

Cesarino, L. (2021). Antropologia digital não é etnografia. Civitas, 21, 304-315.

Cesarino, L. (2024). New Media's Conspiratorial Affordances: An Ecology of Mind Approach. In Butter, M., Hatzikidi, K., Jeitler, C., Loperfido, G. & Turza, L. (Org.). Populism and Conspiracy Theory Case Studies and Theoretical Perspectives (pp. 308-322). Routledge.

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Klein, N. (2024). Doppelgänger: uma viagem através do Mundo-Espelho. Editora Carambaia.

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Miller, D. & Slater, D. (2004). Etnografia on e off-line: cibercafés em Trinidad. Horizontes Antropológicos, 10(21), 41-65. https://doi.org/10.1590/S0104-71832004000100003

Turner, V. (2013). Processo ritual: estrutura e antiestrutura. Vozes.


Nota: El Comité Editorial de la revista aprobó la publicación de la entrevista.

Artículo publicado en acceso abierto bajo la Licencia Creative Commons - Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).


IDENTIFICACIÓN DE LA ENTREVISTADA

Letícia Cesarino. Doctora en Antropología por la University of California (Estados Unidos). Master en Antropología Social por la Universidade de Brasília (Brasil). Graduada en Ciencias Sociales por la Universidade Federal de Minas Gerais (Brasil). Profesora del Departamento de Antropología y del programa de posgrado en Antropología Social de la Universidade Federal de Santa Catarina (Brasil). Autora de O mundo do avesso: verdade e política na era digital (2022, Ubu Editores). De 2023 a 2024, se desempeñó como Asesora Especial en Educación y Cultura en Derechos Humanos en el Ministerio de Derechos Humanos y de la Ciudadanía de Brasil. Durante el doctorado, fue beneficiaria de la prestigiosa beca CAPES-Fulbright y realizó trabajo de campo en Brasil, Malí, Ghana y Burkina Faso. Sus intereses de investigación se centran en los campos de la antropología digital, las relaciones hombre-máquina, la ecología de la mente y el posneoliberalismo.

ORCID DA ENTREVISTADA: https://orcid.org/0000-0001-7360-0320


i El episodio de la puñalada a Bolsonaro ocurrió el 6 de septiembre de 2018, durante la campaña electoral para la Presidencia de Brasil. Bolsonaro fue atacado mientras participaba en un acto de campaña en la ciudad de Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais, Brasil. El ataque causó heridas graves y el entonces candidato a presidente tuvo que ser sometido a varias cirugías, lo que interrumpió temporalmente su campaña, pero no le impidió salir victorioso en las elecciones de octubre de 2018.

ii Ministro de la suprema corte en Brasil (Supremo Tribunal Federal).

iii Curtis Yarvin es un activista digital de extrema derecha estadounidense, que creó el término cathedral (catedral) para criticar el complejo formado por los medios de comunicación, las universidades y las instituciones liberales, que para él serían los responsables de la imposición de la ideología progresista en la sociedad actual, con hegemonía cultural, moral y política.

iv La entrevistada aquí hace referencia al video en el que el propietario de Meta, Mark Zuckerberg, publicó en su perfil personal en redes sociales el 7 de enero de 2025. En el video, Zuckerberg anuncia cambios significativos en las políticas de moderación de contenido de las plataformas de Meta, como Facebook, Instagram y Threads. Declaró el fin del programa de verificación de hechos por terceros, reemplazándolo por un sistema de “notas de la comunidad”, similar al implementado por X (antes Twitter), afirmando que este cambio busca restaurar la libertad de expresión en las plataformas. Véase: https://www.instagram.com/reel/DEhf2uTJUs0/?igsh=eXkwN3B1djZzNzNy

v La manósfera (o manosphere, en inglés) es un término usado para describir un conjunto de comunidades y espacios en línea compuestos mayoritariamente por hombres, que discuten cuestiones relacionadas con el género, la masculinidad, las relaciones entre hombres y mujeres, y la identidad masculina.

vi Incels, abreviatura de involuntary celibates (célibes involuntarios), son individuos –generalmente hombres– que forman una subcultura en línea, a menudo asociada con la misoginia, el resentimiento, el aislamiento social y, en casos extremos, la violencia.

vii Libertarios son personas que siguen el libertarianismo, una filosofía política que valora la libertad individual por encima de casi todo –especialmente frente a la interferencia del Estado. Ellos creen que el gobierno debe ser mínimo o inexistente, y que las relaciones entre las personas deben basarse en el consentimiento voluntario, la propiedad privada y el libre mercado.

viii La entrevistada se refiere a los ataques golpistas del 8 de enero de 2023, cuando miles de bolsonaristas radicales y militantes de extrema derecha ocuparon edificios del gobierno brasileño en Brasilia, con el objetivo de apoyar un supuesto golpe militar que estaría en curso en el país.

ix La autora se refiere a la edición recientemente lanzada en Brasil: Bateson (2025).