ENTREVISTA A SANDRA SAVOINI
Imágenes, discursos y sentido
Retos y potencias de la semiótica en la era digital


Images, discourses and meaning
Challenges and powers of semiotics in the digital era


Imagens, discursos e significados
Desafios e potencialidades da semiótica na era digital


DOI:
http://doi.org/10.18861/ic.2025.20.2.4191


POR BAAL DELUPI

baal.delupi@unc.edu.ar – Córdoba – Universidad Nacional de Córdoba / Universidad Provincial de Córdoba, Argentina.

ORCID DEL ENTREVISTADOR: https://orcid.org/0000-0001-7697-3325


COMO CITAR:
Delupi, B. (2025). Entrevista a Sandra Savoini. Imágenes, discursos y sentido. Retos y potencias de la semiótica en la era digital. InMediaciones de la Comunicación, 20(2). http://doi.org/10.18861/ic.2025.20.2.4191


En diálogo con Inmediaciones de la Comunicación, Sandra Savoini, directora del Doctorado en semiótica de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), nos invita a pensar el estado actual de la semiótica desde una mirada situada en el contexto argentino y latinoamericano. Destaca que la disciplina está profundamente ligada a su tiempo y que, en Argentina, particularmente, luego de una marcada influencia estructuralista, se ha consolidado una perspectiva sociosemiótica. En tal sentido, enfatiza la influencia de Eliseo Verón y Marc Angenot, entre otros nombres destacados, y señala que “la problemática de la significación sigue siendo actual y vigente”, aunque los nombres y los enfoques cambien según las condiciones institucionales y políticas de cada país, donde es seguro reconocer raíces de la tradición saussuriana y de la tradición peirceana.

En el marco de su mirada contemporánea sobre las problemáticas del sentido y la significación, Savoini señala que el rostro y las imágenes ocupan un lugar central en el estudio de la significación, lo cual abren preguntas que van más allá del lenguaje verbal y exponen la necesidad de pensar cómo se produce y circula el sentido en el universo de materialidades expresivas contemporáneas. Lo que pasa con el rostro, con la visualidad, con la imagen, con el cuerpo, con la afectividad, está diciendo mucho del tipo de sujetos, de vínculos y de formas de producir sentido que circulan actualmente, y mueve a la semiótica hacia dimensiones sensibles, emocionales y performativas que dialogan con el auge de los estudios visuales, los afectos y las redes digitales.


BAAL DELUPI (B.D): Para empezar, podemos detenernos un momento en el panorama actual de la semiótica. ¿Cómo ves su desarrollo y cuáles te parecen que son los principales desafíos y oportunidades que enfrenta la disciplina? ¿Qué tipo de mundo se le presenta hoy a la semiótica, tanto en el plano académico como en sus posibles proyecciones sociales?

SANDRA SAVOINI (S.S.): Creo que la semiótica es una disciplina muy ligada a su época, con toda una historia y tradición. Nosotros la pensamos dentro de ciertas coordenadas, pero no podemos dejar de situar este campo, este dominio disciplinar e interdisciplinar, en el contexto en el que surgió, es decir, entender a qué respondía en otro momento histórico. La problemática de la significación se fue desarrollando –como sabemos todos los que trabajamos en este campo– dentro de dos grandes paradigmas: por un lado, el que inició Ferdinand de Saussure con su proyecto semiológico, que fue desarrollado décadas después en un contexto cultural, social y académico muy particular, principalmente en la Europa continental y francófona; y, por otro lado, el desarrollo lógico y filosófico que se inició a partir de Charles Peirce.

Me parece que la semiótica, en Argentina, es heredera del pensamiento europeo, y esto también tiene una historia particular. Está vinculado con la matriz del pensamiento desarrollado en las ciencias sociales y las humanidades, que ha estado marcada por estos intercambios y travesías entre Argentina y Europa; un intercambio de miradas, pensamientos y apropiaciones. En ese marco, la semiótica llegó a Argentina más o menos paralelamente a su auge internacional, durante la década del 60 y los 70,con el desarrollo del proyecto semiológico saussuriano a partir de los estructuralistas. Así llegó a esta parte del mundo, a un circuito de intelectuales que pensaban que el lenguaje o los lenguajes tenían un lugar central para comprender lo social. Esto comenzó a visibilizarse tempranamente, especialmente en los trabajos y revistas de la década del 70, como Lenguajes, editada por Eliseo Verón.

En ese sentido, la semiótica se configuró como una disciplina crítica –como diría Julia Kristeva, entre otros investigadores– que se nutrió de desarrollos en las ciencias del lenguaje, pero también de otros campos disciplinares como la comunicación y, en sentido amplio, las ciencias sociales, utilizando diversas teorías para entender, por ejemplo, ¿cómo funcionan los lenguajes?, ¿cómo significamos?, ¿cómo se produce, circula y consume el sentido? Si lo pensamos en términos más contemporáneos y localizados, la teoría sociosemiótica veroniana es un buen ejemplo de esa mirada.

Ahora bien, más allá del nombre que se le dé, la problemática sigue siendo actual y vigente. Esa cuestión no es algo que se haya agotado con los inicios planteados por Saussure o por Peirce, sino que ha sido abordada a lo largo del siglo XX por muchos investigadores desde distintas tradiciones y enfoques. Lo que puede cambiar son, en todo caso, los arreglos institucionales, burocráticos y políticos en los espacios académicos, que determinan qué etiquetas se prefieren en determinados momentos y cuáles quedan en un segundo plano, dependiendo de las relaciones de poder que atraviesan esos espacios intelectuales de cada institución o país.

Por ejemplo, en otros contextos muchas carreras que antes se llamaban maestrías o doctorados en comunicación y semiótica, o semiótica y algo más, fueron cambiando sus nombres. En Argentina eso no pasó; no se sintió esa necesidad. Defiendo la postura de seguir hablando de semiótica, entre otras nominaciones posibles y pertinentes como estudio de los lenguajes, análisis del discurso, o diversas opciones que hoy circulan en los espacios académicos. Si bien comparten cierto interés por la problemática del sentido, no todas son lo mismo. Sabemos que el nombre no es indiferente, para nada.

Lo que intento situar es a esas etiquetas dentro de tradiciones y teorías que, en determinados momentos, adquieren visibilidad y peso en ciertos espacios, mientras que en otros quedan más al margen o son periféricas. Esto lleva a conceptualizaciones y denominaciones más o menos aceptables, que muchas veces dependen de factores externos al campo científico o disciplinar. Si remito al caso puntual del Doctorado en semiótica de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), la denominación tiene una singularidad vinculada a la historicidad del campo, ya que busca afianzar una mirada contemporánea sobre las problemáticas del sentido apoyándose en una serie de tradiciones que se agrupan bajo ese nombre. Mientras que en algunos otros lugares la semiótica puede ser vista con reservas, porque a veces se asocia con ciertos modos particulares de abordar la significación, como la semiótica de la Escuela de París (Francia), más inmanente y formalista, lo que puede hacer que se prefieran otras perspectivas con articulaciones más sociales. Por eso surgen otras denominaciones y enfoques.

En lo personal, creo que conservar el nombre en el Doctorado en semiótica, que ya lleva más de 20 años, tiene que ver con la tradición que Argentina ha mantenido y su posición en Latinoamérica. Es heredero de la Maestría en sociosemiótica, una mirada muy particular y situada para abordar la significación. Sin embargo, en el momento de diseñar la propuesta doctoral no se podía plantear un doctorado en sociosemiótica –una línea particular dentro de un campo–, sino que debía denominarse en términos disciplinares. Eso es lo que recuerdo de la discusión que tuvo lugar tiempo atrás.

Además, la denominación “semiótica” ha tenido una presencia significativa en las carreras de grado desde los años 90 del siglo pasado, con materias como semiótica general, semiótica aplicada al diseño, a la música, a las artes, al audiovisual, al cine, entre otras ramificaciones. Así fue ganando espacios institucionales, y naturalmente surgió la necesidad de continuar con una formación más especializada en posgrado. Y, aunque hablamos de sociosemiótica como la línea distintiva del doctorado, no se pierde de vista el aporte de todas las tradiciones que mencionamos, y se reconoce el fuerte arraigo de este enfoque en el pensamiento de Eliseo Verón y Marc Angenot.


B.D.: En comparación con otras tradiciones –aquellas con una impronta más lotmaniana o bajtiniana, que se ve en otros contextos–, ¿te parece que el pensamiento de Verón y Angenot, en tanto referentes, funcionan como un rasgo identitario del enfoque semiótico que se impulsa desde Córdoba?

S.S.: Como ya mencioné, el doctorado nace, de alguna manera, como una suerte de herencia de la Maestría en sociosemiótica, que sin duda abreva, sobre todo, en la tradición francesa del estudio del lenguaje y en muchas de las teorías que, en su momento, en las décadas del sesenta y del setenta, y también en los comienzos de los años 80 del siglo XX, circularon con mucha fuerza. Verón también tiene una incursión en las universidades norteamericanas, de la que algo de eso queda como conceptualizaciones que marcan su propuesta, y con todo ello va a construir su teoría de los discursos sociales o sociosemiótica. Me parece que eso es singular y que es una propuesta muy interesante, sobre todo porque marcó los estudios comunicacionales, o sea, en los espacios de formación donde la problemática de los lenguajes es muy importante, sobre todo en carreras ligadas al campo de la comunicación en sentido amplio. En otros espacios de Argentina, la semiótica que circuló es una semiótica de matriz bajtiniana, y a partir de allí existen otras líneas que dialogan de forma más directa, como puede ser la semiótica de la cultura de Yuri Lotman.

En el caso específico de Angenot, me parece que hay una particularidad. Yo me acuerdo que conocí a Angenot a comienzos de los años 90, por traducciones realizadas en ese momento por Nicolás Rosa, si mal no recuerdo, y porque María Teresa Dalmasso –que es la quien impulsó y sostuvo la creación del Doctorado en semiótica–, introdujo en sus cátedras algunos textos de la obra de Angenot. A partir de ahí se promovieron equipos de investigación ligados, por ejemplo, al estudio del discurso social argentino. Creo que a partir de entonces empieza a circular fuertemente la propuesta de Angenot, y va a ser retomada sobre todo por aquellos más interesados en el campo del análisis del discurso, y más recientemente se va a articular fuertemente con aquellos investigadores que les interesa trabajar el discurso político, sobre todo en una matriz retórica-argumentativa.

Así, la sociosemiótica, la semiótica bajtiniana y lotmaniana, y la sociopragmática constituyen tres patas conceptuales que en este nuevo milenio marcan la mirada teórico-metodológica de muchos estudios semióticos, sin que ello signifique no considerar también otras líneas o trabajos de investigación que se encuadran dentro de esta perspectiva.


B.D.: Hay una discusión interesante que quizás excede esta entrevista, pero que vale la pena mencionar. En algunas lecturas del campo semiótico, como en el prólogo del libro de Angenot El discurso social. Los límites históricos de lo pensable y lo decible, María Teresa Dalmasso y Norma Fatala (2012) parecen buscar una articulación entre la propuesta de Angenot y la de Verón. ¿Cómo ves esa tentativa de diálogo teórico? ¿Coincidís con quienes sostienen que hay una distancia insalvable entre ambas perspectivas?

S.S.: No es lo mismo la propuesta veroniana que la del discurso social de Angenot, o la de otros analistas del discurso, aunque todos hablen de discurso. Yo creo que lo que ellas intentan señalar es que hay un sustrato, digamos, o algunos elementos comunes, que tienen que ver –también, nuevamente– con toda una serie de investigadores que les interesa trabajar las prácticas, el sentido como resultado de prácticas sociales e históricas. Pero cada uno va a conceptualizar esa mirada y el objeto de esa mirada –que es el discurso– con alcances distintos.

Y eso va a trasuntar en propuestas metodológicas también diferentes: para construir el corpus, para abordar el análisis de ese corpus, para dar cuenta de ciertos objetivos. En algún punto, uno puede encontrar líneas en común, en contacto, entre Verón, Angenot, el círculo bajtiniano, Lotman, y tantos y tantos otros, porque hay esa búsqueda, y tiene que ver con una mirada muy de época que llega hasta nuestros días. Pero también, al mismo tiempo que uno puede encontrar muchos aspectos comunes, me parece que también se pueden ver formas diferentes de plantear el desarrollo de las investigaciones, porque persiguen objetivos distintos. Además de que responden a tradiciones singulares: habría que establecer desde dónde están pensando y para qué están pensando, en relación con la gran problemática de la significación en esta contemporaneidad.


B.D.: Quisiera ahora que nos detuviéramos en las imágenes. ¿Qué lugar te parece que ocupan hoy en la sociedad contemporánea, especialmente desde una mirada semiótica? ¿Qué aspectos nuevos te parece que presentan respecto de hace 20 años, por ejemplo, en términos de circulación, visibilidad o potencia significante? En este contexto de redes sociales y sobreabundancia visual, ¿qué lugar crees que tiene –o debería tener– el análisis de las imágenes?

S.S.: Bueno, hay distintos niveles para responder estas preguntas, porque en realidad las imágenes, en sus distintas formas, han estado presentes desde tiempo inmemoriales, incluso la escritura tiene que ver con un nivel imagético. Tiene una larga historia. Me parece que esa distinción entre el análisis lingüístico y el análisis de otros sistemas de significación, entre los cuales están las imágenes, también tiene que ver con el lugar estratégico que adquirió el desarrollo de los estudios lingüísticos, como una disciplina señera que, de alguna manera, marcó un horizonte sobre cómo formalizar y trabajar los lenguajes. Es lo que podríamos llamar esa suerte de logocentrismo, que por lo menos ha marcado fuertemente las investigaciones e incluso la percepción que tenemos de los procesos comunicacionales en la cultura occidental, ya que no me animo a plantearlo como un universal.

Eso, por un lado, tiene que ver con una cuestión histórica y estratégica, que está vinculada con esto que conversábamos antes: ciertos arreglos político-burocráticos que nos hacen creer que el único sistema de significación es el lingüístico. Pero las imágenes han estado siempre ahí. A mí me parece que se presenta como algo nuevo, pero no tiene nada de nuevo, creo que lo que parece novedoso por el desarrollo de ciertos dispositivos comunicacionales, en realidad no lo es. Su presencia ha acompañado los procesos de humanización, podríamos decir, al menos en la cultura occidental, y eso en términos muy generales y dicho de manera bastante bruta. Y, por otro lado, también está ligado a esto la cuestión de cómo investigar o trabajar con las imágenes. Esto que planteaba antes: la tradición de los estudios semiológicos o semióticos y su campo de influencia, ha sido una tradición marcada por el logocentrismo, por la primacía del modelo de la lengua. Tiene que ver con la construcción de un objeto que aparece muy singular, muy conceptualizado por los principales referentes de estos campos –por ejemplo, Ferdinand de Saussure y la influencia que tuvo, pero también en Valentín Voloshinov (2009) en su libro El marxismo y la filosofía del lenguaje, de 1929–. Ellos establecen una jerarquización entre los sistemas de significación: unos son más importantes que otros por las particularidades que tienen, por toda una manera de construir ese objeto y ubicarlo en relación a otros.

A partir de las conceptualizaciones semióticas de Peirce, y la recuperación que distintos investigadores hacen de sus nociones, se puede pensar la imagen como signo desde un lugar diferente al que tradicionalmente, en el campo de la semiología estructuralista, era abordado. Eso me parece que permite pensar cómo las teorías visibilizan o invisibilizan ciertos objetos y su lugar relativo en la cultura.

Actualmente, las transformaciones sociales, tan significativas y rápidas, generan un efecto por el cual estos dispositivos tecnológicos vinculados a esas transformaciones nos hacen tomar conciencia de la ubicuidad de las imágenes. Pero casi nunca hay solo imágenes, lo que suele haber son múltiples códigos operando conjuntamente. Eso implica todo un desafío, porque no es lo mismo cómo funcionaban los dispositivos tecnosociales antes, en términos de campo de expectativas, modos de producción, circulación y uso, para robar un poco la idea veroniana de medio, digamos, del dispositivo fotográfico, o del cine, o la televisión, que cómo circulan hoy las imágenes a través de redes y streaming. Y ni hablar cuando muchos de estos discursos audiovisuales son producidos por inteligencia artificial (IA).

Precisamente, cuando uno dialoga con los estudiantes, se detecta que empieza a aparecer un fenómeno muy reciente, la IA, en sus preocupaciones, en sus trabajos, pero aparece solo como un dispositivo que ayuda a la resolución técnica de problemas en la realización audiovisual, por ejemplo. Y me preguntaba: ¿algunas imágenes producidas por IA pueden considerarse artísticas? ¿Cómo aparece la relación entre discursos producidos por IA y el arte?

Hay toda una discusión ética respecto de esos temas, que nos vuelve al comienzo. Creo que el campo de los estudios semióticos y del análisis del discurso, o del nombre que queramos utilizar para dar cuenta de esta problemática ligada al funcionamiento del sentido en nuestras contemporaneidad en relación a distintos fenómenos que están emergiendo, necesariamente requiere o exige articulaciones en distintos campos teóricos y campos disciplinares para poder pensar el alcance de determinados fenómenos, por ejemplo el alcance o el dominio del arte, que no es lo mismo ahora que en el Renacimiento. ¿Qué pasa con estas imágenes generadas por IA? ¿Qué pasa con la idea de verdad? Estamos planteando problemas filosóficos, éticos, técnicos, epistemológicos, políticos, una complejidad que requiere que pase tiempo y tomar distancia para no quedarnos estancados en etiquetas o compartimentos. En este sentido, estaría bueno construir problemas de investigación delimitados y, en función de esos problemas, tratar de echar mano de manera creativa a los recursos que tenemos (teorizaciones, propuestas metodológicas, etc.), y ver en qué medida nos sirven para responder a estas problemáticas.


B.D.: La última pregunta está vinculada a la temática específica de este número de InMediaciones de la Comunicación. ¿Qué reflexión te merece la problemática de los rostros en América Latina?

S.S.: El rostro está ligado a la problemática de la subjetividad, y sin duda eso tiene que ver con configuraciones de sentido que se materializan en los cuerpos que habitamos. Es un territorio que, según las marcas que tenga y quienes lo interpreten, va a determinar el valor que tiene ese espacio corporal. En América Latina se observa con claridad cómo los funcionamientos institucionales, la circulación por los espacios geográficos y de la cotidianeidad están todos marcados por esos rostros que no “valen” igual.

No es lo mismo un rostro indígena, amarronado, que remite a los pueblos originarios y a su lugar social en esta cultura marcada por la xenofobia, o esos rostros oscuros que nos remiten a la herencia afro, que esos rostros blancos que a menudo se presentan como un ideal de belleza y que funcionan como puerta de acceso privilegiado a muchos otros espacios sociales y culturales por inscribirse en lo aceptado y legitimado. Todo eso está inscrito en el cuerpo, y la puerta de entrada a esos valores es el semblante.


REFERENCIAS

Dalmasso, M. T. & Fatala, N. (2012). Presentación. En Angenot, M., El discurso social. Los límites históricos de lo pensable y lo decible (pp. 9-12). Siglo XXI.

Voloshinov, V. (2009). El marxismo y la filosofía del lenguaje. Ediciones Godot.


Nota: El Comité Editorial de la revista aprobó la publicación de la entrevista.


Artículo publicado en acceso abierto bajo la Licencia Creative Commons - Attribution 4.0 International (CC BY 4.0).


IDENTIFICACIÓN DE LA ENTREVISTADA


Sandra Savoini.
Doctora en Letras, Magister en Sociosemiótica y Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Docente-investigadora categoría I en la Universidad Nacional de Córdoba, donde se desempeña como Profesora Titular en la Facultad de Ciencias Sociales y en la Facultad de Artes, y como Profesora Adjunta en la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Desde el 2016 dirige el Doctorado en semiótica, coorganizado por el Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Ha publicado artículos académicos en revistas locales, nacionales e internacionales. Entre las publicaciones más recientes se cuentan la coordinación del dossier Subjetividades y políticas de vida en la Argentina contemporánea –junto con Sebastían Gastaldi y Baal Delupi– (2024, Cuadernos del CIPeCo-UNC) y las compilaciones de Subjetividades contemporáneas en las culturas mediatizadas: centro(s) y periferia(s) discursivas (2022, Ediciones del Boulevard) y Marginal. Configuraciones mediáticas de la subjetividad (2020, Edicea-UNC). Su área de especialización son los estudios semióticos audiovisuales y el análisis del discurso mediático, desde donde contribuye a la formación de estudiantes, tesistas y becarios de grado y posgrado.

ORCID DE LA ENTREVISTADA: https://orcid.org/0000-0002-4356-0046