¿Qué pasa con Europa? (II) El infierno tan temido.
Resumen
La escena se repite pero agravada. Al año del primer rescate, Grecia se acerca peligrosamente a la insolvencia y necesita, en forma urgente, una nueva inyección de dinero. Hace un año se pensaba que recuperaría su solvencia en pocos meses. Ahora se sabe que no volverá a andar sobre sus propios pies sin una ayuda más sustanciosa. Algunos economistas creen inevitable la condonación parcial o total de la deuda. Otros, un plan de recuperación financiado y dirigido por la Unión Europea. El tiempo apremia. La agencia de calificación de riesgo Standard & Poor´s opina que está al borde de la bancarrota, y advierte que podría arrastrar consigo a tres de los más importantes bancos europeos: el BPN Paribas, el Crédit Agricole y la Société Générale.
La otra diferencia con respecto del 2010 consiste en que creció el bando de quienes se oponen a seguir ayudando a un país arruinado e “imprudente”, y se ha vuelto más difícil hallar soluciones de consenso. En Alemania, un importante número de diputados de la coalición de gobierno consintió en conceder nuevos créditos únicamente si se obligaba a los acreedores privados a participar en un segundo rescate. “Sería irresponsable que liberáramos de todo riesgo a los acreedores privados a costillas de los contribuyentes europeos”, declaró el ministro alemán de finanzas Wolfgang Schäuble.
Pero Standard & Poor´s advirtió que cualquier participación privada que se realice bajo presión -abierta o velada-, será considerada como la bancarrota de facto de Grecia. Es decir, el infierno que todos temen.
En vista de ello, y dada la fuerte oposición de Francia (el principal socio de Alemania en la Unión Europea), el gobierno alemán cambió de posición y aceptó que la participación privada sea voluntaria. Ahora deberá convencer a sus diputados y probablemente lo logre. Pero nadie sabe cómo hará para convencer a los bancos privados de que cooperen voluntariamente. El año pasado la canciller Angela Merkel se reunió con los ejecutivos de los principales bancos para pedirles que participaran en el salvataje de Grecia, pero éstos prefirieron desprenderse de buena parte de los bonos griegos que poseían (lo mismo hizo el principal banco privado griego, el National Bank of Greece). En esta ocasión dieron a entender que sólo participarían en un segundo rescate si se les diera seguridades para el caso de que Grecia se declarara insolvente. “Si adquirimos o conservamos bonos de valor dudoso -se defienden- corremos el riesgo de que los accionistas nos demanden“. Esto significa que, de un modo u otro, serán de nuevo los contribuyentes los que terminen sacando las castañas del fuego.
Los problemas no se acaban aquí. Hace unos días la agencia Fitch Ratings apretó más la soga al anunciar que ya la reconversión de la deuda -radical o moderada- bastaría para clasificar a Grecia como insolvente. Tampoco el FMI y el Banco Central Europeo simpatizan con esta idea. Este último posee bonos griegos por un valor aproximado de 50 mil millones de euros, y una condonación de la deuda podría afectar seriamente sus reservas.
Para peor, el gobierno de Papandreu se enfrenta a enormes resistencias para imponer los planes de austeridad que los acreedores le piden como contrapartida. ¿Qué salidas quedan?
Grecia no puede devaluar su dinero dado que pertenece a la zona del euro. De este modo se queda sin el instrumento más adecuado para sortear situaciones de esta naturaleza. Una salida sería declararse en bancarrota. Es lo que proponen algunos economistas afamados como Roubini, de la Universidad de New York, y Hans-Werner Sinn, director del Instituto para Investigaciones Económicas (Ifo) que asesora al gobierno alemán. Sinn sostiene que Grecia ya lo está de hecho desde el año pasado y no tiene sentido seguir prolongando la ayuda. La solución sería que se le condonara toda la deuda y abandonara la unión monetaria. Para los acreedores las pérdidas serían inmensas, pero podrían ser mucho mayores si se sigue por el camino emprendido. Otro economista alemán, Ansgar Belke (de la Universidad de Duisburg), propone que se reduzca la deuda a la mitad. De este modo Grecia podría cumplir con sus obligaciones sin riesgo de asfixiarse. Belke calcula que los bancos alemanes podrían encajar el golpe sin demasiadas dificultades.
En cambio, no está tan claro lo que ocurriría fuera de Alemania. Sin ir más lejos, el Banco Central Europeo vería disminuida sus existencias de manera sensible. Presumiblemente necesitaría una inyección de capital que países como España y Portugal no estarían en condiciones de proveer sin arruinarse del todo. Asimismo, la condonación parcial o total provocaría que disminuyera la confianza en el euro, y más países que los dos mencionados tendrían que pagar intereses más elevados por sus créditos. A la larga crecería la lista de miembros de la unión monetaria que habría que rescatar. En suma, las soluciones de estos economistas encierran riesgos difíciles de ponderar y es dudoso que se adopten.
Lo más probable es que, finalmente, termine imponiéndose la salida típicamente europea, el apañamiento, que según la Real Academia significa “poner solución o remedio a un asunto precariamente, con disimulo o por conveniencia“. Las soluciones europeas son siempre enrevesadas y cuestan mucho esfuerzo. En el caso de marras consistirá en darle largas al asunto. Mientras tanto, se concederán ayudas provisorias para ir saliendo del paso. El periódico berlinés Tagesspiegel le llama a esta manera de hacer las cosas “la paradoja europea”: en el fondo ya se sabe el resultado y se seguirá negociando hasta que se obtenga. La primera medida será darle a Grecia una parte de los créditos que necesita para salir del paso. Luego le seguirán más y más créditos, hasta que se llegue a la conclusión de que no se trata únicamente de un problema de presupuesto sino, sobre todo, de desarrollo económico. Finalmente, luego de marchas y contramarchas, de elecciones en que los populistas enemigos de la Unión Europea ganen y vuelvan a perder sus bancas, de que se aprueben nuevas inyecciones de dinero para paliar nuevos picos de crisis, de que todo se vuelva considerablemente más caro..., sólo entonces se destinarán varios miles de millones de euros para programas de desarrollo. Según el periódico berlinés, el precio final no será excesivo. Más costarán las subvenciones para el agro (400 mil millones de euros) que se aprobaron para el período comprendido entre 2007 y 2013.
La fórmula del éxito de la Unión Europea que describe este periódico consiste en “apañárselas, efectuar algunas reformas, promover el crecimiento económico y tener mucha, mucha paciencia“. No es el procedimiento que entusiasma a los economistas. Pero es el más político de todos y, en definitiva, el que verdaderamente importa.
*Sociólogo, político, graduado en la Universidad Libre de Berlín.
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