Una mirada teórica sobre los avances de la extrema derecha en los sistemas políticos europeos en los últimos años. (Tercera parte)

Autores/as

  • Sebastián Bidegain

Resumen

Para quedarnos con una idea central de todo lo visto en los artículos anteriores, podemos decir que el movimiento antirrevolucionario dieciochesco surgió como una ferviente protesta ideológica, contraria a los cambios radicales que proponían los ilustrados. Una protesta socio-política de las nuevas ideas, que bregaba en favor del mantenimiento de aquellas costumbres que identifican a los individuos por sus diferencias culturales y genéticas. Aquellas, basadas en el pensamiento filosófico-religioso, cuyo eje central es la idea de que los hombres no pueden ser iguales como resultado de una construcción racional, sino que su relación de subordinación para con la autoridad (divina y política) determina, necesariamente, sus diferencias.

Esta idea central que hemos desarrollado, no sólo es una forma de síntesis de las bases conservadoras de la extrema derecha, sino además, podríamos decir, de una suerte de modus operandi de la doctrina. Después de todo, ésta, surgió y adquirió su fuerza como consecuencia de negar y oponerse a las nuevas visiones que fueron surgiendo a lo largo del siglo XVIII, lo que podríamos llamar, una construcción por oposición. 

Avanzado el siglo diecinueve, las ideas de la doctrina encontraron, en varios aspectos, un aliado en el espíritu romántico. Podría decirse que el sentimiento “contra-racionalista” de la época dio nueva fuerza a la extrema derecha. La irrupción de los movimientos obreros y la conformación de los primeros sindicatos y partidos de clase, ya hacia principios del siglo XX, también generó entre sus filas nuevas fuerzas de reacción violenta. El comunismo, con su rostro marxista, se convertiría en su nuevo enemigo por excelencia. 

La dicotomía fascismo-comunismo fue el factor político-social que puso a prueba su capacidad de adaptación, ante una coyuntura de constante cambio. 

Hasta los años 1920, la derecha política, incluyendo a la extrema, optó por afrontar la amenaza del avance comunista desde la renovación, so pena de quedar paralizada y excluida ante la fuerza proletaria. Para cumplir tal objetivo, entendió necesario abrir sus fronteras doctrinarias y buscar incluir nuevos sectores de la sociedad. En detrimento de la rigidez racista-nacionalista, la diferenciación social pasó a un segundo plano para dar protagonismo a un nacionalismo más abarcador, que buscara captar a todo aquel susceptible a unirse a la defensa del orden social. 

Con el fascismo, que pretendía frenar el avance comunista pero desde una posición política mucho más fuerte y con mayor apoyo social, la realidad derivó en una dialéctica en la que el fuerte intentó incorporar al débil, “exigiéndole” a éste un “reajuste político”, en un contexto de guerra. Más claramente, el surgimiento del fascismo y del nacional- socialismo representó para el amplio conglomerado de extrema derecha un desafío desde el punto de vista principalmente del parlamentarismo.

Porque la extrema derecha conllevaba un fuerte sentimiento de malestar para con las instituciones político- liberales, consideradas, ya desde principios del siglo XX, demasiado laxas para con la izquierda. Su mayor deseo era el de formar comunidades nuevas, sustentadas en el ideal de un Estado que extendiera el bienestar económico, impusiera el orden moral basado en la jerarquía, nucleara a toda la sociedad, sumiendo a cada individuo al interés colectivo, y dando completa potestad a las fuerzas armadas como gendarme de los intereses nacionales.

La extrema derecha se dividió así entre los defensores del parlamentarismo y los precursores del corporativismo antiparlamentario. El aliento popular a la formación de grupos nacionalistas más radicales dejó rezagada a la derecha puramente conservadora, a favor de la que abogaba por el corporativismo, una derecha más “fascistizada”. Encontramos aquí el mayor punto de conexión histórica entre la extrema derecha y el fascismo.

A pesar de ese proceso de “fascistización” al que fue sometida la extrema derecha, ésta no se disolvió por completo, sino que continuó y mantuvo para sí sus propios ideales e intereses, como el de instaurar una nueva monarquía antiliberal. Ideal que fuera retomado, hacia principios del siglo XX, por movimientos como el denominado Action française, creado por el político, poeta y escritor Charles Maurras (1868-1952). Asimismo, la extrema derecha no dejó de señalar lo que consideró excesos del fascismo. En este aspecto vale destacar que el ateísmo y el totalitarismo que impulsaba el nacional- socialismo, afectaban a la iglesia católica y a sus organizaciones, y limitaba el terreno de acción de la extrema derecha. 

Podríamos decir que la extrema derecha conservadora sin fascismo encontró su fin en la segunda guerra mundial, mientras que la “fascistizada”, logró prevalecer gracias a su alianza con el nacional- socialismo. Llegado el fin del conflicto, el  establecimiento de regímenes democráticos y la condena internacional a los actos cometidos por el fascismo, amenazaron a la extrema derecha con su casi extinción. Subsistió, sin embargo, gracias a las generaciones que habían sido socializadas por los gobiernos fascistas. Pero lo hizo casi en sombras, ya que su frágil situación política la obligó a mantener un perfil bajo. Encontró un extraño lugar en el mundo dicotómico democrático-comunista, del lado de la democracia, defendiendo al llamado “mundo libre”. 

La vida política de la extrema derecha pasaba por una completa decadencia: para la década de los setenta era totalmente carente de apoyo popular. Pero para la década siguiente, la extrema derecha europea mostró nuevas señales de fuerza. 

El primer signo de un “rebrote” se dio en 1984, con el importante despunte de votos obtenidos por el partido político francés, Frente Nacional, en las elecciones de representantes a la segunda legislatura del parlamento europeo. En tal ocasión, el partido logró hacerse de 10 de los 81 escaños franceses al parlamento, en comparación con la cifra de cero escaños lograda en la elección anterior. Nótese aquí una nueva y clara adaptación de la doctrina al sistema democrático-republicano. 

A partir de este acontecimiento la extrema derecha comenzó una nueva etapa de crecimiento hasta su auge actual, en una corriente político-social de base chovinista, populista y separatista, alejada de cualquier vocación exterior. Todo lo cual analizaremos en la siguiente entrega.


*Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
FACS - ORT

Descargas

Publicado

2011-06-16

Número

Sección

Política internacional