SOBRE ARTE CONTEMPORÁNEO

Autores/as

  • Agustín Courtoisie

Resumen

- I -

Una de las personas que más quiero en este mundo, mi mujer, me reprocha mi fascinación por 100 Contemporary Artists de la editorial Taschen. Se trata de dos tomos gigantescos, con fichas y comentarios críticos en tres idiomas, publicado en el año 2009. Desde el estilo pop y erótico de Richard Phillips, los siniestros motivos infantiles de Yoshitomo Nara, el repugnante grotesco de Paul McCarthy, hasta el aire de prensa sensacionalista de Sarah Lucas, las animaciones en video llenas de crueldades de la bella Nathalie Djurberg,  o el dibujo con pólvora y las instalaciones monumentales de Cai Guo-Qiang, todo incita a ensanchar la imaginación, a incorporar lo más oscuro y más celestial del ser humano en nuestro horizonte estético. 

Y esa declaración es muy intelectual todavía: se trata de hacer de nuestra vida una experiencia alucinante, una aventura, un camino extraño de horrores infantiles, potencias del cuerpo y deseos renacidos, o esperanzas puestas en alturas que parten de la aventura humana del arte pero se proyectan mucho más allá, hacia otras dimensiones.

“No vale para mí, el arte que necesita ser explicado para poder ser entendido o disfrutado”, me dice esa persona que también me quiere. Le respondo desde aquí: es que no se trata de entender a estos cien revulsivos artistas contemporáneos, o no se trata de racionalizar y asociar precedentes o códigos durante el primer paso, durante nuestro primer contacto con ellos. Se trata de sentirlo primero para entenderlo después, si es que ello corresponde, en algunos casos. 

Hay que atender la ola. Subirse a ella en la tabla, aun en la tabla de una columna crítica como la de estas líneas, y ver más allá de la ola. O debajo, en el agua revuelta, cuando el choque nos sumerja, nos atore, nos impida respirar por unos minutos. Ocurre que las artes plásticas contemporáneas se han metamorfoseado en artes escénicas, en performance, en accionismo, en mutilación y prótesis, en intervenciones urbanas, en activismo ecológico o denuncia de la globalización capitalista, del vacío del consumo, en  culto de la blasfemia  cínica, o exaltación de la imprescindible y noble rebeldía, o del elogio de los asesinos seriales y de formas del sexo inconcebibles dos generaciones atrás. 

Cuánto queda ahora, después de apenas de un par de años, de esos 100 Contemporary Artists,  o cuántas de esas propuestas tendrán algo para decir en un futuro próximo, o remoto. Quién lo sabe. Pero yo no puedo suprimir todo esa extravagante multiplicidad, por alguna pequeña náusea. No quiero perderme esas inmensas olas, una tras de otra, que pueden traer cualquier cosa. Restos de un naufragio. O nada. La Nada que aguarda siempre, como una arena sobre la cual cada uno deberá dibujar algo con sentido, munido de un simple palito, como en aquel entrañable relato de Ray Bradbury.

- II -

Necesito descansar de ese vértigo. Conozco bien las cosas que me calman. Ahora me tiemblan las manos cuando levanto el tomo 14 de una vieja edición de la Enciplædia Britannica de mi biblioteca, generoso regalo de mi amigo Rolando Kind. Es que uno está acostumbrado a volúmenes más ligeros, en varias acepciones de ese adjetivo. El tomo 14 se ocupa parcialmente de las letras “L” y “M”. Lo indica desde el lomo, con humor involuntario, la secuencia “Libid – Mary”.

Quiero saber qué dicen los ingleses del gran André Malraux. La mitad de la página 736 está dedicada a él. No puedo menos que disfrutar la gran capacidad anglosajona para la modesta brevedad en cuestiones de palabras, no de territorios imperiales claro está. La célebre y prestigiosa enciclopedia habla así de Malraux, desde su primera línea: “French writer and politician who, in all his writing (novels and studies of art) attempts «to give men a sense of the grandeur they fail to recognize in themselves».  Esa cita es una notable y sintética versión en inglés de una de las ideas que recorrieron la vida y la obra, incluida la de crítico de arte, del autor de  La Condition humaine (1953) y otras maravillas.

Ahora tomo en mis manos una edición española de Les voix du silence (1951). La traducción es de Damián Bayón y Elva de Lóizaga. Completo la ficha bibliográfica porque mis estudiantes saben que me molestan las fichas incompletas, aun en textos personales o ensayísticos: editorial Emecé, Buenos Aires 1956. Advierto pudorosamente que ése es el año de mi nacimiento. Me estremece por un momento pensar qué otras cosas pueda significar esa coincidencia, además de la obvia. Se me aclara enseguida, con la lectura de cualquier página al azar de Las voces del silencio.

Me tiemblan las manos, de nuevo. Pero esta vez ello ocurre cuando leo, al acaso reitero, la página 471. Dice allí Malraux: “Es curioso que el diálogo de una sola alma con Dios responda poderosamente al inmenso llamado de comunión de los hombres: Rembrandt, en pintura, lo descubre”. Me da un poco de tristeza que tantos recuerdos familiares se entremezclen  con el final de la página 640 (por haber sido hiper estimulado por mi madre, mi padre y mis tíos a seguir siempre las huellas de los grandes, fuesen santos o héroes), pero eso no me impide disfrutar estas sentencias: “En la noche en que Rembrandt dibuja todavía, todas las Sombras ilustres [las mayúsculas en “Sombras” son de Malraux], y las de los dibujantes de la cavernas, siguen con la mirada la mano titubeante que prepara su nueva supervivencia o su nuevo sueño… Y esta mano, a la cual los milenios acompañan en su temblor, tiembla, al crepúsculo, con una de las formas secretas, y más altas, de la fuerza y el honor de ser hombre”. Sólo digo esto: formidable. Aunque espero no sentirlo solo. 

Para el que mira al más remoto Homo sapiens como un igual, todo es arte contemporáneo. Y no se reduce a la bofetada excitante de tener a mano 100 Contemporary Artists. Por momentos, debo confesar que esa ola de lo actual, tan gigantesca, estalla y desaparece, se nos torna de pronto minúscula,  frente al pasado tan glorioso como plural que exhuma Malraux. Sin embargo, el flujo a veces luminoso, a veces sombrío, es el mismo, si se sabe mirar bien.

Al amigo lector, le pido disculpas de antemano, por el riesgo de repetirme. Porque habremos de revisitar estas y otras páginas de Malraux, en nuestros futuros contactos semanales. Claro que sin desdeñar con gesto soberbio cualquier cosa ocurrida hace pocos minutos, o pocos años. No debemos otear exclusivamente desde la eternidad de  Las voces del silencio: nunca sabemos hasta donde una gota de agua, junto con otras, puede remontarse. Que aquella grandeza no impida esta curiosidad por lo otro, por lo más reciente. Lo inmenso siempre nos habita, podría haber aducido Malraux, está en cada uno de nosotros también, contemporáneos.

 

*Profesor de Cultura y Sociedad Contemporánea
LI – FACS – Universidad ORT Uruguay

NOTA DEL AUTOR

Sobre André Malraux, pueden consultarse muchos links. Aquí sugiero apenas un par:
http://www.andremalraux.com/
http://www.byd.com.ar/mv99sep.htm

Sobre arte contemporáneo y cualquier otro asunto, nunca indico obras sin haberlas examinado antes con cuidado. Pero hago una excepción por tratarse de una recomendación que me ha enviado la artista uruguaya Cecilia Vignolo:http://vereda.ula.ve/curador/assets/docs/PH_MANUALDEESTILODELARTECONTEMPORANEO_PabloHelguera,SF.pdf

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Publicado

2011-06-16

Número

Sección

Culturales