Reflexiones sobre la “muerte” de Bin Laden
Resumen
A todos les habrá llamado la atención el asesinato de Bin Laden y sobre todo su cobertura mediática. El suceso ya empieza a tener consecuencias politicas dudosas, por ejemplo con el pseudo-debate “pragmático” sobre la tortura. Reitero, esto, a mi juicio, es totalmente nefasto y gravisimo para la vida pública norteamericana(1).
Pero hagamos un ejercicio: un breve paralelo entre la cobertura y el procedimiento entre la muerte del Che Guevara y la muerte de Bin Laden. ¿No llama la atención el cambio de paradigma?
Lo primero que salta a la vista es que paradójicamente el mundo de hoy es mucho más un hibrido "goebbelsiano" de lo que pensamos: digo hibrido porque en el mundo de la propaganda ‘totalitaria’ la imagen va siempre acompañada de su comentario ideológico (lo que ‘hay que pensar’). Pero las dos son totalmente centrales. Nosotros en cambio tenemos un dispositivo diferente: a la neutralidad de los medios libres le agregamos los subtítulos nosotros mismos. La “muerte” de Bin Laden, me parece, está totalmente re-creada por un aspecto central: no hay cuerpo, no hay captura (es decir, no se lo ve), y tampoco hay un juicio (es decir, un proceso de justicia, como en Nuremberg). Solo tenemos... un relato y la construcción de un "discurso" en torno a indicios y a "versiones" (que van cambiando día a día), y, también, de recomposiciones de imágenes. Esto recuerda profundamente el procedimiento que en el teatro clásico se llama ‘catársis’.
Para Aristóteles, en la Poética, el teatro es el único arte que construye una relación afectiva a partir del conflicto (al cual uno asiste en el drama). Esta relación afectiva se apoya fundamentalmente en la identificación (hacia uno o algunos de los personajes). Por lo general, los personajes son seres opuestos (el bueno/el malo, el noble/el vil, etc.). El drama consiste en crear una tensión que “culmina" con una resolución. Así, por ejemplo, “la muerte del malo" después de que este amenaza con imponer un orden injusto, nos tranquiliza y hasta alegra. Esto es lo que él llama "catarsis": una palabra que quiere decir algo así como "liberación" o "explosión de sentimientos".
Me llama personalmente mucho la atención esto, porque con respecto a la muerte del Che (también está la captura y la muerte de Saddam Hussein que es un poco diferente y que se podría analizar), se trata de otro modelo. La muerte del Che fue un proceso marcado por la verificación. La autentificación del cadáver era atestada por las fotos, la anécdota de las manos cortadas, etc. En este caso la muerte fue expuesta como victoria a través de la imagen. El proceso era enteramente diferente, y fue lo que hizo conducir involuntariamente a la fabricación, creo yo, de un nuevo "ícono" (cercano a la figura del cristo)(2).
En el caso de Bin Laden, es como si se hubieran dicho : hacer un nuevo ícono, “that's out of question". La única manera de dar forma a la muerte de Bin Laden en un contexto de guerra de imágenes es integrarla y rehacerla en un relato (su muerte es únicamente un relato), y la fábrica de relatos más corriente, más a mano, más útil, más perfecta, hoy en día, es la cinematográfica (me refiero en términos de “matriz"). Por eso, precisamente, funciona tan bien: porque “mataron al malo", y ahí vemos a la gente que sale a la calle y festeja, etc. Insisto: la liberación de emociones de la cual hablaba Aristóteles la vemos funcionar perfectamente (por supuesto no lo digo por Bin Laden, un personaje siniestro, un asesino atroz y alguien que encarna lo peor del llamado ‘islam político’)(3).
Uno de los centros del debate en torno a la muerte de Bin Laden, por un lado, me parece precisamente que la vida pública, sobre todo la democrática, esta fundada en el rechazo y la puesta a distancia de estas emociones. Aunque nos alegremos de la ‘muerte del malo’, ya conocemos los efectos de estas emociones en la vida pulbica: ¿como reaccionaríamos si una muchedumbre viniera a proponernos asistir al linchamiento de un criminal particularmente atroz? Cambiar la cuerda por el tiro en la cabeza es solo cambiar una forma y persistir en la misma situación. Oigo que el asesinato de Bin Laden toca a la esfera de la razón de Estado, y que “no hay que pedirle peras al olmo”. Precisamente porque se trata de una acción tal es porque está totalmente marcada por la voluntad política. Creo que es la elección que hizo el equipo Obama la que hay que condenar.
Hay un texto muy interesante del filosofo alemán Ernst Cassirer sobre este tema en el ultimo libro que publicó antes de morir, The Myth of the State (El mito del Estado). Allí, Cassirer trata de explicar porqué lo nazis jugaron estratégicamente sobre esta "liberación de las emociones" y sobre la idea que la política tiene que funcionar como una experiencia colectiva (la mobilización de masas) que se apoya en la ‘liberación’ de estas emociones reprimidas por la lo que llamariamos ‘moral convencional’ (los psicoanalistas dirían "pulsiones" y Freud hablo bastante de este proceso de construcción de la sociedad como conjunto de normas interiorizadas relativas a estas emociones). Para Cassirer, esto también tiene un sentido con respecto a la historia de la filosofía, porque él lo ve como una tendencia, una lucha interna a la filosofía, un combate para definir la política a partir de o entre las categorías de "mito" y de "razón" (una distinción que viene de Platón). En resumen: a partir de Maquiavelo, hay un proceso intelectual para racionalizar la actividad política, para sacarla del “mito” (es decir, también de la religión). Este proceso es particularmente fuerte en las Revoluciones del siglo XVIII, donde la búsqueda del “fundamento racional” de la autoridad, de los derechos inalienables etc… fue uno de los focos más importantes de debate político, intelectual y jurídico. Cassirer afirma que los nazis reivindican el mito como instrumento de movilización total, es decir, como una representación, pero que no tiene nada que ver con la idea de verdad, o con una explicación construida de la realidad. El mito, en cambio (palabra, imagen o ‘discursos’), si sirve para nombrarla y transformarla, y trabaja a partir de las formas de pertenencia a una comunidad, que determina el ‘ellos’ versus el ‘nosotros’.
Y aquí volvemos al segundo punto central. Creo, como lo dije antes, que todo esto es profundamente nefasto para la vida pública norteamericana, es decir, en buena medida, y aunque no nos guste, para nosotros también. Antes que nada porque consagra en términos simbólicos, y totalmente, la herencia de Bush. No solamente el estilo de un strong power imperial a la romana con acento de cow-boy y pistola, con sus nuevas conquistas, sus nuevos “crucificados” -el destino de los vencidos de las guerras romanas- y sus nuevos esclavos. También consagra la dicotomía “con nosotros/contra nosotros”, que en este caso funciona de manera perfecta: si uno no se alegra de la muerte de Bin Laden, entonces ¿por quién “hincha"?
La “muerte” de Bin Laden, no huelga repetirlo, legitima totalmente… al asesinato político como ‘técnica’ política (“en defensa de la democracia”) y ademas, desprestigia a la esfera del derecho internacional. El mensaje es totalmente diferente si la historia se resuelve con un balazo en la cabeza puesto por un marine de la tropa de comando, que si se hace en un juicio público donde la catarsis es hablada y teatralizada, y las cosas se maduran en el tiempo. Las víctimas (vemos aquí lo poco que importan) ven y escuchan, y el juicio se transforma en una confrontación política. Sin embargo esto supone que a Bin Laden también se lo deje hablar. Y si Ben Laden habla, la historia de la figura política de éste ultimo es menos simple que lo que los medios de comunicación norteamericanos han estado diciendo. Comentando esta ultima opinión, me he encontrado con gente que contesta que de todas maneras “los estados matan”. Es verdad, y estamos frente a un caso más de raison d’état, sin embargo, no estamos hablando de cualquier ‘muerto’ y la manera en que la informacion circula es antes que nada un hecho politico. Y, exactamente como con el terrorismo, todo es una cuestión de ‘mensajes’.
Mi idea es esta: había que juzgar a Bin Laden como autor intelectual de los atentados, de la misma manera que se juzgó en su momento a Göring, Bornmann e inclusive a Eichmann. No estoy haciendo un paralelo de Bin Laden con los nazis como figuras políticas, sino como ejemplos de procesos de juicio político a un mal, considerado supremo. El tema central de esta historia no es quién era el malo, sino qué valores uno defiende cuando esta “en lucha”. Para volver a Nuremberg: el juicio mismo fue de hecho una negociación (los rusos optaban por “la bala en la cabeza”).
Uno de los mensajes más importantes que el asesinato de Bin Laden hace circular es que el derecho internacional es un estorbo para la Realpolitik. El otro, acaso más inquietante, aunque no el menos cinematografico, es que los problemas políticos sí se arreglan con un balazo en la cabeza.
Con esta respuesta (el balazo en la cabeza y una "fiestita pa´ amenizar"), nos acercamos demasiado al modelo inconsciente de nuestra historia americana Aquí, donde, bajo ciertas apariencias, todo se arreglaba a los balazos y reviviendo el fundamental acto de nacimiento americano: una gran masacre. Una historia "of sound and fury", como bien lo retomó Faulkner.
El lapsus más enorme de toda esta historia me parece el nombre de código de la operación: “operación Geronimo”. Como en una réplica de westerns, el estado norteamericano, a través de su propia memoria, nos sigue incansablemente repitiendo que “un buen indio es un indio muerto”.
(1) Ver por ejemplo esta discusión sobre los argumentos del equipo Bush y de sus defensores a favor de la tortura en el New York Times
http://www.nytimes.com/2011/05/04/us/politics/04torture.html?hp
(2) Compárese las fotos del cadáver del Che muerto con el célebre fresco de Mantegna, Cristo muerto en el sepulcro (circa 1480), conservado actualmente en la Pinacoteca de Brera, Milan. Ver: http://www.brera.beniculturali.it/Page/t04/view_html?idp=141
(3) Sin embargo, este producto (el llamado “islamismo”) esta íntimamente ligado a la estrategia de la guerra fria. Otro capítulo del cual no lograremos saber gran cosa con el asesinado Bin Laden.
Profesor del Instituto de Estudios Políticos de París.
PhD en filosofía política.
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