MARIONETAS JAPONESAS

Autores/as

  • Carlos Scavino

Resumen

El manipulador principal  vestido de gris oscuro a la usanza del siglo XVIII se prepara para comenzar una función de bunraku o yoruri (joruri),el teatro tradicional japonés de marionetasEstá frente al público, detrás de su muñeco de madera que supera en poco el metro de altura. Lo sujeta con el brazo izquierdo y le introduce la mano derecha en la espalda desde donde controlará los complejos sistemas de hilos que  moveránla cabeza, ojos, párpados, labios, y la mano derecha con sus dedos.

Junto a él hay dos ayudantes, casi invisibles por el vestido y capucha negros, que manejarán la mano izquierda más los dedos y los pies de Tocubei, protagonista de “Los suicidas de amor de Sonezaki”. Se trata de un drama social escrito en el siglo XVIII por uno de los dramaturgos japoneses más importantes, Chikamatsu Monzaemon (1653-1725), renovador del arte de las marionetas y autor de obras teatrales de gran calidad literaria, conocido como el Shakespeare japonés.

También se prepara el otro manipulador para la protagonista femenina, Ohatsu, carente de piernas, pies y tronco, innecesarios por estar ocultos tras el kimonodelque se encargarán  los asistentes. Luego ocupan su lugar el músico con susamisén (un laúd de tres cuerdas), el  cantante-narrador  y demás  colaboradores.

Se ha iniciado el  espectáculo. Las marionetas  parecen seres humanos, se mueven y hablan como tales. En la concepción del yoruri,según Chikamatsu “las palabras deben ser vitales y llenas de acción... el autor debe darle a los muñecos inanimados de madera, una variedad de emociones e intentar así atraer el interés del público...”.

Recordaba haber leído en su juventud Cuentos de Genji”, crónica de una aristocracia decadente, escrita en los primeros años del siglo XI, donde le llamó la atención este pasaje en el que, con una simple frase, el pino adquiere vida:

A un lado del camino vio (Genji) un pequeño naranjo casi enterrado en nieve. Ordenó a uno de sus asistentes que se la quitara. Sintiéndose celoso de la atención que el hombre prestaba a su vecino, un pino cercano sacudió sus cargadas ramas, vertiendo grandes bolas de nieve sobre las mangas del asistente”.

Comenta nuestro autor de ese pasaje:

“De este modelo aprendí a darle vida a mi yoruri... dice Chikamatsu... Tanto los pasajes descriptivos como la narración y el diálogo, deben estar cargados de sentimientos que son la base de lo que se escribe”.

Aunque los muñecos tienen gran movilidad, sus acciones son limitadas. Elmanipulador principal hace que el personaje se exprese de acuerdo con la sensibilidad japonesa. Un giro de la cabeza, un movimiento de ojo, una subida de párpados, un ademán particular con la mano, tienen un significado simbólico dentro del ritual comunicativo nipón, diferente del occidental. En el contexto dramático, la similitud con lo humano convierte en creíble lo que el muñeco hace y dice como reflejo de sus emociones.

Al introducir una dramaturgia más elaborada, Chikamatsu le hizo ceder terreno al cantante, verdadero factótumdel espectáculo desde su concepción hasta la puesta en escena ya que, como la mayoría de las artes escénicas de Japón, elyoruri tuvo su origen en la tradición oral.

Originarios de Asia Central, los títeres llegaron a Japón en el siglo XII a través de China. El nombre de bunraku surge a partir del siglo XIX y hace honor a Uemura Bunrakuken, un  maestro titiritero famoso en torno a 1871. Hasta entonces, aunque incluso ahora, también se conoce como yoruri,en referencia directa a la Princesa Yoruri, una de las primeras protagonistas de las baladas románticasque se cantaban en el siglo XV con acompañamiento de biwa, laúd japonés de cuatro cuerdas. Se trataba de relatos épicos y otras leyendas budistas, con argumentos a base de milagros y fantasía.

En tiempos de Chikamatsu, la puesta en escena de las obras de  bunraku (que por lo general no son muy largas), dio la posibilidad de desarrollar avanzados conceptos plásticos y estéticos. Al impulso de las nuevas obras, se crearon  complejas escenografías, aparecieron el escenario giratorio y  los elevadores.

La combinación de música, danza y drama que conforman el bunraku pone de manifiesto una  forma de representaciónque no sólo es apreciada por la belleza implícita en ella, sino también por su valor ceremonial. La calidad expresiva que exhibe, sumada a la  técnica del titiritero, ha elevado a la categoría de arte esta disciplina  que perfectamente  podría llamarse drama musical.

*Uruguayo, nacido en 1939. Artista plástico, 
traductor, hombre de teatro, crítico cultural y autor de relatos breves.

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Publicado

2010-11-04

Número

Sección

Culturales