MARIO VARGAS LLOSA, LECTOR INCANSABLE

Autores/as

  • Adriana Aguirre Grompone

Resumen

Cuando un escritor recibe el Premio Nobel, todos quienes se interesan en el asunto se sienten atraídos –como es lógico– por su obra, con ganas de repasar los títulos que hicieron historia para ver si renace el hechizo y de indagar aquellos libros que no leyeron en su momento. Muchos tendrán su propio ranking e intentarán visualizar cuáles fueron a su criterio los méritos precisos que justificaron semejante distinción.

En el caso de Mario Vargas Llosa, el novelista compite con el ensayista, sobre todo para quienes no podemos dejar de asociarlo con La orgía perpetua, el ensayo dedicado a Madame Bovary, la novela de Gustave Flaubert que, según el escritor peruano, representa nada más ni nada menos que “uno de los dos o tres libros ‘absolutos’ que nos ha dejado el siglo XIX.”

El sugestivo título alude a una frase que escribió Flaubert a Mlle. Leroyer de Chantepie el 4 de setiembre de 1858. Alega que el único modo de soportar la existencia es volcarse en la literatura como en una orgía perpetua. Vargas Llosa defiende con fervor esta novela francesa, aclarando además cuáles fueron los aportes sustanciales al género.  El entusiasmo del peruano contagia al lector desde las primeras líneas. El lector fanático de Flaubert, se encuentra con un igual que comparte sus emociones y el que no ha leído al francés siente curiosidad por explorarlo. Y el “efecto orgía perpetua” se multiplica, haciendo caso omiso del tiempo y de las personas: es Flaubert aturdido en la literatura, es Vargas Llosa sumergido en las páginas de Flaubert, y somos nosotros, los lectores anónimos, los que nos sumamos a ese festín de los sentidos.

Cabe pensar que gran parte de esa fascinación que sentimos los lectores de La orgía perpetua pasa por aquello de que el arequipeño, antes de ser escritor, antes de ser ensayista (y de alguna forma en paralelo)  fue y es un lector, un verdadero militante de la lectura. Es el Vargas Llosa lector quien se revela obnubilado por la novela y por el personaje de Emma Bovary, al punto de declararse un enamorado de esta “campesinita normanda”, en una suerte de “pasión no correspondida”. El que explica que un puñado de personajes literarios han marcado su vida de manera más durable que algunas personas que ha conocido. Es el lector que toma prestado al ensayista para legitimar su entusiasmo en primer lugar, al estudioso que fundamenta luego con contundencia las razones de esa valoración.

“Cada instante que escribo pienso en Flaubert. No sólo por su ejemplo personal, su vocación literaria absoluta.  También por su técnica. Flaubert provocó toda una revolución en la novela, es a partir de él que la narración puede distinguirse perfectamente de quien la narra.” Esto recoge Eligio García Márquez (hermano de “Gabo”) en una entrevista que le hace a Vargas Llosa en Bogotá, en 1967, mucho antes de la aparición de La orgía perpetua.

El autor de Conversación en la catedral, habiendo logrado numerosas distinciones a lo largo de su carrera, entre las que figuran además del Nobel el Premio Cervantes (1994) y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1986), no ha abandonado el rol de lector empedernido. Varios medios de comunicación dan adelantos y comentan su próxima novela, El sueño del celta, la historia del irlandés Roger Casement, cónsul británico en el Congo a principios del siglo pasado.

No está de más señalar de paso que Javier Rodríguez Marcos escribía en El País de Madrid, en la edición del 7 de octubre de 2010, que en los últimos tres años Vargas Llosa, lector incansable, ha alternado la escritura de esta novela con una lectura minuciosa de la narrativa completa de otro latinoamericano de peso:  Juan Carlos Onetti.

BIBLIOGRAFÍA:

GARCÍA MÁRQUEZ, Eligio. Son así. Reportaje a nueve escritores latinoamericanos. Ed. La oveja negra. Bogotá, 1982.

VARGAS LLOSA, Mario. La orgía perpetua. Ed. Bruguera. Barcelona, 1978.

Nota del editor

Además del ineludible “La orgía perpetua”, el ensayo sobre Flaubert y su Madame Bovary,  hay dos obras muy recomendables  para quienes deseen empezar a completar su mirada sobre Vargas Llosa tomando contacto con la  faz ensayística.

Se trata de El Lenguaje de la pasión (2001), una recopilación miscelánea y  entretenida de artículos de prensa, y La verdad de las mentiras (1990), con un brillante ensayo preliminar que da  título al libro, seguido de una veintena de capítulos, dedicados a sus novelas favoritas.

Y para seguir leyendo he aquí una lista más extensa de obras ensayísticas para elegir:

García Márquez: historia de un deicidio (1971)
Historia secreta de una novela (1971)
Entre Sartre y Camus (1981)
Contra viento y marea. Volumen I (1962-1982) (1983)
La suntuosa abundancia, ensayo sobre Fernando Botero (1984)
Contra viento y marea. Volumen II (1972-1983) (1986)
Contra viento y marea. Volumen III (1964-1988) (1990)
Desafíos a la libertad (1994)
La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo (1996)
Cartas a un joven novelista (1997)
La tentación de lo imposible, ensayo sobre Los Miserables de Victor Hugo (2004)
El viaje a la ficción, ensayo sobre Juan Carlos Onetti (2008)

Fuente:

http://www.zzona.com/blogeva/2010/10/07/el-nuevo-nobel-de-literatura-habla-la-lengua-del-quijote/

 

 

*Periodista, narradora, licenciada en 
Comunicación (UCUDAL), estudios de posgrado
 en Traducción Literaria (UDELAR)

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Publicado

2010-10-28

Número

Sección

Culturales