COSTA RICA Y LOS PRIMEROS 100 DÍAS DE SOLÍS

Authors

  • Marcos Rodríguez Schiavone

Abstract

Sabido es que Costa Rica ha sido durante muchas décadas una suerte de Edén en el convulso panorama centroamericano. Conocida sobre todo por haber abolido su ejército, hay muchos más indicadores que nos muestran el porqué, en el norte de nuestra América Latina, el mote de “Suiza de América” refiere a dicha nación y no al Uruguay. Desde la década de los 50's hasta nuestros días, el país centroamericano ha sido el mejor posicionado en los índices de desarrollo junto a las naciones del Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay).

Esto no quita que el gobierno de San José (calificado como única Democracia Plena latinoamericana por The Economist junto al Uuguay) haya tenido sus “revoluciones democráticas” pacíficas, en las cuales vemos una progresiva atomización del espectro político en contraposición del bipartidismo de antaño, que se diera entre distintas denominaciones de partidos socialcristianos y aliados (centro derecha, calderonismo [1]) y el Partido de Liberación Nacional (PLN, en un principio socialdemócrata). En este proceso (iniciado hace aproximadamente unos veinte años), vemos el hundimiento de los socialcristianos al mismo tiempo que el PLN se derechiza (apoyo al Tratado de Libre Comercio con los EE.UU.), generando de este modo una serie de nuevos partidos que ofrecerían, esencialmente, una espectro ideológico más específico que el de los catch-all parties anteriores. De estos el primer y más relevante caso es el del Partido de Acción Ciudadana (PAC), conformado esencialmente por liberacionistas desencantados.

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El eventual ascenso al poder de este último partido en el presente año, se da tras una presidencia de Laura Chinchilla (PLN) que podría tacharse de catastrófica en cuanto a popularidad se refiere.

Chinchilla, especializada en Ciencia Política, no logró realizar cambios significativos en un país cuyo moderado crecimiento es engullido (37,2%) por una mastodóntica burocracia acusada de corrupción a todo nivel. La propia Chinchilla tuvo un desafortunado escándalo cuando se supo que había viajado varias veces en el jet de una narcotraficante. La expresidenta diría “he ganado muchas batallas, pero hemos perdido la batalla de la opinión pública.” En la última encuesta de gestión, tan solo recibiría un 12% de apoyo para su gobierno.

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Llegamos, pues, a un escenario electoral con un oficialismo desgastado y un buen puñado de partidos más pequeños procurando forzar una segunda vuelta.

El PLN llevaría como candidato al exalcalde de San José, Johnny Araya, que, si bien empezaría la carrera electoral como favorecido para ganar en primera vuelta (es decir, con más del 40% de los votos), pronto su imagen comenzaría a hundirse a la par que la de Chinchilla. No obstante hay otra cuestión que explica el descalabro liberacionista, que no es otra que la de haber confundido al enemigo.

En efecto, el partido minoritario Frente Amplio (FA, izquierda), y que hasta entonces contaba con un solo diputado, comenzaba a medir cada vez mejor en las encuestas. “¡Se nos viene el chavismo!” fue entonces el eslogan del PNL, y tan equivocados no estaban, puesto que el candidato del FA (José María Villalta) había tenido algunos momentos de amor platónico por el fenecido comandante y sus crías en Latinoamérica, quienes lo erigieron como “su” candidato en Costa Rica. Sus propuestas económicas no tenían mucho sentido (aumentar el tamaño de un Estado paquidérmico, controlar el comercio exterior, fijación de precios) y sus promesas en políticas sociales (matrimonio homosexual, aborto) asustaban a una sociedad bastante cristiana.

La jugada de asustar de Araya fue efectiva, y logró que la intención de voto de Villalta bajara y bastante; lo que no esperaba era que los votos que perdía el Frente Amplio, además de los indecisos, se volcaran masivamente hacia el PAC a último momento (tan rápido que pocas encuestas lograron detectar este fenómeno).

El resultado: Luis Guillermo Solís del PAC 30.64%, Araya 29,71%, Villalta 17,25%. Un desastre para las encuestadoras y sobre todo para Araya, que se esperaba perdiera por 50 puntos en la segunda vuelta (como ocurrió). El candidato oficialista eventualmente tiraría la toalla y daría por suspendida su campaña.

¿Quién era, pues, el tal Luis Guillermo Solís? Muy pocos costarricenses lo sabían (a pesar de haber ganado la interna de su partido) y sus spots televisivos comenzaban con un “"Hola soy Luis Guillermo Solís y quiero que me conozca".

Exvicedecano de la Universidad de Costa Rica, curiosamente sus pergaminos eran similares a los de Chinchilla, siendo historiador, politólogo y con experiencia diplomática para distintos gobiernos y distintas organizaciones internacionales.

De todos modos, es probable que lo que hayan visto los costarricenses en su figura como para votarlo tan masivamente, fuese su estilo humilde y un tanto desenfadado, y que contrastaba con la politiquería tradicional de Chinchilla y Araya, muy alejada del pueblo llano.

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Las propuestas de Solís no eran particularmente originales, y más o menos respondían a lo que el ciudadano medio pedía: mejorar la infraestructura (para un país del nivel de desarrollo de Costa Rica ésta es una deuda muy pendiente), un Estado de Bienestar más racional, y la lucha contra el clientelismo y la corrupción.

¿Ha logrado algún avance en esto, tras 100 días de gobierno? La prensa de derecha (es decir, casi toda) dice que no, y espera una buena dosis de sangre cuando el presidente se presente a la Asamblea Legislativa en estos días para realizar su primer accountability.

Vamos punto por punto.

Un tema que merece especial consideración ante este acto en particular y el gobierno en general, es el hecho de que el PAC no cuenta con mayoría legislativa, lo que lo ha forzado a realizar una suerte de coalición con partidos tan antagónicos como el PUSC (Partido Unidad Social Cristiana) y el Frente Amplio (aunque este último no cuenta con participación en el gobierno): 30 de 57 curules en la Asamblea Legislativa.

En cuanto al Poder Ejecutivo, Solís cumplió en el sentido de tener en cuenta valores como idoneidad, juventud y representatividad de género, nombrando nueve mujeres ministras de un total de 21 cargos. Esto va de la mano con el respeto por las minorías sexuales, ya que no sólo nombró a un gay y a una lesbiana como jefes de cartera, sino que además se atrevió a poner una bandera gay flameando junto al pabellón nacional el día de la diversidad sexual. Para un país intensamente cristiano, debe reconocérsele ser fiel a sus principios en dicho ámbito.

En lo económico, Solís ha prometido un nuevo IVA (sic), cosa de lidiar con el endémico déficit fiscal (5,4% del PBI en 2013), y ámbito donde Chinchilla también falló en todos sus años de gobierno. Más confuso aún es en la administración del gasto público, donde se han propuesto incrementos para actualización agropecuaria pero también para el Ministerio de Cultura y Juventud (no confundir con educación): un 1% del PBI. Los liberales económicos se encuentran, pues, un tanto espantados, y mucho más cuando escuchan a Solís en plan socialdemócrata afirmando que el Estado debe realizar todas las correcciones políticas necesarias al mercado.

Otro problema es el factor INTEL, que prácticamente coincidiendo con las elecciones decidió cerrar su manufacturera en Heredia, eliminando 3000 empleos directos y más de un 20% de las exportaciones. Costa Rica perdía, de esa manera, su cualidad de Silicon Valley centroamericano. La empresa ha prometido montar un mega laboratorio como contrapartida, pero habría que analizar si esto compensa lo perdido.

Otro tema candente es lo espiritual. Reiteramos: Costa Rica es una nación profundamente religiosa, y uno de los escenarios donde se juega el partido entre el tradicional catolicismo y el novedoso y estadounidense evangelismo. Escrito por el PAC junto a -precisamente- los diputados evangelistas, el nuevo proyecto de ley de Libertad Religiosa extiende los beneficios que goza la Iglesia Católica a las otras congregaciones: “El Estado debe orientar sus acciones, programas y proyectos, hacia el fomento del fortalecimiento de la actividad religiosa y de las organizaciones religiosas, en beneficio de los ciudadanos en particular, y de Costa Rica, en general”. En este caso, son los liberales sociales los espantados. ¿De qué sirve alzar la bandera de la diversidad sexual si luego se subsidia a quienes quieren liquidar a los homosexuales?

Solís también encuentra enfrentamientos con los legisladores de su propio partido, hecho derivado de la conformación del gabinete (demasiados socialcristianos, demasiado pocos pacistas). Para los opinólogos, la culpa reside en la inexperiencia del partido gobernante. ¿Será que acaso habrá que votar siempre lo mismo? Pero parte de razón no les falta, como se ve en distintas señales contradictorias. Mientras tanto la oposición (es decir, el PNL), dice haber hecho su propio análisis de los primeros 100 días. En lo personal nos parece un poco duro que ya se juzgue a un presidente por sus primeros tres meses, pero donde fueres haz lo que vieres… A pesar de todo, Solís sigue siendo popular, y una encuesta reciente le daba un “aprobado” de 7,25 sobre 10.

Como nota de color, el factor Mujica. En un gesto de austeridad, Solís decidió privilegiar quedarse en su casa particular. El resultado: que todos los días y noches hay protestas por algún tema y los vecinos quieren echarlo. “¡No voy a cambiar de casa!” exclamó enojado Solís. Esperemos que tenga la misma determinación para decidir los destinos de una cada vez más problemática Costa Rica.


[1] Por Rafael Ángel Calderón político y pensador de dicha corriente.


Marcos Rodríguez Schiavone es estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales
FACS-ORT-Uruguay

Published

2014-09-11

Issue

Section

Política internacional