Una ciudad entre muros

Autores/as

  • Ernesto Messano

Resumen

Al circular por la calle Cupar en Belfast, la capital de Irlanda del Norte, es posible apreciar una característica muy particular del paisaje citadino. Cualquiera que visite la urbe por primera vez no podrá evitar desviar su mirada hacia el muro que acompaña el recorrido de la calle y separa el vecindario católico Falls Road del protestante Shankill Road. 

Se trata de una imagen que se repite en muchos puntos de la capital, así como también en otros lugares del país. Estos muros de bloques, acero, chapa y alambrado irrumpieron en el paisaje hace ya varias décadas, y con el pasar de los años han ido creciendo tanto en número como en altura. En 1969 apareció el primero, y hoy en día existen 53 de ellos, 42 de los cuales están ubicados en Belfast. El arte callejero expresado a través de murales y grafitis ha servido para suavizar el impacto visual que generan las construcciones de este tipo en medio de una ciudad moderna. En algunos tramos incluso pueden observarse leyendas que dejan los visitantes. Mensajes como You all believe in the same GOD so listen to him, son los que se dejan leer. 

Estos muros cuentan una historia de guerra, religión y autonomía. Conforman lo que se denomina peace line, y se encargan de separar a las comunidades católicas y protestantes que allí habitan; se trata de la cicatriz más visible de la herida más profunda en la historia del país, la del conflicto de Irlanda del Norte, conocido como 

The Troubles


Irlanda ha sido históricamente un lugar donde sus habitantes se encontraron fuertemente divididos. 

Cuando el rey Enrique VIII optó por romper con Roma y crear su propia iglesia dando surgimiento al anglicanismo, en Irlanda se introdujo una variable de división representada por la oposición entre los protestantes (ingleses y sus descendientes en su mayoría, concentrados en la zona norte de la isla en donde les fueron otorgadas tierras) y los católicos (mayoritariamente irlandeses que se rehusaron a adscribirse al anglicanismo), que se vio reflejada en diversos conflictos armados. 

A su vez, el problema de la autonomía irlandesa fue otro elemento que contribuyó a generar división ya que muchos en la isla sentían malestar con la gestión del gobierno británico. En 1920, Reino Unido aprobó el Acta del Gobierno de Irlanda que determinó la división de la isla en dos gobiernos parcialmente autónomos, buscando solucionar este problema. En la circunscripción de Irlanda del Norte, el funcionamiento de las instituciones y de esa autonomía pudo encauzarse con normalidad, mientras que en la circunscripción de Irlanda del Sur los intereses más autonomistas llevaron a una serie de dificultades que finalizaron con la constitución del Estado Libre Irlandés (actual República de Irlanda). Esta diferencia en los grados de soberanía introdujo así otra variable de división entre los irlandeses.

The Troubles significó para Irlanda del Norte, una época de agitación social y enfrentamiento que comenzó a finales de la década de 1960. Tal como había quedado determinado por la división de la isla antes planteada, en el norte había una mayoría poblacional de intereses unionistas (querían permanecer bajo la autoridad británica) que se identificaban con el protestantismo, y una minoría nacionalista (que buscaba liberarse de Reino Unido y unificarse con el sur o crear una república independiente) más identificada con el catolicismo. La discriminación contra la minoría llevó a una escalada de violencia tal que comenzaron a organizarse grupos paramilitares como el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y la Fuerza Voluntaria de Úlster (UVF) en defensa de los intereses nacionalistas y unionistas respectivamente. Tratando de mantener el orden y la seguridad se vieron involucrados la policía local y el ejército británico, obteniendo como resultado un cóctel mortal de enfrentamientos, atentados y muertes (civiles en su mayoría) en el que el gobierno británico terminó suspendiendo la autonomía de Irlanda del Norte hasta que el orden pudiera ser restaurado.

Tras cerca de 30 años de conflicto, la paz se logró finalmente el 10 de abril de 1998, el viernes santo, fecha que terminó por dar nombre al acuerdo, siendo conocido como The Good Friday Agreement

En las negociaciones participaron los gobiernos de Reino Unido, la República de Irlanda, y diez partidos políticos representantes de los distintos intereses autonómicos y unionistas norirlandeses. Lo que se buscaba era asegurar el respeto de los derechos civiles y la igualdad de los ciudadanos así como arrojar claridad sobre la situación de la soberanía del país. Fue sometido a la ratificación del pueblo de Irlanda en un llamado a las urnas y los resultados fueron más que claros: Irlanda del Norte aprobó el acuerdo con un 71% de los votos, mientras que la República de Irlanda hizo lo suyo con un 94% de los votos.

En el mismo se estipulaba una modificación en la situación de soberanía de Irlanda del Norte. Por un lado, el Reino Unido derogó la legislación (que databa de 1920) que determinó la división de la isla irlandesa en dos regiones diferentes con sus propios gobiernos autónomos. Por otro lado, la República de Irlanda se comprometía a modificar los artículos de su constitución en los cuales se manifestaban reclamos territoriales y de soberanía sobre Irlanda del Norte (modificación que fue aprobada en la misma consulta popular que terminó por ratificar el acuerdo). A su vez, se puso fin al ejercicio directo del gobierno que venía haciendo Reino Unido desde el estallido de The Troubles, para pasar a crearse una asamblea legislativa propia de Irlanda del Norte. Otro de los elementos importantes fue que se estableció que Irlanda del Norte continuaría formando parte del Reino Unido hasta que lo contrario fuera decidido mediante el voto de la mayoría de la población norirlandesa. Se reconoció también por la parte británica una dimensión irlandesa, en la que los problemas entre el norte y el sur debían ser resueltos entre las partes sin incumbencia británica.

Además de lo mencionado, el Acuerdo del Viernes Santo estableció el funcionamiento que tendría el gobierno norirlandés. 

En la asamblea legislativa los sectores deben identificarse como nacionalistas, unionistas, u otro; el objetivo de esto fue poner en andamiento un sistema por el cual para aprobar determinadas normativas es necesario conseguir un cross-community support que asegure los votos tanto del sector unionista como del nacionalista. A su vez, se pautó como regla un ejecutivo de poderes compartidos; al estar sometida su elección al cross-community support, en los hechos significa que tanto el primer ministro como el vice primer ministro deberán ser de aceptación por la mayoría de los unionistas y nacionalistas, reflejándose la representación de ambas comunidades en el binomio de autoridades. Lo mismo sucede con el resto de los ministros que forman el gabinete.

En adición a todas esas disposiciones, se agregan nuevos marcos para el relacionamiento con la República de Irlanda y con el Reino Unido a través de consejos y conferencias. Otro elemento importante tiene que ver con el proceso de desarme que ya se había iniciado en años anteriores (teniendo presente el nivel de violencia al que llegó el enfrentamiento), y que el propio acuerdo refuerza estableciendo el compromiso de desarmar a todas las organizaciones paramilitares.
La implementación del acuerdo no ha sido nada fácil y se ha visto seriamente comprometida por la dificultad de lograr las mayorías necesarias en la asamblea. Inicialmente, el gobierno local comenzó sus funciones que pronto vio suspendidas por parte de Reino Unido debido a un escándalo de corrupción. Luego de un nuevo proceso de negociaciones se logró una vez más la conformación de un ejecutivo compartido en 2008, con Peter Robinson (del Partido Unionista Democrático) como primer ministro, y el ex miembro del IRA Martin McGuinness (miembro del Sinn Féinn, partido republicano) como vice primer ministro.

Pero aún más de una década después de concebido el acuerdo, el conflicto de Irlanda del Norte sigue teniendo repercusiones. Uno de los ejemplos más claros ha sido el caso de The Bloody Sunday, nombre con el que se le llamó a uno de los episodios más cruentos en la historia del conflicto. 

El 30 de enero de 1972, una manifestación fue reprimida por el ejército británico con armas de fuego en la ciudad de Londonderry, con un resultado de 13 muertos y 15 heridos. En el año 2010, los resultados de una investigación encargada hace 12 años por el gobierno británico sobre aquel suceso fueron revelados. La conclusión fue comprometedora para el gobierno, ya que señaló que los soldados británicos fueron quienes inicialmente abrieron fuego contra la manifestación, y que ninguna de las víctimas del episodio estaba portando armas de fuego.

A pesar de los esfuerzos de los gobiernos por cerrar esta herida, todavía persisten niveles de desconfianza entre las distintas comunidades. Como consecuencia de ello, al caminar por las calles de Belfast, todavía pueden verse, tal como hace 30 años en pleno conflicto, los muros que dividen a protestantes y católicos.



*Estudiante de la Licentura en Estudios Internacionales. 
Facultad de Administración y Ciencias Sociales. 
Universidad ORT-Uruguay.

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Publicado

2010-09-16

Número

Sección

Política internacional