INVENTAR PARA RECORDAR - MEDIACIÓN ESTÉTICA DE FELISBERTO HERNÁNDEZ

Authors

  • Natalia Almada

Abstract

Ricardo Loebell es chileno, doctor en filosofía y autor de diversos ensayos vinculados, entre otras materias, a la literatura y al arte. Recientemente estuvo en Montevideo para brindar la conferencia “Mediación estética de Felisberto Hernández”, una de las charlas inaugurales del proyecto La Máquina Felisberto.

“El concepto de mediación estética entre arte y literatura puede entenderse como un modelo que arranca de las letras, para encontrarse con la visualidad poética del arte”, explica Loebell. Hace un par de años, él mismo ofició de curador de una muestra que constituye un buen ejemplo de ese proceso. En la misma, se expusieron las obras que cinco artistas chilenos crearon a partir de la lectura de algunos de los cuentos de Felisberto Hernández.

De acuerdo a Loebell, los objetos, invenciones o intervenciones –obtenidos como resultado de la mediación estética- exponen de forma elocuente una relación particular con los procesos contemporáneos. “Los espacios se dotan de historia”, dice. “No es necesario leer a Kafka para darse cuenta de ello. Ocurre, por ejemplo, cuando uno va a la casa de los abuelos, o cuando va a buscar los antiguos juguetes y empieza a recordar”.

Es frecuente que en la narrativa de Hernández los objetos, las cosas, adquieran un papel importante, casi esencial, en el transcurso del relato. De esa manera, a juicio de Loebell, la obra del autor nacional plantea la pregunta: ¿qué nos sucede cuando vemos algo? Y más aún: ¿qué significa ver? No podemos ver si no sabemos lo que vemos.

No se trataría de la puesta en escena de un “volver a ver”, sino que la animación de los objetos estaría generando una relación particular entre los personajes, el lector y las cosas. Y así como la obra de Hernández estaría formulando interrogantes acerca de qué nos sucede cuando vemos algo o qué significa ver, Loebell se preguntó: “¿qué quiere decir, por ejemplo, escribir?”. “Puede pensarse que se trata solamente de llenar páginas con tinta. Pero uno también podría preguntarse qué le sucede al lápiz durante el proceso de la escritura”. Entonces, el filósofo relató una historia por demás elocuente. Contó que un día, un amigo suyo, luego de regresar en barco de China, le mostró una lapicera y le dijo: “Mirá, está vacía”. “Yo no entendí qué quería decir”, explicó Loebell. “Está vacía”, le repitió su amigo. “La usé para escribir una cantidad de cartas a Claudia, mi amada”. Entonces el propio Loebell tomó la lapicera como si se tratara de una reliquia y le dijo a su amigo: “Hay que buscar una forma de regalársela”.

Para el experto, Hernández nos permite volver a mirar la realidad de una manera muy diferente. No rutinaria. “Felisberto evidencia un modelo de intermediación artístico literaria. Él escribe desde una coloratura musical, a través de la influencia de la época”, explica. “La lectura de su obra es una revelación. En su narrativa hay una mirada que recorre el espacio relacionándose con los objetos de una forma intencional”.

La imaginación del autor, de acuerdo a Loebell, no proviene de la ficción. Por el contrario, Hernández formularía una lógica consecuente con aquellas posibilidades que se despliegan en nuestra experiencia de la realidad cotidiana. “No se trata de la sustitución de nuestra realidad por otra de ficción. Se establece un universo paralelo autónomo cuyo pulso coexiste si nos percatamos en los seres y en las cosas que nos rodean y en todo aquello que mora al interior de nosotros”, dice el filósofo.

Loebell opina que la obra de Hernández no debería ser considerada dentro del irrealismo, sino como una realidad pura, sin mediación. A su juicio, el autor asiste a la realidad a partir de una interminable bisección en las partes que él dota de autonomía en un ejercicio de antropomorfismo. La obra de Hernández, sostiene, tiene un carácter reminiscente e introspectivo y el lenguaje explora en escenas de la memoria. Sin embargo, la narración en primera persona –característica de la misma- no implica una relación necesaria y evidente con la vida del autor. “Así como en una memoria o en un diario, la autobiografía se yuxtapone a la ficción”, explica Loebell. “Las cosas no son nunca como fueron, sino como las recordamos. En esa lógica poética, se extiende la memoria. Para poder recordar uno tiene que inventar”.

Felisberto Hernández fue un gran escritor uruguayo. Tal vez incomprendido. Quizás poco valorado. Lo que resulta indudable es que fue un autor injustamente olvidado. Por eso, Loebell parece estar en lo cierto cuando dice que para poder recordar hay que inventar, y que en el caso de Felisberto Hernández “muchas veces tendríamos que inventarlo para poder tenerlo presente”.

Published

2014-09-11

Issue

Section

Culturales