Un verdadero jefe de Estado: Calmando aguas en una política inestable
Resumen
En noviembre de 2007, la Allainza Nazionalle de Gianfranco Fini se unió a la agrupación Forza Italia del ex Primer Ministro Silvio Berlusconi. De la mencionada unión nacía la fuerza política “Il popolo della Libertà”, un grupo de centro derecha que lucharía por el poder contra l’Unione del Primer Ministro Romano Prodi.
Tras la caída de L’Unione de Prodi, se llamó a elecciones generales, siendo ganador el ex premier Berlusconi con su nueva agrupación Il popolo della Libertà, un grupo heterogéneo que colisionaba aproximadamente 16 grupos que iban desde la “Derecha Liberal Italiana” hasta los llamados “Socialistas reformistas”.
De esta forma, Silvio Berlusconi asumía por segunda vez como jefe de gobierno bajo el ala de su nueva agrupación. Una agrupación que había ganado con 37.4%, una importante mayoría en el siempre dividido escenario político italiano. Sin embargo, la heterogeneidad de la coalición hacía perfectamente posible la ruptura de un clásico matrimonio político por conveniencia.
Tras dos años de gobierno el acuerdo empezó a agrietarse, y las notorias diferencias entre Il cavagliere y su compañero Gianfranco Fini se fueron no solo acentuando sino que también haciendo cada vez mas públicas.
Berlusconi y Fini están separados por dos cuestiones claves. La primera es la falta de apoyo de Fini a la llamada “ley mordaza” propuesta por Berlusconi para reducir la utilización de micrófonos ambientales y escuchas telefónicas en casos judiciales.
El otro punto que separó a ambos líderes fueron las investigaciones sobre una supuesta asociación secreta para condicionar los nombramientos de los jueces del Consejo Superior de la Magistratura y de tribunales clave para los juicios al entorno de Berlusconi.
Sin embargo, la división ya planeaba antes de estos choques, con la acción de Fini. Este, que preside la cámara de diputados, venía reprobando el frecuente recurso a mociones de confianza y decretos ley, instrumentos ampliamente utilizados por el Gobierno para saltarse los trámites parlamentarios.
El 22 de abril, los dirigentes tuvieron una discusión televisada en la dirección de su Partido, Il Popolo della Libertà, en la cual Fini provocó a Berlusconi a que lo echase de lo que llamó “su propio partido”. Sin más, el jefe de Gobierno italiano a fines de julio reunió a la cúpula directiva de su partido y redactó un documento de expulsión a Fini.
De esta forma, como pasa asiduamente en el país de la azzurra, el escenario político tambalea por un oficialismo incompleto. Tras la ruptura, Fini formó su propio grupo parlamentario, dejando al gobierno sin mayorías.
De esta forma se oficializó la batalla mediática entre los dos ex compañeros que se baten entre acusaciones recíprocas en una escena política notoriamente agitada.
Frente a esto, comenzaron a correrse rumores y suposiciones (lógicas) de elecciones adelantadas ante la posible caída del gobierno de Berlusconi. Posibilidad que negó rotundamente, entrando en escena, el Jefe del Estado italiano Giorgio Napolitano en declaraciones al diario L' Unità.
El mismo declaró que "por el interés del país, debe rebajarse el tono, deben detenerse las campañas venenosas y las instituciones deben dedicarse a consolidar la recuperación económica". Con esto Giorgio Napolitno aduce que no es buen momento para adentrarse en una elección cuando el país está recién saliendo de una crisis económica. La responsable palabra del jefe de estado deja de lado los problemas políticos circunstanciales y se pone por encima del problema temporal, pensando en lo mejor para el Estado y la institucionalidad.
De esta forma podemos ver claramente la diferencia entre los jefes de Estado y de gobierno en países como Italia, que retoman la separación que existe en las monarquías parlamentarias como la inglesa, española u holandesa.
El jefe de gobierno es un personaje que va y viene. Se encarga de gobernar el país y lidiar con los problemas políticamente cotidianos de una Estado. Por otro lado, el jefe de Estado marca la continuidad y estabilidad del país. Frente a los avatares políticos que puedan amenazar con socavar la integridad institucional de una nación, el jefe de Estado sea Rey, Reina o Presidente, se planta ante las amenazas y ahuyenta todo tipo de fantasma.
El jefe de Estado puede parecer una figura meramente simbólica, y lo es cuando las cosas van bien. Pero cuando van mal, es la figura que muestra la continuidad institucional y la estabilidad de la democracia de estos regímenes.
* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
Depto de Estudios Internacionales.
FACS - ORT Uruguay.
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