El incierto futuro de Rusia

Autores/as

  • Francisco Abelleira

Resumen

Existen pocas naciones que cuenten con las peculiaridades que encontramos en Rusia: una historia tan rica como miscelánea, un rol activo y determinante en la configuración de las distintas etapas del sistema internacional, una política exterior influyente e independiente, una geografía envidiable, considerando tanto su posición estratégica como su riqueza en recursos naturales, y una población que representa una cultura auténticamente exótica y particular. 

Lo cierto es que por distintas razones, e independientemente de las distinciones precedentemente expuestas, desde el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.), Rusia no ha logrado tomar un camino definido en donde los distintos sectores actúen concomitantemente para posicionar al país en una ubicación concordante con su historia y sus condiciones.  

Entonces, ¿por dónde pasan los grandes problemas de esta nación? ¿Qué es lo que la mantiene, aún con esta coyuntura a cuestas, como pieza fundamental del engranaje del sistema internacional? ¿Cuáles son sus principales desafíos en pos de mantener – y, en parte, recuperar – su relevancia internacional? ¿Es Rusia un país emergente con una proyección similar a la de China, India y Brasil? ¿Está acaso su conducta condicionada por su posición, o su posición es, en definitiva producto de su conducta?

Las dimensiones de Rusia, sin importar el punto del que decidamos partir, dificultan cualquier tipo de macro-análisis. En tanto, en aras de delimitar este trabajo y hacer viable la propuesta en cuestión, nos referiremos a puntos centrales que serán imprescindibles para responder a las interrogantes anteriormente planteadas.

La relevancia de Rusia cae por su propio peso, sin embargo, los cambios que se han gestado en el marco de la era de la globalización han obligado a los analistas a pensar sobre el futuro de Rusia. El despegue que han tenido las economías de los países emergentes, y la inclusión de Rusia en el acrónimo BRIC – creación deGoldman Sachs para referirse a Brasil, Rusia, India, y China; un conjunto de países que han experimentado un elevado crecimiento económico y que se proyectan como los principales motores de la economía mundial en el mediano plazo –, ha puesto de relieve la discusión acerca del futuro de Rusia; es decir, si verdaderamente puede formar parte de este conjunto de naciones emergentes. 

Pasemos entonces al estudio de determinados aspectos que nos servirán para lograr una visión más fehaciente acerca de la realidad del país eurasiático. 

El Estado y su intervención en la economía


El Estado ruso es una de las piezas clave en el análisis de este país; su gestión como actor económico convencional, al igual que su función como garante del desarrollo del país, han sido determinantes. La curiosa y ambigua gestión de los encargados de diseñar el funcionamiento del aparato estatal ha estado caracterizada por un cinismo y una contumacia que no se termina de entender. Dos buenos ejemplos en esta última década son ciertas medidas tomadas en lo que respecta al relacionamiento comercial con la Unión Europea – sobre todo en las trabas impuestas al suministro de gas y petróleo (1)–, así como la utilización y destino que el Estado le ha dado a las inversiones mediante los fondos soberanos (2). 

En ambos casos, el Estado ruso se comportó de forma antojadiza e improcedente, demostrando que si bien posee un poder que se materializa tanto en riqueza energética como en presencia internacional, sus decisiones son impredecibles – cuando no rayanas con la falta de sentido común – y absolutamente vituperables para un país que pretende estar en lo más alto del sistema internacional. 

Por otro lado, notoriamente distinto por cierto, la sagacidad y lucidez se hizo presente en el apoyo a empresas como Gazprom: una corporación multinacional de magnitudes inimaginables que, sin entrar en detalles relativos al manejo institucional, realzó la economía rusa. Para Rusia, sus enormes reservas de recursos naturales son su carta más fuerte a la hora de promover el bienestar interior y negociar en el exterior.De este modo corroboramos que el rol del Estado ruso en la economía es el fiel reflejo de su carácter hereditario: de la apropiación y nacionalización de los recursos domésticosDesde luego que la adhesión a medidas de esta índole es sumamente discutible, empero, no podemos desdeñar que el rol del Estado ruso como actor económico tradicional ha favorecido el crecimiento de Rusia. 

¿Qué sucede, mientras tanto, con el sector privado? Al contrario de lo que a priori podríamos pensar, el avance del sector público ha condicho con un aumento en las actividades del sector privado. Parecería ser, aunque aún sea pronto para evaluar los resultados de las reformas aplicadas a partir de 1990, que Rusia encontró un balance apropiado en lo que respecta a la colaboración entre ambos sectores. Un indicio fidedigno y reciente es el programa de privatizaciones que comprende la venta de intereses estatales distribuidos en 11 compañías: el mayor programa de privatizaciones desde 1990. 

En otro plano, la corrupción es uno de los problemas más graves que padece el Estado ruso. Considerando el índice elaborado por Transparency International(3), en el año 2009 Rusia puntuó 2,2. La imprevisibilidad de las instituciones rusas supone un riesgo para cualquier empresa extranjera interesada en invertir en el país, hecho que podría sobrevenir en un serio revés al crecimiento económico ruso.

El papel de la política exterior


Rusia ha combinado dos elementos que lo posicionan como una nación que ha propuesto una política exterior alineada con sus intereses político-económicos: una enorme riqueza energética y un régimen de gobierno que mantiene – aunque con diferencias – los ribetes autoritaristas de antaño. 

Al mismo tiempo, la Unión Europea, que concentra a 27 naciones del continente europeo, es el principal importador de la energía de Rusia, y, por tal motivo, tiene una suerte de relación quid pro quo con el país eurasiático; es decir, están condenados a mantener una relación cercana en la cual ambos se necesitan. Por esto la importancia de Rusia es tan alta en su entorno regional; si bien no se ha encargado de llevar adelante una política exterior simpática, ni ha procurado crear estrechas relaciones con Estados linderos – más allá del establecimiento de vínculos comerciales –, conoce perfectamente que los países de la Unión Europea no pueden prescindir del suministro energético ruso. 

Desde el período presidencial de Putin, la seguridad política y energética se ha vuelto un tema preponderante en la agenda rusa. Su esfera de influencia, que se extiende sobre la mayoría de los países de Europa del Este; la gran dependencia que le ha generado en materia energética al resto del continente europeo; y la posición estratégica, que lo ubica como el gran nexo entre Europa y Asia, han convertido per se a Rusia en uno de los actores más trascendentes del sistema internacional.

No obstante, en esta nueva era entendemos que un Estado no puede ascender a los primeros planos del sistema internacional y transformarse en una verdadera potencia, si al crecimiento económico y a la riqueza propia del país no le suma una política exterior proclive a establecer lazos con diferentes Estados. Es por eso que consideramos recomendable y necesaria la adopción de una postura versátil frente a las situaciones de índole internacional. Entretanto esto no suceda, Rusia seguirá en una suerte de aislacionismo independiente que, si bien lo tiene en una posición muy fuerte dentro del sistema, puede devenir en un obstáculo que coarte los deseos de progreso del país.

¿Y la sociedad?


Sin entrar en alarmismo – aunque el problema en cierta medida lo amerita –, la situación social de Rusia es preocupante. ¿Por dónde empezar? El envejecimiento de la población, el SIDA, la tuberculosis, el alcoholismo… Evidentemente lo primero es producto de lo que sigue en segundo, tercer y cuarto lugar. 

Lo cierto es que las cifras sorprenden: desde el colapso de la U.R.S.S. al año 2008 han fallecido 10 millones de rusos más de los que han nacido, y se prevé que en el 2030 Rusia tendrá alrededor de 120 millones de habitantes (frente a los 141.8 millones que marcó el censo del 2008). Acorde a las estadísticas, Rusia ha perdido un promedio de alrededor de 500.000 personas por año en el período 1991 – 2008 (4). 

Si Rusia pretende evolucionar como nación y lograr un crecimiento sostenido que lo ubique como potencia internacional, no hay cabida para dos opiniones: inequívocamente deberá enfrentar estos problemas sociales y con urgencia. Una de las posibles soluciones sugeridas, además de aumentar el gasto para paliar con los problemas de la salud y de practicar controles más estrictos para evitar la propagación del SIDA y la tuberculosis, puede encontrarse en la entrada de inmigrantes, aunque no podemos obviar el escepticismo que ha existido en Rusia al respecto de este tema. 

En cuanto a la estructura de la sociedad, el problema más grande se centra en la desigualdad. El cuestionado y endeble sistema democrático ruso, severamente desmedrado por las arbitrarias decisiones gubernamentales (Medvedev parece no haber logrado cambios sustanciales en la orientación del régimen), entre otras cosas, alimentó el crecimiento de una de las grandes patologías democráticas de Rusia: las oligarquías y las elites de poder heredadas de la era soviética.

El problema es que el favorable crecimiento económico de los últimos años, justificado principalmente en el boom del precio de los commodities, no llegó a materializarse en un beneficio que recaiga sobre el total de la sociedad. En definitiva, en lugar de que el crecimiento económico propenda a la creación de planes sociales correspondientes a las necesidades del país, el mismo se refleja en la aparición de nuevos millonarios rusos en la lista de Forbes.

Ojos que no ven… 


Que el deterioro del medio ambiente es uno de los asuntos primordiales en la agenda internacional no es novedad para nadie, excepto para Rusia. Como en tantos otros aspectos, la ética y la responsabilidad quedaron en un segundo plano en el país donde los fines parecen justificar cualquier tipo de medios. ¿Qué queremos decir? El hecho de que la postura de Rusia pretenda contradecir la opinión unánime de la comunidad científica acerca de los problemas medioambientales, responde a intereses bien definidos. 

Un poco más en detalle, el 66% del territorio ruso es actualmente permafrost (5); esto quiere decir que tan sólo a 30 centímetros de profundidad, el suelo está congelado los 365 días del año. Este hecho imposibilita el desarrollo de la agricultura, y dificulta enormemente el progreso de las actividades ligadas a la minería. El calentamiento global, entre otros factores, ha provocado un descongelamiento de los suelos polares. Este hecho le permite a Rusia aprovechar tierras que otrora no le otorgaban el más mínimo rédito al país. 

Colateralmente, el creciente descongelamiento ha favorecido la creación de vastas zonas pantanosas, las cuales, producto de la erosión de los minerales que antes estaban congelados, han desencadenado una mayor emisión de gas metano. A este componente se lo conoce como turba, y cada vez más se lo puede encontrar en Rusia. 

Como comentábamos anteriormente, el manejo de las situaciones ligadas al medio ambiente supone, por un lado, otra oportunidad para que Rusia aumente su peso geopolítico en Europa. En otras palabras, la independencia que caracteriza a la política exterior rusa, con el conocimiento de los beneficios que el país recibe producto de las condiciones medioambientales de la actualidad, le ha permitido, de alguna manera, minimizar la existencia de uno de los problemas que más seriamente aqueja a la comunidad internacional.

Por otra parte, resta ver cómo repercutirán las decisiones que el país tome en esta materia en la evolución de sus relaciones internacionales. Es factible que la comunidad internacional juzgue a Rusia a la luz de los resultados, y, de cumplirse los pronósticos que se aventuran acerca de la situación medioambiental, los vaticinios que podemos hacer no son favorables para el país eurasiático.  

El compromiso de revertir el lóbrego panorama medioambiental no recae exclusivamente sobre Rusia, ni tampoco es nuestro adjetivo sentenciar algo parecido. Sin embargo, debemos enfatizar que, lejos de reconocer el problema y comenzar a tratarlo aunque sea de forma superficial – lo que ha hecho la mayoría de los países de la comunidad –, Rusia ha desestimado la importancia que el mundo le ha dado al cuidado del medio ambiente.   

Consideraciones finales


A lo largo del artículo hemos hecho hincapié sobre todo en las debilidades de Rusia, pues el tratamiento de las mismas es el que en última instancia determinará los resultados del país en el mediano plazo. El ritmo vertiginoso que impone esta era por la que transita el sistema internacional acota el margen de acción de los países, por lo que Rusia necesita acciones concretas y eficientes para contrarrestar problemas que imposibilitan su crecimiento sostenido.

¿Qué decir sobre las innumerables potencialidades de Rusia? Probablemente son las que le han permitido en cierta medida, tomar una conducta indiferente frente a temas tan relevantes. La postura de Rusia frente a las debilidades que hemos planteado a lo largo de este trabajo son las que determinarán sus posibilidades de lograr, además de un crecimiento económico, un rola de global playerpropiamente dicho. 

El problema radica en los cambios estructurales que la comunidad espera que Rusia adopte. Existen cuestiones consuetudinarias difíciles de alterar, y una identidad particular que se ha forjado a lo largo de una historia peculiar y controvertida. Los problemas relativos a la expectativa de vida, la libertad política, la corrupción y la situación medioambiental, indican que este país enfrentará serios problemas a la hora de consolidar su crecimiento a través del tiempo.

Es tan interesante el caso ruso que aún con los peligros que enfrenta el país, que son sin duda considerables, el potencial para superarlos iguala la envergadura de dichos obstáculos. No cualquier nación cuenta con dicho privilegio. El tiempo nos dirá qué pasará con este país, pero más allá de los matices, Rusia nunca estará lo suficientemente apartada como para no incidir en el futuro del sistema internacional. 


(1) En el año 2006, y nuevamente en el año 2009, Rusia detuvo el suministro de gas natural hacia Ucrania, en audaces maniobras que pretendían elevar súbitamente los precios.

(2) Instrumento creado para administrar los cuantiosos ingresos provenientes de las exportaciones; permiten que los Estados puedan seleccionar de forma más eficiente y adecuada hacia qué proyectos dirigir las inversiones. Muchas veces han sido utilizados con fines controversiales, como por ejemplo el apoyo a la producción de material bélico.  

(3) El índice va de 0 a 10, siendo 10 el grado de corrupción más bajo y 0 el grado de corrupción más alto.

(4) The incredible shrinking people: Russians are dying out, with dire consequences. En: The Economist [online], nov. 2008. [citado 28 Julio 2010]. Disponible en Internet:< http://www.economist.com/specialreports/displaystory.cfm?story_id=E1_TNGNSJVG>.

(5) Capa del suelo permanentemente congelada en las regiones polares.

  


*Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales
FACS - Universidad ORT - Uruguay

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Publicado

2010-08-12

Número

Sección

Comercio y economía internacional