Acuerdos y Desacuerdos en las Teorías Postmarxistas
Resumen
A comienzos de la década pasada, el sociólogo catalán Manuel Castells manifestaba que, si bien existen distintos grupos contrarios a la globalización (por entonces eltérmino de moda), ninguno de ellos –juntos o separados- sería capaz de triunfar ante el adversario, dado la ausencia de una alternativa compatible, satisfactoria y sobre todo conmensurable a la realidad con la que antagonizaban. El mismo dilema podríamos extender al pensamiento postmarxista en su lucha contra la “desigualdad” o “desigualdades”, siendo los principales abanderados de esta corriente (aunque muy distanciados entre sí) el argentino Ernesto Laclau, el esloveno Slavoj Žižek (cuando quiere), y el binomio Antonio Negri-Michael Hardt. No es raro encontrar a Žižek burlarse de Laclau, a Laclau despotricar contra Žižek, y a ambos atacar de forma virulenta al libro “Imperio” de Hardt y Negri.
En todo caso estas tres distintas concepciones encierran una determinada cosmovisión política-sociológica, encontrando varios ejes comunes de discusión donde se centran los conflictos discursivos entre ellas.
Primero, la desconstrucción y posterior reconstrucción estructuralista del pensamiento marxista original el cual queda paradójicamente desclasado, abandonando el estricto economicismo del materialismo histórico a través del método dialéctico (siendo Žižek una excepción parcial, cuando así lo desea). Referencia a ello hicimos en nuestro anterior artículo sobre el Eurocomunismo, aunque planteándolo en clave de sistema de partidos. Segundo, la identificación de un némesis prácticamente omnipotente: una conjunción de capitalismo, globalización, discriminación, colapso medioambiental, democracia liberal de partidos y una sociedad sin conciencia de clase alguna (aquí se destaca la gigantesca teoría conspirativa de Hardt y Negri). Tercero, un reconocimiento explícito o implícito (por omisión o por propuestas irrealizables) de la inutilidad de querer rebelarse contra el némesis. Cuarto, y cual piedra filosofal en este esquema, la búsqueda de un cómo, un en qué y sobre todo un a través de quiénes cambiar esta realidad.
Podríamos señalar como punto de partida en el problema de cómo lograr que los grupos sociales supuestamente descontentos con el statu quo sean funcionales en primer lugar a una solución de sus propios reclamos y en segundo lugar partícipes de un cambio totalizador de sistema hacia, suponemos, algo mejor.
Para Hardt y Negri, autores de “Imperio” –quien Žižek definiera a manera de humor ¿involuntario? como “el Manifiesto Comunista de nuestro tiempo”, tan solo para inmediatamente después contradecirse y despedazar sus postulados- la propia existencia de estos antagonismos (definidos en el concepto “multitud” como la suma de singularidades opuestas al capitalismo global) supondría necesariamente la eventual llegada del segundo y tercer paso, en un proceso de objetivación por demás criticado de “optimista” como mínimo. Y es que el problema de dicho razonamiento es que la esencia de la “multitud” (y lo que la separa de “clase” o “pueblo”) es su heterogeneidad y el deber necesario de mantenerla. Que haya grupos que se opongan a algo no quiere decir que posean puntos de convergencia entre ellos más allá de la abolición de lo primero, ni razones inherentes para la confluencia de esfuerzos, por lo que el paso de la articulación política se deja en el más completo de los olvidos (al menos en cuanto a planteos plausibles y razonables), cuestión que Laclau no deja de recordar en cuanta oportunidad se le presente: máxime cuando el “Imperio” en cuestión es una fuerza tan etérea como omnipotente y omnipresente, tal como se la describe en la obra. El libro no da respuestas claras al respecto, por más que uno llegue tortuosamente al final del mismo. Por otra parte Žižek, en su crítica al planteo, el cual categoriza –con un evidente doble sentido- de pre-marxista (¿por spinozista o por socialista utópico?), invita a un avance, ya no hacia Marx, sino directamente a Lenin, su caballo de batalla habitual desde que saltara a la fama a fines de la Guerra Fría.
Žižek, lacaniano, pensador todoterreno que teoriza igual sobre psicoanálisis, política, literatura, música o cine, es el más ambiguo de todos, y bien podría aplicársele la frase “jamás hay que tomarlo en serio, jamás hay que tomarlo en broma”. Con una bibliografía extensísima, irregular y a menudo contradictoria, su reconocimiento de las “políticas de identidad” no quita que en otras ocasiones las tache directamente de inútiles como modalidad de cambio: el reclamo particular de –por ejemplo- una minoría, no es más que una desviación posmodernista de lo que verdaderamente debe ser el objetivo de la “lucha”. En algo es constante: la reivindicación de la clase social como sujeto fundamental de cambio. Cuando exige a Negri que mejor haría en avanzar al leninismo, no se refiere a lo que fue la Revolución Rusa, sino a lo que pudo haber sido –o mejor dicho-, lo que en su opinión debió haber sido.
Para el esloveno las dictaduras marxistas del siglo XX (incluidas cuestiones como la Revolución Cultural maoísta) fallaron en el sentido de no ser lo suficientemente radicales. Sus excesos se debieron, precisamente, a la falta de radicalismo. “La reinvención del Terror Revolucionario” es frase de cabecera de la filosofía política de Žižek, cuestión que choca a no pocos autores, quienes lo ven como un nostálgico del socialismo burocrático, aunque más válido sería concebirlo como un provocador -de los más lúcidos e inteligentes intelectuales contemporáneos, cierto-, pero provocador al fin.
Laclau, filósofo menos deslumbrante que Žižek, menos deliberadamente confuso que Negri, y que probablemente se tome más en serio la coherencia interna de su cuerpo teórico, lleva elaborando fundamentalmente desde 1985 (“Hegemonía y Estrategia Socialista”, escrito junto a Chantal Mouffe) el problema de la articulación política, es decir, que los grupos económica, social o políticamente “alienados” hagan efectivas sus demandas en un marco democrático (democrático-liberal, para sus detractores marxistas), efectivo y unificado (lo que precisamente criticaba a Hardt y Negri). El clímax de esta búsqueda llegaría con el complejo y arriesgado libro On Populist Reason (2003).
Grosso modo, en dicho libro Laclau maneja el “populismo”, ya no como categoría formulada a priori donde colocar tal o cual movimiento político, sino como lógica propia que actúa de articuladora al identificar el “pueblo” -una dinámica de sujetos en un momento dado y sus distintas demandas insatisfechas en dicha circunstancia- y enlazarlo con una respuesta de un sistema político consecuente a ello, no mediante un proceso de homogeneización sino de equivalencia, en tanto dichas demandas se opondrían a un régimen que impide la satisfacción de las mismas. En otras palabras, para Laclau el populismo no se construye de arriba hacia abajo, sino a la inversa, y esto es positivo: no sólo para los populismos en sí (categoría que él rechaza, recordemos), sino también para la propia democracia liberal.
Resumiendo, más allá de las coincidencias de los autores, mencionadas al principio del artículo, los mismos discrepan en varios factores. No sólo en sus egos o en los agentes de cambio (la multitud para Negri-Hardt, la clase para Žižek, el pueblo para Laclau); también en la modalidad del mismo: alegría y conjunción espontánea de esfuerzos, un retorno al leninismo pero “sin titubeos que lleven a excesos” o el populismo, respectivamente. En todo caso se advierte la imperiosa necesidad de alejarse de la Tercera Vía socialdemócrata como claudicación al liberalismo y del fracasado eurocomunismo por un lado, sin caer en el totalitarismo distópico y políticamente incorrecto por el otro.
*Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales
FACS-ORT-Uruguay
Bibliografía Recomendada:
Imperio. Michael Hardt y Antonio Negri. Paidós, 2002.
Multitud: guerra y democracia en la era del Imperio. Michael Hardt y Antonio Negri. Debate, 2004.
Contingencia, Hegemonia, Universalidad. Diálogos Contemporáneos En La Izquierda. Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek. Fondo de Cultura Económica, 2003.
Hegemonía y Estrategia Socialista. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Fondo de Cultura Económica, 2004.
La Razón Populista. Ernesto Laclau. Fondo de Cultura Económica, 2005.
Asimismo se recomienda, para más información, la infinidad de artículos y entrevistas presentes en la red en cuanto a estos autores.
Para lecturas de Zizek, existe un amplio archivo en
http://www.egs.edu/faculty/slavoj-zizek/articles
Para Laclau, existen artículos en http://www.essex.ac.uk
Para una visión crítica de las posturas postmarxistas en general, se recomienda la selección hecha en http://www.ips.org.ar
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