El primer año de Barack Obama

Autores/as

  • Lic. Pablo Brum

Resumen

Barack Obama gobierna Estados Unidos desde hace ya casi un año. El resultado es positivo.

Durante su campaña electoral de 2008, Obama supo discutir con destreza diversos temas políticos, económicos y hasta técnicos en los debates con sus rivales. Sin embargo, la imagen dominante de su persona que quedó fue la del personaje mesiánico, con un mensaje superficial sobre “esperanza” y “cambio”, y cuya principal identificación era rechazar a la administración anterior. Esto no fue consecuencia solamente de la adoración mediática y de sus seguidores encandilados, sino de una campaña activamente pensada de esa manera.

Es por eso que resulta gratificante el grado de excelencia que le ha impreso Barack Obama a su gobierno. Esto no significa que no haya cometido errores o tomado malas decisiones – pero sí que ha dejado muy claro lo serio que se toma su nuevo puesto de trabajo.

Hay por lo menos cuatro grandes defectos de la Administración Obama que ya se vislumbran. El primero es una herencia de la campaña, y responde a una combinación de superficialidad con ego que, ahora ya a nivel presidencial, resulta vergonzosa. En 2009 se vieron manifestaciones de este problema en varias ocasiones. Una de ellas fue el discurso apurado que el presidente dio en Copenhague con el objetivo de obtener para su ciudad adoptiva de Chicago los Juegos Olímpicos de 2016. Increíblemente, el discurso trató nuevamente de sí mismo. Era la enésima repetición de la misma narración sobre lo especial que es Barack Obama y su presidencia –y que combinada con sus dos años de campaña ya lleva tres repitiéndose una y otra vez. En esos mismos días la administración tocó fondo con el bizarro anuncio del Premio Nobel de la Paz para el presidente y una guerra declarada, formal y directamente desde la Casa Blanca, contra el canal de televisión FOX News. Los términos con los cuales se dirigieron al medio de comunicación fueron dignos de un presidente sudamericano enardecido.

Un segundo y más relevante problema de la administración concierne a su política exterior. Este primer año consistió en hacer lo inverso de la Administración Bush respecto a las alianzas – es decir, maltratar a los aliados y premiar a los enemigos. Así, el nuevo gobierno se ha deshecho en cortesías y gestos de amistad hacia Cuba (en la OEA), Venezuela (recibiendo un libro totalitario y dándose la mano con su dictador), Rusia (apretando el botón “reset”), Irán (enviando saludos de año nuevo y diplomáticos a perder el tiempo) y así sucesivamente. En cambio, se sucedieron las desconsideraciones a importantes y valiosos aliados: el Reino Unido (con el famoso caso del regalo de DVDs a Gordon Brown), Israel (principalmente con el tema iraní), Polonia y República Checa (abandonando el escudo antimisiles), Japón y Colombia (su TLC). Esto no significa que se haya causado daño real a esas relaciones bilaterales, pero sí que la administración comenzó enviando las señales equivocadas a ambos grupos de países.

Un tercer problema es su política de derechos humanos. He aquí un cambio más significativo y reconocido abiertamente respecto al gobierno anterior. Mientras que ése adhería –siempre con las tradicionales excepciones estratégicas- a un liberalismo universal, el actual modera mucho más sus pronunciamientos y se identifica con el pensamiento realista, similar al de la Administración Bush I (padre). Eso explica la demora imperdonable en condenar las masacres de la oposición en Irán, la inocua visita a China (en la cual Obama ni siquiera admitió preguntas en la conferencia de prensa por “respeto” al dictador chino), el discurso sobre el Islam y sus equivalencias morales, sus críticas desproporcionadas a Colombia y su desinterés en la oposición cubana.

Un último defecto del actual gobierno son sus políticas económicas. Aunque ha reducido algunos impuestos, la explosión en el gasto estatal y la deuda pública es dramática. Más aún, la administración planea que este gasto no sea solamente por la emergencia económica, ya que su esperada ley de reforma del sistema sanitario está por crear un “derecho” permanente a la salud. Aunque inicialmente se logró evitar la creación de una empresa aseguradora estatal, la intervención en el mercado y la admisión de millones de nuevas personas al sistema colectivo estatal aumentarán permanentemente el problema. Mientras que hace años que los economistas dicen que para solucionar el problema a largo plazo de los déficits por tendencias demográficas sería necesario aumentar la edad de elegibilidad para acceder a esos servicios –y por lo tanto reducir la cantidad de receptores-, la nueva ley hace exactamente lo opuesto.

Estos errores tienen distintos grados de impacto. Los tres primeros pueden resolverse con el paso del tiempo y la experiencia en el gobierno. Quizá incluso terminen resultando anecdóticos. El cuarto, en cambio, tendrá consecuencias durante mucho tiempo y acercará a Estados Unidos cada vez más a la socialdemocracia al estilo europeo.

Sin embargo, es también meritorio notar los logros de la administración. 

El primero y más importante de ellos es su política hacia Afganistán. Mantener y sobre todo expandir la presencia militar de Estados Unidos en ese país es una necesidad de primer nivel. Es la única manera de derrotar el totalitarismo islámico en uno de los lugares donde históricamente ha sido más peligroso. A diferencia de sus camaradas progresistas, Barack Obama sabe que el ataque terrorista del once de septiembre fue posible solamente gracias a la existencia en Afganistán del régimen talibán. Permitir un regreso a eso no es una opción para cualquier persona responsable o racional.

Obama no solamente acertó en eso, al triplicar las tropas en el país y cambiar la estrategia hacia la doctrina anti-insurgente: también tiene la atención colocada sobre otros posibles focos de terrorismo islámico. En particular, esto refiere al vecino Pakistán, al estado fallido de Somalia y al potencial caos de Yemen.

El segundo gran logro de Obama es su política educativa. Esto se manifiesta en primer lugar con un estilo y una actitud de trabajo serio en ese ramo. El presidente lo repite en numerosas ocasiones e insiste permanentemente con la necesidad de mejorar y expandir la educación de niños y adolescentes, a la vez que sostiene que Estados Unidos debe mantener su prestigio en la alta educación. La principal iniciativa concreta se lanzó en noviembre: la Casa Blanca declaró una campaña nacional en coordinación con empresas, organizaciones no gubernamentales y otras instituciones. El objetivo es animar a los jóvenes a seguir carreras en las áreas de la “ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas”. Incluso se organizará una feria científica para jóvenes inventores en la Casa Blanca, de modo de darle prominencia al tema. No hay mejor inversión posible que esa: Barack Obama y su equipo reconocen que esa tendencia está detrás del propio desarrollo económico estadounidense y del de otras potencias emergentes contemporáneas. 

Otro importante cambio respecto a la administración anterior es el interés de la actual en regular las emisiones de carbono. El resultado resta por verse, tanto a nivel internacional (Copenhague) como a nivel local. La ley propuesta sobre el establecimiento de un tope y un sistema de comercialización de permisos de emisión de carbono (“cap and trade”) es muy defectuosa e inferior a un impuesto al carbono. Sin embargo, es mejor que nada – y sobre todo, el cambio de actitud, al igual que en los temas anteriores, augura más años de acción en el tema.

Las instancias en las que Barack Obama y su equipo tienen logros superan en importancia a las que contienen defectos. Más aún, en donde ha manifestado problemas la administración tiene margen de corrección, excepto quizá en el económico. Las estadísticas macroeconómicas de la administración no sólo son malas, sino que de hecho arrojan resultados preocupantes. En las semanas antes de entrar en el gobierno, el equipo económico de Obama publicó un estudio en el cual indicaba que de no aprobarse un paquete de “rescate económico”, la Gran Recesión se empeoraría. En la realidad, tras aprobado y aplicado un colosal programa de USD 700 millardos, las estadísticas de desempleo no sólo son peores que las predichas, sino que arrojan una situación peor a la que se preveía si no se hacía nada.

Barack Obama está resultando ser un presidente muy superior al candidato. El intelecto superior que demostró en su biografía y en sus debates claramente es el motor del nuevo gobierno. A juzgar por su primer año, su gobierno se asemejará bastante al de Bill Clinton y no a la debacle de Jimmy Carter.

 
Lic. en Estudios Internacionales. 
Universidad ORT - Uruguay

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Publicado

2009-12-17

Número

Sección

Política internacional