LO QUE EVO MORALES HA SIGNIFICADO PARA BOLIVIA

Autores/as

  • Marcos Rodríguez Schiavone

Resumen

Mientras uno de los personajes paradigmáticos de la izquierda populista latinoamericana se dirige hacia un nuevo triunfo en las elecciones presidenciales, se hace oportuno analizar los cambios estructurales que Bolivia ha tenido durante su mandato.

Constantemente caricaturizado por parte del discurso de la derecha latinoamericana, las noticias que nos llegan de Evo Morales son casi siempre de carácter anecdótico: que usaba siempre el mismo un sweater; que dijo que comer pollo provocaba la homosexualidad; que su avión fue “detenido” en Austria cuando, viniendo de una cumbre de productores de hidrocarburos en Rusia, España, Italia y Francia le impidieron atravesar su espacio aéreo (esto ya es más serio).

Parte del discurso dijimos, y es que hay una segunda visión complementaria que muestra al presidente boliviano como un feroz enemigo del sentido común (es decir, el capitalismo) y la institucionalidad (es decir, la democracia liberal arquetípica).

Sin embargo, si evitamos el espectáculo y nos concentramos en la información relevante, la frivolización y demonización mediática de Bolivia y de Morales parece representar más bien el comportamiento de una avestruz escondiendo la cabeza ante una serie de reformas que, para bien o para mal (esto queda a juicio del lector), han supuesto una radical transformación del país andino. De eso no se habla demasiado.

Recordemos muy brevemente el “antes”. La historia como país independiente no ha sido grata con el pueblo boliviano: pérdida de su salida al mar, de Antofagasta y de sus salitres; pérdida de Acre y de su producción de caucho; pérdida del Chaco y de sus promesas en petróleo; setenta y ocho gobiernos, casi la mitad de ellos fruto de golpes militares; tímidos pasos hacia la inclusión social y distribución de riqueza (Revolución de 1952); colapso económico en los ‘80s. y reclamo estadounidense por el cultivo tradicional de Coca; en los ‘90s. políticas económicas liberales, impuestazos, privatizaciones e incremento de la conflictividad social.

La segunda presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada (el presidente que hablaba mejor inglés que castellano; todo un símbolo 2002-2003) constituyó un punto de quiebre. Ante la posibilidad de la exportación de hidrocarburos (ya privatizados) a través de puertos chilenos, estalló un conflicto social que, como último resultado, cambiaría al país andino de una forma que no se había visto antes. El pueblo boliviano, que ya había sufrido en su historia una “expoliación” de las riquezas que yacían en las entrañas de sus tierras (plata y oro primero, luego estaño, gas ahora), por primera vez decía “alto”.

La figura de Evo Morales (Oruro, 1959) no es ningún accidente histórico, y su fama creció a la par de los errores políticos de una clase política tradicional que gobernaba más pensando hacia fuera que hacia adentro y con una incapacidad crónica de dar respuesta a los reclamos de la ciudadanía, que, como veremos, en Bolivia tiene una complejidad importante.

De origen aymara, Morales fue liderando distintas “causas”, a la par que los gobiernos de La Paz erraban una y otra vez. Su primer gran éxito fue ser el principal líder de los “cocaleros” que lucharon contra el intento de erradicación total del cultivo de coca a pedido de EE.UU. Pronto se haría con el control del partido político Movimiento al Socialismo (MAS), ejerciendo la doble función de político y gremialista, y extendiendo su reclamo al tema del gas natural (defensa de la re estatización y, como hemos dicho, oposición a su exportación vía Chile aprovechando las pocas simpatías de todos los bolivianos hacia dicho país).

Mención aparte merece su pretendido papel “representativo” y de defensor de las casi cuarenta comunidades indígenas (60% o 40% de la población dependiendo de la fuente, en su mayoría quechuas y aymaras) y con prácticamente una nula participación previa en un poder dominado por “criollos”.

Cocalero, indigenista, socialista: con este perfil Morales vencería en las elecciones de 2005 con una amplia mayoría (54%) y repetiría en el 2009 aún con más votos (64%).

Ahora bien, ¿qué ha significado para Bolivia el gobierno del MAS? Para dar cuenta de esta pregunta debemos remontarnos a la aprobación de la Constitución del 2009. Ya de por sí su aprobación fue polémica, dado que el MAS no logró la mayoría esperada para la Asamblea Constituyente y lo que precisaba dos tercios de los votos se terminó aprobando por mayoría simple, lo que constituyó una grosera violación al orden constitucional. Bolivia seguía los pasos de su aliado en Caracas, estableciendo una refundación nacional a través de una nueva Carta Magna y, finalmente, la misma fue refrendada ante el pueblo con éxito.

Refundación que comienza con el nombre: desde ahora se hablará del “Estado Plurinacional de Bolivia”. Ello intenta un pleno reconocimiento de las varias etnias que componen la población. Además de privilegiar sus derechos políticos y de inclusión social, la Constitución (junto a leyes posteriores) consagra una descentralización progresiva (departamentos, municipios, regiones) que en última instancia hasta puede llegar a reconocer el autogobierno de distintos grupúsculos étnicos en base a sus propias culturas “ancestrales”. La complejidad para alcanzar dicho estatuto, su originalidad y las consecuencias que podrían acarrear, amerita un estudio más detallado de lo que pueda escribirse en el presente artículo. Lo diremos entonces en pocas palabras: la nacionalidad boliviana ha pasado a fundamentarse en su diversidad, única modalidad de inclusión de una población tan heterogénea.

La Constitución también consagra las medidas destinadas a la estatización parcial o total de la explotación de los recursos naturales, fundamentalmente el gas natural (principal riqueza del país). Del mismo modo, varias empresas estratégicas de servicios fueron o están siendo adquiridas por el gobierno total o parcialmente. Un potente mensaje al respecto fue cuando la privatizada Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos fue ocupada militarmente (¡!) previo a cualquier acuerdo con las transnacionales.

En cuanto a la Política Exterior, ampliamente conocida es la pertenencia del gobierno de Morales al grupo ALBA como un aliado incondicional de Caracas. Aunque tal vez cabría acotar que muchas veces la verborragia “albista” de Morales no trasciende de las palabras y, esencialmente, no traduce su discurso incendiario al campo de la diplomacia.

¿Qué tan eficiente ha sido la administración Morales? Pasemos a los fríos números y comparemos 2005 con 2013 (se utilizan dólares corrientes):

-El Producto Bruto Interno nominal prácticamente se triplicó en ocho años a aproximadamente 30 mil millones. El crecimiento del 2013 fue de un 6,8%.

- Asimismo, el Producto Bruto Interno per cápita pasó de $1000 a $2900 en el mismo período.

- La deuda pública ha bajado de un 90% del PBI a un 33%.

- Las Reservas Internacionales han crecido de $1.700 millones a $14.000 millones.

- La Tasa de Mortalidad Infantil tuvo un descenso de 53/1000 a 40/1000, mientras la Esperanza de Vida subió unos tres años hasta los 67.

-En materia de alfabetización se dio uno de los mayores logros y, con ayuda cubana y venezolana, Bolivia fue declarada el mes pasado como país libre de analfabetismo según la UNESCO (es decir, por debajo del 4%). Es principalmente gracias a la educación que también se ha incrementado el Índice de Desarrollo Humano.

Concluyendo, si bien muchos indicadores (principalmente los macroeconómicos) muestran un avance significativo, seguimos hablando de uno de los países más pobres de Latinoamérica. Tampoco podemos atribuir todo éxito o fracaso al gobierno, teniendo en cuenta su total dependencia de la demanda y el precio de las commodities. Pero para los bolivianos lo logrado no es poca cosa y, sin duda, la mayoría de ellos percibe un incremento en su calidad de vida bajo esta administración.

La diversidad boliviana también se advierte en la oposición a Morales. Y es que su primer desafío provino de los departamentos orientales (Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija) de geografía (Chaco), economía (agrícola además de hidrocarburos) y demografía (criollos) diferentes a las del Altiplano.

Fue el departamento de Santa Cruz el que promoviera, en 2008, una serie de referéndums no reconocidos por La Paz en dichos departamentos, clamando por una mayor autonomía o -incluso- blandiendo una amenaza de secesión. Algo que hubiese constituido un golpe letal para el proyecto del MAS teniendo en cuenta que esos departamentos aportaban casi la mitad del producto interno bruto.

Para los políticos de la región (también conocida como “Media Luna” próspera), el mencionado referéndum fue un éxito (más del 80% por el “Sí”). El gobierno de Morales, en cambio, desestimó cualquier tipo de legitimidad legal o simbólica aduciendo el altísimo abstencionismo de los potenciales votantes.

Teniendo en cuenta este factor, podría interpretarse la complejidad de la descentralización territorial de la Constitución del 2009 como una forma de desarticular cualquier tipo de vocación separatista.

Y, en el mismo sentido, y tras unas elecciones presidenciales (2005) donde se volvió a evidenciar la división geográfica (el oriente votó masivamente al candidato opositor de centro derecha Manfred Reyes Villa), puede decirse que el MAS de Morales decidió “bajar de los Andes”, moderar su discurso netamente altiplánico y de esta forma instalarse progresivamente en las zonas conflictivas del llano. Tal es así que, según la última encuesta, en Santa Cruz el oficialismo obtendría el 40% de los votos en el departamento.

Llegamos entonces al momento actual y a las próximas elecciones presidenciales, a realizarse el próximo 12 de octubre. Si bien la Constitución señala que un presidente sólo puede gobernar durante dos períodos, el Poder Electoral, con formidable astucia, ha dicho que el Estado Plurinacional de Bolivia es un sujeto distinto a la anterior República Boliviana, así que Morales puede presentarse nuevamente sin inconveniente alguno. La oposición -fragmentada en cuatro alianzas- tampoco parece despertar mucho entusiasmo con sus candidatos.

Por su parte las encuestas dan resultados notoriamente diferentes, donde el apoyo electoral de Morales varía del 44% (sin contar indecisos) a un 65% que se correspondería al índice de aprobación de la gestión. Para los críticos del gobierno, esta segunda cifra parece la más cercana a la realidad. Cualquier otro resultado sería sin duda la sorpresa del año.


Marcos Rodríguez Schiavone es estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales
FACS-ORT-Uruguay

Descargas

Publicado

2014-08-14

Número

Sección

Política internacional