El Ascenso de China y la Teoría Política Internacional: La Interdependencia Económica

Autores/as

  • Lic. Guzmán Castro

Resumen

En la serie de estudios sobre los vínculos entre el ascenso de China (y sus posibles consecuencias) y la teoría política internacional, que ocupó varios números de Enfoques, se han comentado corrientes que entienden el fenómeno desde una perspectiva desconsolantemente pesimista (en términos del conflicto que traería aparejado el ascenso) y otros que proponen visiones de moderado optimismo. La última de las teorías a presentar, la interdependencia económica, es sin dudas la más optimista acerca del ascenso de grandes poderes dentro del contexto de globalización e interdependencia contemporáneo. 

La idea central de la interdependencia económica es que los costos de resolver una disputa por la fuerza han pasado a ser insostenibles. Un estado inmerso en la economía mundial, con importantes y sólidos lazos económicos al orden económico y al resto de los países (especialmente al país con el que podría surgir el conflicto), debería tener incentivos poderosos para auto-restringir el uso de la fuerza como herramienta de política exterior. 

La interdependencia es, lógicamente, una situación de mutua dependencia económica en la que, según sus seguidores, restaría parte importante del desarrollo económico de los países. Aceptando el supuesto de que los estados tienen como fin central el desarrollo material del país por sobre otros fines como la seguridad nacional (premisa por cierto discutible), la teoría asume que los estados no estarían dispuestos a arriesgar relaciones económicas cruciales. La decisión de encauzar los posibles conflictos por una vía de negociación política y cooperación pasaría a ser la norma. 

El ascenso de China, empezando embrionariamente en las reformas iniciadas y encauzadas por Deng Xiaoping en 1978, no puede ser entendido si no se lo pone bajo una lupa de interdependencia e integración económica. Cuando Deng propuso las cuatro modernizaciones –agricultura, ciencia, industria y defensa- impuso el desarrollo económico como la primera, segunda y tercera prioridad de la política china -como ha dicho el Prof. David Lampton. El modo de lograrlo era adaptarse y unirse al sistema económico internacional (occidental). A la manera y con los tiempos de China, pero como proceso inevitable e incremental. 

De aquí en más los lazos con la economía y el comercio internacional no han hecho más que crecer. Especialmente con su antiguo enemigo y campeón del capitalismo occidental: Estados Unidos. 

Dos factores son interesantes de analizar desde la óptica interdependentista. En primer lugar, China intercambió, hace tres décadas, los tradicionales intereses de seguridad y alta agenda por objetivos económicos y de desarrollo. Estos últimos son el ítem ineludible y primario en la formulación de la política exterior. En segundo lugar, el cambio en la auto-comprensión china sobre sus objetivos, ha llevado a una sustancial modificación en las herramientas de política exterior. Los tiempos en que los conflictos fronterizos (aún muy relevantes para un país rodeado de vecinos históricamente hostiles) eran resueltos apresurada y mayoritariamente por la fuerza (piénsese en los conflictos con India, Rusia, Vietnam, y algunos países del sudeste asiático) han quedado atrás -por lo menos temporariamente. Hoy en día la política exterior china está fuertemente basada en la negociación y la cooperación (obviamente la fuerza no ha desaparecido, como demuestra el conflicto con Filipinas en 1995 por las islas Spratly o más aún, el tema Taiwán, pero sin dudas ha decaído). La economía parece ser el objetivo principal y los lazos internacionales efectivamente serían una restricción al uso de la fuerza. 

En este sentido la interdependencia económica promete seguir siendo una variable pacificadora a tener en cuenta. Sin embargo, esto supone solo una foto de la película. La interdependencia es una herramienta, y los chinos entienden esto. Una herramienta que parece haber funcionado muy bien en los últimos treinta años para conseguir los fines que el Partido Comunista Chino (PCC) se propuso. No obstante, no ha habido en China un aprendizaje particular, a la manera que sí se puede argumentar lo hubo en la Unión Europea. La interdependencia y los vínculos que devienen de ella son objetivos en sí mismos en la Unión Europea desde que Francia y Alemania decidieron no volver a repetir las dos catástrofes de la primera mitad del siglo XX. Este no es el caso de China. 

Para el PCC la interdependencia económica es una medio, no un fin per se. China no habría cambiado la manera en que entiende sus intereses. Los intereses nacionales siguen primando por sobre todas las cosas. Mientras la globalización y la interdependencia estén en sintonía con los intereses nacionales chinos, las oportunidades de cooperar son altas. No obstante, si los intereses nacionales cambiaran, el uso de la fuerza podría volver a ser, aún en un contexto de interdependencia, la opción preferida (o no esquivada) por el gobierno chino. Más aún: China podría estar usando la interdependencia para ascender a la cima de la jerarquía de poder internacional, para luego llevar adelante estrategias que no promuevan la cooperación dentro del orden, como ha sido el patrón histórico del ascenso de las grandes potencias. No debe olvidarse que antes de la Primera Guerra Mundial, Alemania y Gran Bretaña eran, mutuamente, segundos socios comerciales. 
Ahora bien, bajo la incertidumbre inescapable de la política internacional, lo mejor que se puede buscar -por el momento- es la profundización de este patrón de interdependencia económica conducente a la cooperación. Aún si no es prudente colocar en ella todas las esperanzas de un ascenso pacífico.

*Candidato a la Maestría en Estudios Internacionales, 
Universidad Torcuato di Tella
Buenos Aires, Argentina

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Publicado

2009-09-03

Número

Sección

Enfoques