Eclipse latinoamericano

Autores/as

  • Lic. Alejandro Blanco

Resumen

Actualmente, la mayoría de los países latinoamericanos transita a diferentes velocidades dos procesos antagónicos: una recuperación económica y una polarización política. Mientras el primero es una precondición básica para un desarrollo sostenible, el segundo constituye una amenaza que podría opacarlo.

La crisis económica mundial, originada en los sistemas financieros de las economías desarrolladas –principalmente EE.UU.- a inicios de 2008, repercutió negativamente en América Latina al interrumpir un período de casi seis años de crecimiento económico en la región. Tanto el FMI, como el Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas coinciden en pronosticar una contracción del PBI de América Latina en 2009. Esto se debe fundamentalmente a la reducción de las exportaciones, al freno de las inversiones, y a la disminución de las remesas desde EE.UU. y Europa, como consecuencia de la recesión y la pérdida de empleo en los países desarrollados.

Sin embargo, el impacto de la crisis ha sido menor en América Latina que en los países desarrollados. Su efecto en el sector financiero de los países de la región ha sido leve y, en términos de la actividad económica, la contracción no fue tan aguda y se prevé que la recuperación será más inmediata y significativa. Según el FMI, el PBI de las economías avanzadas (el G7 y España caerá un 3,6% en 2009 y aumentará un 0,6% en 2010, mientras que el PBI de América (sin Canadá y EE.UU.) caerá un 2,6% y se incrementará un 2,3% respectivamente.

Asimismo, un reciente informe de la CEPAL pronostica que la reducción del PBI de América Latina en 2009 será de apenas un 1,9% en 2009, a la vez que habrá un aumento de 3,1% en 2010. Según este informe, se está gestando una recuperación económica incipiente en algunos países latinoamericanos y se espera que esta tendencia se generalice en la región en las postrimerías de este año.

A pesar de los pronósticos económicos favorables -aunque no tan auspiciosos como los de China, India y los miembros de la ASEAN-, la coyuntura política latinoamericana podría atenuar dicha recuperación. Los sucesivos intentos de acumulación de poder de varios mandatarios y la política de confrontación mediática de los estados miembros del ALBA con otros países –principalmente EE.UU. y Colombia -, han contribuido en gran medida a la polarización política interna de esos países y a las tensiones diplomáticas con Estados vecinos.    

En los últimos años, varios políticos de izquierda han accedido al poder democráticamente en la mayoría de los países latinoamericanos. Dentro de esta tendencia general, existe una vertiente de mandatarios radicales de izquierda de naturaleza populista que han creado o se han adherido a la Alternativa Bolivariana Para Los Pueblos De Nuestra América (ALBA), un bloque liderado por Hugo Chávez y Fidel Castro que nació para confrontar el proceso del ALCA propuesto por EE.UU (que finalmente fracasó). Actualmente, el ALBA está conformado por Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Antigua y Barbuda y San Vicente y las Granadinas.

Los mandatarios de este bloque han propulsado reformas constitucionales de dudosa legalidad, en algunos casos con la finalidad de perpetuarse en el poder. Esta receta, con algunos matices, ha funcionado para Chávez, Morales y Correa; ha fracasado para Zelaya –que fue expulsado en pijamas de Honduras-; no ha sido necesaria para Fidel Castro, máxima expresión de ejercicio autoritario del poder vitalicio; y recientemente fue anunciada por Daniel Ortega en Nicaragua, que en el marco de la celebración de los treinta años de la Revolución Sandinista en Nicaragua expresó su deseo de reformar la Constitución.

Por otra parte, esta semana fue presentado un nuevo proyecto de reforma constitucional en Colombia, en sustitución del actual que permanece trunco en la Comisión Conciliadora de ambas cámaras del legislativo, para habilitar la segunda reelección del presidente Uribe.  De concretarse, sería la segunda reforma constitucional para que Uribe, un aliado del gobierno de EE.UU. continúe en el poder.

Estos sucesos reflejan nítidamente el proceso de concentración de poder personal de los mandatarios en detrimento de las instituciones que se ha desarrollado en los últimos años y que ha resucitado el tradicional caudillismo latinoamericano. Este proceso ha debilitado las frágiles instituciones democráticas y ha polarizado internamente a varios países.

Asimismo, los mandatarios del ALBA, han empleado permanentemente una retórica antiimperialista y una diplomacia confrontativa ante los EE.UU. y sus aliados.

Hasta el momento, el gobierno de Obama no ha elaborado una doctrina o no ha establecido grandes objetivos en cuanto a su política exterior  hacia América Latina. Sin embargo, ha mostrado un estilo conciliador y moderado en varias instancias. El gobierno norteamericano votó a favor del levantamiento sin precondiciones de la suspensión de Cuba de la OEA, realizó otras concesiones unilaterales a la isla, condenó la expulsión de Zelaya y ha amenazado con sanciones económicas al gobierno de Micheletti.  A pesar de ello, los miembros del ALBA han criticado duramente al gobierno de EE.UU. al acusarlo de fomentar el quiebre institucional en Honduras. Adicionalmente, han promovido una insurrección civil en Honduras y desean apoyar una nueva tentativa de regreso de Zelaya a Honduras después del fracaso del intento anterior. A su vez, el gobierno cubano no sólo critico las concesiones unilaterales de EE.UU. sino que también se negó a participar de la OEA al acusar al organismo de favorecer los intereses de EE.UU.

Recientemente, el gobierno venezolano también ha amenazado con una revisión de las relaciones diplomáticas con Colombia, su principal socio comercial, debido al acuerdo que está negociando con EE.UU. El acuerdo permitiría el uso de cuatro bases militares para la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo en territorio colombiano. Cabe recordar que Venezuela  suspendió las relaciones diplomáticas con Colombia, por un breve período, cuando este último bombardeó ilegalmente un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano.

Dicho episiodio es fundamental para comprender la tensión diplomática actual, porque no sólo explica la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Ecuador al día de hoy, sino que también explica las acusaciones del gobierno colombiano a sus similares de Ecuador y Venezuela por un supuesto vínculo económico entre las FARC  y los gobiernos de Chávez y Correa. De ese ataque, el gobierno colombiano obtuvo documentos -cuya procedencia fue comprobada por Interpol- en los que miembros de las FARC admiten esas acusaciones. A esto se suma el video que presentó esta semana el gobierno colombiano a la OEA en el que uno de los principales líderes de las FARC, el “Mono Jojoy”, admite haber contribuido económicamente a la campaña electoral de Correa en 2006.

La tensión diplomática regional causada, en gran medida, por la retórica confrontativa propio del populismo latinoamericano y la debilidad institucional que aqueja a la región en general –con algunas excepciones -,  ha dificultado la posibilidad de acuerdos comerciales serios y estables. Además, ha propiciado una gran variedad de acuerdos regionales en los que se pretende demasiado y se compromete muy poco.

El subdesarrollo de la mayor parte de América Latina no es una dolencia eterna de orígenes foráneos, sino una patología mental propia y, afortunadamente, curable.  Si los mandatarios de la región no velan por el predominio de las instituciones democráticas liberales y por la cooperación y el compromiso real entre los Estados, el caudillismo y la polarización seguirá interponiendose al desarrollo, y América Latina permanecerá eclipsada por mucho tiempo más.

 

(*) Licenciado en Estudios Internacionales, FACS, ORT - Uruguay

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Publicado

2009-07-23

Número

Sección

Política internacional