Sobre los Orígenes del Estado en la Obra de Charles Tilly

Autores/as

  • Nicolás Ayala

Resumen

La fisonomía de los de los Estados ha estado en constante transformación desde su gestación. Han logrado instaurarse a través de los años como las instituciones preeminentes y más eficaces del mundo. Esto supuso una constante renovación en torno a conceptos que resultarían vitales para su supervivencia. La soberanía es uno de ellos. Si bien completamente incorporada en la actualidad, su real implementación data de algunas décadas atrás, digamos a partir de la Segunda Guerra Mundial.

Han tenido que confrontar – y en algunos casos, continúan haciéndolo – problemas internos de diferenciación identitaria que se alzan como amenaza interna y vulneran su funcionamiento. Por otra parte, en la actualidad aparecen vigorosos e innovadores competidores (la Comunidad Económica Europea, corporaciones multinacionales y redes internacionales de tráfico de drogas y armas, solo por nombrar algunas) que desafían su soberanía. Es así que no faltan quienes conjeturan con la posibilidad de que los Estados, como hoy los conocemos, no vayan a perdurar mucho tiempo más.

Sin embargo, para comenzar a plantear este tipo de cuestiones, debemos examinar detalladamente los procesos que los llevaron a tener su forma actual, para así poder prever, dentro de los límites de lo posible, las consecuencias que dichas adversidades ocasionarán. El texto de Charles Tilly “Coerción, Capital y los Estados europeos 990-1990” resulta una excelente guía para este ejercicio.

A lo largo del libro el autor trata de responder la pregunta: “¿qué es lo que explica la gran la gran diversidad en el tiempo y el espacio de los tipos de Estado que han prevalecido en Europa desde el 900 d. de C. y por qué convergieron al fin los Estados europeos en diferentes variantes del Estado nacional?”

Para comenzar a responder esta pregunta el autor introduce distintas interpretaciones.

Análisis estatista:

Este modelo pone énfasis en las coyunturas intestinas de los diversos Estados, relegando a segundo plano el cambio político producido por sucesos económicos. Esta perspectiva da por sentado que los Estados actúan a favor de su “razón de Estado ”, que el sistema internacional es anárquico, y que las relaciones entre las unidades son el producto de las acciones de los distintos actores que atienden a sus propios intereses.  

Como representantes de este modelo propone a Gilpin y Waltz, quienes reconocen los efectos de sistemas tanto hegemónicos como bipolares o multipolares; pero en última instancia lo que prevalece en sus análisis es la actuación individual de los Estados en la búsqueda de sus propios intereses individuales.

Análisis geopolíticos:

Este segundo paradigma supone que la matriz principal de la configuración estatal es el sistema internacional que los contiene.

La hipótesis geopolítica es que el sistema internacional vigente determina las relaciones entre las unidades y que la edificación de los distintos Estados depende de la estructura de las relaciones entre todos los Estados. Entiende Tilly que bajo este arquetipo se sitúan autores como William Thompson y James Rosenau.

Análisis del modo de producción:

Esta corriente va a explicar la formación y surgimiento del Estado en base a las formas de producción. Los cambios operados en el seno de dichas instituciones responden directa y principalmente de la disposición de las fuerzas productivas. “El Estado queda en última instancia implicado en la gestación y la distribución del valor excedente al procurar sostener su propio poder y riqueza. ”

La organización interna de los Estados responde sin más a los intereses de los capitalistas que actúan dentro de su territorio y que a su vez definen la lógica de acción en el sistema supra-estatal, pues las unidades responden en la esfera internacional a las ambiciones de estos actores. La guerra por lo tanto se origina por la extensión del interés económico nacional.

Análisis del sistema mundial:

Para esta escuela neomarxista “el Estado figura principalmente como instrumento de la clase dirigente nacional, un instrumento al servicio de los intereses de dicha clase en la economía mundial. Suponen que la estructura económica interna de un Estado determina su posición a nivel mundial –periférica, central o semiperiférica- y esa posición a su vez afecta a la organización del Estado.

A criterio de Tilly ninguna de estas escuelas explica satisfactoriamente la cuestión del surgimiento y formación de los Estados. En su propuesta teórica, la guerra va a hacer las veces de disparador para la puesta en marcha de la maquinaria estatal. Los esfuerzos del gobernante por adquirir mayores niveles de acumulación y concentración de medios de producción y coerción son motivados por lograr la eficiencia en el desempeño del acto bélico.

“(…) los hombres que controlaban los medios concentrados de coerción (ejércitos, armadas, fuerzas policiales, armamento y sus equivalentes) intentaban por lo común emplearlos para ampliar el ámbito de población y recursos sobre los que ejercían poder. Cuando no encontraban a nadie con un poder de coerción comparable, conquistaban; cuando encontraban rivales, guerreaban. 

Así, los gobernantes debieron acumular y concentrar recursos (hombres, armas o dinero) para poder hacer frente a la guerra. Forzosamente esto requería algún tipo de organización. Surge de este modo la manera organizacional que dará vida a los Estados como los conocemos hoy día.

El propio proceso de acumulación y concentración de capital produce ciudades, en la medida en que los empleados dependen del capital y se ubican donde quiera que éste sea ofrecido; produciendo el crecimiento urbano del territorio. Donde el nivel de acumulación de capital es mayor que el de concentración, tienden a desarrollarse muchos centros dispersos. Dónde por el contrario, los niveles de concentración superan los de acumulación, la población se agrupa en torno a dicho centro.

Pero los centros urbanos, al tener la necesidad de abastecerse de alimentos y combustibles, modifican los cinturones agrícolas de los cuales dependen. La productividad de la tierra debe incrementarse y los accesos para facilitar el transporte de mercancías mejora la comunicación, transformando las relaciones ente los centros.

Ahora bien, al igual que el capital, la coerción también puede concentrarse y acumularse forjando ámbitos de dominio.

Europa creó dos grandes grupos de especialistas en coerción que se superponían entre sí: los soldados y los grandes terratenientes; allí donde se fundieron y recibieron ratificación del Estado en forma de títulos y privilegios, cristalizaron en aristocracias, las cuales a su vez suministraron a Europa sus principales soberanos durante muchos siglos.

Para poder monopolizar los medios de coerción se crean organizaciones con roles diferenciados que ejercen autoridad sobre otras organizaciones dentro del territorio. A su vez la necesidad de proteger los límites del Estado de invasiones y el ahínco para imponerse a sus vecinos crean no sólo ejércitos, sino aparatos civiles para poder mantener esos ejércitos.

Pero la administración de tierras, bienes y gentes, en un primer momento creada para el sostenimiento del dominio interior o exterior, estructura intereses muchas veces contrarios a la guerra. A diferencia de los imperios y ciudades-estado, en los estados-nación los intereses se encuentran disgregados entre los distintos actores que prestan servicio y forman parte del aparato organizacional. Los soberanos se ven forzados a negociar con la población, ofreciendo protección, arbitraje y otro tipo de derechos y prerrogativas a cambio de tributación, conscripción y la cesión de los medios coercitivos a manos del Estado.

Visto desde este ángulo, el autor entiende que sería muy fácil caer en la tentativa de ver este proceso como uno de ingeniería social y propone cuatro puntos para disuadir esa idea:

  1. “Los príncipes europeos raramente tenían pensado un modelo exacto de la índole de Estado que estaban construyendo, y aún más raramente actuaban de modo eficiente para producir dicho modelo. (...)”

 

  1. “Nadie ideó los componentes principales del Estado nacional: tesorerías, cortes, administraciones centrales y demás. Por lo general se formaron como productos secundarios más o menos involuntarios de los esfuerzos por realizar tareas más inmediatas, en especial la creación y soporte de una fuerza armada. (…)”

 

  1. “Otros Estados – y al fin la totalidad del sistema de Estados – influyeron fuertemente en la vía de cambio seguida por cualquier Estado dado. (…)”

 

  1. “Los forcejeos y la negociación con la diversas clases de la población subordinada afectaron de modo significativo a los Estados surgidos en Europa. Las rebeliones populares, por ejemplo, fracasaron casi siempre, pero las más importantes dejaron su impronta en el Estado en forma de políticas represivas, realineamientos de clase a favor o en contra del Estado y acuerdos que especificaban los derechos de las partes implicadas. (…) ”

Es en el tira y afloja de actores con intereses disímiles, en la socialización –en términos waltzianos- que impone el sistema internacional, en el output que surge del pragmatismo de las administraciones para lograr sus objetivos y en la fortunadónde podemos ver el verdadero génesis de la estructura que toma el Estado. Lo que hace interesante el punto de vista de Tilly es su consideración del embrión del Estado moderno como un ente dedicado casi exclusivamente a perfeccionarse en el arte de la guerra, que dialécticamente fue creando y permitiendo expresiones de pluralismo social. El Estado del siglo XX, dedicado a la edificación de infraestructuras sociales, al ofrecimiento de servicios, a la regulación de la actividad económica, a controlar los movimientos de población y a garantizar el bienestar de los ciudadanos, entre otros, es sin duda una expresión inacabada pero ampliamente perfeccionada de la institución bélica de Tilly.     


Charles Tilly “Coerción, capital y los Estados europeos 990-1990”, Alianza Universidad,   p. 25

Concepto utilizado por Friedrich Meinecke en su obra “La idea de la razón de Estado en la Edad Moderna”, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1959. Supone que la ley motora por la que debe guiarse el político es mantener al Estado sano y vigoroso. Es la misma razón de Estado la que indicará cuales son los medios y fines de ese crecimiento. En palabras del autor: “Vivir libre e independientemente no significa otra cosa para el Estado que seguir la Ley que le dicta su razón de Estado.”

Charles Tilly op cit., p. 31

Ídem. p. 33

Ídem. p. 38

Ídem. P. 44

Ídem. PP. 53-54


Candidato a Licenciado en Ciencias Políticas. 
Universidad del Salvador. 
Buenos Aires - Argentina.

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Publicado

2009-05-07

Número

Sección

Enfoques