ESTADOS UNIDOS: ESPERANDO POR CLINTON

Autores/as

  • Marcos Rodríguez Schiavone

Resumen

Mientras buena parte de EE.UU. se prepara para las elecciones legislativas y gubernamentales de mitad de período, de forma un tanto silenciosa comienza a jugarse la carrera por el premio mayor. Es decir, intentar conocer quién será el sucesor o la sucesora de Barack Obama en la Casa Blanca en un par de años. Si bien no existen hasta ahora pretendientes declarados, los mismos pueden ir intuyéndose a través de declaraciones a la prensa de propios o terceros, en eventos de debate o fundamentalmente siguiendo la recaudación indirecta de fondos a través de los political action committees (PACs) o fundaciones.
Con estas herramientas aproximativas podemos ir perfilando una lista de probables presidenciables.

En el Partido Demócrata, la principal pregunta a tener en cuenta es clara: ¿se presentará como candidata la ex Primera Dama, ex Senadora y ex Secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton? Si la respuesta es positiva, podemos esperar de la primaria una verdadera “masacre”, con Clinton venciendo en las encuestas a todos sus posibles rivales juntos en los 50 estados.

Clinton supuestamente representaría un regreso al pragmatismo centrista de su esposo, después del tibio progresismo que supone todo el período de gestión Barack Obama. De todos modos Hillary cuenta con potenciales rivales desde varios lugares del espectro político.

El puesto de candidato moderado sería ocupado por Joe Biden, siguiendo la costumbre estadounidense de aupar al vicepresidente un peldaño más arriba una vez concluida su tarea. Es, además, el segundo en casi todas las encuestas.
Pero es probable que los sectores más progresistas no se alineen tras Biden y pidan sangre nueva. En ese caso sería de entender que surja algún intento de un “nuevo caballo” con la banderita progresista, si bien todos los nombres manejados tienen muy poca incidencia en los sondeos.

Y es que la izquierda demócrata parecer haber perdido fuelle. Según un sondeo de la CNN [1], ante una Hillary candidata, un 20% preferirían a alguien más conservador y sólo un 11% a alguien más “liberal” en el sentido estadounidense del término.

Entra en escenario, entonces, un ala populista del partido que puede que presente candidato. En ese caso suena y se hace sonar mucho Brian Schweitzer, quien fuera gobernador del muy conservador estado de Montana. Schweitzer no tiene problemas en sugerir que el ex líder de los republicanos en el congreso tenía “maneras afeminadas” o salir en publicidades disparando su escopeta y enseñando su enseña de la Asociación Nacional del Rifle.

Pero, como dijimos, ningún candidato podría siquiera acercarse a ser un reto para Clinton. Y lo mismo marcan los sondeos cuando se simula un escenario contra cualquier rival del partido contrario, en donde encontramos un escenario completamente distinto.

Ante la hegemonía clintoniana, los republicanos presentan una primaria atomizada en los precandidatos pero polarizada en términos de ideología. Se trata del duelo entre el supuesto establishment partidarioy los héroes de los diferentes grupos que utilizan el adjetivo de Tea Party.

Definir a estas alturas lo que significa ser parte de estos movimientos es muy difícil. Algunos son más conservadores en lo fiscal, otros más conservadores en lo social, otros son libertarios o “constitucionalistas”… Los une, no obstante, el rencor hacia aquellos políticos republicanos que no son, supuestamente, lo suficientemente de derecha (es decir, los RINOs, Republicans in name only).
De esta ensalada conservadora (a mucha honra para ellos) surgen dos novatos senadores que han sustituido el valor de la experiencia por el radicalismo en sus acciones.

El primero, y el que mejor mide en sondeos, es Rand Paul de Kentucky, hijo del entrañable Ron Paul, congresista de Texas que tanto ruido hiciera en las últimas dos primarias con su postura minarquista al extremo. El hijo se parece al padre, pero ha cambiado la debilidad política de su primogénito: el no intervencionismo en la política exterior. Y este pequeño detalle lo ha catapultado en términos de popularidad.

Siguiendo con el fenómeno Tea Party, encontramos al senador tejano Ted Cruz, con un inquietante parecido físico (y por qué no, ideológico) con el tristemente célebre Joseph McCarthy. Como Paul, Cruz entiende que mientras menos gobierno federal haya tanto mejor, y aboga por el paradigma ideológico de los States' rights (que señala que todo lo no incluido en la Constitución es cosa de los estados y no de Washington).

Por el otro lado, el infinitamente castigado establishment republicano tiene dificultades en seleccionar contendiente. En un principio se habló del gobernador de New Jersey, Chris Christie, pero un escándalo de “abuso de funciones” parece haberlo dejado fuera de la carrera. La alternativa parece ser Jeb Bush, hijo y hermano de presidentes, ex gobernador de Florida, y como consecuencia una buena elección si se quiere conquistar el cada vez más importante voto hispano.
Aunque parezca increíble, otro nombre que ha comenzado a sonar es el de Mitt Romney, pero puede que sea una cuestión de wishful thinking más que otra cosa.

Esta guerra civil republicana deja de tener sentido cuando volvemos al principio, es decir, a Hillary Clinton. Sea quien sea el contendiente y provenga de donde provenga, los sondeos marcan su victoria como algo inevitable. Clinton no sólo repetiría las dos victorias de Obama, sino que además le agregaría estados inalcanzables para cualquier otro demócrata, como Arkansas (su patria chica) o Georgia. Su decisión de competir o no nos dirá si tendremos o no una elección verdaderamente competitiva o tan solo un previsible trámite.

 

[1]http://i2.cdn.turner.com/cnn/2014/images/06/15/cnn.poll.hillary.democrats.pdf

 

Marcos Rodríguez Schiavone es estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales
FACS-ORT-Uruguay

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Publicado

2014-07-03

Número

Sección

Política internacional