El debate Chomsky - Foucault

Autores/as

  • Marcos Gabriel Rodríguez

Resumen

Corría el año 1971 cuando dos importantes pensadores contemporáneos se enfrentaron, dialécticamente, en un debate televisivo que, por distintos motivos, ya se ha hecho elemento fetiche del academicismo actual.

Los contendientes eran dos intelectuales ya célebres en ese momento.

Noam Chomsky –que aún no se había convertido en esa suerte de Paulo Coelho de la política internacional que es ahora-  era un destacado profesor del MIT quien años antes había logrado un “quiebre” epistemológico en la lingüística, y que había trascendido a ámbitos más populares en base a su oposición a la Guerra de Vietnam.

Por otro lado, Michel Foucault ya era “el” filósofo en Francia, con un impresionante historial de importantes obras (La Historia de la Locura, La Arqueología del Saber, etc.), protagonista involuntario del Mayo Francés, y profesor del Collége de France.

El lugar era un estudio de la televisión holandesa; el moderador, Fons Elders, que, como marcaba un año de transición en la norma estética, parecía un hippie disfrazado de John Travolta.

Si bien el debate toca tangencialmente varias cosas -no necesariamente relevantes-, podemos establecer varios centros de gravedad por donde gravita la discusión.

El primero de ellos es el que menos importa en materia política, pero no por ello deja de ser interesante: el concepto de “naturaleza humana”, tanto en cuanto a su existencia, como a su definición. Para Chomsky, es algo que pasa, de manera parcial pero necesaria, por lo interno.

El norteamericano presenta su concepción del “lenguaje innato” o “conocimiento instintivo”, algo inherente y que por lo tanto posibilita que, con escasa información, el individuo pueda “derivar [elementos particulares y rudimentarios] en un conocimiento intrincado y complejo”.

Foucault, en cambio, advierte que la “naturaleza humana” no es más que algo exterior y externo, que carece de trascendencia por sí misma: no se trata de un “concepto científico”, sino más bien de un recurso, una exigencia dialéctica y variable: “en la historia del conocimiento, la noción de la naturaleza humana (…) ha jugado el rol de un indicador epistemológico para designar ciertos tipos de recursos”.

 

 

Tras esto, el debate toma, según el moderador, un tono demasiado “técnico”, así que interroga a los participantes sobre ejemplos históricos que sustenten sus posiciones: nace el segundo pilar de la discusión, que versa sobre historia del conocimiento, y en el cual no nos extenderemos.

Es la tercera parte la que sin duda guarda más interés para nuestro foco de interés, lo político y social. Y es que los interlocutores comienzan a cuestionarse –filo marxistas ambos- la ética de una eventual revolución, en vistas de ese concepto tan particularmente indefinible que es la “justicia”.

Encontramos, respecto a este punto, dos posturas básicamente enfrentadas: en nuestra opinión, un Chomsky excesivamente ingenuo, o lo que vendría a ser lo mismo, idealista; y un Foucault escéptico y exquisitamente cáustico.

Todo comienza, como en la primera parte, con las presentaciones del caso.

Chomsky es un anarco-sindicalista, un socialista libertario. Concibe que parte esencial de la naturaleza humana es el proceso productivo-creativo, y que para alcanzar esa meta es necesario superar “los elementos de represión y opresión, y destrucción y coerción que existen en toda sociedad”. Su objetivo es acabar con este residuo histórico y alcanzar un sistema descentralizado de libre asociación, tanto en lo económico como “en otras instituciones sociales”. La luz que marca su camino, algún concepto de justicia que previamente implicó con su concepción de la existencia de una naturaleza humana.

Para Foucault, lo que hay en Occidente no es ciertamente una democracia, pues sería inconcebible calificar de tal forma a un sistema que supone una jerarquía entre clases sociales y que recurre a la violencia, por más que la misma sea “legal”. Y tras esto, tira el primer dardo envenenado contra Chomsky: “debo admitir que no voy tan lejos como el Sr. Chomsky (…) admito ser incapaz de definir (…) un modelo social ideal para el funcionamiento de nuestra sociedad”.

Las posturas se enfrentan más cuando Foucault pregunta a Chomsky sobre si la desobediencia civil que pregona obedece al concepto de una “justicia ideal”. Más adelante sentencia: “No creo que el proletariado marche a una guerra contra la clase dominante por ser justa. El proletariado hace la guerra (…) porque por primera vez en la historia quiere tomar el poder. Y porque tomará el poder de la clase dominante, considerará a esa guerra justa”.

Concluyendo, la “justicia” para Foucault es algo creado para un propósito determinado, tanto como el concepto de “naturaleza humana”. Un nuevo orden en los cánones revolucionarios básicos (como el de Chomsky) sólo llevaría a un nuevo concepto de justicia, que a su vez redundará en coerción y violencia.

El debate es extenso, y no faltan perlas de todo tipo, en ocasiones inintencionadamente humorísticas, como cuando el moderador le pregunta a Chomsky si no contestar al censo de población es un ejemplo de la desobediencia civil que dice practicar.

Puede encontrarse una trascripción del debate en su totalidad enhttp://www.chomsky.info/debates/1971xxxx.htm , y hay videos del mismo en el portar youtube.com. Tampoco faltan artículos y libros sobre el mismo.

 

* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales. 
FACS - ORT- Uruguay

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Publicado

2009-04-02

Número

Sección

Enfoques