La situación boliviana no es fácil

Autores/as

  • Luis Fernando Vargas-Alzate

Resumen

No todo lo que se dice sobre Bolivia es cierto, como tampoco todo lo que se señala es falso.  En nuestra América Latina no se ha dejado atrás la mala costumbre de tergiversar informaciones en beneficio o detrimento de grupos, sectores o simplemente líderes de gobierno que aprovechan su lugar para manipular lo que los medios ofrecerán a su respectivo público objetivo.  Estas líneas pretender dar claridad de una coyuntural situación.

Bolivia acaba de pasar por una jornada electoral, supervisada por algunos organismos internacionales tales como la Organización de Estados Americanos, la Unión Europea –a través de su misión EUEOM Bolivia 2009-, la Organización de Naciones Unidas y Estados como Canadá, en la cual se demostró una vez más que la democracia está arraigada en el país suramericano y que difícilmente los grupos opositores al proyecto MAS lograrán una victoria en las urnas.  No obstante, la situación política interna del país de Evo Morales, es delicada si se observa que la sumatoria de los departamentos regidos por la oposición es la que realmente mueve la economía del país.  Los departamentos de Santa Cruz, Pando, Tarija, Chuquisaca y Beni (hoy en manos de la oposición) son realmente importantes a la economía Boliviana ya que están mayormente dominados por la élite blanca y mestiza y cuentan con la mayor parte de los recursos naturales del país.

A la media luna, como comúnmente se ha denominado a esta fusión geográfica de la oposición –sin incluir el departamento de Chuquisaca-, se atribuye una participación superior del 65% del producto nacional boliviano.  Por tanto, lo que acá se pone en juego no es una simple movida constitucional, sino además la posibilidad de que el poder político logre la fortaleza para imponerse sobre el económico; asunto que desde hace décadas no se presenta.
Para el CEPR (Center for Economic and Policy Research) las cosas están muy claras en términos de cifras.  En los mencionados departamentos de la media luna, la distribución de la tierra, hasta este momento, es supremamente desigual.  Lo mismo ocurre con el porcentaje de población indígena que los habita, la cual en su mayoría se ubica en la región montañosa y occidental del país.  En relación con los hidrocarburos, el departamento de Tarija produce el 60 por ciento del gas natural del país y Santa Cruz produce el 22,3 por ciento, lo que significa que más del 82 por ciento de la producción de gas natural se concentra en solamente estos dos departamentos de la media luna.  Sumado a esto, hay que recalcar que el ingreso per cápita promediado en los departamentos opositores es casi 1,5 veces mayor al de las otras regiones bolivianas.

A pesar de las marcadas diferencias entre los departamentos de la media luna y los más occidentales del país, estos últimos fueron los vencedores de la jornada electoral, con más del 60% de los votos, aprobando una constitución de izquierda para Bolivia.  Sin embargo, diversos analistas apuntan que aún después de dicha victoria del oficialismo, las cosas son mucho más complejas.  En palabras de la diputada Lourdes Millares del departamento de Chuquisaca, encontrarse con un rechazo como el evidenciado por parte de los departamentos de la media luna pone en aprietos al gobierno central.  La lucha es entre un amplio sector de Bolivia que insiste en apuntarle al NO, aún después de los comicios electorales, y la amalgama del campesinado e indigenismo en su lucha por dar fin a las oligarquías y afincados terratenientes de Bolivia.  Este fenómeno va a poner en aprietos la promulgación y puesta en marcha del nuevo texto constitucional que surja en la Bolivia de Evo Morales.

El nuevo proyecto de Constitución en Bolivia contempla una mayor autonomía para 36 comunidades indígenas y plantea la ostensible reducción de la propiedad de la tierra en todo el país, con lo que se verán fuertemente afectados los grandes hacendados y terratenientes del este boliviano, propietarios de tierras ricas en gas natural.  Una razón más para argumentar que tanto la ratificación de la Carta constitucional como su aplicación serán extremadamente complicadas en esa región.

Otro aspecto, entre los muchos de de trascendencia que presentará la nueva constitución, estará centrado en la posibilidad de reelegir al presidente de la república por un período de cinco años.  Seguramente para muchos latinoamericanos esto sigue siendo una clara muestra de que las raíces del populismo, enrazadas ahora en neopopulismo, siguen más que vigentes.

A Bolivia le ronda un panorama poco alentador.  Su situación interna es compleja.  Sin embargo varias cosas están claras en el país liberado por Bolívar: ni Morales está pensando en ceder (para lo cual cuenta con el aval de varios líderes de la región –incluso-), ni las regiones autonomistas van a permitir que una constitución con rasgos izquierdistas tan marcados les arrebate su tradición.  Seguramente la única solución razonable está en la mesa de negociaciones; no en el campo de batalla.



El autor es profesor de Relaciones Internacionales Latinoamericanas en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. 2009

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Publicado

2009-03-12

Número

Sección

Política internacional