Obama y la crisis: los cambios del 2008

Autores/as

  • Prof. Francisco Faig

Resumen

El 2008 trajo consigo dos cambios de envergadura en la escena internacional: la crisis económica y financiera más grande desde la década del treinta; la elección presidencial estadounidense más crucial y removedora desde, probablemente, la que en 1932 llevó al poder a Franklin Roosevelt. 

De hecho, Obama mencionó a mediados de noviembre que, justamente, estaba leyendo un libro – seguramente del profesor inglés Anthony Badger - sobre los cien primeros días del presidente del New Deal. El paralelismo y la referencia ilustran sobre el sentido de sus primeras anunciadas medidas de gobierno, a falta de mes y medio para efectivamente tomar el poder en la Casa Blanca.

Pocas veces como en esta ocasión la transición de gobierno en Estados Unidos se llevó adelante con tanta premura. Ni los agentes económicos ni los mercados escuchan más al presidente Bush. Un poco como Alfonsín en 1989, pero sin el desorden desesperanzador siempre tan argentino, todos los actores volcaron de hecho la carga de la responsabilidad en torno al nuevo equipo económico y las propuestas del nuevo presidente electo. Es que la magnitud de la crisis así lo impone.

Es una crisis que ha calado hondo en todas las principales economías del mundo. Que corre el riesgo de transformar los fantasmas inflacionistas de hace algunos meses atrás en miedos deflacionistas – como el Japón de los años noventa – nefastos para la construcción de las expectativas de todos agentes. Que presenta una virulencia inusitada en Estados Unidos: fuerte baja de inversiones, del consumo, aumento rápido del desempleo, crisis de solvencia en deudores hipotecarios (pero también de compradores de vehículos, de inscripciones universitarias, etc.)… Goldman Sachs está previendo una contracción económica del 5% para este trimestre y del 3% para el próximo, en la principal economía del mundo. 

En Europa la situación es también grave. Irlanda, Alemania, Italia, Letonia y Estonia están en recesión. Gran Bretaña, Hungría, España, Suecia, Lituania, y Portugal tienen crecimientos negativos en el tercer trimestre de 2008. Canadá entró oficialmente en recesión hace unos días atrás. China vio bajar el volumen de sus exportaciones, motor de su crecimiento. Las expectativas de la OCDE son de una merma en volumen del comercio mundial para 2009, por primera vez desde 1982. El precio del petróleo, que anticipa la baja de la producción, está a menos de 50 dólares el barril, y abre grandes signos de interrogación sobre la viabilidad de multimillonarios proyectos de inversión estructurales absolutamente necesarios para asegurar la provisión futura de combustible a precios razonables. Lo que repercute en países productores cercanos a Uruguay, como Brasil.

A grandes calamidades, fuertes remedios. El presidente electo Obama tomó el mando con firmeza y determinación a mediados de noviembre, consciente de que el fin de mandato de Bush ahogaba toda posibilidad de salida sólida y creíble. Sus propuestas son ambiciosas.

Anunció un plan de obras públicas de 800.000 millones de dólares y su voluntad de generar 2,5 millones de empleos para los dos primeros años de su mandato. Puentes, carreteras, hospitales y escuelas públicas, y sobre todo desarrollo de energías alternativas son los ejes de la futura inversión pública. El objetivo es sostener la demanda interna e intentar de esta forma aportar un crecimiento de más de 3,5% del producto en dos años. La astronómica cifra que representa aproximadamente 4,5% del PIB estadounidense viene a sumarse a los 700.000 millones de dólares de fondos que el congreso votó en plena tormenta bursátil para salvar bancos y aseguradoras y cuya implementación más sustancial también tendrá que llevar adelante la nueva administración demócrata. Pero no es todo. En estos días se esperaba la aprobación por el congreso de un plan de salvataje de al menos 15 mil millones de dólares (pedían 34 mil millones…) para Chrysler, Ford y General Motors, sobre el cual el presidente Bush no está de acuerdo pero sí la administración demócrata de Obama.

El capitalismo internacional no será el mismo luego de 2008. Las nacionalizaciones de bancos en Gran Bretaña abrieron caminos de respuesta a una crisis estructural que amenazó (¿amenaza?) con arrasar la estabilidad de todo el sistema internacional. La sofisticación de la presidencia francesa de la Unión Europea, el pragmatismo de Gordon Brown y la celeridad de Obama parecen haber logrado evitar lo peor. 

Sin embargo, el sustento fundamental de la respuesta internacional deberá pasar también por una profundización de la cooperación internacional cuyo rostro más visible es la reunión del G-20, que en realidad, abarca a 21 países más la Unión Europea, Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial. 

El 15 de noviembre estos actores presentaron un plan de trabajo absolutamente necesario para los próximos meses y que deja de lado el protagonismo del G-7 de estos años. Reforma de los mercados financieros, transparencia en las transacciones, revisión de normas contables, mejores regulaciones, y revisión de los sistemas de remuneración de los bancos, son algunos de los temas que esperan a los ministros de finanzas del G- 20 que se dieron cita para el próximo 31 de marzo de 2009. 

El acuerdo es, en este sentido, sustancial: se trata de no caer en la tentación del proteccionismo que tantas consecuencias negativas tuvo en la década del treinta. El desafío es mayúsculo y a la altura de la gravedad de los tiempos que corren: generar una gobernanza mundial nueva apoyada en un multilateralismo que refleje la complejidad de la escena internacional de este siglo XXI. 

Aquí también la presidencia de Obama tiene un papel fundamental para cumplir. Es un desafío formidable, a la altura del que enfrentó Franklin Roosevelt en 1933.

 

 

*Profesor de Sistema Internacional Contemporáneo
Depto de Estudios Internacionales
FACS- ORT Uruguay

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Publicado

2008-12-11

Número

Sección

Política internacional