NIGERIA O LA TRAGEDIA DE LA DIVERSIDAD

Autores/as

  • Marcos Rodríguez Schiavone

Resumen

Con una población de 165 millones, una superficie de casi un millón de km2. y una significativa riqueza en hidrocarburos que la convierten en la primera economía regional, Nigeria lo tiene todo para convertirse en un proyecto de potencia a nivel incluso extra africano. No obstante, su pasado y su presente son excelentes ejemplos de cómo las fronteras religiosas y tribales –con diferencias alentadas por el interés económico extranjero- pueden truncar el desarrollo y futuro de un país. Esta es una breve y dolorosa reseña de dicha situación.

1. Fronteras reales; fronteras impuestas

A mediados del siglo XIX -(habiendo arribado las potencias occidentales a lugares tan lejanos y/u otrora inhóspitos como podrían ser las potencias asiáticas o las tan postergadas Nueva Zelanda y Australia)- el mundo del África subsahariana era aún un gran espacio desconocido a no ser por contactos comerciales puntuales, muchas veces relacionadas con el tráfico de esclavos a América.

Son estas relaciones económicas vinculadas al esclavismo las que debemos apuntar en un primer momento, pues hubo, gracias a ellas, un cierto avance magrebí-bereber hacia el sur del Sahara, generando “puentes“ sobre el gran desierto y consolidando una multiplicidad de reinos, asentamientos o comunidades de religión musulmana que si bien trascendieron el Sahara, ellas mismas nunca lograron sobrepasar nítidamente la cuenca del alto Níger.

Y es que la consolidación de estos “estados” -(de alguna manera hay que llamarlos)- fue un proceso, por lo menos, trunco. Desde el sur, es decir, desde el golfo de Guinea y sus ríos, los europeos comenzaron a avanzar, principalmente los británicos desde la desembocadura del Níger. La cuestión para Albión, en un principio, era alimentar el comercio esclavista (generalmente con su socio portugués) ofrecido por los musulmanes, pero no mucho más. Sin embargo rápidamente el último impulso del “Descubrimiento” -(Stanley y Livingston son, en su epopeya, casi la versión literaria del proceso)- no permitiría más supervivencia de “Terra Incognita” algunay de “vacío espacial del poder” disponible. Muy pronto exploradores, científicos, comerciantes de otros rubros, pastores cristianos y de varios credos, comenzaron su propia –(y autónoma)- conquista del África Occidental. Como siempre ocurre en estas cuestiones que se parecen al Far West, fue un movimiento que prácticamente arrasó con todo aquello que no estuviese mínimamente capacitado para adecuarse a la explosión de la colonización.

2. Geopolítica de escritorio

Berlín, 1884. Ante la posibilidad de que el avance desorganizado de las potencias coloniales llevara a dramas mayores -(las escaramuzas entre distintas Compañías de colonización y Misiones religiosas, entre otras, ya eran comunes), las mismas se vieron reunidas, quizás no con particular entusiasmo, bajo la égida del Canciller Alemán Otto von Bismarck. A nadie habrá de sorprender que la intención de este destacado personaje era dividir al África cual si fuera un, a la vez, apetitoso y sencillo pastel.

Sobra decir que el principio rector que se utilizó para delinear las fronteras del postre en cuestión no fue, en lo absoluto, el respeto de las culturas o de los espacios de los pueblos pre existentes. Es más, hubiese sido de una ingenuidad patética imaginar un Otto von Bismarck “politically correct”. Los criterios no podían ser otros que una mezcla de capacidades de control territorial, parcial o total, acompañados sobre todo de la preocupación de no permitir el reforzamiento de las presencias de Francia o el Reino Unido, ya “demasiado presentes“ en los alrededores. La originalidad consistió en invitar al balbuceante monarca belga al reparto para que cohonestase la irrupción de un neo-imperio colonial alemán cuya inexistencia envenenaba la vida de von Bismarck desde décadas atrás.

Es de estas fronteras, válidas para el Derecho Internacional o para la economía, más allá de lo opinable de su modo de definición, pero arbitrarias y poco razonables a nivel de los nuevos súbditos, de donde nace, básicamente, la confusa problemática en la que, hoy en día, se encuentra el Estado nigeriano.
La tragedia de las falsas fronteras en la futura Nigeriase vio claramente desde el momento que se le reconociera la soberanía de parte de dicho territorio (es decir, la cuenca del delta y del Bajo Níger) a los británicos. Éstos, que presionaron por ello, en realidad tardarían varios años en unificar lo que se les había dado en Berlín. Como era evidente, el problema estalló en cuanto hubo efectivo “contacto” con el Norte. Allí, el motor del tráfico esclavista, que había permitido subsistir con estrechez a los mencionados pseudo-estados musulmanes, estaba llegando a su fin. Condenado, casi urbi y orbi, el tráfico de esclavo se redujo estrictamente a escala regional y local, particularmente cuando el Reino Unido, en un sobresalto ético que llegó con trescientos años de atraso, lo condenó irremediablemente. Para colmo de males, este edificante final de la esclavitud dejó a aquellas entidades políticas, musulmanas de credo, pero británicas y portuguesas de vocación, sin su mayor fuente de ingresos.

Londres optó por tratar a la Nigeria Septentrional como “una entidad a parte” durante largo tiempo y, para evitar conflictos mayores, otorgó una relativa autonomía a sus líderes religiosos del norte. Como contracara, el Sur, y especialmente el puerto de Lagos, recibió un trato más acorde a las prácticas coloniales de entonces, pasando del estatuto de simples “concesiones“ a la Royal Niger Company, a la creación y establecimiento de dos verdaderos Protectorados (incluyendo el de Oriente) que fueron dominados políticamente por los europeos con la colaboración de una elite local, razonablemente occidentalizada. Después de la Gran Guerra se agregará otro Protectorado creado en base al ex Camerún alemán.

3. Independencia y primeros problemas: la guerra de Biafra

Las necesidades de una organización mínimamente descentralizada -(una federación por ejemplo)- fueron entendidas también por los nigerianos, y podemos decir que el independentismo tuvo dos vertientes: una austral, de elites económicas europeizadas y cristianas; y otra septentrional, ancestral y de raigambre musulmana. Es significativo, -(por no decir casi inconcebible)-entonces, que el país se haya independizado (1960-1963) como un solo Estado y no en dos, tres o más, aunque prevaleciera un modelo político federal y descentralizado que, en teoría, pudiera lidiar con las contradicciones regionales.

Evidentemente esto no fue posible, y tras un golpe de Estado fallido por parte de la etnia de los Igbo, éstos comenzaron a ser masacrados principalmente en el Norte como represalia, forzando su repliegue a la región sureste de Biafra . De este desatino se intentó pasar a la declaración de una independencia basada en perspectivas petroleras y alentada por bizarras alianzas casi “contra-natura” (Londres y Moscú del lado unionista; París y Lisboa con el sector separatista).
Tras una guerra violentísima (como lo serían tantas otras en el continente) y la perversa contradicción de una brutal hambruna de dimensiones inenarrables en una zona tan rica, se llegaría finalmente a un armisticio en 1970. Las heridas creadas, no obstante, no cicatrizarían.

4. Más petróleo, más problemas: la guerra del Delta del Níger

A la par del progresivo desarrollo de la extracción y refinamiento del petróleo (actividades realizadas básicamente por multinacionales como Shell o Chevron), la región del Delta del Níger (250 mil km2), en lugar de enriquecerse, presenció la destrucción de sus actividades económicas agrarias y pesqueras tradicionales de subsistencia.

A pesar de la descentralización del Estado nigeriano, la Constitución aprobada en 1979 daba al gobierno central la capacidad de expropiar todo territorio rico en hidrocarburos: riqueza generada que, eventualmente, no regresaría a los pueblos que allí habitaban.

El petróleo actuó como un elemento empobrecedor en la zona, mientras los dividendos de semejante actividad se dividían entre el gobierno federal y empresas extranjeras. Para hacernos una idea, según Amnistía Internacional, “El sector del gas y el petróleo representa el 97 por ciento de los ingresos de divisas de Nigeria y constituye el 79,5 por ciento de los ingresos del Estado”.

Los planes de desarrollo prometidos a los residentes del Delta jamás dieron resultado y la etnia local de los Ogoni fue la primera en luchar por esto, de forma pacífica primero y como levantamiento armado tras un significativo movimiento represivo desde el gobierno central a mediados de los 90s. Pronto los Ijaw, otra etnia local, se unirían al levantamiento armado, provocando la huida de cientos de trabajadores “no esenciales” de la Shell y dando impulso a un nuevo movimiento secesionista.

5. La insurgencia islámica

Como hemos señalado, el norte nigeriano ha gozado desde tiempos de la colonia de una autonomía significativa, fruto de su pasado proto-estatal con una fuerte presencia islámica y principalmente suní. Esto ha tenido consecuencias importantes hasta nuestros días, cuando la Sharia se impone como principal fuente de Derecho en doce estados de la federación. El Islam es principalmente seguido por la etnia Hausa, si bien parte de los Yoruba también lo practica, constituyendo un 50% de la población total del país. La conflictividad resultante, por lo tanto, no descansa ya sobre viejos conflictos tribales o locales, sino que se trata de enfrentamientos esencialmente religiosos, principalmente derivados de la progresiva expansión del Islam en los estados del norte y en la radicalización de su población ante dicho proceso.

Disturbios y masacres comenzaron a reiterarse. Lo acaecido en Jos en 2001 es un hito en el enfrentamiento religioso en cuestión. Pero existen múltiples ejemplos: miles de muertos, la destrucción de decenas de mezquitas e iglesias, etc. Otro paso en la escalada de violencia fue la elección en Nigeria de Miss Mundo en 2002.

Pululan los conflictos en esta guerra no declarada e incluso tolerada por parte de las autoridades centrales. No obstante, el problema tomaría otra dimensión con la globalización del movimiento muyahidín y la creación del grupo terrorista Boko Haram (2002), que en idioma Hausa podría traducirse con el edificante slogan de “La Educación Occidental es un Pecado”.

La violencia generada por Boko Haram -de aparentes lazos con Al Qaeda- no es esporádica ni responde a estímulos puntuales, sino que su meta es la creación de un nuevo Estado islámico a través del enfrentamiento directo contra Abuya y los musulmanes moderados. Lejos de haber sido vencido en la década pasada, las actividades terroristas del grupo parecen multiplicarse año tras año, e incluyen ataques terroristas contra iglesias, cristianos, autoridades gubernamentales, extranjeros y clérigos contrarios. El último mes ha sido particularmente virulento y las víctimas fatales superan las quinientas en treinta días.
6. Reflexiones finales

En el proceso descolonizador, presuntamente Nigeria tenía todo el potencial para transformarse en un Estado ejemplo para el África subsahariana. El resultado ha sido precisamente lo contrario y el supuesto régimen federal no ha servido para encapsular las diversidades étnicas y religiosas o las contradicciones de no saber convertir sus riquezas naturales en prosperidad material para su población. La impunidad con la que actúan los muyahidines y el siempre latente conflicto en el Delta del Níger son solo parte de las consecuencias de ello. Tal vez lleguemos a ver algún día a Nigeria como una nueva Sudáfrica en términos de desarrollo humano, pero los presentes acontecimientos hacen ver esa meta como lejana e incluso utópica.


Marcos Rodríguez Schiavone es estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales
FACS-ORT-Uruguay

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Publicado

2014-06-20

Número

Sección

Política internacional