OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA

Authors

  • Leonardo Martín

Abstract

Los estadounidenses se disponen, en poco más de 5 días, a decidir quien será su próximo Presidente. Y hay algunas reflexiones que me gustaría compartir antes de que los resultados estén a la vista. 

La democracia estadounidense es una de las más saludables del mundo. Si tenemos en cuenta que jamás hubo un quiebre institucional, que las instituciones funcionan a plenitud y que los contrapesos de los tres poderes efectivamente operan dentro de los límites que podrían llamarse normales, podemos concluir que, en la actualidad, tal como lo decía Tocqueville por el 1835 cuando en su “Democracia en América” se maravillaba con lo que veía en esa tierra lejana en donde reinaba la igualdad, la libertad y donde el “contrato social” operaba casi de manera ideal, la democracia goza de buena salud en los Estados Unidos.

El devenir histórico ha hecho, además, que Estados Unidos se convirtiera en el país más poderoso del mundo. Expresado este poder en términos de poderío militar, económico, de influencia política y diplomática, etc. Por lo tanto cada vez que en Estados Unidos se celebran elecciones para elegir a su Presidente, se tiene la sensación de que se elegirá al hombre más poderoso del planeta. Y la mayor parte de la población del mundo se sienta frente a un televisor a ver que sucede en un proceso de soberanía interna que, sin embargo, tendrá consecuencias en casi todos los rincones del globo.

Esto es lo que ocurrirá el próximo martes 4 de noviembre, cuando más de 200 millones de estadounidenses resuelvan, en parte, el destino de 6.000 millones de personas alrededor del mundo.

La campaña electoral se ha desarrollado con gran intensidad, sobre todo dentro del Partido Demócrata, el partido opositor, en dónde se enfrentaron, luego de los descartes iniciales, el Senador Barack Obama y la Senadora Hillary Rodham Clinton, esposa del ex presidente Bill Clinton. Esa campaña fue apasionante y demostró, por un lado el coraje, la determinación y… la falta de dinero de Hillary y, por otro lado el sentido de la oportunidad, el “charme” y la capacidad de Barack Obama, un desconocido hasta ese momento, quien finalmente se alzó con la victoria. Desde el inicio se veía que esta campaña electoral en Estados Unidos sería diferente, ya que por primera vez en la historia habría un candidato, con grandes chances de obtener la victoria, con una condición racial (el caso de Obama) o con la condición de género (el caso de Hillary). Varias publicaciones se preguntaban en ese momento si Estados Unidos estaba listo para decidir entre un ciudadano negro y un ciudadano mujer para dirigir sus destinos.

El Partido Demócrata hizo su opción que, personalmente desde esa tribuna imaginaria, me pareció equivocada y perdió su oportunidad de arrasar en las urnas al Partido Republicano, ya que la Senadora Clinton era, según todas las encuestas la mejor contendiente para enfrentarse al Senador John Mc. Cain. Esas encuestas se reflejan aún hoy, cuando a pesar de la ventaja que lleva en las encuestas, el Senador Obama no está seguro aún de obtener la victoria. Tengo la sensación de que Clinton llegaría mejor parada a esta contienda.

Y es que a pesar de las encuestas, en política nunca se puede dar una batalla por ganada. Preguntémosle, sino, a Mariano Rajoy, que en marzo de 2004, seguramente ya tendría agendada una cita con su sastre para probarse el traje con que entraría a “La Moncloa” pocos días después, cuando un sangriento atentado terrorista y unas apresuradas declaraciones políticas del entonces Presidente del Gobierno español, José María Aznar, precipitaron el triunfo de José Luis Rodríguez Zapatero y dieron por tierra con todos los pronósticos de las empresas encuestadoras, que daban una amplia ventaja al candidato del PP (Partido Popular). De hecho ni Rajoy ni el PP logran recuperarse hasta hoy de ese duro revés. Es probable que por estos días, Rajoy estará instando a sus amigos a esperar la proclamación de los resultados para saber quien será el Presidente estadounidense.

Llegados a este punto, los estadounidenses deben decidir, entonces, entre el Senador Obama y el Senador Mc. Cain. No me meteré a opinar de las virtudes y defectos de ambos aunque hay un punto que todavía es una incógnita, aún para las encuestas. Me refiero al voto “racial” que puede influir a último momento en contra de Obama. Pero eso es cosa de los estadounidenses. Sin embargo, me atrevo a decir que esta elección representará otra oportunidad perdida de elegir un modelo de país a conciencia. Digo esto porque los ciudadanos norteamericanos estarán decidiendo, al igual que en la reelección del presidente Bush, al influjo de elementos coyunturales que harán definir el voto más por pasiones que por razones quien será el Presidente.

La crisis financiera internacional, como se ha dado en llamar a este terremoto económico que sacude el mundo con una pertinaz intensidad y del que no se pueden estimar aún los daños directos y colaterales que dejará, acaparan los titulares de la prensa estadounidense e internacional y tienen a los votantes aturdidos tratando de decidir quien será el mejor piloto para esta crisis, buscando culpables y de encontrarlos, alejarlos del poder, en fin, ocupándose de lo urgente.

Pero la elección del Presidente de los Estados Unidos no es, como decía, una elección más. Hay cosas muy importantes que deberían estar discutiendo los candidatos. La política exterior, el calentamiento global, la lucha contra el terrorismo, la crisis energética y alimentaria y otro sin fin de asuntos importantes que la urgencia de la hora ha dejado de lado. De eso ni se habla. El ganador será aquel que aparezca menos culpable y más dispuesto o capaz de aliviar los sufrimientos de la crisis. Pero eso puede ser peligroso. Las salidas propuestas por Obama pueden tener cierto tinte voluntarista que luego complique aún más las perspectivas del país y a Mc. Cain, seguramente le sea difícil mostrar un entorno confiable para salir adelante, ya que gran parte de los protagonistas del desastre son de su Partido.

En fin, la “tribuna” del resto del mundo deberá esperar expectante y desear que la decisión de los estadounidenses sea la mejor para todos a pesar de las circunstancias bajo las cuales tienen que tomar una decisión. Esperemos que, cualquiera sea esa decisión, ésta sea para bien. El tiempo lo dirá.


Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
FACS - ORT

Published

2008-10-30

Issue

Section

Enfoques