Un final espectacular

Autores/as

  • Lic. Pablo Brum

Resumen

Este septiembre ha sido el peor mes para Estados Unidos desde septiembre de 2001. El daño que le han causado a ese país los acontecimientos económicos que dominan los medios es al momento incuantificable, pero no cabe duda que es gravísimo.

Las consecuencias son drásticas. En primer lugar, es casi seguro que Barack Obama será el próximo presidente del país. En segundo lugar, es muy probable que el Partido Republicano ha colapsado y no volverá al poder durante un tiempo. En tercer lugar, el país se sustraerá del mundo en los próximos años.

La coincidencia de una feroz campaña política con una crisis financiera de primer grado han cristalizado en pocas semanas los problemas más graves de Estados Unidos.

No hay ningún ganador en esta debacle. Barack Obama se verá beneficiado electoralmente, pero como presidente tendrá que tolerar los enormes golpes económicos y de prestigio que su país está recibiendo actualmente. Su presidencia podría terminar pareciéndose a la de James Carter, que sucedió a ocho años de desastre republicano y resultó ser casi peor.

Las encuestas por la preferencia presidencial favorecieron a John McCain durante unas breves semanas en las que su nominada a la vicepresidencia electrizó al país. Ese momento ya pasó, y el caos de los días pasados se hizo sentir. Actualmente, Barack Obama derrota a John McCain en el promedio de todas las encuestas nacionales por 5,8%. Más allá de ese indicador, hay que recordar que el cuatro de noviembre en Estados Unidos no hay una elección, sino cincuenta: una por cada estado. En el Colegio Electoral, que es donde se decide la presidencia, la delegación de cada estado responde en su totalidad y no proporcionalmente -salvo contadas excepciones- al candidato ganador en esa circunscripción. Por lo tanto, lo importante es "capturar" estados, no el voto nacional.

Cada candidato tiene estados que son “seguros”: McCain nunca podrá perder Alabama, Kentucky, Arkansas o Tennessee. Obama nunca podría perder en Illinois, Connecticut, California o Massachusetts. La clave está en los llamados battleground states, aquellos en que la cantidad de votantes demócratas y republicanos es aproximadamente la misma. En la actual elección, Barack Obama tiene garantizada –según las encuestas- la victoria en todos los estados que ganó John Forbes Kerry en la elección de 2004. Basta con conquistar uno o dos más para ganar en 2008. La elección ya está casi resuelta porque Obama no sólo va ganando en los promedios de encuestas en algunos de esos estados, sino que ahora está ensanchando su margen decisivamente. Obama está ganando actualmente en los decisivos Colorado, Ohio, Virginia y Florida, además de North Carolina. Sólo con perder Ohio, John McCain ya resultaría derrotado.

Esta dinámica es resultado de tres factores. En primer lugar, algunos hechos nefastos acaecidos durante la Administración Bush, sumados a la baja popularidad de esta, resultan en que este era un año favorable al Partido Demócrata – independientemente de quiénes fuesen los candidatos.

En segundo lugar, Barack Obama no ha cometido ningún error notable que sabotease esa tendencia general. El candidato demócrata carece notoriamente de ciertas características que suelen ser necesarias para ser un buen presidente, y tiene muchas malas ideas – pero ha sabido conducirse bien. Se ha formado alrededor suyo un culto mesiánico, derivado en parte de su formidable carisma. El último factor que casi garantiza la victoria de Obama es el mismo que se señalaba al principio como la segunda consecuencia de este período de crisis: el colapso del Partido Republicano.

Es casi imposible enumerar la enorme cantidad de errores que viene cometiendo este partido. Los últimos siete años han sido desfavorables para la idea de que los republicanos gobiernan eficientemente. Ya sea justamente o no, el hecho es que la sociedad actualmente opina que la guerra civil de 2004-2006 en Iraq o la destrucción de New Orleans son ejemplos de incompetencia de parte de George Walker Bush y su equipo. Además, el Partido Republicano controló ambas cámaras del Congreso durante seis años - en los cuales rompió su principio filosófico básico y aprobó presupuestos con déficits inéditos. ¿No era que los demócratas eran el partido del gasto estatal fuera de control?

Estos republicanos del Congreso merecen una mención aparte. No sólo han tenido escándalos de corrupción, estafa e incluso pedofilia en estos años. También fueron quienes el pasado lunes bloquearon el paquete de rescate negociado por el Poder Ejecutivo y el liderazgo demócrata. Esa acción, por sí sola, destruyó en un solo día USD 1.300 trillones en los mercados de valores. ¿La razón que dieron al salir del recinto a hablar con la prensa? Que les indignó el discurso de apertura de sesión pronunciado por Nancy Pelosi. Pocas veces en la historia se verá una masacre electoral como la que sufrirán estas personas.

La debacle republicana no termina ahí. Su campaña primaria entre los distintos candidatos por ver quién sería el candidato estuvo dominada, por momentos, por un tema tan comparativamente irrelevante como la inmigración ilegal. Para comprender por qué eso es así, basta con observar que las menciones de ese tema ahora, en la campaña nacional, suman cero.

John McCain viene gestionando una campaña irregular, y su última arma para contrarrestar la avalancha de negatividad que se acaba de detallar era su candidata a vicepresidente. Sarah Palin, nacida Sarah Heath, sacudió a la base del partido y dominó la atención mediática durante varias semanas. Contrarrestó la narrativa de “cambio” generacional y cultural de Obama al presentar a una mujer exitosa, joven, independiente y ferozmente eficiente en su gestión de distintos gobiernos. De repente, era posible la victoria.

El paso del tiempo ha puesto en duda esa expectativa. Desde que Palin ha comenzado a hablar con la prensa, el cataclismo republicano no ha hecho más que intensificarse. La candidata ha pasado vergüenza en cámara en repetidas ocasiones, al no tener una respuesta -o incluso ni idea de lo que se estaba hablando- cuando se le preguntó sobre Rusia, Pakistán, la doctrina Bush, la carrera legislativa de John McCain, los títulos de las publicaciones que lee para informarse (no pudo decir ni uno) y hasta las decisiones de la Suprema Corte con la que está en desacuerdo. Una excepción es el debate de anoche, ya que se mostró a la altura de la ocasión.

Estos factores políticos resultarán en que la próxima administración del gobierno estadounidense, si la lidera Barack Obama, se verá forzada a ocuparse casi en su totalidad con temas internos. Aliviar la crisis financiera, reformar el sistema de salud, balancear el presupuesto, modificar los niveles impositivos, reformar la educación y otros temas de ese tipo dominarán la agenda. La política exterior pasará a un segundo plano, en el cual se operará -igual que Carter- en modo crisis. Cuando ocurra algo en el mundo, obviamente Estados Unidos estará ahí con una posición asumida y quizás una intervención que ofrecer - pero no habrá iniciativas de ningún tipo. Washington bajará su guardia y se oirán festejos en Caracas, Moscú, Damasco, Teherán y Pyongyang.

 
Lic. en Estudios Internacionales.
Universidad ORT - Uruguay

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Publicado

2008-10-03

Número

Sección

Enfoques