Equilibrios y sutilezas en la presidencia francesa de la UE

Autores/as

  • Prof. Francisco Faig

Resumen

En estos dos meses que lleva en la presidencia de la Unión Europea, Francia ha debido atender dos dimensiones geopolíticas claves.

Por un lado, el presidente Sarkozy ha querido dinamizar las relaciones mediterráneas; por el otro, le ha tocado dirigir la Unión en tiempos de grave crisis militar en la zona de influencia rusa en el Cáucaso.

La frontera sur-sureste de la Unión Europea está formada por doce países con un total de 277 millones de habitantes. Además de la sempiterna inestabilidad del Oriente Medio, el Mediterráneo tiene por delante el desafío de una mayor y mejor colaboración económica y comercial regional. Importa para ayudar a controlar el imparable flujo de inmigrantes que ilegalmente llegan a las costas europeas, y para mejorar la seguridad europea.

La iniciativa de la "Unión por el Mediterráneo", de hace dos meses atrás, fue promovida por Sarkozy. El proceso llegó a buen puerto europeo desde el momento en que se incluyó la voluntad alemana de contemplar el papel de las potencias continentales en el diseño de las políticas públicas comunes a la región mediterránea.

Una mayor colaboración en la mejora de la calidad de las aguas del mar, un avance decidido en un plan de desarrollo de paneles de electricidad solar situados en la ribera sur y que provean de energía a los centros europeos, y un mayor énfasis en la cooperación educativa desde la universidad euromediterránea de Portoroz en Eslovenia son algunas de las dimensiones de este importante proyecto de Unión por el Mediterráneo sobre el que puso énfasis Francia.

Sarkozy encontró los equilibrios necesarios para avanzar en su iniciativa con respecto a la frontera sur- sureste que tantos desvelos causa a Europa. Pero no se quedó allí. Equilibrios y sutilezas han sido también necesarios para enfrentar la crisis por el flanco este europeo.

La invasión militar rusa a Georgia puso a Europa frente al espejo de sus diferencias estratégicas internas. Polonia y república Checa avanzan en la defensa militar propuesta por Estados Unidos. Temen, junto a las repúblicas bálticas, la vieja belicosidad del gran vecino del este. Gran Bretaña, en la misma línea, llamó a sancionar duramente la política exterior rusa, incluso excluyéndola de las reuniones futuras del G-8. Francia y Alemania, por su lado, son conscientes del peso decisivo ruso en la ecuación internacional actual: no solamente como principalísimo proveedor de materia prima energética a todo el continente, sino como interlocutor relevante en Medio Oriente y en particular en el tema nuclear iraní. Y también son conscientes de la necesidad de que la Unión Europea se exprese a través de una voz unívoca en la actual crisis del Cáucaso.

El antecedente de la independencia de Kosovo fue claramente advertido por la diplomacia del presidente Medvedev. No solamente Occidente contradijo los históricos intereses paneslavos en esa región al contrariar la unión territorial de Serbia – algo ciertamente discutible -, sino que habilitó la multiplicación de este tipo de entidades estatales. Así, el reconocimiento de la independencia de las dos regiones de Georgia, Osetia del Sur y de la provincia de Abjazia, busca apoyarse de alguna forma en el mismo principio que habilitó, con anuencia europea y occidental, la independencia de Kosovo.

La justificación de la implementación del principio de guerra preventiva, que de alguna forma inspiró a la administración Bush a invadir Irak – aunque sus invocados motivos fueran luego furibundamente desmentidos por la realidad – también ha venido en ayuda de una Rusia que siente demasiado cerca la presencia occidental en su histórico espacio natural de influencia. Así lo expresó en junio, en París, Vladimir Putin, en entrevista que se transcribió en "LETRAS INTERNACIONALES" y que advertía a la OTAN sobre los riesgos para la seguridad colectiva de su desarrollo hacia el Este europeo.

En este marco, la presidencia francesa de la Unión Europea asume el riesgo del equilibro extremo. Más proclive a la OTAN que sus antepasados gaullistas, y más consciente del verdadero papel que pueden cumplir las potencias europeas en el régimen colectivo de 27 países, Sarkozy no puede negar, sin embargo, el peso específico de Rusia.

Por eso ha sido un triunfo que tanto las autoridades de Georgia como las de Rusia se hayan visto satisfechas con la posición europea luego de la cumbre extraordinaria de los líderes de la Unión el 1º de setiembre pasado en Bruselas. Todos esperaban la cumbre Unión Europea- Ucrania del 9 de setiembre. Iba a ser otro ejercicio de equilibrio hacia adentro de la Unión Europea, con respecto a los países bajo influencia rusa, y frente a la política exterior de esta nación. En el momento que elaboramos este artículo los resultados no se anuncian demasiado prometedores.
La sutileza francesa es tanto más necesaria cuanto lejana está de los débiles matices de inteligencia plural que pueda aportar la administración Bush en toda esta crisis.

Los viejos reflejos neoconservadores hicieron que rápidamente Estados Unidos movilizara una flota de la OTAN en el mar Negro, cerca de las costas de Georgia. Francia, una vez más, como en 2003 con Irak y en la actualidad con Irán, subraya la esterilidad de toda movilización militar que deje de lado el diálogo. Lejos de demonizar a Rusia, lejos de pensar las relaciones internacionales en torno a ejes maniqueos buenos- malos, Sarkozy es consciente del necesario equilibrio de poderes en la escena internacional.

Rusia precisa de un interlocutor coherente y sutil. Europa precisa de un protagonismo internacional que asegure una voz distinta a la neoconservadora estadounidense en el concierto de potencias occidentales.

Francia, en estos meses y desde la presidencia de la Unión Europea, debiera seguir asumiendo ese importante papel que responde a su historia y vocación universalista.

*Profesor de Sistema Internacional Contemporáneo
Depto de Estudios Internacionales
FACS- ORT Uruguay

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Publicado

2008-09-11

Número

Sección

Política internacional