Cuando la tolerancia se vuelve contra la tolerancia

Autores/as

  • Marcos Rodriíguez Schiavone

Resumen

Voltaire, principal defensor de la convivencia pacífica entre los ciudadanos de una nación en la Francia prerrevolucionaria se preguntaba en su Diccionario Filosófico: «¿La tolerancia producirá un mal tan grande como la intolerancia? ¿La libertad de conciencia será una calamidad tan bárbara como las hogueras de la Inquisición?».

La misma disyuntiva se hacen hoy en día la mayoría de los holandeses. ¿Qué tan dispuesta a cambiar está la mayoría de una nación con tal de adaptarse a los cambios culturales que exige su nueva realidad demográfica? Ésta es la gran incógnita que persigue al sistema político holandés desde hace varios años, cuando la minoría musulmana del país aumentó significativamente, poniendo en discusión dos formas de entender la tolerancia.

Holanda, país nacido de crueles enfrentamientos entre calvinistas y católicos (apoyados por el gobierno español de la casa de los Habsburgo en los Países Bajos), logró, sin embargo y con el correr del tiempo, un verdadero espíritu de paz y convivencia entre sus ciudadanos, y, en el siglo pasado, una desarrollada política social de respeto hacia minorías tales como los homosexuales y los inmigrantes, principalmente turcos, magrebíes, y llegados de las ex colonias en el Caribe y Surinam.

Esto no supuso de inmediato un problema, pero esta última década se ha visto plagada de enfrentamientos y suspicacias entre la población autóctona y la comunidad musulmana. Podría atribuirse este problema a una serie de factores. En primer lugar, los musulmanes no se han integrado en su totalidad con el resto de la sociedad; de hecho suelen vivir en barrios específicos y los casamientos son en exclusividad entre miembros de la religión. En segundo lugar, es la única comunidad religiosa que sigue devotamente a su culto (de hecho estadísticamente ya poseen el primer lugar, un 13%, frente a un 10% de católicos y un 5% de protestantes, y se calcula que en 20 años, la mitad de los holandeses que lleguen a la mayoría de edad serán musulmanes), lo que trae consigo un enfrentamiento entre las normas del Islam y las tradiciones culturales propias, con los códigos de los demás holandeses, ni que decir con el marco legal imperante. Tercero, la desconfianza creada mutuamente por la coyuntura mundial entre el Occidente y los países islámicos, que, tras los atentados en EE.UU., Madrid y Londres, se ha trasladado a cada país en su interior, particularmente en Europa.

El drama holandés fue también acrecentado por las palabras con la que abrimos el artículo. El sistema político holandés no fue capaz de ver a tiempo estos problemas e intentar solucionarlos. ¿Acaso no es el respeto a la vida de cada uno y su forma de llevarla a cabo lo que definía al país, posiblemente el más liberal del mundo? Sin embargo buena parte de la población –ni de un lado, ni del otro- no fue capaz de aceptar algo así con el Islam.

El primer síntoma se dio con el rápido ascenso de un “outsider” de la política que prometía medidas dispuestas a lidiar con la problemática de forma extrema: Pim Fortuyn. Fortuyn, un candidato ciertamente inusual (sociólogo, abiertamente gay y con una imagen de dandy ostentador de su riqueza en un país donde es normal que el Primer Ministro viaje en metro) decía abiertamente que su primer meta sería prohibir la inmigración desde países musulmanes, e intervenir en las comunidades ya existentes con tal de que se adaptaran “a la fuerza” a las normas del país. Primero en las encuestas y favorito para ganar las elecciones del 2002, Fortuyn fue asesinado por un militante de izquierda días antes de los comicios, lo que no impidió que su partido lograra un importante resultado, además de convertirse pronto en una figura mítica, sobre todo para los jóvenes.

El caso Fortuyn dio vida a nuevas manifestaciones críticas con el islamismo de los inmigrantes. El siguiente hecho de importancia se da con el cineasta Theo Van Gogh, y su película “Submission” (2004), que trataba de los abusos y el estado de sumisión a la que se veían expuestas las mujeres en la religión islámica. El mensaje subyacente era evidente: “¿Tenemos que anteponer las tradiciones de una religión a los derechos de las mujeres, más cuando éstos son vulnerados de forma tan evidente?”.

Van Gogh fue también asesinado, más precisamente dos meses después del estreno de su polémico documental. El autor fue un ciudadano holandés de ascendencia marroquí, Mohammed Bouyeri. La política Ayaan Hirsi Ali, una popular feminista conocida por sus críticas al Islam, y quien también participara en el filme, fue del mismo modo amenazada de muerte en numerosas ocasiones.

Estos ejemplos demuestran lo dramático de la situación holandesa. Una sociedad liberal que se ve enfrentada, tal vez por el mismo exceso de su liberalismo, a una de las situaciones más delicadas en el enfrentamiento de dos culturas que no logran una convivencia necesaria en el mismo territorio. Políticamente, esto ha llevado al sistema partidario a la derecha en lo relativo a la inmigración, además de hacer aparecer a nuevos “Pim Fortuyn”, como el parlamentario Geert Wilders, quien, de paso, ha sacado un nuevo documental sobre el Islam. Queda por ver qué pasará en los siguientes años, cuando la población musulmana crezca de forma importante, y si los holandeses serán capaces de lidiar con ello.

* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
Depto. de Estudios Internacionales 
FACS - ORT- Uruguay.

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Publicado

2008-07-31

Número

Sección

Enfoques