El Partido Comunista Chino cambia de colores, otra vez
Resumen
Quedan pocos días para que podamos ser testigos de una nueva edición de los Juegos Olímpicos. Esta vez, se realizarán, en Beijing, China. Dichos juegos son, sin duda alguna, una grandiosa oportunidad para que el anfitrión exponga, en el plano internacional, tanto sus capacidades como sus ineptitudes a la hora de resolver los diversos retos que plantea la organización de una olimpíada. Así, dicha oportunidad es también una enorme responsabilidad para los gobernantes de la nación anfitriona de dicho evento internacional. En este caso, tal responsabilidad cae directamente sobre el Partido Comunista Chino (PCC), que ha estado gobernando al país asiático, ininterrumpidamente y con mano de hierro, desde la asunción de Mao Zedong en 1949.
Esta vigesimonovena edición de los Juegos Olímpicos, promete ser la más impresionante desde sus inicios en la antigua Grecia. No sólo las virtudes atléticas de los competidores serán las atracciones de estos juegos, sino que los triunfos arquitectónicos y las novedades tecnológicas implementadas, vendrán a engalanar a esta verdadera fiesta deportiva. Imponentes estructuras como el “nido de pájaro” (uno de los estadios en donde se realizarán las competencias) o el “cubo de agua” (el Centro Acuático de estos juegos) se levantan sobre la capital China. Indudablemente el PCC no ha reparado en gastos para construirlas, como tampoco ha escatimado en invertir en seguridad, en organización y en la mejora de la imagen de Beijing en general (sobre todo en materia de contaminación). De esta manera ha logrando superar ampliamente en gastos, a los países que, anteriormente, acogieron el evento. El despliegue de personal, encargado de que todo funcione como un reloj suizo, también es asombroso.
En este marco no es difícil deducir que para el PCC, los Juegos Olímpicos representan, simbólicamente, mucho más que un simple evento internacional de trascendencia pasajera. Seguramente el PCC, no sólo pretende afirmar, mediante dicho evento, el estatus de “potencia emergente” que se ha ido ganando China, sino que además, busca generar la legitimación a nivel mundial, del régimen político totalitario que ha instalado en el país asiático.
La búsqueda de la legitimación por parte del PCC no es un proceso iniciado ahora, sino que es una estrategia que dicho partido ha estado desplegando desde hace algún tiempo.
Así lo confirma la visita a Latinoamérica del presidente chino Hu Jintao (en 2004) que, además de perseguir objetivos económicos puntuales (como la compra por parte de China de materias primas latinoamericanas) buscó conseguir el apoyo latino para el reconocimiento exclusivo de la China continental (y no de Taiwán). La imagen que el gobierno tiene en el exterior es un elemento de vital importancia para China, ya que el explosivo crecimiento económico chino es estimulado, principalmente, por las inversiones extranjeras. Evidentemente, el PCC buscará, a través de estas olimpíadas, invertir la mala reputación que se ha generado con el apoyo al gobierno sudanés (que es acusado de cometer genocidio en Darfur), con la ocupación del Tíbet y con el serio conflicto que mantiene con Taiwán.
Si algo ha aprendido este partido, a lo largo de los casi sesenta años que ha estado en el poder, es a adaptarse y a camuflarse sin cambiar, verdaderamente, su naturaleza totalitaria. El PCC es experto en tratar de convencer al extranjero de que, a pesar de ser un régimen totalitario, todo funciona correctamente. A pesar de su esfuerzo, es sabido que por ejemplo, la Constitución y el cuerpo legal chino no son elementos que limiten efectivamente al poder estatal, sino que son, más bien, un simple decorado institucional con el cual disfrazan su compromiso con los derechos de las personas.
Detrás de un complejo maquillaje se esconde la verdadera cara del régimen. Un régimen que se ha caracterizado por la detención arbitraria y amenazas a los activistas de los derechos humanos, por ser enemigo de la libertad de prensa (en China sólo existe el periodismo oficialista) y de la religiosa, y que además, cuenta con la capacidad de bloquear el acceso a la información (como lo hace con las páginas de Internet sobre el Tíbet, Derechos Humanos) además de censurar el material extranjero que pueda contener alguna crítica hacia el régimen chino. La capacidad del partido para controlar centros de educación, lugares de trabajo e incluso a los periodistas extranjeros, es realmente sorprendente. Pero aún más sorprendente nos resulta el accionar de este partido frente a las amenazas que puede representar la sociedad civil. Para esto basta recordar el brutal incidente en 1989 en la plaza de Tiannenmen en donde una revuelta estudiantil, que procuraba generar un cambio en el interior del partido en favor de la democracia, terminó con miles de muertos a manos del ejército chino. Podemos identificar claramente esta reacción como una propia de un régimen totalitario que, luego de haber conseguido el apoyo de las masas las retiene mediante el recurso del miedo. El suceso de Tiannenmen fue un claro mensaje para todos aquellos chinos que soñaban con algún cambio o con la liberalización del régimen.
Toda esperanza de que esta situación cambie definitivamente con las próximas olimpíadas está quedando desvanecida ya que, y para mal de la sociedad china, no sólo no han cesado las detenciones de activistas de los Derechos Humanos, sino que, peor aún, han aumentado de cara a esta competencia deportiva internacional. Claro que ahora esas detenciones tienen un carácter más preventivo que represivo. El prometido cambio en la postura del gobierno con respecto a la prensa tampoco parece estarse cumpliendo. Sobre todo cuando tomamos en cuenta que el gobierno chino, planea emitir la transmisión de los juegos con unos 10 segundos de atraso para así interrumpir la transmisión cuando algo no planeado por éste, suceda.
El control del periodismo extranjero es otro de los obstáculos que deberá sortear con eficacia el gobierno chino, si no quiere manchar la imagen que pretende presentar al resto del mundo. Sin embargo, y aún antes de haber comenzado los juegos, los periodistas extranjeros ya se han quejado del trato que reciben del gobierno (algunos aseguran incluso, que han sido amenazados por éste).
El intrincado recorrido de la llama olímpica, y las concomitantes protestas que la acompañaron han sido una muestra de lo que podemos esperar de estas olimpíadas de Beijing 2008.
Presenciaremos, en la próxima semana, unos Juegos Olímpicos deslumbrantes. Seguramente, nos sorprenderemos con la ceremonia inaugural, con la monumentalidad de las estructuras olímpicas y con la sofisticación de la tecnología que se utilizará. Sin embargo, no debemos esperar sorpresa alguna por parte del PCC, sino que confirmaremos, una vez más, que éste sigue prefiriendo el camuflaje antes de emprender una verdadera metamorfosis.
* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
Depto de Estudios Internacionales.
FACS - ORT Uruguay.
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