CRISIS SUPRANACIONAL

Autores/as

  • Juan José Riva

Resumen

Los principales periodistas internacionales critican duramente la incapacidad de los organismos supraestatales de solucionar problemas que no podrían ser resueltos por un país solo. Como un caso claramente definitorio de dicho problema, además de la decadencia de nuestro MERCOSUR en su capacidad de solucionar las controversias entre sus propios integrantes, enfrentamos una gran incompetencia de organismos como el G8 para resolver problemas de carácter global.

Algunos analistas plantean que la crisis de dichos organismos se debe a la incapacidad de sus líderes para lograr acuerdos, por lo que el problema no es la magnitud de las dificultades que enfrentamos, sino la incapacidad de los dirigentes de actuar en conjunto para resolverlos. Pero ¿en qué radica dicha incapacidad? Varias respuestas podrían darse a este problema con respecto a la capacidad resolutiva de los grandes entes supraestatales.

Se sugiere que la defensa de intereses a corto plazo prima en los países integrantes de los grandes organismos supranacionales sobre los intereses a largo plazo. Ejemplos que saltan a la vista de cualquier observador del ámbito internacional contemporáneo son las decisiones de países como Estados Unidos, algunos integrantes de la Unión Europea o Japón, en sus políticas adoptadas frente a los grandes problemas internacionales como puede ser la polución, la guerra o el hambre. Mientras Alemania propone en la cumbre de Heiligendamm reducir un 30% las emisiones de dióxido de carbono hacia 2020, el presidente de Estados Unidos plantea conceptos totalmente diferentes en cuanto a los gases del efecto invernadero. El mismo problema enfrentamos en materia de desarme, ya que por ejemplo, de los 44 países que firmaron el Tratado sobre la Prohibición de Ensayos Nucleares sólo 11 lo ratificaron.

Podemos ver que existe una discordancia no sólo entre las decisiones de los países integrantes de dicho organismo supraestatal, sino también cierta falta de coherencia en las decisiones de cada uno de los gobiernos integrantes. Por lo que no existe una estrecha relación entre lo que estos organismos enuncian y las acciones de sus países particulares.

En los últimos días, la cumbre denominada del G5, de los países emergentes, integrado por Brasil, India, China, México y Sudáfrica, responsabilizó como culpables históricos del calentamiento del planeta a los países integrantes del G8. Si bien puede plantearse que esa afirmación sirve como defensa de los grandes países emergentes para no tener que reducir sus niveles de contaminación, no puede negarse su veracidad. Los países integrantes del club de los grandes, que mucho se “preocupan” por resolver problemas como el calentamiento global son históricamente quienes mayor responsabilidad han tenido a lo largo de la historia en dicho fenómeno.

Sin embargo, mas allá de dichos problemas que enfrenta cualquier organismo en el cual se representan varios intereses opuestos, el G8 se plantea otro problema de mayor envergadura. Este sería la poca concordancia entre la realidad de dichos países y lo que estos se autodenominan.

El grupo del G8 que se define como el grupo de los 8 países más industrializados del mundo lo que guarda, realmente, muy poca coherencia con la realidad que estamos viviendo a principios del siglo XXI. Hoy en día no se puede decir, que Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia, sean los 8 países más industrializados. De esta manera estaríamos siendo completamente ciegos a la emergencia de China con su enorme revolución capitalista en palabras de Andrés Openheimer, el enorme crecimiento de la India y hasta del propio Brasil, entre otros. Es en parte por esto que a dichos países en conjunto se les critica su inoperancia en los grandes asuntos globales que hoy en día nos atañen.

Si a la realidad contemporánea, en la cual el poder de los Estados ha descendido enormemente con respecto a la influencia tanto de organismos no estatales, centros financieros y hasta personas particulares en la esfera global, le sumamos que estos Estados no son dentro del ámbito estatal representantes del mayor poderío industrial, es imposible pretender que estos decidan y solucionen los grandes problemas que hoy en día enfrenta el mundo.

Esta realidad es revelada por el propio CNI (el centro de estudios a largo plazo de la CIA) cuando afirma que para el 2020 las cuatro potencias que prevalecerán serán EE.UU. (aunque bastante disminuido comparativamente al presente y muy disminuido con respecto a décadas anteriores), China, India y, en un cuarto lugar, la Unión Europea.

Otro ejemplo claro de lo poco que los organismos internacionales y sus sucursales representan la realidad, es el caso del Consejo de Seguridad de la ONU, explicado claramente a través de la opinión no totalmente compartida de Samuel Huntingotn en su libro “El choque de civilizaciones”. En dicho libro el autor nos explica que en el momento de su creación el Consejo de Seguridad de la ONU representaba claramente cómo el orden mundial estaría regido por las naciones vencedoras de la segunda guerra mundial, pero que hoy en día los cinco miembros permanentes del dicho órgano no son representativos en absoluto de los intereses de las diferentes civilizaciones actuales.

Personalmente no me identifico con la teoría de Samuel Huntingotn de adaptar los grandes organismos internacionales a la realidad de las grandes civilizaciones que hoy conforman el globo. Sin embargo creo en la realidad de que estos deberían contener en sus reglamentos, una mayor capacidad de adaptar su formación a la realidad, para de esta manera ser más útiles a la hora de solucionar los grandes problemas globales y representar los intereses legítimos de todas las naciones.

 

 

* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales. 
Depto de Estudios Internacionales. 
FACS - ORT Uruguay.

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Publicado

2008-07-24

Número

Sección

Enfoques