¿Petróleo y Gas en Uruguay? Aprendamos de la historia

Autores/as

  • Juan José Barrios

Resumen

Por estos días se ha difundido la noticia de la (casi certera) existencia de gas natural y petróleo en el mar territorial uruguayo. Casi por definición, los uruguayos (al menos los que estaban cerca de mí) se preguntaban cuánto bajaría el precio de las naftas….

En este artículo reflexiono sobre la pregunta anterior y sobre otros temas, aún a sabiendas de que estamos al comienzo de un proceso que puede determinar que….no tengamos ni petróleo ni gas. Pero supongamos por el momento que todo termina con una respuesta afirmativa: existen y en buenas (rentables) cantidades.

En primer lugar, ¿podríamos esperar un descenso en el precio de nuestros combustibles? Bueno, no, sobre todo en ausencia de políticas explícitas de subsidio al consumo. En forma sencilla e intuitiva, si el precio internacional del petróleo es superior al que se paga en el mercado local, ¿de qué manera podemos esperar que el o los futuros productores vendan localmente, dejando de percibir los mayores precios en el extranjero? No parece que esta sea una situación racional y solamente podría ocurrir si el gobierno manipulara los precios y/u obligara a vender parte de la producción localmente.

En segundo lugar, los uruguayos y muchos latinoamericanos ya hemos experimentado las “dulces consecuencias” de poder disfrutar de los dineros producto de exportaciones de petróleo. Lo hicimos durante la década de 1970, cuando los países exportadores (a través de los bancos internacionales) nos prestaron sus excedentes para que nosotros aumentáramos nuestra capacidad de consumo muy por encima de nuestras posibilidades, lo que al final de cuentas nos lanzó a la crisis de la deuda con las horrendas consecuencias conocidas y que todavía hoy estamos pagando. Este último punto nos debe hacer reflexionar, ahora que posiblemente estemos del “otro lado del mostrador”. 

Primero, durante las crisis petroleras anteriores, los flujos de dinero (“petrodólares”) circularon desde los países (de la OPEP, principalmente) hacia el mundo en desarrollo en forma de préstamos de corto plazo. Era, lo que comúnmente se conoce como “hot money”, dinero en busca de rentabilidad rápida y con riesgos menores. Es decir que los dueños de esos fondos se embarcaron lisa y llanamente en el negocio especulativo y no pensaron (en su mayoría) en aumentar la capacidad productiva de sus economías en el largo plazo.  Primera lección de la historia: hoy, estos mismos países están invirtiendo los excedentes en empresas y proyectos alrededor del mundo, cambiando el “mapa de propiedad” a escala global, conviertiéndose en propietarios globalizados.

Segundo, como ya se mencionó, durante los años 70, los latinoamericanos actuamos como si el “hot money” fuera propio. Establecimos récords de consumo individual a costa de la creación de pasivos que hasta hoy pagamos. Esto debería constituir la segunda lección de la historia: ¡No lo volvamos  a hacer! Sobre todo ahora que parece que vamos a tener los recursos. ¡Hasta que estos se terminen!

¿Cuáles serían las principales consecuencias de la explotación de petróleo y gas? En primer lugar, podemos imaginar que la estructura del comercio exterior cambiaría: presumiblemente pasaríamos a exportar crudo y gas, o por lo menos a no importarlo como hasta ahora. Esto significa que el flujo de divisas cambiaría de sentido: las exportaciones nos darían la posibilidad de aliviar nuestra restricción financiera, quizás, significativamente. Este alivio de la restricción financiera puede ser bien o mal aprovechado.

Si no aprendimos nada de la historia, podríamos caer nuevamente en un fuerte aumento de nuestro consumo financiado con recursos propios pero perecederos, podríamos ilusionarnos con la facilidad con que obtenemos tarjetas de crédito y financiamiento a más de 12 meses para comprar una licuadora. Todo eso se terminaría cuando dejase de existir el recurso perecedero y las generaciones futuras deberían pagar nuestras culpas.

Si aprendimos algo de la historia, estudiaríamos cómo podríamos invertir estos posibles recursos para que nuestras futuras generaciones puedan tener una vida mejor. Temas no nos faltan.  Puedo empezar con la independencia energéticamediante la generación de energía por medios alternativos, como el sol. Puedo seguir con la infraestructura de nuestro sistema educativo y la dedicación y competencia  de nuestros maestros. También la reforma del Estado implica necesariamente que los uruguayos debamos soportar el costo del ajuste de dicha reforma.

Países como los nuestros necesitan de un “gran hermano” para lograr los objetivos estratégicos al mismo tiempo que soportar los costos de los ajustes. Chile se ha servido de su cobre, Nueva Zelandia de su relación con los países sajones, Irlanda de su pertenencia a la UE. El Uruguay está ubicado en un vecindario poco favorable a sus intereses y tampoco, hasta ahora, tenía un recurso natural poderoso. Parece que esto último ha cambiado. El posible nuevo recurso natural es un poderoso colateral que se puede utilizar aunque no exista todavía en los hechos. Recordemos nuestra historia, levantemos la mira e invirtamos solidariamente en nuestros niños y niñas.

 

 


*Profesor de Economía Internacional y de Mercado Financieros Internacionales
Dpto. de Estudios Internacionales
FACS -ORT Uruguay

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Publicado

2008-07-03

Número

Sección

Comercio y economía internacional