La Liga de Democracias

Autores/as

  • Pablo Brum

Resumen

John McCain está cansado de las Naciones Unidas. Es lógico: desde su perspectiva, esta organización se dedica últimamente a combatir la influencia de su país y a socavar los conceptos de democracia y derechos humanos en los que cree. Aunque el más grave políticamente es el primer aspecto, es sobre todo el segundo el que resulta más escandaloso.

Los problemas de Naciones Unidas son tantos que es difícil enumerarlos. Entre ellos se cuentan el exceso de gasto, la promoción de dictaduras, la condena a democracias, el desinterés en el genocidio, el terrorismo y el programa nuclear iraní, y las críticas fuera de lugar a ciertos países.

La culpa de estos problemas recae en las dictaduras que se valen de las contradicciones del derecho internacional para salirse con la suya, y en los diplomáticos occidentales que o bien simpatizan con ellas o simplemente les permiten atropellarlos. La responsabilidad por cambiar la situación recae en las democracias liberales del mundo, y en particular en las más ricas – que son las que más financian a la organización.

Este razonamiento conduce inevitablemente a Estados Unidos, y por eso es interesante la opinión de John McCain: basta con recordar que es una persona con posibilidades de ser su próximo Presidente y que ha demostrado frecuentemente su defensa de los derechos y libertades humanas.

McCain tiene una propuesta para buscar solucionar este problema: actuar por fuera de Naciones Unidas, pero de forma organizada. Sería un corolario a la política exterior de la Administración Bush, que hizo lo primero pero sin lo segundo. La idea de McCain es una Liga de Democracias. A la hora de citar detalles, es mejor citar al senador republicano:

“Deberíamos ir más lejos y comenzar a reunir a las sociedades y naciones democráticas de todo el mundo en una organización común, una Liga de Democracias mundial. Esta no sería como la fracasada Liga de Naciones de Woodrow Wilson, de membresía universal, sino que sería más como lo que imaginó Theodore Roosevelt: naciones de igual parecer que trabajan juntas por la paz. La nueva Liga de Democracias formaría el núcleo de un orden internacional de la paz basado en la libertad. Podría actuar donde las NU fracasan en hacerlo, para aliviar el sufrimiento humano en lugares como Darfur (…) Podría proyectar influencia concentrada en los tiranos de Burma o Zimbabwe, con o sin la aprobación de Moscú o Beijing. Podría unirse para imponer sanciones a Irán y detener sus ambiciones nucleares. Podría dar apoyo a democracias emergentes como Ucrania o Serbia, y ayudar a países como Tailandia a regresar al camino de la democracia.

Esta Liga de Democracias no sustituiría a las Naciones Unidas u otras organizaciones internacionales. Las complementaría, pero sería la única organización donde las democracias del mundo podrían reunirse a discutir problemas y soluciones en base a principios compartidos y una visión común del futuro. Si soy electo presidente, en mi primer año de gobierno convocaré una cumbre de las democracias del mundo para pedir las opiniones de mis colegas democráticos y comenzar a explorar los pasos prácticos que concretarían esta visión”.

La Liga de Democracias descansa en dos pilares. El primero es la formación de una sólida alianza exclusivamente de democracias liberales:

“No podemos construir una paz duradera que se base en libertad solo por nuestra cuenta, y no queremos hacerlo (…) Nuestro gran poder no significa que podamos hacer lo que queramos cuando queramos, así como que debemos asumir que tenemos toda la sabiduría y el conocimiento necesarios para tener éxito. Debemos escuchar las perspectivas y respetar la voluntad colectiva de nuestros aliados democráticos.”

El segundo es una hostilidad inconfundible hacia los regímenes tiránicos:

“Ya no podemos engañarnos y pensar que la mejor apuesta es descansarnos en estas autocracias anticuadas. Ya no dan estabilidad duradera; apenas un espejismo de ella. No debemos actuar bruscamente o demandar cambios de la noche a la mañana, pero tampoco podemos pretender que el "statu quo" es sostenible, estable o que está en nuestros intereses. El cambio está ocurriendo, nos guste o no. La única pregunta que nos debemos hacer es si le damos a ese cambio una forma que beneficie a la humanidad o si permitimos a nuestros enemigos apropiarse de él para sus propósitos malignos. Debemos expandir el poder y el alcance de la libertad, y usar nuestras muchas fortalezas como sociedad libre. Esto no es solamente idealismo. Es la clase más auténtica de realismo. Son las democracias del mundo las que proveerán los pilares sobre los que podemos y debemos construir una paz duradera.”

Aún si no llegase a mayores, la propuesta de McCain es de por sí interesante porque resulta un duro reto a Naciones Unidas. Este potente llamado de atención debería servir para alertar a algunos de sus burócratas y que éstos reaccionen acordemente. Sin embargo, si McCain lograse realizar lo que tiene en mente podría resultar beneficioso para el mundo.

Podrían evitarse reglamentos y protocolos diseñados para promover la diplomacia en detrimento de la acción, que muy frecuentemente resultan en la equiparación moral de democracias y dictaduras, de civiles inocentes y terroristas, de víctimas y victimarios. En el ámbito de la promoción internacional de los derechos humanos, no cabe duda que una instancia como la Liga de Democracias resultaría muy útil para combatir la violencia y la tiranía que Naciones Unidas no sólo tolera, sino que cultiva frecuentemente.

 

 

* Lic. en Estudios Internacionales. 
FACS. ORT- Uruguay

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Publicado

2008-05-15

Número

Sección

Política internacional