EL AVENTURERO QUE LLEGÓ EN GLOBO

Autores/as

  • Natalia Almada

Resumen

En 2010 se cumplieron cien años de la primera vez que un avión voló en Uruguay. En esa oportunidad, en nuestro país se recordaron varias hazañas: por ejemplo, las de Armand Prevost, un aviador francés que en diciembre de 1910 realizó una serie de exhibiciones a bordo de un pequeño avión en el hipódromo de Paysandú. También las del italiano Bartolomeo Cattaneo, quien unos días después, el 16 de diciembre, piloteó su aeronave desde Buenos Aires hasta Colonia. Cattaneo fue el primero en atravesar el Río de la Plata en avión. Sin embargo, antes que él, un intrépido y extravagante personaje ya se había atrevido a cruzarlo por aire. Y lo había logrado. No lo había hecho en avión, por cierto, sino en globo aerostático. Su nombre: Aarón de Anchorena.

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Millonario, dandy, filántropo, aventurero, amante de la caza, de los deportes y de la naturaleza, pionero en varias disciplinas. La historia de Aarón de Anchorena, aunque más no fuera por esta lista no exhaustiva de características, bien merece la pena ser contada. No obstante, para Uruguay, su legado tiene, además, otras implicancias.

Aarón de Anchorena nació el 5 de noviembre de 1877 en Buenos Aires. Su familia era una de las más ricas de la época, vinculada al poder político, a la aristocracia porteña y a la nobleza europea. Los Anchorena eran dueños de enormes extensiones de tierra –sólo en la provincia de Buenos Aires poseían unas 400.000 hectáreas-, de una abrumadora cantidad de cabezas de ganado y de suntuosas propiedades.

Al morir el jefe de familia, Nicolás Anchorena, Mercedes Castellanos –madre de Aarón- fue quien asumió el control de la inmensa fortuna. Como era costumbre entre las familias adineradas de la época, la juventud de Aarón transcurrió entre Argentina y Europa. Sus aventuras mundanas y deportivas comenzaron en 1901, cuando compitió en la primera carrera automovilística de la historia argentina y obtuvo el primer puesto. Al año siguiente, recorrió durante cuatro meses –en barco, en tren, a caballo- las tierras casi vírgenes de la Patagonia y los lagos del sur. Años más tarde, en 1918, se adentró en Formosa, casi al límite con Paraguay, cuando estaba por estallar una rebelión de los indios pilagás, encabezados por el temible cacique Garcette –junto a quien nuestro intrépido personaje aparece fotografiado en más de una ocasión-.

Pero once años antes, Aarón había emprendido una de sus más arriesgadas hazañas. Seguramente no lo imaginara entonces, pero aquella aventura lo mantendría vinculado con Uruguay hasta nuestros días.

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25 de diciembre de 1907. Estadio de la Compañía de Gas La Sportiva, Buenos Aires. El “Pampero” –un globo aerostático traído por Aarón desde París- es el centro de las miradas. Un grupo de empleados de La Sportiva –compañía encargada del alumbrado público de la ciudad- inflan el globo. A un costado, Aarón discute con un ingeniero francés a quien había contratado para que lo asesorara y lo acompañara en una increíble travesía: cruzar el Río de la Plata. El técnico insiste en que el gas del alumbrado no sirve para hacer volar el globo. Aarón no le hace caso. El ingeniero le advierte que se van a caer. Impotente ante la indiferencia de Anchorena, desiste. Ya sin copiloto ni asesor, Aarón se mantiene firme en su propósito. Pregunta quién se atreve a acompañarlo. Sólo una persona acepta: es el gerente de La Sportiva, quien sale corriendo de su oficina y se sube al globo. Su nombre: Jorge Newbery.

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Mercedes Castellanos sufría por la afición al vuelo que había desarrollado su hijo. Como explica Juan José Sebreli en su libro La saga de los Anchorena, el entusiasmo por la “conquista del aire” era un rasgo distintivo, por aquellos tiempos, de cierta juventud burguesa en Europa. Por imitación, también lo fue de muchos jóvenes burgueses latinoamericanos y Aarón no escapó a esa tendencia.

Aterrada ante la loca idea de su hijo de atravesar el Río de la Plata en globo esférico, Mercedes le rogó que de una vez por todas sentara cabeza. Aarón aceptó: prometió que aquel sería su último vuelo pero, a cambio, puso una condición: desde el aire elegiría las tierras donde instalarse, y su madre debería comprarlas.

Ambos cumplieron con lo pactado. Él no volvió a volar. Ella adquirió las once mil hectáreas que habían pertenecido a The River Plate Company, y que se extienden desde el Arroyo San Pedro al Río San Juan y desde el Río de la Plata hasta la ruta 21, en el departamento de Colonia. Eran las tierras que Aarón había elegido.

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Aarón se hizo cargo de aquella propiedad con un firme propósito: transformar el lugar en un parque exclusivo. Para ello, contrató a un arquitecto paisajista alemán; hizo traer especies exóticas de árboles y plantas desde los más recónditos lugares: robles, castaños, nogales, cedros, fresnos europeos, eucalyptus, bonsáis de enebro. Amante de la caza, introdujo animales provenientes del extranjero, como jabalíes y ciervos. Hizo construir una casa estilo Tudor, a la que decoró con obras de arte, finas maderas, trofeos de caza, muebles traídos de Oriente, puertas de hierro forjado, y hasta un Buda que había comprado en China a una emperatriz.

También construyó una capilla en devoción a la virgen Santa Teresita, y una torre conmemorativa en honor a Sebastián Caboto, el marino y explorador italiano.

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Uruguay. Segundo mandato del doctor Julio María Sanguinetti. El presidente encomienda al escritor y periodista Napoleón Baccino Ponce de León la tarea de escribir la biografía de Aarón de Anchorena, quien a su muerte, en 1965, había dejado como legado al Estado uruguayo parte de los campos que poseía en el departamento de Colonia, con las plantaciones, las edificaciones, los muebles, las colecciones y los adornos. En su testamento, Anchorena había dispuesto que el parque fuera destinado a fundar un Parque Nacional -que llevaría el nombre de “Parque Nacional Anchorena” o “Parque Anchorena”- y que la residencia quedara reservada para el uso de presidentes y jefes de Estado.

El Estado uruguayo tomó posesión de la propiedad en 1972, pero recién en 1985 se iniciaron las obras de restauración y mantenimiento. La edificación y el parque pudieron ser preservados como en las épocas de esplendor. “Casi todo estaba como en tiempos de Anchorena. Pero nadie sabía quién era Aarón de Anchorena. Para uruguayos y argentinos no era más que un millonario excéntrico. Yo suponía que podía haber algo más, pero tampoco estaba seguro”, explicó una vez Napoleón Baccino.

El tiempo le demostró que su primera intuición había sido correcta. Y poco a poco, la investigación, que al principio se había tornado desesperante por la ausencia de datos, fue develando las facetas más interesantes y menos conocidas del personaje. El resultado quedó plasmado en el libro Aarón de Anchorena. Una vida privilegiada.

Baccino recrea lo sucedido aquel 25 de diciembre de 1907 cuando dos hombres aterrizaron en un globo aerostático en medio de una estancia ubicada entre Conchillas y Ombúes de Lavalle, en base a cómo lo relata Máximo Fripp, vecino y conocedor de la historia del lugar, en su libro Conchillas en cien años.

Aquella Navidad de 1907, quien estaba a cargo de la estancia era Doña María, esposa del encargado, ya que éste había viajado a Montevideo por unas diligencias. Era de tarde y la mujer estaba ocupada con sus tareas, cuando escuchó que uno de los peones la llamaba a los gritos. El hombre señalaba hacia el cielo. Dijo que un objeto grande y redondo venía cayendo desde el aire. Incrédula, la mujer miró hacia arriba. “El inmenso globo se movía muy lentamente pero era evidente que perdía altura y se venía a tierra a poca distancia de las casas. Su sorpresa llegó al colmo cuando vio que dos hombres pendían colgados de la red y agitaban inquietos las piernas, aprestándose para el choque"1.

Los jóvenes descendieron del globo y pidieron un teléfono. Doña María les dijo que el más cercano estaba en Conchillas. Les prestó una volanta y un par de caballos. Aarón de Anchorena y Jorge Newbery llegaron a Conchillas al anochecer. Allí se enteraron que los campos ubicados al otro lado del Río San Juan, aquellos donde el globo había tocado tierra por primera vez, pertenecían a la industra frigorífica The River Plate Company y estaban a la venta.

Aarón no lo dudó. A partir de entonces, la vida de aquel intrépido personaje, el primero en cruzar el Río de la Plata en globo aerostático, quedó ligada a la historia de Uruguay.


1 Baccino Ponce de Leon, Napoleón. Aarón de Anchorena. Una vida privilegiada. p. 49

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Publicado

2013-09-12

Número

Sección

Culturales