LOS EQUILIBRISTAS DEL PARALELO 38

Autores/as

  • Nicolás P. Ayala

Resumen

El 12 de febrero de este año, Kim Jong-un, el joven heredero de Kim Jong-il, realizó la tercera y más grande prueba nuclear en la historia de Corea del Norte. Si bien dicho ensayo (entre 6 y 7 kilotones) fue tres veces más chico que la bomba norteamericana lanzada sobre Nagasaki (21 kilotones) en 1945, fue suficiente para poner en estado de alerta a la comunidad internacional. Y es que tan sólo dos meses antes los norcoreanos habían logrado poner un satélite en órbita por primera vez, despertando sospechas de que en realidad lo que estaban desarrollando eran misiles de largo alcance.

Como si eso fuera poco, el nuevo líder en Pyongyang acompañó estos avances tecnológicos con fuertes amenazas contra EE.UU., Corea del Sur y las tropas norteamericanas desplegadas en la costa del Pacífico asiático.

Poco tiempo después, el 7 de marzo, el Consejo de Seguridad de la ONU emitió la Resolución 2094 que, sumada a resoluciones anteriores (1718 en 2006; 1874 en 2009 y 2087 en 2013), impone a Corea del Norte una serie de sanciones, embargos y prohibiciones de orden económico y militar. Susan Rice, actual embajadora de los EE.UU. en el Consejo de Seguridad de la ONU, describió las sanciones como entre “las más severas jamás impuestas por Naciones Unidas”. Por su parte, China, que acostumbra acompañar estas resoluciones con tono conciliador, adoptó una postura más dura hacia su eterno protegido del Norte. Los comentarios de Wang Yi, ministro de relaciones exteriores chino, a Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU, sobre la oposición de Pekín a “cualquier tipo de palabras y acciones provocativas de cualquiera de las partes de la región”, y las posteriores declaraciones del presidente chino Xi Jinping, quien aseguró: “No se puede permitir que alguien ponga en riesgo la paz de la región, e incluso la internacional, por la persecución de fines egoístas”, así parecen confirmarlo.

Estos acontecimientos dieron lugar a una plétora de interpretaciones sobre las relaciones sino-norcoreanas. Consultado sobre el tema, Rodolfo Rodríguez, ex embajador argentino en Seúl entre 2000 y 2006, dijo: “Me parece que el interés estratégico que Corea del Norte pudo haber representado en algún momento para China, se va diluyendo. Para los chinos la radicalización norcoreana más que una solución es un problema”. En tanto que algunos, como Deng Yuwen (editor adjunto de Study Times, revista de la Escuela Central del Partido Comunista chino) y Shen Dingli (director del Centro de Estudios Americanos en la Universidad de Fudan), hasta se arriesgaron a plantear que los lazos que unen a Pekín con Pyongyang han quedado obsoletos, y sostienen que los beneficios que podría obtener China serían mayores que los costos si decidiera abandonar la alianza con la dinastía Kim y pujara por una reunificación de la península a manos de Seúl.

Las interpretaciones arriba expuestas no necesariamente se complementan, pero sí se alinean bajo un denominador común que sostiene que es posible vislumbrar un cambio en las relaciones entre China y Corea del Norte. Tal afirmación encuentra sustento a la luz de acontecimientos como el crecimiento de los lazos comerciales entre China y el archirrival norcoreano, Corea del Sur, quien además, a la inversa que su vecino del norte, puede jactarse de tener una balanza comercial favorable en su relación con China. Pero quizás más significativo aún sea el acercamiento político entre Seúl y Pekín materializado en la visita de la presidente surcoreana Park Geun-hye a Pekín el pasado 27 de junio. Allí los mandatarios de ambos países acordaron trabajar juntos para poner fin a los programas de desarrollo de armas nucleares norcoreanos, a los que calificaron en un comunicado conjunto como “serias amenazas a la estabilidad en Asia oriental”.

Este tipo de sucesos jamás hubieran ocurrido durante la gestión del anterior presidente chino, Hu Jintao, al quien Obama acusó en 2010 de padecer una “ceguera voluntaria” por su renuencia a tomar represalias contra Pyongyang.

Otro hecho que refuerza este línea argumentativa son algunos de los cables filtrados en 2010 por el sitio WikiLeaks y publicados por el diario británico The Guardian en un artículo titulado “Wikileaks cables reveal China 'ready to abandon North Korea'”. Según un cable redactado desde la embajada estadounidense en Pekín, He Yafei, viceministro de relaciones exteriores chino, habría declarado que: “Corea del Norte busca entablar relaciones directas con EE.UU. y por eso está actuando como un 'niño malcriado' para conseguir la atención del 'adulto'”, y remató: “Pueden no gustarnos… [pero] ellos [Corea del Norte] son nuestros vecinos”.

Sin embargo las evidencias de la creciente irritación de los chinos hacia Corea del Norte deben ser evaluadas con prudencia. En muchas otras ocasiones Pekín se ha sumado a las sanciones impuestas a Pyongyang para luego dar marcha atrás.

Más allá de las consideraciones económicas y el impacto migratorio que podría representar el colapso del régimen totalitario de los Kim para China, quizás el factor que mejor explica la persistencia de la alianza entre estos dos países sean los intereses estratégicos que ella representa para Pekín.

China es hoy en una de las grandes potencias mundiales. Algunos académicos de la talla de Jacek Kugler, Aaron Louis Friedberg, John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt plantean que China se perfila como el mayor contendiente de los EE.UU. en la disputa por la hegemonía del poder. Renunciar a mantener el statu quo en la península coreana podría implicar para China que Estados Unidos aumentara los niveles de influencia a la puerta de su casa. Es importante recordar además que perduran hasta el día de hoy disputas de soberanía irresueltas entre China y uno de los principales aliados estadounidenses en la región, Japón.

Por lo tanto, es posible que exista un creciente descontento de China con las acciones y amenazas subidas de tono del nuevo y joven líder norcoreano, pues cualquier maniobra que involucre un quiebre en la estabilidad de la región es vista con preocupación por Pekín. Como lo explicara el ex embajador Rodríguez: “Hay que tener en cuenta que todas estas tensiones generan movimientos militares en la zona. A partir de los últimos exabruptos de Kim Jong-un en febrero, EE.UU. instaló misiles antiaéreos y una flota de aviones STEALTH en la península coreana. Sin lugar a dudas este tipo de movimientos ponen muy intranquilos a los chinos, por lo que hay allí otro motivo para buscar apaciguar a Corea del Norte”. Pero no debemos perder de vista que la alianza entre China y Corea del Norte no es sino un medio para lograr intereses estratégicos más elevados.

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Publicado

2013-08-29

Número

Sección

Política internacional