LA CAUSA DE LOS UIGURES

Autores/as

  • Diego Telias

Resumen

La causa uigur es uno de los tantos conflictos internos que aquejan a la China. Los uigures son una de las más de cincuenta etnias reconocidas en el país. De religión musulmana y origen turco, son casi nueve millones de personas que habitan en la región de Xinjiang, al oeste del gigante asiático. Rodeada por una cadena montañosa y por el desierto de Taklamakan, Xinjiang es una de las provincias chinas de mayor extensión y en ella coexisten, principalmente, dos culturas y no siempre de forma armoniosa.

Los uigures, culturalmente próximos al Asia Central, religiosamente son seguidores de la rama sunní del Islam. Durante décadas fueron mayoría en la región, representando más de un 50% de los habitantes pero, en los últimos tiempos, se han visto invadidos, por no decir “copados” por una instalación masiva de la etnia “han”, mayoritaria en China. Apoyado en este proceso de “recolonización” de la región por los han, Beijing está dominando este conflicto a través de una triple estrategia. Utiliza abiertamente la fuerza cuando es necesario, ejerce un “soft power” mediante cierto impulso al progreso económico y, al mismo tiempo, desarrolla la seguridad regional. Esta combinación de políticas tiene como resultado un serio cuestionamiento de la identidad de esa etnia y del cada vez más lejano sueño secesionista uigur.

La represión constante y los disturbios de 2009

El Islam, los deseos independentistas y la lucha armada forman un triángulo de políticas que no es soportable para Beijing, por lo que todo reclamo exacerbado de la población uigur es reprimido con dureza por el gobierno. Las protestas ocurridas en la ciudad de Gulja en 1997, que terminaron con la muerte de muchos manifestantes, motivaron políticas más duras. Actualmente los uigures se encuentran molestos por la imposición de la cultura marcada por el Partido Comunista y el sometimiento de su pueblo. La mayoría de la etnia uigur lucha por el respeto a sus valores culturales a través de medios pacíficos pero los desórdenes pueden ocurrir en cualquier momento. Pero las manifestaciones, del tipo que sean, son frenadas de forma sistemática por Pekín que, como se sabe no tiene escrúpulos en vulnerar los Derechos Humanos de esta u otras poblaciones (v.g. Tibet)

En julio de 2009 en Urumqi, capital de Xinjiang, se produjo una de las mayores represiones a los uigures de los últimos tiempos. Una manifestación pacífica motivó el enfrentamiento entre las poblaciones. Los chinos han, armados con palos, salieron a las calles para enfrentarse a los uigures y el ejército cerró la ciudad. Los chinos intentaron ingresar a las mezquitas acusando a los uigures de querer modificar su cultura. Los enfrentamientos de aquel año fueron los más violentos en China desde los ocurridos en la Plaza Tiananmen en 1989.

Se estima, aunque es difícil de comprobar las cifras, que murieron más de 200 personas y fueron heridas alrededor de 1800. Por fuera de estos números están las confiscaciones, secuestros, detenciones masivas y ejecuciones que el ejército llevó a cabo sin control de nadie. En aquel entonces, Human Rights Watch denunció desapariciones y el cierre de los ingresos a la ciudad.

El gobierno chino justifica la violencia utilizada por una supuesta “amenaza terrorista”. Aunque sean una muy pequeña minoría, los uigures que toman el camino del extremismo parecería que efectivamente existen. En 2011, China logró que Naciones Unidas incluyese al Movimiento Islámico de Turkestán Oriental en la lista de grupos terroristas. Lo que supone un intento de señalar un posible relacionamiento con los talibanes, Al Qaeda, agrupaciones chechenas, etc. La cercanía de la región con Pakistán y Afganistán, supone, efectivamente, la posible llegada de influencias islamistas fundamentalistas.

El “poder suave”: la economía

El escaso desarrollo económico de la región fue visto por el Partido Comunista como una de las causas que puede provocar el crecimiento del sentimiento independentista. Más que simplistamente consideraron las autoridades chinas que una buena estrategia para combatir la secesión era reducir las diferencias entre las provincias alejadas y el resto del país. La gran inversión económica denota que hay muchos objetivos en juego; el principal radica en que Xinjiang es la puerta de entrada al corredor centro-asiático. La construcción permanente y la llegada del tren de alta velocidad implican una apuesta de China para crear una nueva Shangai al oeste de la nación.

Reeditando la histórica “ruta de la seda”, que unía Xian con Constantinopla, China busca formar en Xinjiang un centro logístico que conecte las regiones centrales y costeras con Asia Central. Las relaciones comerciales entre China y sus vecinos del “hinterland” han crecido mucho en el último tiempo. La explotación de materias primas en la región es creciente lo que ha disparado la demanda interna de energía. Xinjiang debe ser un territorio seguro: existen proyectos relacionados con las enormes reservas de petróleo, gas natural, carbón y uranio allí presentes. Dos claros ejemplos son el oleoducto de 3.000 km entre China y Kazajstán y el gasoducto de 7.000 km que va desde Turkmenistán hasta Shangai, pasando por Uzbekistán y Kazajstán.

Horgos, ciudad fronteriza con Kazajstán, fue declarada Zona Económica Especial al igual que Kashgar, otra localidad de la zona. El objetivo del gobierno chino es atraer inversión extranjera gracias a las facilidades brindadas. Las obras de infraestructura son desarrolladas en forma constante atrayendo población de distintas provincias chinas que arriban, se instalan y generan tensiones con los uigures autóctonos. Los han ya son mayoría en las urbes, relegando a los uigures a zonas más despobladas, principalmente al sur del desierto. Los inmigrantes se ubican en las ciudades del norte, en donde se destaca la construcción constante de bancos y centros comerciales. Nicolás de Pedro1, especialista en temas de Asia Central, aduce que la principal causa del malestar de los uigures es la inmigración.

En Xinjiang se ha llevado a cabo un proceso de transformación social que se ha dado en llamar2 la “hanificación”: una oleada de colonización de la etnia han, de crecimiento de la cultura china y de expansión del idioma mandarín. Estos procesos generan un fuerte resentimiento en la población uigur.

El control de la diáspora

La represión y el empleo de una estrategia de desarrollo económico en la zona no es suficiente para controlar las tensiones de lo que hemos llamado “la causa uigur”. Para China sería difícil mantener la calma en Xinjiang sin la cooperación de los países de Asia Central y sin aplastar, al mismo tiempo, a la diáspora uigur. A través de organizaciones y tratados bi y multilaterales, China se asegura de sellar la frontera para frenar un posible apoyo a los uigures desde el exterior.

China, Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán crearon en 2001 la Organización de Cooperación de Shangai. La misma estableció un convenio entre los países para la cooperación militar y el intercambio de información entre los servicios secretos. Este organismo es fundamental para la seguridad en Xinjiang, una provincia clave en la articulación entre China y el Asia Central.

En el aspecto bilateral, China exigió un compromiso diplomático a la vecina Kazajstán, en donde vive la mayor diáspora uigur, estimada en 200.000 personas. El acuerdo supone explícitamente el no apoyo a movimientos eventualmente secesionistas y Kazajstán depende fuertemente del abastecimiento de la China. La diáspora uigur también se instaló en Kirguistán, país que posee un entorno político más abierto. Allí, donde habitan más de 40 mil uigures, se produjeron ataques a locales chinos y asesinatos. En Uzbekistán y Turkmenistán las comunidades son pequeñas y tienen pocos vínculos con las residentes en China.

A nivel internacional, la causa no ha logrado apoyos significativos, como sí lo han tenido los tibetanos aunque cuenten con la figura, en la diáspora, de Rebiya Kader, exiliada tras estar encarcelada en China. Beijing realizó una campaña diplomática dura en su contra para evitar su ascenso, aunque Kader obtuvo apoyos en Japón y Australia. Su objetivo es internacionalizar el conflicto para que sea conocid0. Los uigures que llegaron a Estados Unidos, Turquía y Alemania tratan de ir por el mismo camino. El Congreso Uiguir Mundial, creado en 2004, tiene su sede en Munich. Mientras que, desde Turquía, a donde huyó una gran cantidad, se oyó la voz del presidente Erdogan, quien en 2009 pidió que finalicen las atrocidades cometidas contra este pueblo.

La independencia es una utopía

Los uigures reivindican su identidad y cultura desde hace siglos. La invasión china, durante la dinastía Qing, se dió a mediados de los años 1700 pero el dominio fue frágil. Hasta fines del siglo XIX, la presencia rusa y las disputas con el imperio británico fueron características de todo el oeste de la China.

Aprovechando esa inestabilidad, los uigures lograron formar una nación propia pero de vida corta; en 1933 se fundó Turkestán oriental. La nueva nación era vista como un freno al avance de China y la Unión Soviética. Stalin la derrocó y, luego, en 1949, el ejército comunista chino conquistó Xinjiang. Como toda provincia china vivió las distintas fases de la nación: los excesos, las hambrunas y la represión, así como los cataclismos políticos de la Revolución Cultural.

Entre los años ochenta y los noventa se produjo el momento más cercano a la independencia para los uigures. La caída de la Unión Soviética le permitió a las naciones de Asia Central crear sus repúblicas independientes. Los cambios en China, que habían llegado de la mano de Deng Xiaoping, permitieron también cierta tolerancia y permisividad con el Islam y su lengua. Las autoridades, centradas en el control de otras zonas del país, dejaron crecer el sentimiento separatista. Sin embargo, China nunca quiso desprenderse del territorio. Si bien se concedieron permisos, se abrieron fronteras y se otorgaron visas, la secesión hubiese sido demasiado problemática para el país.

Los uigures vieron su libertad en el horizonte pero el nacionalismo nunca tuvo la unidad necesaria para formar un movimiento independentista como en el Tíbet. Hoy en día a lo máximo que pueden aspirar los uigures es luchar por el respeto de sus derechos religiosos y de su cultura. Pero, en las circunstancias actuales dado el autoritarismo chino, hasta eso es imposible. El dominio chino es seguro y sólido. Parecería que hace tiempo que, con su triple estrategia, China les ganó la guerra.

1-"El conflicto de Xinjiang”, Nicolás De Pedro

2-"La silenciosa conquista China”, Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araujo

 

Sobre el autor

Lic. en Estudios Internacionales, Universidad ORT-Uruguay

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Publicado

2013-08-15

Número

Sección

Política internacional