LECCIONES EN LA FRONTERA ENTRE TURQUÍA Y BRASIL
Resumen
Muchas veces, la mejor forma de comprender matices es la construcción de extremos, de oposiciones perfectas1, que nos permitan visualizar el fenómeno que deseamos estudiar dentro de un espectro (o escala) y discernir, a partir de su posicionamiento con respecto a los polos, los elementos que componen su naturaleza.
Si bien el método de la construcción de opuestos fue concebido inicialmente para contrastar conceptos abstractos con hechos de la realidad, nada nos impide hacer esta construcción a partir de fenómenos que se oponen en la realidad y utilizarlos como medida para interpretar otros hechos.
A partir del estallido de protestas en Turquía y Brasil, han quedado en evidencia dos posturas antagónicas sobre cómo interpelar demandas sociales. Por un lado, la del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, cuya reacción inicial fue reprimir un reclamo pacífico de un pequeño grupo de manifestantes ambientalistas para luego, desde el exterior, hacer declaraciones arrogantes y desafiar a los manifestantes calificándolos de “vándalos” y “terroristas”2, y exhortando a la oposición a esperar a las elecciones del 2014 para hacer sus reclamos en las urnas. Las consecuencias de esta postura fueron nuevas y más radicales olas de protestas en las principales ciudades del país.
Por otro lado, la postura de la presidente brasileña, Dilma Rousseff, fue intentar canalizar por medio de resortes institucionales las demandas de los indignados. Si bien es cierto que ocurrió también en Brasil, la represión policial estuvo acompañada por mensajes de pacificación por parte de una presidente que, al tiempo que cancelaba sus viajes a Japón y Costa Rica, enviaba fuertes señales de conciliación social: “Las calles nos están diciendo que quieren que el ciudadano, y no el poder económico, esté en primer lugar. (…) La energía que viene de las calles es mayor que cualquier obstáculo. No tenemos que quedarnos inertes, incomodados o divididos. Por eso traigo propuestas concretas y la disposición para que discutamos al menos cinco pactos”3. Los pactos a los que hacía referencia implicaban acuerdos fiscales, de sanidad, transporte, educación y de reforma política, algunos de los cuales ya han entrado en vigencia.
La construcción de los opuestos queda así planteada. De un lado la postura desafiante y provocativa de Erdogan, quien ha decidido mantenerse inflexible frente a la compleja realidad de su país, y en esa postura ha planteado una dialéctica de amigo-enemigo. En el polo opuesto encontramos a Rousseff, quien con actitud más serena y consensual, comprendió la fragilidad de la coyuntura que atraviesa Brasil. La mandataria brasileña parece haber llegado a la conclusión que de no contar con la capacidad para traducir las turbulencias actuales en políticas positivas, el sistema representativo brasileño podría correr el riesgo de implosionar.
Resta ahora introducir la variable de comparación entre los polos. Desde fines del año pasado, en Argentina, comenzaron a organizarse una serie de manifestaciones (13-S, 8-N y 18-A) en las que una parte sustancial de la sociedad se movilizó para demostrar la preocupación que le provocan temas como la inseguridad, la corrupción, la manipulación de datos estadísticos oficiales, el cepo al dólar y el deterioro tanto del transporte público como de las instituciones republicanas. Afortunadamente, en ninguna de las tres fechas se registraron significativos niveles de violencia, salvo por algunos focos aislados que la prensa oficialista no dudó en remarcar. Un escenario falto de disturbios, atributo presente en los casos analizados anteriormente, haría suponer que las condiciones para entablar un diálogo entre la sociedad y el gobierno serían óptimas.
Sin embargo, algunas actitudes adoptadas por la presidente Cristina Fernández de Kirchner como priorizar una reunión de la UNASUR en Lima o asistir a la asunción de Nicolás Maduro en Caracas el mismo 18 de abril4; o sus irónicas declaraciones posteriores al 8 de noviembre, en las que mencionó un “gran hecho [que] se produjo ayer”, insinuando que haría mención a las movilizaciones argentinas, para de inmediato cambiar el foco a Beijing, donde “tuvo lugar el XVIII Congreso del Partido Comunista Chino”5; y que, sumadas a los dichos realizados ese mismo día por el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, –“A esta gente le importa más lo que ocurre en Miami que lo que ocurre en San Juan”6–, obstaculizaron los canales de diálogo y se desperdició así una valiosa oportunidad para dar respuestas legítimas a la parte de la sociedad que las exige.
De este modo, las características presentes en las actitudes del gobierno kirchnerista frente a los reclamos ciudadanos parecieran estar más estrechamente ligadas al polo de Erdogan que al de Rousseff. La insistencia por aplacar al adversario, la evasión de la realidad y el intento por banalizar los reclamos hacia su gobierno dejan al descubierto prácticas políticas que nada tienen que ver con el fomento de la pluralidad y el bien común, de alguna manera presentes en el polo opuesto. La erdoganización de la política argentina queda plasmada en forma más que evidente en las declaraciones de la diputada oficialista Diana Conti, que en referencia a la reforma del Poder Judicial promovida desde el kirchnerismo, dijo: “En una democracia, [el partido con] la mayoría debe gobernar los tres poderes”7.
1- En su estudio sobre la obra de Carl von Clausewitz, Pensar la guerra, Raymond Aron nos revela las virtudes de este procedimiento: “El método que consiste en partir de las oposiciones en su forma perfecta, de los extremos, se combina con la oposición de los conceptos y de la realidad. (…) Creo que el método mismo –captar al principio la naturaleza de los objetos o las partes del objeto que se oponen, reconocer a continuación los casos intermedios– [conduce] a discernir la distancia que necesariamente subsiste entre el objeto según su naturaleza y cualquier objeto concreto, real, cuyo concepto sólo constituye una representación [denominada] abstracta, filosófica, ideal.” Y agrega que: “oponiendo la precisión y la fuerza del concepto a la realidad que se le aproxima más o menos, Clausewitz sugiere un parentesco con los tipos ideales de Max Weber. Parentesco, no obstante, que suscita una doble reserva: la distinción entre el concepto, que capta el caso extremo, y la realidad, que se le aproxima más o menos, no equivale a la de una realidad más o menos confusa y una imagen mental racionalizada. La distinción clausewitziana, al menos en este punto, implica una escala, un más o un menos, mientras que el pensamiento weberiano opone una realidad difusa o equívoca a un concepto esclarecido por el entendimiento.”
2- http://www.clarin.com/mundo/Crece-protesta-premier-pa
ciencia-limites_0_935306512.html
3- http://internacional.elpais.com/internacional/2013/06/24
/actualidad/1372101309_829449.html
4- http://www.clarin.com/politica/Cristina-viaja-rumbo-Peru-
Venezuela_0_903509688.html
5- http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-207540-2012-11-10.html
6-http://www.lanacion.com.ar/1508428-abal-medina-dijo-que-el-ca
cerolazo-tuvo-mucho-odio-y-agresion-e-insto-a-los-opositores-a-armar-un-partido
7- http://www.lanacion.com.ar/1571582-la-mayoria-gobierna-en-los-tres-poderes
Sobre el autor
Licenciado en Ciencia Política,
Maestría en Periodismo, Universidad Torcuato di Tella
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