LA “GUERRA DEL AGUA” Egipto vs Etiopía

Autores/as

  • Emb. Dr. Agustín Espinosa

Resumen

Entre la avalancha de noticias que nos llegan sobre la “primavera árabe” en Egipto, ha pasado inadvertida una situación muy grave relacionada con el recurso agua, que puede afectar a este país de una manera muy directa y puede llegar a constituirse en el mayor problema a enfrentar en el mediano plazo.

Me atrevo a afirmar que hoy la principal amenaza para la prosperidad e incluso la supervivencia de Egipto, con noventa o más millones de habitantes, proviene del sur. Concretamente de Etiopía, y no la encarna un poderoso ejército, sino el proyecto “Renacimiento”: la construcción de una de las mayores represas del mundo.

Nada sería más preocupante para el Gobierno egipcio que algún país pueda en el futuro cerrarle el grifo del Nilo. “La única cosa que podría llevar a Egipto de nuevo a la guerra sería el agua”, advirtió el Presidente Anwar el Sadat en 1979, después de la firma de la paz con Israel. Sin el caudaloso río, Egipto sería un árido desierto, incapaz de sostener a más de 90 millones de habitantes.

Recordemos también que en 1978, el Presidente Sadat amenazó a Etiopía en caso de que este país retuviera parte de las aguas del río.

Desde entonces, las tensiones se siguen sucediendo.

 

Antecedentes históricos

Los antecedentes de estas disputas por el control y uso de las aguas del Nilo son sin lugar a duda históricos y han sido parte de la evolución misma de Egipto. Si existe un país cuya historia esté tan arraigada a un río, sin que sea posible entender sus orígenes sin la existencia de éste, definitivamente se trata de Egipto. Para este país el Nilo es la vida misma, el 95% de los recursos hídricos con los que cuenta el desértico país provienen de este río. No obstante, 86% del agua que transporta el Nilo a Egipto proviene de Etiopía y de sus afluentes conocidos como el Nilo Azul, producto de las lluvias que caen en sus montañas. Este hecho no fue científicamente comprobado y aceptado sino hasta mediados de los años 70 y parte de los 80 en virtud de las grandes sequías etíopes que por extensión afectaron a Sudán y a Egipto.

El Egipto colonial basó sus relaciones internacionales en esta materia sobre la base de diálogos con Sudán, cuando quizás debió haberlas establecido primero con Etiopía.

En 1929, con la región bajo el control imperial británico, se firmó un tratado internacional que ha regido la gestión de estos recursos hídricos hasta nuestros días. Este Acuerdo distribuía el agua del Nilo entre los dos países en base a cuotas anuales medidas en metros cúbicos. Modificado ligeramente en 19591, el acuerdo otorga a Egipto una posición privilegiada: más de 55.000 millones de metros cúbicos sobre un total de 84.000, y el derecho a vetar la construcción de cualquier embalse más allá de sus fronteras.

Se hace necesario recalcar que este tratado entre Egipto y Sudán no tomó en cuenta a ningún otro país de la cuenca del Nilo y por supuesto se excluyó al más importante: Etiopía.

Con Egipto y Sudán acaparando cerca del 90% del caudal del Nilo, el resto de los países hace tiempo que pedían renegociar un reparto que consideraban injusto. Sin embargo, El Cairo argumenta que el criterio a tener en cuenta no deben ser los kilómetros de cauce del río que cada país posee, sino sus necesidades hídricas. Según datos del PNUD, Etiopía cuenta con 123.00 millones de metros cúbicos (de ríos, lluvia y aguas subterráneas), Tanzania 91.000 y Egipto 60.000. “Estos datos muestran que Etiopía posee más del doble de agua que Egipto… También reflejan que Egipto es el país que menos agua tiene en relación a su superficie y población”, sostiene Nader Noureddin, catedrático especializado en recursos hídricos de la Universidad de El Cairo.

 

El Acuerdo de Entebbe

A partir de 1959, con la firma del Tratado al que hemos hecho mención, las relaciones egipcias-etíopes han sido tensas en esta materia. Desde los tiempos de Gamal Abdel Nasser hasta Hosni Mubarak e incluso con el depuesto Presidente Morsi, Egipto siempre ha recurrido a la amenaza del uso de la fuerza como medio disuasivo contra Etiopía y sus aspiraciones a utilizar las aguas del Nilo que nacen en su propio territorio, en beneficio de su desarrollo socioeconómico.

En mayo de 2010, siete países no árabes de la cuenca (Tanzania, Kenia, Etiopía, Sudán, Burundi, Ruanda y Uganda) firmaron el acuerdo de Entebbe, que modifica a su favor el reparto del caudal del río. El gesto hizo saltar las alarmas en El Cairo, que junto a Sudán, se ha negado a adherirse al pacto. La tensión aumentó un año después, cuando Etiopía anunció una ampliación sustancial de un proyecto del embalse del Renacimiento, que se encuentra aún en su fase inicial y tiene por objetivo aumentar la superficie de cultivo del país y multiplicar su capacidad hidroeléctrica.

Más allá de un conflicto de intereses, las tensiones actuales son también fruto de la política exterior del anterior régimen egipcio. El ex-Presidente Mubarak ignoró a los países de la cuenca del Nilo, y en general la dimensión africana de la identidad egipcia. Las relaciones entre Egipto y Etiopía se situaron al borde de la ruptura en 1995, tras el intento de asesinato contra Mubarak por parte de la Gamá Islamiya en Addis Abeba. Después de la Revolución de 2011, Egipto ha hecho un esfuerzo por fortalecer sus vínculos económicos, sociales y políticos con los países de la cuenca del Nilo y con el resto del continente africano.

 

La represa “Renacimiento”

Habiéndose convertido en una potencia regional, Etiopía reivindica desde hace algunos años, un reparto del agua más equitativo para asegurar su desarrollo.

El colmo de la paradoja es que este país, donde nacen las aguas del África, enfrenta regularmente la sequía y las hambrunas consecuentes de la misma. Sobre los 3,7 millones de hectáreas agrícolas, 3% únicamente están irrigadas. Desde hace algunos años, Etiopía ha multiplicado los proyectos de represas sobre el curso del Nilo Azul, que se alimenta del lago Tana, en las mesetas etíopes, antes de confluir al cabo de 1.000 Km en el Nilo Blanco, en Jartum, capital de Sudán del Norte. El Nilo Azul es menos largo que el Nilo Blanco, pero es igual de fecundo porque abastece el 80% del agua que consume el país.

Desde hace varios meses la tensión entre Egipto y Etiopía ha ido escalando en virtud de un macro proyecto etíope que pretende transformar al país en el primer productor de electricidad de África para obtener beneficios de las ingentes reservas acuíferas del Nilo (el 86% se origina en su territorio), y la construcción de la “Gran Represa del Renacimiento”, como se ha bautizado al proyecto que se extiende 40 kilómetros por la frontera con Sudán. Este proyecto es considerado clave para que la nación africana, durante décadas marcada por sequías y hambrunas, se consolide como una economía emergente en el continente africano.

Addis Abeba asegura que el embalse no perjudicará la cuota de 55.5 mil millones de metros cúbicos que recibe Egipto al año en virtud del acuerdo de 1959 y ha mostrado extrañeza por las beligerantes reacciones de medios políticos egipcios, algunos de los cuales han instado a sabotear el proyecto. En ese sentido, aclara que esa asignación aparece en acuerdos adoptados por las ex potencias coloniales por lo que los considera nulos.

Este megaproyecto ha desatado la preocupación en Egipto por considerar que el desvío del cauce del río y la represa afectarán de forma directa la actual cuota anual de agua que el país recibe del Nilo. En virtud de lo anterior y de la dependencia manifiesta del país en torno a las aguas del Nilo (una variación significativa de la cuota afectaría la capacidad agraria y seguridad alimentaria, entre otros, por lo que se considera un tema de seguridad nacional), Egipto ha reclamado el cese de toda actividad en la represa que afecte el flujo normal del caudal del río, amenazando con el uso de la fuerza a Etiopía de ser necesario. Egipto también ha barajado la posibilidad de sabotear la mega represa.

La construcción de la Represa, cuyo coste se estima en casi 5.000 millones de dólares, comenzó en 2011 como parte del programa hidroeléctrico etíope y su conclusión se espera para 2016. Etiopía confía en que la represa sea parte de una red de exportación de electricidad barata a los países de la región, incluido Egipto, y asegura que el flujo fluvial no se verá afectado.

 

“La guerra del agua”

Los dos países africanos comenzaron una batalla dialéctica después de que el pasado 28 de mayo de este año Etiopía desviara un tramo del Nilo Azul, necesario para la construcción de la represa. Días después, una reunión convocada por el entonces Presidente egipcio Morsi (la cual agrupó incluso a los partidos de oposición) terminó con propuestas de sabotaje a la construcción de la represa. Varios políticos egipcios sugirieron medidas disuasorias contra la construcción de la represa, entre ellas la destrucción de la infraestructura o la financiación de grupos rebeldes que atenten contra el Ejecutivo de Addis Abeba.

Morsi manifestó entonces ante una multitud de seguidores en un acto público que la alternativa en la discrepancia con Etiopía por el agua del Nilo es “agua o sangre”. “Todas las opciones están abiertas”, dijo el mandatario en la alocución pública transmitida por la televisión, en alusión a las aprensiones del país sobre una disminución del flujo del río Nilo.

El mandatario precisó que “no estamos llamando a la guerra, pero en modo alguno permitiremos amenazas contra nuestra seguridad hídrica”, en las afirmaciones más duras desde que Etiopía comenzó el llenado de la súper represa. “Si Egipto es el regalo del Nilo, el Nilo es un regalo a Egipto”, sentenció Morsi en alusión a la importancia del histórico río para la supervivencia del país, sin otras reservas de agua para el consumo humano o de la economía.

En un análisis reciente, y frente a la eventualidad de un ataque armado, un prestigioso experto local manifestaba que Egipto carece de aviones de amplia independencia de vuelo que les permita ir y regresar desde Etiopía, lo que imposibilita un bombardeo sobre la represa. De utilizar una acción militar aérea, Egipto debería contar con la colaboración sudanesa de ceder uno de sus aeropuertos para tal misión, cosa que se considera poco posible por las consecuencias internacionales que acarrearía para Sudán. La última opción y la más tangible sería enviar un grupo militar de elite a infiltrarse en Etiopía y volar la represa con explosivos, cosa que tampoco está fácil para Egipto. Por consiguiente, este experto considera que la amenaza del uso de la fuerza por parte de Egipto es poco probable.

Analistas egipcios consideran que el Ejecutivo etíope ha aprovechado las turbulencias políticas y sociales que sacuden a Egipto para promover políticas hasta ahora aplazadas por temor a la reacción de la nación árabe. La diplomacia egipcia se ha debilitado y, como explicaba al diario Washington Post, el general retirado egipcio Talaat Mosallam, si las negociaciones fallan la cúpula militar podría decidir “que es mejor morir en batalla que morir de sed”.

A su vez, los medios opositores egipcios acusaron al ex mandatario de querer utilizar el desacuerdo por la represa como una distracción de los acuciantes problemas internos.

En contrapartida, partidos islamistas favorables al jefe de Estado convocaron reuniones y manifestaciones en apoyo al depuesto Presidente y avalaron la postura beligerante contra la mega represa etíope. Estas divisiones se dan en medio de una creciente tensión política exacerbada por los graves problemas económicos que enfrenta el país y que, entre otras causas, propiciaron la irrupción del Ejército y la deposición de Morsi tras varios días de manifestaciones en las calles.

Etiopía pidió a Egipto que “contenga su inaceptable conducta” por las agresivas declaraciones de El Cairo respecto a la represa.

¨Etiopía (…) espera que el Gobierno de Egipto se abstenga de todas esas inaceptables formas de conducta (manifestadas en los días anteriores) y trabaje para una mayor cooperación entre ambos países”, indicó recientemente el portavoz del Ministerio etíope de Asuntos Exteriores. “Las sugerencias a cualquier recurso a la guerra u otras formas de sabotaje son inaceptables y no tienen cabida en el siglo XXI”, agregó.

Asimismo, Etiopía “reitera de forma firme que no aceptará ninguna propuesta de Egipto de detener o retrasar la construcción de la Represa del Gran Renacimiento Etíope”.

Por su parte, el Gobierno de Sudán, el tercer país afectado, ha declarado que los trabajos de construcción “no afectarán” al país y reiteró su compromiso para continuar la cooperación con Addis Abeba y El Cairo con el objetivo de garantizar el máximo beneficio de los tres países de la explotación de los recursos del Nilo.

Se llegó a hablar de mediaciones de terceros países (Unión Europea, Gran Bretaña) para encontrar una solución, pero no ha habido confirmación al respecto.

En su momento, el Presidente Morsi pensó en enviar a Addis Abeba al Papa Copto Tawadros II, figura muy influyente en la iglesia copta etíope, para cumplir una función de mediación, la cual no fue aceptada.

El Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, pidió a Egipto y Etiopía que retomen el diálogo en su disputa y se comunicó con los mandatarios de ambos países.

Otro tanto hizo la presidenta de la Comisión de la Unión Africana, Nkosazana Dlamini-Zuma, que ha formulado un llamamiento a los gobiernos de Egipto y Etiopía para solucionar los problemas diplomáticos derivados de la decisión de Addis Abeba, invocando los principios de la “solidaridad africana”.

Mientras tanto, una Comisión técnica tripartita (Egipto, Etiopía y Sudán), entregó a los Jefes de Estado de los países involucrados un informe sobre el impacto de la represa, pero sus conclusiones fueron calificadas de vagas y necesitadas de más elementos.

El último capítulo de esta “guerra del agua” ha sido un encuentro en Addis Abeba de los Cancilleres de ambos países, que han acordado “de forma inmediata empezar consultas”, que también incluyan a Sudán, sobre la controvertida represa.

Detrás de esta demostración de “soft power” egipcio, existe la convicción de que solamente vínculos económicos más estrechos permitirán superar el riesgo de conflicto bélico. No obstante, el éxito no está garantizado, pues la presión demográfica va en aumento. Se calcula que los países de la cuenca del Nilo, Egipto incluido, doblarán sus poblaciones en tres décadas. Así pues, tarde o temprano, las autoridades egipcias deberán tomar medidas para ahorrar agua, muy necesarias en un país donde no existe conciencia de que este es un recurso finito y predomina la técnica de riego por inundación.

Creemos, finalmente, que la “guerra del agua” no tendrá lugar, pero, en vista de los factores geográficos, demográficos, económicos y políticos, el reparto de las preciosas aguas del Nilo provocará más de un dolor de cabeza a los diplomáticos de estos países. Las cifras así lo determinan: hablamos de un río con 6.700 Km de extensión, con una cuenca de 3.254.555 Km², con 11 países ribereños y 160 millones de personas que la habitan.

1- El Tratado de 1959 no fue el primero en esta materia pero si el que actualmente “rige” la distribución de las aguas del Nilo. Anteriormente hubo acuerdos entre las potencias colonizadoras en 1891, 1902, 1906, 1925, 1929, 1948- 1953. No obstante el Tratado de 1959 se suscribió siendo ambos países independientes.

 

Sobre el autor

Embajador uruguayo en Egipto y Catedrático de Integración Regional en Universidad-ORT.

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Publicado

2013-07-22

Número

Sección

Enfoques