Claves geopolíticas en torno al conflicto del Atlántico Sur - Primera Parte

Autores/as

  • Prof. Iván Witker Barra

Resumen

La escalada del conflicto en el Atlántico Sur ha redefinido su naturaleza. Tres claves geopolíticas ayudan a comprender de forma integral lo que hoy ocurre en esa zona del planeta: lucha por recursos naturales (especialmente petróleo y, en menor medida, riqueza ictiológica), proyección antártica y control efectivo de los espacios territorial, aéreo y marítimo de las islas. La escalada del conflicto ofrece una extraordinaria singularidad, el enfrentamiento de dos orbis pictus enteramente diferenciados. Por un lado, el ejercicio del poder según se ha entendido históricamente, con capacidades políticas, diplomáticas y militares por el lado británico, y la opción argentina por una política exterior y de defensa de carácter pacifista. La larga falta de inversión en el sector Defensa invitan a preguntarse si tal opción es por necesidad o por convicción.


Introducción


La “Guerra de los 73 días” ocurrida en 1982 entre Argentina y el Reino Unido ha derivado en un conflicto enteramente nuevo, generándose un escenario que ni el Presidente argentino, el general Leopoldo Fortunato Galtieri, ni la primer ministro británica Margaret Thatcher pudieron visualizar en su tiempo. La guerra de entonces ha devenido en un conflicto de intensidad variable, pero dotado de una poderosa carga simbólica. Aún más, el rasgo central del renovado conflicto es que los contornos y trasfondos, tanto del diseño reivindicativo de la mandataria Cristina Fernández de Kirchner, como de la línea reactiva escogida por el Premier David Cameron, dejan al descubierto que las prioridades geopolíticas de cada uno de los contendientes son las claves fundamentales para entender la naturaleza del nuevo momentum que vive esta disputa.


Esto no significa que durante la guerra de 1982 los elementos geopolíticos hayan estado ausentes y que se hubiese tratado de una acción bélica focalizada en respuesta a una aventura. En 1982 también hubo elementos geopolíticos destacables. El más visible correspondió a ese extraño apoyo de la Unión Soviética y Cuba a la invasión lanzada por Galtieri. Inmerso en la Guerra Fría, donde prácticamente en todos los conflictos se divisaba una raíz, o al menos una buena cantidad de ramas, teñidas por la ideología, el conflicto armado británico-argentino parecía un suceso extemporáneo, fuera de época y espacio. Pero no. Fueron las masivas ventas de granos y carnes argentinas a la URSS (cuya escasez agobiaba ya a la entonces superpotencia), las que
motivaron esos extraños alineamientos geopolíticos e hicieron evanescentes las consideraciones ideológicas.


La escalada actual, para muchos especialistas algo sorpresiva, deja al descubierto las nuevas variables geopolíticas. Sin embargo, la dispersión de antecedentes y algunas singularidades tienden un ligero manto dificultando su sistematización. El presente trabajo es un esfuerzo que apunta a identificar e interpretar dichas variables geopolíticas (1), recurriendo a un muy vasto conjunto de fuentes secundarias. Se busca también reflexionar sobre las consecuencias que de este conflicto pueden derivar. Dicha reflexión tiene presente el reconocido axioma del general Cañas Montalva: “la geopolítica investiga los imperativos políticos -incluso lo militar, económico y lo social- como base a la orientación del Estado [...en otras palabras...] las armas geográficas para la acción política” (2). La conclusión apunta a ratificar que, sin éstas, no es posible comprender la verdadera naturaleza de este conflicto.


La escalada: factores y claves


Mirada con prisma geopolítico, la escalada es susceptible de categorizar en tres fases de desarrollo, una de corto plazo, que se vive en estos momentos, y otras futuras con horizontes mediano y lejano, respectivamente.


En esta primera fase Argentina se ha planteado como objetivo central impregnar su demanda de un simbolismo dotado de la máxima carga de emotividad. Y ha escogido para su consecución dos rutas de carácter diplomático (3). Por un lado, transformando su causa en casus belli común de todos los latinoamericanos, tanto a nivel de gobierno como de ciudadanía, basado en una idea abstracta –y épica– que acentúe las características de residuo colonial observables en la presencia británica en las islas, a sabiendas que colonialismo e imperio han devenido en términos suficientemente peyorativos. Por otro, optimizando el trabajo en los foros multilaterales. En su esfuerzo, diríamos ad nauseam, por “ganar mentes y corazones” de los latinoamericanos, apelarán, ante todo, a una cuestión obvia a primera vista, como la proximidad geográfica con las islas (a sólo 300 millas de la costa argentina). El titular de Defensa, Arturo Puricelli, definió las líneas argumentativas: énfasis en la importancia del archipiélago para el eje bioceánico y la depredación que estarían sufriendo los recursos naturales argentinos (4). En sus aspectos más ríspidos, durante esta primera fase, la administración cristinista buscará elevar al máximo el costo de mantener esta “colonia”. Eso explica las acciones en ejecución: prohibición de amarre
en puertos de Argentina y, posteriormente de Brasil, Uruguay, Chile y otros países del Mercosur, aislamiento logístico de las islas y propuesta de prohibición de la conexión aérea. El reforzamiento del simbolismo debería permitir un avance hacia la siguiente fase, que, de acuerdo a las previsiones cristinistas, debería caracterizarse por conseguir que los británicos se sienten a una mesa de diálogo directo. El objetivo final, planteado para la tercera y definitiva fase es obtener una negociación que incluya concesiones “satisfactorias”.


Por su parte, los británicos privilegian la creación de un ambiente insular de alta seguridad con un importante componente militar y se apoyan en la preeminencia de sus títulos históricos sobre las islas (5). Es dable suponer que sacarán a luz el abandono en que Buenos Aires tuvo a estas islas durante gran parte del siglo 20 (6). De modo marginal irán planteando cuestiones irritantes para los argentinos, como es la petición del pago de un crédito por US$ 45 millones otorgado a Buenos Aires en la década del 70 y que fue utilizado por el gobierno militar de la época para comprar armas ocupadas durante la guerra.


El prisma geopolítico permite distinguir, adicionalmente, cuatro factores relevantes para comprender la complejidad que tiene la posición argentina, a saber:


a) Inviabilidad del uso del instrumento militar por falta total de inversiones en el sector durante décadas. Cabe destacar que el presupuesto de Defensa es el más bajo de la historia en su relación al PIB, disminuyendo de 3,1% en 1983, es decir después de la “Guerra de los 73 Días” a 0,81% en la actualidad (7). La obsolescencia del material bélico argentino, especialmente de la Fuerza Aérea, hace impensable e impracticable una decisión de este tipo. Este factor actúa como elemento singularizador; aunque escale peligrosamente no hay bases objetivas para un nuevo choque militar.


b) Falta de un ambiente ciudadano que favorezca una solución militar , lo cual es observable en un bajo nivel de alistamiento para un emprendimiento de tales características especialmente debido a lo imprevisible del resultado y a que una adhesión extrema a la causa malvinista difícilmente encuentre eco entre las generaciones más jóvenes de argentinos (8).


c) Opción de la elite argentina por una política exterior y de defensa pacifista, que confirma la hipótesis subordinada (al otorgar el carácter de convicción) de no utilización del instrumento militar (9).
d) Ausencia total del factor sorpresa, tan determinante en la aventura de 1982 bajo el errado supuesto de que Gran Bretaña no reaccionaría militarmente y que había condiciones “objetivas” para que se repitiera aquello que en los estudios internacionales se conoce como episodio Goa, 1961 (10).


Para entender los efectos sinérgicos que tienen estos cuatro factores, corresponde adentrarse enteramente en las claves geopolíticas de la escalada, las cuales, además, explican porqué recién hacia el mediano y largo plazo esta disputa irá visibilizando los contornos y trasfondos de los intereses en juego. Eso haremos en la segunda parte.

 

 

 


(1)Desde el punto de vista metodológico, un texto guía es el clásico de Michael Klare “Resource wars. The new global landscape of global conflicto”. En él analiza diversas fuentes de potenciales conflictos según el estado del arte en materia de prospecciones a la fecha de edición. Sostiene que la disponibilidad y aprovisionamiento de recursos energéticos, como el petróleo, gas, uranio y otros, han ido adquiriendo centralidad en las decisiones políticas de los Estados. Dada la escasez creciente de petróleo y gas que, a diferencia de las existencias de carbón, no se encuentran repartidas de manera uniforme por el planeta, particularmente en Medio Oriente y las tensiones crecientes que se vive en las regiones del mundo con mayores reservas, Gobiernos y empresas están privilegiando la búsqueda de nuevas fuentes de aprovisionamiento en el mundo.

(2)Cañas Montalva, Ramón: “Geopolítica oceánica y austral”, página 45.

(3)Aunque no forma parte de este trabajo el análisis del fortalecimiento del nacionalismo, destacamos, solo con fines ilustrativos, algunas medidas adoptadas por la administración cristinista: a) cambiar la denominación del torneo de Primera División de Fútbol por “Crucero General Belgrano”, b) la quema de banderas británicas propiciadas por el grupo político La Cámpora, liderado por el hijo de la mandataria, c) manifestaciones en las afueras de la embajada británica en Bs.As. promovidas también por La Cámpora.

(4)“MALVINAS es una causa sudamericana”, DEF, s.p.

(5)Uno de los trabajos más exhaustivos con apreciaciones históricas y jurídicas neutrales sobre la disputa es el correspondiente a COCONI, Luciana “¿Islas Malvinas o Falkland Islands?. La cuestión de la soberanía sobre las islas del Atlántico sur”. Sobre los títulos históricos parece pertinente citar parte de una columna de opinión de BARRE, León “Zoologías cristinistas”, El Mostrador, s.p. “Los títulos dan la razón a ambas partes pues dependen del concepto jurídico imperante en cada país. En la América post- Independencia se reconoció el principio uti possedeti juris (poseer lo que se había poseído) lo que deja a la documentación española como punto de partida. Para los británicos, la soberanía se ejerce con la ocupación efectiva, y estas islas, al llegar ellos allí, estaban sin población. Por lo tanto, res nullius. Gran Bretaña fue el segundo país en tener un asentamiento estable ahí, entre 1766 y 1774, y luego las abandonó. El primero fue Francia con Antoine de Bougainville en 1763, que le dio el nombre a las islas y al primer poblado, Port Louis, pero los 150 franceses abandonaron las islas al cabo de dos años y renació la disputa entre británicos y españoles, a la cual se puso término en 1790 cuando ambos firman la Nootka Sound Convention que llevó a los españoles a reconocer la costa oeste de Canadá como británica (por esta razón esa provincia se llama British Columbia) y a los británicos a reconocer las islas de la costa patagónica como española. Por lo tanto —como dice Carlos Escudé— es falaz argüir continuidad jurídica entre el estado virreinal y el estado de Buenos Aires, ni menos derechos sucesorios sobre las Malvinas. Buenos Aires emergió de facto sobre lo que pudo conquistar. Nada más. Muchos son los autores que fundamentan la ausencia total de los límites sur de Buenos Aires. Por eso, al retirarse España en 1811, las islas quedaron sin dueños ni habitantes. Hubo escasos y fallidos intentos de Buenos Aires por hacerse con las islas tras 1811. Hubo uno, inmediatamente ocurrida la declaración de Independencia, cuando se mandató a un grupo de aventureros para tal efecto. El grupo estaba compuesto por franceses más un par de criollos, un pirata estadounidense, otro británico y un jamaiquino. En 1820 mandató a un pirata estadounidense, Danny Jewett, quien rápidamente las abandonó, se cambió de bando (trabajó para los británicos), después para los brasileños, y luego volvió a Buenos Aires. Luego mandataron al aventurero francés Louis Vernet y al criollo Jorge Pacheco, quienes también abandonaron las islas. Por lo tanto, lo que ocurrió en 1833 fue una usurpación británica no contra Argentina (que no existía en esa época) sino contra Buenos Aires, cuya soberanía podría entenderse como legal mas sin derechos sucesorios, sino por haber llegado primero a una tierra sin dueño y sin habitantes. El problema es que no supo ni mantener ni poblar las islas. Luego, viene un larguísimo e inexplicable abandono diplomático de parte de Argentina, sin que se sepa si en ese lapso pretendía recuperarlas. Fue un olvido total hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Suena muy raro que Argentina no haya reclamado estas islas con la gran vehemencia de Galtieri y de Cristina cuando eran potencia, a fines del siglo XIX o a inicios del XX”. Barré omite un antecedente relevante que es la oferta hecha por Rosas al banco británico Baring Brothers en 1842 que conminaba a Buenos Aires a pagar un empréstito de 1828, para saldarla mediante la cesión de las islas en cuestión, asunto rechazado por los británicos por considerar que éstas ya estaban en calidad de confiscadas. Ver “En búsqueda de principios estratégicos coherentes” de José Bilbao Richter.

(6)Sobre el abandono argentino de las islas es ilustrativa la columna de FRAGA, Rosendo “Malvinas: pasado y futuro”, Nueva Mayoría, s.p.: “Una mirada retrospectiva a los dos siglos de historia argentina muestra que la cuestión Malvinas no ocupó un lugar relevante en la agenda política durante los primeros ciento cincuenta años. El líder más relevante de la Argentina conservadora, Julio A. Roca, se limitó como sus antecesores a realizar el reclamo diplomático anual. Lo mismo sucedió en las dos presidencias de Hipólito Yrigoyen, al igual que en las dos primeras de Juan D. Perón. El interés por el tema comienza en la segunda mitad de los años sesenta. Cabe señalar que el canciller argentino que impulsa la primera ley que hace referencia al reclamo por Malvinas en 1967 es Nicanor Costa Méndez -un hombre caracterizado del nacionalismo argentino no peronista-, y el mismo que quince años después dirige las relaciones exteriores durante la guerra por las islas”.

(7)Datos en FRAGA, Rosendo “¿”Hay un rearme argentino?”, Nueva Mayoría, s.p. Analiza un documento elaborado por el diputado Claudio Lozano del Frente Amplio Progresista, donde se señala que si Argentina quisiera recuperar el terreno perdido en materia de equipamiento militar debería priorizar la adquisición de submarinos y de lanchas multipropósito y radarizar la Patagonia. El gobierno británico comparte esta apreciación. En entrevista al diario The Times, el ministro de Defensa, Phillip Hammond recordó que Argentina no ha comprado un avión desde 1982 y que mantiene en operaciones sus viejos Mirage sin capacidad para intervenir militarmente en las islas, DEF “Argentina no es amenaza militar” s.p.

(8)BRILEY, Harold “Yes, they have not bananas (in Falkland and in Buenos Aires)”, s.p. Briley es un veterano reportero de la BBC, ya jubilado, que cubrió la guerra en 1982.

(9)ESCUDÉ, Carlos enumera hitos que fundamentan su hipótesis: reducción del presupuesto militar casi al mínimo necesario para gastos corrientes, reducción casi al mínimo de compras militares, eliminación del servicio militar obligatorio, desmantelamiento de la industria de armamentos, desmantelamiento de proyecto balístico Cóndor II desarrollado en los 80 en sociedad con Irak, adhesión al régimen de control de tecnologías misilísticas, adhesión al TNP y al Tratado de Tlatelolco, “Un experimento pacifista: las políticas exteriores y de seguridad de Argentina en el siglo XXI”, página 5.

(10)Portugal decidió no actuar cuando 30 mil soldados indios tomaron subrepticiamente el 18 de diciembre de 1961 la ciudad de Goa, último bastión colonial lusitano en el subcontinente. El gobernador portugués general Vassalo e Silva se rindió sin presentar combate y Lisboa optó por retirarse de la zona sin mayores explicaciones. Ver SPRUYT, Hendrix, p.199. Una interesante reflexión con una importante cantidad de datos sobre la visión de los militares argentinos respecto a las islas durante los años 60 y su plan, basado en la lógica de Goa 61, de tomar el control de la isla y deportar a sus habitantes vía Uruguay en COX, Robert “Put the Islanders first: key to the Malvinas/Falkland dispute”.



Sobre el autor

Profesor de Universidad Alberto Hurtado (Chile)
Ph.D. en Comunicación (Universidad Carlos IV, República Checa)

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Publicado

2012-08-23

Número

Sección

Enfoques