Crisis financieras: Cuando el que rasca es el propio chancho

Autores/as

  • Ec. Juan José Barrios

Resumen

Las crisis financieras y los problemas que ellas causan siguen estando en la agenda diaria de académicos, políticos, banqueros y hacedores de política.  Lo más preocupante es que recurrentemente asociamos las crisis contemporáneas a la falta de regulación para atenuar los incentivos de las personas a asumir riesgos sobre los cuales no serán responsables, o por lo menos, no pagarán en caso de que las cosas funcionen mal.

Un estudio del Banco Mundial, citado en Lim and Hoe (2011) informa que ha habido más de 130 crisis financieras entre 1970 y 2007, un promedio de 3.7 crisis por año. Adicionalmente, grandes crisis bancarias se suceden cada diez años casi con precisión matemática. Luego de cada crisis, manifestaciones de los damnificados, opiniones de economistas y políticos claman por cambiar la regulación del sistema financiero internacional, hasta que la próxima crisis estalla.

¿En donde ha quedado aquella visión de que las “finanzas son el engranaje del comercio” que implicaba que lo realmente importante era la producción y el consumo de bienes y servicios “tangibles” y que el dinero y las finanzas asumían un rol subsididario? Para tener una idea del rol que las finanzas y los instrumentos financieros han asumido en la actualidad, la siguiente gráfica muestra la relación entre el monto de instrumentos derivados y no derivados y el PIB Mundial.

Como puede observarse, en 2007, la financialización del mundo había adquirido proporciones monumentales.

 

El desarrollo financiero, implícita o explícitamente, ha sido elevado a la categoría de “bien en si mismo” y no ya como el aceite que permite que el sector real de la economía se transforme y avance.

En estas circunstancias, los problemas del desarrollo financiero deben ser atacados en términos de “fricciones”, las cuales son de dos tipos: fricciones de agencia, que encarcen el costo de los contratos principalmente en lo que se refiere a la información que los agentes financieros utilizan para tomar decisiones. En segundo lugar, las fricciones colectivas limitan el alcance en la participación de los agentes (Banco Mundial, 2012).

Poco espacio se ha dedicado a las consecuencias de las finanzas sobre el comportamiento de las personas en lo que tiene que ver con sus actitudes egoístas y codiciosas. La pérdida de referencias sobre las consecuencias sociales de las acciones individuales está llegando a extremos que difícilmente puedan minimizarse con adecuada regulación.  Es necesario un cambio de paradigma que vuelva a ubicar a las finanzas en su espacio natural. Ese cambio no es observable a corto plazo debido a las conductas colusivas de académicos, políticos y banqueros. 

Esas conductas buscan el provecho propio y aprovechan deliberadamente “blind spots” dejados por la regulación, como fue el caso de la emisión de Credit Default Swaps durante la década pasada.

Comportamientos colusivos destinados a obtener ganancias individuales se han materializado también en el actual escándalo acerca de la fijación de la tasa internacional de referencia, la LIBOR. El escándalo, originado en Londres, se ha ramificado a los Estados Unidos, en donde las instituciones financieras elaboraron estrategias de intercambio de flujos financieros (swaps) a partir de los cuales la propia manipulación de la LIBOR les hacía obtener ganancias indebidas.

Las ramificaciones de esta situación están todavía por verses, pero indiscutiblemente se enmarca dentro de la pérdida de valores y referencias que asola a la industria financiera mundial.

Martin Wolf, el destacado periodista económico británico, sostiene que actualmente, los bancos representan la encarnación de la búsqueda de ganancias, llevada a sus límites lógicos, en donde la única pregunta que hacen los directores no es acerca de cuál es su obligación o su responsabilidad, sino como pueden hacer para salirse con la suya.

Keynes dijo: Por sobre todas las cosas, dejemos que las finanzas sean locales.  Como en muchas cosas, sus ideas nos siguen aleccionando. Infelizmente, los que tienen el poder de decisión se rascan su propio lomo en perjuicio de las grandes mayorías.

*Coordinador Académico Adjunto, Licenciatura en Economía
FACS, Universidad ORT Uruguay

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Publicado

2012-07-26

Número

Sección

Comercio y economía internacional