Eficiencia versus transparencia en la política Argentina contemporánea. Parte III

Autores/as

  • Pedro Isern

Resumen

En artículos anteriores hemos mencionado que los gobiernos percibidos como eficientes poseen altos niveles de opacidad. En esta lógica, los electores asumen que la honestidad es en Argentina demasiado costosa como para lograr una determinada eficiencia que desemboque en gobernabilidad. En este artículo haremos hincapié en el papel que en esta ecuación juega, por un lado, la inflación y, en segundo lugar, la imposibilidad de pensar jugadas de mediano y largo plazo.

La inflación no es sólo una variable económica sino también de economía política. Básicamente, la inflación es asumida como una variable que genera ineficiencia. Sin embargo, en la dinámica introducida por el proyecto político iniciado en 2003 en Argentina, podemos recurrir a la hipótesis de que, en el corto-mediano plazo, tasas de inflación relativamente altas han sido eficientes para dicho proyecto en la construcción de gobernabilidad. Así, en la oposición “eficiencia versus transparencia” o en la ecuación “eficiencia-opacidad”, la inflación aparecería aquí como una variable que contribuye  en el corto-mediano plazo a la eficiencia y a la opacidad. Es decir, si es que hubiera un círculo vicioso entre eficiencia y opacidad, la aparición de la inflación como variable de economía política vendría a potenciar dicho círculo vicioso en la argentina contemporánea.

Primero, ¿Qué es la inflación? Para ello, podemos recurrir a la revista británica The Economist, quien posee un diccionario de economía (http://www.economist.com/economics-a-to-z) donde se encuentran definidos en forma simple conceptos complejos. Para The Economist, la inflación es:

"Rising PRICES, across the board. Inflation means less bang for your buck, as it erodes the purchasing power of a unit of currency. Inflation usually refers to CONSUMER PRICES, but it can also be applied to other prices (wholesale goods, WAGES, ASSETS, and so on). It is usually expressed as an annual percentage rate of change on an INDEX NUMBER. For much of human history inflation has not been an important part of economic life. Before 1930, prices were as likely to fall as rise during any given year, and in the long run these ups and downs usually cancelled each other out. By contrast, by the end of the 20th century, 60-year-old Americans had seen prices rise by over 1,000% during their lifetime…Inflation would not do much damage if it were predictable, as everybody could build into their decision making the prospect of higher prices in future. In practice, it is unpredictable, which means that people are often surprised by price increases. This reduces economic efficiency, not least because people take fewer risks to minimise the chances of suffering too severely from a PRICE SHOCK. The faster the rate of inflation, the harder it is to predict future inflation. Indeed, this uncertainty can cause people to lose confidence in a currency as a store of value. This is why HYPER-INFLATION is so damaging...Most economists agree that an economy is most likely to function efficiently if inflation is low. Ideally, MACROECONOMIC POLICY should aim for stable prices. Some economists argue that a low level of inflation can be a good thing, however, if it is a result ofINNOVATION." (1)

La inflación es una variable central de la economía. Si bien la ciencia económica coincide mayormente que en el mediano-largo plazo la inflación es un fenómeno monetario (es decir, responde a un proceso de sistemática emisión de moneda por encima de la demanda de los agentes económicos), lo relevante para la economía política es preguntarse por qué el sector público ha debido recurrir a la emisión de moneda. Los estados se financian principalmente a través de 3 mecanismos: cobro de impuestos, emisión de deuda y emisión monetaria.  Estos dos últimos mecanismos reflejan un escenario donde el sector público enfrenta mas gastos que ingresos.

A diferencia de la emisión de deuda, la emisión de moneda posee la particularidad de no generar pago de intereses. A su vez, la mayoría de los estados (entre los que se encuentra Argentina) generalmente emiten deuda en moneda extranjera (básicamente dólares americanos). La emisión de deuda en moneda local es un privilegio que, en el mercado voluntario, tienen muy pocos países. En la historia económica contemporánea, sólo EE.UU. ha obtenido y podido ejercer ese privilegio a lo largo del tiempo. Como sostuvo el ex presidente de Francia Giscard d ´Estaing (cuando era ministro de Economía en la década del 60´), EE.UU. posee el “exorbitante privilegio” de emitir una moneda que es usada como reserva globalmente (2).

Eso hace que la emisión de moneda sea un conveniente mecanismo de financiamiento en tanto el sector público no paga intereses y, por otro lado, puede cobrar parte de un impuesto no explicitado: la inflación.

La dinámica inflacionaria refleja parte del nuevo ciclo populista. En la historia contemporánea Argentina la inflación ha sido una variable que expresaba la parte descendente de dicho ciclo: después de un primer momento donde se incrementaba el gasto, subían los salarios y se fortalecía el régimen en medio de un escenario global favorable, en un segundo momento estos beneficios se amesetaban y los costos relacionados comenzaban a aparecer. Así, se consolidaba un creciente déficit fiscal que repercutía en una mayor tasa de interés. En la segunda parte del siglo XX argentino, el creciente déficit se ha financiado con emisión monetaria.

Sin embargo, el papel político de la inflación no ha sido repensado en su versión partidaria-electoral: si bien en la historia contemporánea argentina la suba sostenida de precios ha tenido siempre una correlación negativa con el desempeño electoral, el proceso kirchnerista (2003-2015) ha innovado en un punto central, utilizando el impuesto inflacionario como factor de atomización de la oposición partidaria. Paso seguido, la correlación negativa “inflación-desempeño electoral”, ha dado paso a la correlación positiva “inflación-atomización de la oposición partidaria”.

En la experiencia argentina de la primera década del siglo XXI, la inflación ha funcionado como una variable que profundiza el ciclo económico. Es decir, la inflación ha sido no sólo un impuesto distorsivo y un fenómeno generador de corrupción sino que, en medio de los nuevos precios de las materias primas, ha funcionado como una política pro-cíclica.

Podemos introducir aquí la relación analítica entre inflación y corrupción. Si bien la corrupción tiene una dimensión económica, posee otra dimensión, aún mas relevante para nuestro enfoque, que es de economía política. Para introducir este punto, necesitamos recurrir a la dinámica que establecimos entre eficiencia y transparencia, incorporando ahora a la inflación no sólo como variable económica sino, fundamentalmente, como variable de economía política. Para ello, podemos recurrir a un trabajo que estudia la relación entre inflación y corrupción. En su asbtract introductorio, Braun y Di Tella sostienen que:

"We present a model where agents can inflate the cost of goods needed to start an investment project and inflation variability increases monitoring costs. We show that inflation variability can lead to higher corruption and lower investment. We document a positive relationship between corruption and inflation variability in a sample of 75 countries... Our paper highlights a new channel through which inflation reduces investment and growth, thus bridging the perception gap over the costs of inflation between economists and the public. We also find evidence that political competition reduces corruption and that corruption is pro-cyclical." (3)

Los autores demuestran que la corrupción es pro-cíclica. Es decir, que la corrupción tiene tasas mas altas de crecimiento que la economía en épocas de expansión y tiene tasas mas bajas de crecimiento que la economía cuando ésta se desacelera. Por otro lado, Braun y Di Tella sostienen que la inflación contribuye a generar menos inversión y, por la tanto, a debilitar en el mediano plazo el ciclo económico. Sin embargo, una de las peculiaridades del período kirchnerista es la eficiente utilización de la inflación como variable económica pro-cíclica. Es decir, como variable relevante de la economía para potenciar el gasto público federal y el gasto privado en bienes de consumo.

Históricamente, la falta de transparencia y la inflación han generado ineficiencias económicas. Sin embargo, en el caso particular de la inflación es posible encontrar una curva de Laffer con diferentes variables y alcances. Otra manera de interpretar la curva de Laffer es mencionar que una determinada tasa impositiva (en este caso, el impuesto es la tasa de inflación) tiene beneficios en el corto y perjuicios en el largo plazo.

¿Cómo salir de la lógica  (o trampa) “eficacia versus transparencia” que se ha ido paulatinamente construyendo desde 1983 en adelante? ¿Cómo cuestionar la extendida creencia de que el costo de la eficiencia es la corrupción y que el costo de la honestidad es la ineficiencia? En la dinámica contemporánea de la política argentina, eficiencia y transparencia han sido caminos paralelos. Siguiendo esta lógica, los actores relevantes de la política han debido así elegir entre uno u otro. Por ende, aquellos que aspiraran a representar ambos valores comprenderían en el corto-mediano plazo que la eficiencia lleva a la ausencia de transparencia y que la honestidad traería alguna forma de ingobernabilidad.

Sin embargo, es posible que la dinámica de la democracia argentina puede pensarse precisamente como una inestabilidad causada por la imposibilidad de complementar en el largo plazo altos niveles de eficiencia con altos niveles de transparencia. Así, los actores relevantes que aspiren a representar ambos valores deberán repensar una estrategia que exponga los problemas del razonamiento hoy mayoritario. Es decir, mientras la percepción general es que la honestidad es factor de inestabilidad política en el corto-mediano y que la eficiencia es factor de opacidad en el mediano-largo plazo, es necesario repensar esa ecuación para sostener que una eficiencia opaca (que es estable en el corto-mediano) es a su vez inestable en el largo, mientras que una honesta ineficiencia (que es inestable en el corto plazo) es en realidad la manera de alcanzar una eficiencia transparente en el lago plazo.

Podemos replantear la curva de Laffer buscando un punto T que, en lugar de maximizar la relación entre ingresos impositivos y presión tributaria, introduzca variables políticas para repensar la dinámica entre eficiencia y transparencia. La curva de Laffer original es la siguiente:

 

http://www.civitas.org.uk/wordpress/wp-content/uploads/2011/03/Laffer-curve.JPG
Fuente: http://www.civitas.org.uk

Paso seguido, la curva de Laffer que introducimos tiene en el eje Y eficiencia y en el eje X opacidad. A su vez, el eje X se divide en tres etapas de tiempo: corto, mediano y largo plazo.


Fuente: Elaboración propia en base a Curva de Laffer

El máximo T en el gráfico refleja el momento donde la eficiencia y la opacidad se complementan para alcanzar el punto mas alto de gobernabilidad posible. Antes de ese punto T, posicionado en el mediano plazo, nos encontrábamos en el corto plazo, donde un incremento en la opacidad repercutía en un mayor grado de gobernabilidad. Siguiendo esta lógica es posible pensar que parte de la percepción generalizada sobre la existencia de una dinámica “eficiencia versus transparencia” se explica en realidad por la imposibilidad de pensar en Argentina la gobernabilidad en el largo plazo. Dado que los actores políticos y electorales no tienen información disponible sobre qué podría suceder en el largo plazo, las decisiones  relevantes pasan a tener un horizonte de corto-mediano plazo y, en ese escenario, es donde ha devenido racional pensar la transparencia como una condición con costos de transacción demasiado altos que impedirían alcanzar cierto grado de gobernabilidad.

Paso seguido, una estrategia racional por parte de aquellos que aspiran a articular una opción política que demuestre que la eficiencia y transparencia son complementarios, debería basarse en explicitar que el beneficio de corto-mediano plazo de la opción “eficiencia-opacidad” se contrapone con un perjuicio de mediano-largo plazo mientras que, por otro lado, el perjuicio de corto-mediano plazo de la opción “transparencia-ineficiencia” se convertirá en un beneficio de mediano-largo plazo una vez que los actores relevantes hundan los altos costos de transacción que en Argentina tiene la honestidad para, posteriormente, maximizar el beneficio (no solo ético, sino fundamentalmente económico y político) que, en el largo plazo, poseen las instituciones transparentes.

Podemos indicar dos ejemplos representativos de este enfoque: como mencionamos en trabajos anteriores, la democracia Argentina contemporánea ha consolidado la ausencia de alternancia como opción política realizable. Mas aún, en la dinámica que ha introducido y consolidado el kirchnerismo en la última etapa (2007-2012), la posibilidad de la alternancia en el poder puede interpretarse como un riesgo demasiado alto en el que deberían incurrir los electores que buscan utilizar un clásico mecanismo de control (en nuestro argumento, transparencia) en el poder. Es decir, aquellos que aspirasen a vivir en un país donde la alternancia fuera una opción real en la política electoral, deberán saber que hay un cierto riesgo de elegir una coalición que enfrentará problemas de gobernabilidad en el corto-mediano plazo. Ante ello, una determinada opción política podría asumir (hundir) el costo de explicitar ante la opinión pública que, efectivamente, la aparición de la alternancia generará en el corto-mediano plazo una tensión mayor a la que existiría si hubiese permanecido el statu quo pero que enfrentar esa tensión redundará,  en el mediano-largo plazo, en una nueva y mejor clase de estabilidad, básicamente, aquella presente en un país donde la gobernabilidad no sólo es aportada por una coalición política predominante (el peronismo) sino también por opciones políticas alternativas. Así, la posibilidad de la alternancia supondría en Argentina en el corto plazo un costo elevado que devendría en un alto beneficio en el largo plazo.

En segundo lugar (pero ligado al ejemplo anterior), podemos mencionar que la ausencia de partidos políticos fuertes y cohesionados contribuye a la imposibilidad de pensar los beneficios que en el largo plazo proveería la transparencia. Por ejemplo, la histórica Unión Cívica Radical no puede aprovechar electoralmente la existencia entre sus filas de dirigentes honestos porque prima en la opinión publica la percepción de un partido atomizado. Así, ante la ausencia de una opción político-partidaria articulada, los actores relevantes proyectan sus jugadas en un escenario de corto-mediano plazo. Como marca nuestra curva de Laffer, es allí donde se maximiza la gobernabilidad a través de una combinación “eficiencia-opacidad”. Este punto máximo T es la consecuencia de un corto plazo donde virtuosamente se complementaron una creciente cantidad de eficiencia junto a una creciente cantidad de opacidad. Paso seguido, los actores políticos sólo tienen información de jugadas pasadas en el corto-mediano plazo. Es decir, la única información relevante sobre la dinámica “eficiencia-transparencia” es de sucesivos episodios pasados donde, ante la ausencia real de situaciones políticas de largo plazo, aconteció que había mas gobernabilidad allí donde se combinaban mas eficiencia y mas opacidad.


(1) La definición prosigue de la siguiente manera: “…To keep inflation low you need to know what causes it. Economists have plenty of theories but no absolutely cast-iron conclusions. Inflation, Milton FRIEDMAN once said, 'is always and everywhere a monetary phenomenon'. Monetarists reckon that to stabilise prices the rate of GROWTH of the MONEY SUPPLY needs to be carefully controlled. However, implementing this has proven difficult, as the relationship between measures of the money supply identified by monetarists and the rate of inflation has typically broken down as soon as policymakers have tried to target it. ­KEYNESIAN economists believe that inflation can occur independently of monetary conditions. Other economists focus on the importance of institutional factors, such as whether the INTEREST RATE is set by politicians or (preferably) by an independent CENTRAL BANK, and whether that central bank is set aninflation target.’  En http://www.economist.com/economics-a-to-z.
 

(2) Si bien no es el motivo de este artículo, es posible sostener que ese privilegio ha llegado a su fin después del abuso que de él ha hecho la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro de los EE.UU., emitiendo una cantidad de dólares que han inundado el mundo desde la desaceleración de 2001 y, mas dramáticamente, desde el colapso de Lehman Brothers en septiembre de 2008. Si bien esa irresponsable emisión monetaria no ha detenido el “vuelo a la calidad” hacia los bonos del tesoro de largo plazo de los EE.UU., es razonable asumir que la dinámica monetaria clásica del siglo XX (es decir, la vigencia de ese “exorbitante privilegio”) ha llegado a su fin. Aunque no es claro donde se encuentra el piso de la actual crisis económica en EE.UU y Europa, la post-crisis encontrará otro diseño monetario y financiero global, donde el dólar deberá trabajar para recuperar el prestigio perdido. 

(3) BRAUN, MIGUEL y DI TELLA, Rafael: “Inflation, Inflation variability and corruption”, ECONOMICS & POLITICS, Volumen 16, 2004.

Sobre el autor

Profesor del Dpto. de Estudios Internacionales.
FACS, Universidad ORT Uruguay.
(ma.baudean@gmail.com)

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Publicado

2012-07-19

Número

Sección

Enfoques