JOSÉ LUIS ROMERO: LA CIUDAD COMO HISTORIA

Autores/as

  • Alejandro Michelena

Resumen

Nacido en el año 1909 en Buenos Aires, se formó bajo la tutela intelectual de su hermano mayor, el filósofo Francisco Romero. Su base conceptual es deudora del humanismo de un Alejandro Korn y un Rodolfo Mondolfo, dos figuras centrales del filosofar en Argentina. Se graduó en la Universidad de la Plata en 1937, enfocando sus estudios e investigaciones hacia la historia social y económica de la Edad Media.

Fue profesor universitario, rector de la Universidad de Buenos Aires en los años decisivos de 1955 y 56, y decano en la Facultad de Filosofía y Letras en los no menos claves de 1963 al 65 (durante esa "primavera" de libertad universitaria que antecediera a la "Noche de los bastones largos" de 1966, cuando la dictadura de Onganía dio un golpe de muerte a la cultura académica argentina). Al momento de su fallecimiento, en 1977, era miembro del rectorado de la Universidad de las Naciones Unidas con sede en Tokio.

Su obra escrita es numerosa, siendo sus títulos más representativos Las ideas políticas en Argentina (1946), La revolución burguesa en el mundo feudal (1967), Latinoamérica: situaciones e ideologías (1967), Latinoamérica, las ciudades y las ideas (1976). El dejar en mitad de los sesenta la tarea docente le permitió dedicar más tiempo a la creación intelectual, que antes —en otro período de retiro forzado, durante el peronismo— había fecundado a través de la revista Imago Mundi, entre 1953 y 1956.

"Imago Mundi"

Constituyó, en años de cerrazón y parroquialismo, una de las pocas empresas de excepcional rigor y amplitud, junto a la revista Sur y el Colegio Libre de Estudios Superiores. Dedicada a la "historia de la cultura", como lo indicaba su subtítulo, fue un trabajo de equipo en el cual Romero era el impulsor e inspirador, motivando y promoviendo a sus colaboradores, proyectando a la esfera pública una labor docente que por entonces le era escamoteada. Imago Mundi logró autofinanciarse a través del recurso de las suscripciones y la venta, pudiéndose destacar -a la distancia- su coherencia conceptual.

Resultó, por sobre todo, un ámbito de encuentro intelectual; posibilitó la llegada al público de trabajos que de otro modo hubieran tenido poca difusión. Vaso comunicante, que proyectaba la elaboración de pensamiento local hacia otros países, y reflejaba para la comarca aquello significativo del "pulso" internacional en las temáticas que le preocupaban, colaboró a contrarrestar el provincianismo de entonces. Es casi imposible deslindar a José Luis Romero de esta publicación, en la que volcó su clara vocación hacia la historia de la cultura, y donde germinaron sus aportes más meditados contenidos años más tarde en su obra mayor.

Ciudades e ideas

A muchos puede parecer extraña la vigencia, la oportuna resonancia presente de un pensar que hunde sus raíces en el fin de la Edad Media. ¿Qué puede aportarnos en este comienzo de Milenio el detallado análisis del desarrollo urbano europeo en el siglo XIV, que fuera tópico central de un buen tramo de las reflexiones roméricas?

Veamos lo que al respecto nos dice Sergio Bagú: "Si tenemos en cuenta que Romero se especializó en ese fenómeno típicamente urbano que fue el surgimiento de la burguesía como clase social en Europa centro-occidental y que lo analizó a lo largo de decenios de contacto con documentos y de reflexión; y si, por otra parte, pensamos que esa clase burguesa pasó a consti-tuir la columna vertebral de la historia de las clases sociales y del universo occidental hasta nuestros propios días (incluyendo el mundo colonizado, y más tarde subordinado, de nuestra América latina), no pongo en duda un instante que esa extraña vocación del gran historiador argentino estaba dirigida a retrazar un origen esencial de nuestra realidad contemporánea" (1)

Porque si hay algo claro en la realidad planetaria del hoy, es la presencia de las grandes metrópolis como ámbitos inevitables de la peripecia y el drama de una gran mayoría de la Humanidad. Hemos superado hace tiempo -allá por la década del 50- el período más o menos equilibrado del crecimiento urbano, y ya bordeamos peligrosamente un destino alucinante que nuestros padres creían confinado a las novelas de ciencia ficción. El infarto ecológico es un hecho para capitales como México D. F. Tales fenómenos tornan necesario el remitirnos una vez más a la reflexión que tiene como eje la génesis del proceso urbano moderno.El crítico de arte Jorge Romero Brest establece agudamente que: "El primer acierto de Romero es el de concebir la historia de Latinoamérica como historia de ciudades, con el mundo rural subordinado a ellas o en franca lucha, porque si la falta de ciudades en la época precolonial ex¬plica la dificultad extrema para el desarrollo de la pintura y la escultura, también explica el comienzo balbu¬ceante de una y otra cuando se empe¬zó a fundarlas, mientras la arquitectura y la decoración escultórica, con ante¬cedentes ancestrales, se desarrollaba ampliamente".

Sin duda, si las clásicas utopías tuvieron a la ciudad como metáfora convincente —desde las dos ciudades de San Agustín, a La Nueva Atlántida de Bacon—, la encarnada utopía que fue América se fundamentó en las ciudades. De Veracruz, puerta de entrada a la quimera del oro y punto de partida de los galeones pletóricos de riquezas arrancadas a estas tierras, a la bella Cartagena de Indias reinando en el mar Caribe. De la inmensa Tenochtitlan (una de la urbes más grandes del mundo a la llegada de los españoles) al Cuzco, dos capitales de dos imperios que prefiguraron desde siglos antes nuestro destino futuro. Y el Río de la Plata hubiera sido inconcebible como tierra colonizada, sin esos “enclaves-factorías-fuertes” que resultaron ser Buenos Aires y Montevideo.

Tuvo entonces razón José Luis Romero al centrar en lo urbano y sus mutaciones el estudio de nuestras raíces. Y aquí no se trata de optar, en la falsa disyuntiva sarmientina, entre civilización y barbarie, sino en ubicar el núcleo esencial de lo que fuimos y eso en que hemos devenido. De no ser por la dinámica, las contradicciones, los desafíos, el delirio, el pragmatismo, el cosmopolitismo y el “imaginario" en suma de la ciudad latinoamericana, Facundo estaría cabalgando aún en la pampa sin orillas y no hubieran surgido nunca en la imaginación de sus muy urbanos creadores ni el gaucho Martín Fierro ni el imposible indio de ojos azules llamado Tabaré.

REFERENCIAS

(1) "Evaluación de José Luis Romero", en la Opinión Cultural, 25 de febrero de 1979.
(2) "Las ciudades y las ideas", artículo de Romero Brest en ese mismo suplemento.


*Narrador, ensayista, investigador literario, docente de 
Facultad de Comunicación de Universidad ORT

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Publicado

2012-06-28

Número

Sección

Culturales