Telefonía móvil y desarrollo socioeconómico en América Latina: algunas evidencias

Autores/as

  • Dra. Mireia Fernández-Ardévol

Resumen

Los celulares están por todas partes. Con más o menos restricciones, son una parte más de nuestra vida cotidiana y han transformado la manera de comunicarnos. Los vemos en la calle, en las oficinas, en los comercios, en casa, en las aulas, en los hospitales,... Las estadísticas también reflejan la omnipresencia de la telefonía móvil. Por ejemplo, en Uruguay un 83% de los hogares declaran disponer de al menos un celular; y desde 2008 hay más líneas móviles activas que habitantes (130 celulares por cada 100 habitantes, según los últimos datos disponibles).

La telefonía móvil es cara, sí, y también es popular en todas las capas de la población. Su presencia, además, es comparativamente mayor en el caso de las rentas más bajas. De hecho, si comparamos el 20% de hogares más ricos del Uruguay con el 20% más pobre, podemos observar que en el primer caso un discreto 11% de los hogares tiene únicamente teléfono celular, porcentaje que asciende hasta el 66% entre los hogares más pobres. En este aspecto la situación de Uruguay sigue la tendencia de la región y de todo el mundo. Así, para la población de mayores recursos el teléfono celular suele constituir una forma de comunicación extra, un complemento de la línea fija y de Internet. Para la población de recursos más bajos, por el contrario, el celular suele ser el único teléfono disponible. Es, por tanto, un medio de comunicación relevante.

Las tarjetas prepago han sido muy importantes en este proceso de popularización. Un celular prepago resulta muy accesible para la mayoría de la población porque no hay domiciliaciones, ni recibos, ni siquiera es necesario tener una cuenta en el banco o demostrar solvencia ante la compañía que presta el servicio. A diferencia de la línea de teléfono fijo, por otra parte, nunca ha habido listas de espera. Y aunque el precio por minuto de conversación es más caro con prepago que con un contrato postpago, ha resultado ser un sistema muy útil para controlar el gasto; porque con un prepago no hay “facturas sorpresa” a final de mes. Al contrario, cuando se acaba el saldo ya no hay posibilidad de gastar si no se comprar más tiempo de conversación. Y mientras no caduque la tarjeta SIM, se pueden seguir recibiendo llamadas de manera que el celular puede quedar sin saldo durante varias semanas. Por tanto, los gastos están siempre bajo control aunque el uso del celular pueda acabar siendo muy limitado.

Como se trata de una tecnología de uso general, el impacto de la telefonía móvil no se reduce al sector en el que se produce, es decir al sector de las telecomunicaciones, sino que se contagia a todos los sectores de producción y de consumo. Su impacto, además, aumenta al medida que se crean efectos de red, es decir al incrementar el número de personas que utilizan el servicio. Por otra parte, a la vez que la tecnología mejoraba de forma progresiva, su precio disminuía con el paso de los años. Finalmente, la telefonía móvil genera innovación porque promueve y facilita la invención y la producción de nuevos servicios, nuevos productos o nuevos procesos: desde los mensajes de texto a las aplicaciones para los smartphones de pantalla táctil. Igual que ha ocurrido con la máquina de vapor, el teléfono fijo o Internet, su difusión y su uso generalizado puede generar mejoras en la eficiencia productiva y, por tanto, puede contribuir e al crecimiento económico.

Efectivamente, así sucede. La telefonía móvil influye positivamente en el crecimiento económico. La contribución, además, es mayor en los países menos desarrollados, porque son los que cuentan con peores dotaciones en infraestructuras de telefonía fija e Internet. Mejorar la infraestructura de la telefonía móvil contribuye al crecimiento de manera proporcionalmente mayor cuando el punto de partida es peor. Por este motivo, en el período 1996-2007 la contribución al crecimiento económico de la telefonía móvil en América Latina fue superior a la de la OCDE.

El desarrollo es algo más que crecimiento económico. Y la telefonía móvil también puede contribuir positivamente a otras dimensiones del desarrollo. En este sentido, hemos podido comprobar que contribuye a disminuir la desigualdad en la distribución de la renta. Así sucedió en el período 2002-2006, a nivel mundial y especialmente en el sureste asiático. A pesar de ello, en América Latina no encontramos evidencia de esta influencia, ni positiva ni negativa. Parece que la apropiación de la renta que genera el crecimiento económico en la región se distribuye de manera más desigual que en otras partes del mundo y, por tanto, se mantienen las desigualdades existentes.

Además, la difusión de la telefonía móvil también está positivamente relacionada con la reducción de la pobreza. Esto se produce cuando el uso generalizado de los celulares contribuye no sólo al crecimiento del PIB sino a la mejora de indicadores como el índice de desarrollo humano. En América Latina se confirma el resultado en el período 1996-2006, igual que en el resto del mundo. En contextos de pobreza las fronteras que separan la esfera pública y la privada, la esfera laboral y la familiar, son muy tenues. Es aquí donde el teléfono móvil se convierte en un instrumento importante para el mantenimiento y la formación del capital social, un aspecto clava pera superar situaciones de pobreza; ya que en estos contextos los lazos sociales y de confianza son más relevantes que los contratos formales para la integración en las actividades económicas.

En muchos lugares de América Latina, y del mundo, telefonía móvil significa comunicación de voz y, como mucho, transmisión de SMS. Nada más. Porque gran parte de la población mundial no tiene acceso a los servicios móviles (más) avanzados. Pero si los servicios más avanzados se generalizan, y si cada vez se sofistican más las comunicaciones móviles, ¿cuál será su influencia sobre el desarrollo económico en América Latina? Y si estos avances en las comunicaciones continúan favoreciendo el crecimiento económico, ¿podrán contribuir también a la reducción de la pobreza y a mejorar la distribución de la renta en la región?

Estas son las preguntas que quedan planteadas para futuras investigaciones. Para poder responderlas, en todo caso, será necesario que los servicios avanzados de comunicación móvil se popularicen y haya una masa crítica de usuarias/os suficientemente amplia.

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Los resultados que comento en este artículo se pueden ampliar en:
“Comunicación móvil y desarrollo económico y social en América Latina” (2011), Editorial Ariel y Fundación Telefónica. Coordinación: Fernández-Ardèvol, M.; Galperin, H. y Castells, M.

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Publicado

2012-06-21

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