La construcción del desarrollo desde el PNUD y el Índice de Desarrollo Humano (segunda parte)

Autores/as

  • Ignacio De Angelis

Resumen

Luces y sombras tras el Índice de Desarrollo Humano

El IDH difundido en el marco de Naciones Unidas ha logrado una gran aceptación y difusión internacional como indicador alternativo para dimensionar el grado de desarrollo. Asimismo, también fue objeto de numerosas críticas que descubrieron importantes limitaciones del índice. Algunas de éstas han sido tenidas en cuenta en las revisiones y modificaciones del IDH que se producen anualmente, pero de todas maneras no han modificando su estructura fundamental.

Dentro de los principales cuestionamientos debemos señalar en primer lugar, la selección de las variables empíricas para representar cada dimensión y la ausencia injustificada de indicadores representativos. En este sentido, el recorte del IDH además de relacionarse a la ausencia de indicadores, se encuentra potenciado por la elección arbitraria de las variables que contempla cada una de las dimensiones reconocidas como fundamentales.

La utilización de esperanza de vida es en principio, un correcto indicador para dimensionar los logros en salud y para valorar la vida larga en sí misma. Pero lo cierto es que la distribución mundial de la esperanza de vida es mucho más igualitaria que otras variables posibles para dimensionar los logros en salud (mortalidad infantil, mortalidad materna, relación médico/población, entre otras), y su incorporación al IDH tiene un claro efecto al sosegar la desigualdad total.

Lo mismo sucede para las otras dos dimensiones. Las discusiones en torno a la representatividad y alcance de los logros en educación medidos a través de la tasa de alfabetismo y matriculación por un lado; y por el otro, la más compleja cuestión en torno a la evaluación de la calidad de vida y las capacidades por medio del ingreso (aunque ajustado por PPA), ponen en evidencia que el problema en cuanto al número y  la selección de variables, tiene un efecto directo sobre los resultados y la capacidad operativa  del índice.

El segundo orden de críticas recae sobre la falta de consideración sobre la distribución y la desigualdad que presenta el indicador. El Informe de Desarrollo Humano plataforma del IDH (1990) reconoce que las tres medidas de desarrollo humano seleccionadas, representadas en los promedios nacionales, tienen una falla común: la distribución al interior de cada sociedad.

Si bien el IDH como indicador compuestopresenta una distribución significativamente más igualitaria que la del ingreso per cápita, esta no es una comparación apropiada ya que representan aspectos y metodologías distintas. Como sostiene Bob Sutcliffe, en referencia a la selección de las variables: “con estos cambios, el mundo es menos desigual únicamente porque los propios autores del índice decidieron que debía aparecer menos desigual” (Sutcliffe, 1993: 28).Por otro lado, la incorporación de variables finitas, como la alfabetización o la esperanza de vida (con un máximo biológico), producen un resultado matemático mucho más restringido para la desigualdad. Por el contrario, el ingreso no tiene un límite matemático asegurado y consecuentemente su distribución tiende a ser mucho menos equitativa.

Para el desarrollo humano la desigualdad debe ser considerada como una pérdida de bienestar (Sen, 2000), por lo tanto llama la atención que el enfoque del PNUD no incorpore la cuestión distributiva a su indicador insignia de manera definitiva y ésta dimensión sea analizada de manera complementaria.1

En tercer lugar, surge el cuestionamiento en torno a la confiabilidad de los datos como determinante de la calidad del índice. Este es un punto central en torno al cual se centraron las primeras críticas (muchas de ellas desde países estimados con un IDH bajo), principalmente porque en los primeros informes muchos de los datos utilizados se basaban en estimaciones poco rigurosas o de dudosa intencionalidad (Sutcliffe, 1993).

De este modo, la falta de datos confiables en algunos países y la falta de actualizaciónen otros, obligan a la utilización de aproximaciones basadas en “proyecciones elaboradas a partir de modelos matemáticos, que en muchas ocasiones generan resultados alejados de la realidad” (Feres y Mancero, 2001: 352).

En definitiva, esto debilita la calidad del índice, ya que los cambios en el IDH pueden deberse a mejoras o pérdidas reales en las variables o simplemente a las aproximaciones, actualizaciones o estimaciones; como resultado general se afecta seriamente la credibilidad del indicador.
 
En cuarto lugar hay que subrayar la ausencia de consideraciones relativas a la sostenibilidad del desarrollo, que si bien es una dimensión abarcada por el enfoque amplio de desarrollo humano (2), no fue incluida en el indicador de referencia que utiliza el enfoque.

En quinto lugar debemos mencionarque debido a las sucesivas modificaciones metodológicas, surge un importante inconveniente al tratar de comparar temporalmente el IDH. En este sentido, a pesar de las reconstrucciones históricas que se hacen luego de cada modificación, estas quedan sujetas a la posibilidad de posteriores ajustes en alguna de sus dimensiones que obligan a su corrección. A su vez, esto opaca su disposición como alternativa de medición, y su incorporación al diseño de las políticas públicas –objetivo primordial del índice-  pierde fuerza, en tanto no resulta apropiado evaluar las políticas a partir del seguimiento de un indicador que es constantemente redefinido en función de sus limitaciones.

Por último, debemos alertar sobre los riesgos en la interpretación de los resultados en torno al IDH. En primer lugar, porque al constituirse como un indicador relativo (3) existe la posibilidad de que un país pueda aumentar su posición de referencia de un año a otro sin mejorar sus niveles de desarrollo humano y viceversa (4); y en segundo lugar, porque el IDH refleja una situación y distribución del desarrollo considerablemente distinta al PBI (mostrando un escenario mucho más igualitario del desarrollo) que abre espacios para la especulación política en base a miradas sesgadas sobre su alcance y su representatividad.

Los autores del índice sostienen que hay un cambio en la percepción de ciertos países sobre décadas entendidas como perdidas para el desarrollo; el seguimiento de la evolución del IDH permite ver que muchos países han elevado su nivel de desarrollo representado en el indicador a pesar de obtener pobres resultados en función al producto bruto.  Esta conclusión parece un poco apresurada y condescendiente, ya que pensar que los países menos desarrollados han logrado progresos en términos de desarrollo mientras se endeudaron, desmantelaron sus estructuras productivas y aumentaban los niveles de pobreza es sin dudas, una idea que debilita el perfil del IDH y demuestra que su interpretación puede ser restringida y no reflejar los verdaderos logros o fracasos en términos de desarrollo.

Con todo, este conjunto de limitantes tiene un efecto directo sobre los resultados y elucidaciones del desarrollo que atentan sobre la carga crítica desde la que se formuló el enfoque en sentido amplio. Sin embargo, hay que destacar la importancia implícita existente en el desafío asumido por el PNUD de construir  un indicador alternativo. En este sentido, desde su carácter perfectible, el IDH debe evaluarse como un trascendental aporte teórico y metodológico en la tarea de imponer una visión global del desarrollo que escape a la concepción unidimensional tradicional sobre la cuál se han formulado y justificado estrategias de desarrollo ineficientes que tienden a reproducir las inequidades del sistema internacional y al interior de los países. 

Consideraciones finales

El desarrollo humano como nueva concepción se erige sobre una base crítica de los postulados del Consenso de Washington y su fundamentación neoliberal, ofreciendo una visión multidimensional del bienestar, centrada en la libertad, las opciones y los logros que consiguen las personas. Es decir, el enfoque de desarrollo humano constituye una visión superadora en tanto se aleja de la visión unidimensional utilitarista centrada en el placer y el acceso a los bienes materiales.

La tarea de operacionalizar la visión del desarrollo basada en los postulados de Sen y su visión del bienestar produce un efecto reduccionista sobre la visión amplia del desarrollo humano, ya que implica un recorte discrecional sobre una realidad sumamente compleja. En este marco, rescatamos la operacionalización y la construcción del IDH por parte del PNUD como un importante aporte metodológico (aunque perfectible) en tanto permite establecer un nexo entra la teoría y la práctica del desarrollo humano, posibilitando la evaluación y el seguimiento de las políticas y programas formuladas en su nombre.

Sin embargo, debemos subrayar que las variables elegidas para su evaluación son cuanto menos discutibles. Asimismo, desde su metodología, el enfoque no escapa al reduccionismo cuantitivista que significa evaluar el desarrollo por medio del producto bruto generado por una economía, ya que si bien el IDH es multidimensional en su formulación,su proyección termina siendo unidimensional, reduciéndose a un solo valor de referencia que suele acotar sus interpretaciones.

Con todo, las Naciones Unidas desde su programa de desarrollo intentan instalar una visión inspirada en los aportes de Sen a la teoría del desarrollo pero adaptada a su discurso universalista. De esta manera, desde su institucionalidad construye una perspectiva propia que pierde fuerza crítica para cuestionar las grandes inequidades del sistema internacional y, entre ellas las generadas en el marco de la estrategia neoliberal impulsada por otros organismos de las Naciones Unidas.

No obstante, a pesar de este conjunto de limitaciones que rodean al IDH, rescatamos la iniciativa del PNUD y su aporte a la teoría del desarrollo en la carrera por superar las visiones economicistas tradicionales para evaluar las condiciones del bienestar de las personas.

Bibliografía
Coraggio, José Luis (1995).  Desarrollo Humano, Economía Popular y Educación. Ed. AIQUE. Buenos Aires.
Feres, Juan Carlos  y Mancero, Xavier (2001). “La medición del desarrollo humano: elementos de un debate”. En Serie estudios estadísticos y prospectivosNº  11. Marzo 2001. CEPAL.
Follari, Roberto. “Sobre el concepto de desarrollo humano”. Revista Nueva Sociedad Nro. 158 Noviembre-Diciembre 1998, pp. 87-98.
Griffin, Keith. Desarrollo humano: origen, evolución, impacto. En “Ensayos sobre el desarrollo humano", coordinado por Pedro Ibarra y Koldo Unceta, Editorial Icaria, Barcelona, 2001. 
Hobsbawm, Eric (2003). Historia del Siglo XX. Buenos Aires. Editorial Crítica.
Jolly, Richard (2003). “Desarrollo Humano y Neoliberalismo. Comparación de paradigmas”. En Lecturas de desarrollo humano. SakikoFukuda-Parr y A. K. Shiva Kumar.  Ed. Oxford University, Oxford, Inglaterra. 
PNUD (1990). Informe sobre Desarrollo Humano 1990: Concepto y medición del desarrollo humano. Disponible en http://hdr.undp.org/es/informes/
PNUD (2010). Informe sobre Desarrollo Humano 2010: La verdadera riqueza de las naciones: Caminos al desarrollo humano. Disponible en: http://hdr.undp.org/es/informes/
PNUD (2010a). Informe Nacional sobre Desarrollo Humano 2010: Desarrollo Humano en  Argentina. Trayectos y desafíos. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Disponibleen: www.undp.org.ar/desarrollohumano/
PNUD (2010b).Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe 2010: Actuar sobre el futuro. Romper la transmisión intergeneracional de la desigualdad. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Disponible en: www.idhalc-actuarsobreelfuturo.org/
Sen, Amartya (2000). Desarrollo y Libertad. Buenos Aires 2000. Ed Planeta.
Sutclife, Bob (1993). “Desarrollo Humano: una valoración crítica del concepto y del índice”. Cuadernos de Trabajo Hegoa Nº 11. Junio 1993. Ed. de la Universidad del País Vasco. Disponible en: http://biblioteca.hegoa.ehu.es/registros/3184
ulHaq, Mahbub (1995).  “El Paradigma Del Desarrollo Humano”.
Reflexiones sobre Desarrollo Humano,  Oxford University Press. Disponible en: http://www.desarrollohumano.cl/pdf/1995/paradigma95.pdf

1 Es necesario aclarar que los distintos informes nacionales han intentado en diversas oportunidades construir un índice de desarrollo humano sensible a la desigualdad pero sin lograr la aceptación general del PNUD para aplicarlo a todos los países. Esta situación cambió con el relanzamiento del IDH en 2010, ya que el PNUD ha integrado un índice paralelo sensible a la desigualdad y aplicable al conjunto de países. Sin embargo, el indicador de referencia y difusión del enfoque sigue siendo el IDH y éste no incluye en su composición metodológica la desigualdad y la distribución de sus componentes.

2 En este sentido, desde el sitio Web del PNUD se presentan algunos datos con variables de sostenibilidad desde donde se puede comparar la situación de los distintos países. En el sitio http://hdr.undp.org/es/ se pueden consultar las siguientes variables: emisión per cápita de dióxido de carbono; porcentaje de áreas terrestres protegidas; y ahorro neto ajustado (que tiene en cuenta el agotamiento de los recursos naturales y el daño ambiental).

3 El PNUD elabora una lista según los valores del IDH, agrupando a los países en cuatro categorías de desarrollo humano: muy alto, alto, medio y bajo. Un país se sitúa en el grupo “muy alto” si su IDH se encuentra en el cuartil superior, en el grupo “alto” si su IDH se ubica en los percentiles 51–75, en el grupo “medio” si su IDH está en los percentiles 26–50 y en el grupo “bajo” si su IDH está en el cuartil inferior.

4 Por ejemplo, en el Informe sobre Desarrollo Humano del año 2006, Argentina ocupa el puesto 36 en el ranking mundial, y según el Informe del  2010 Argentina retrocede al puesto 46, descendiendo diez posiciones relativas. Sin embargo, su IDH se incrementó en este período.

*Licenciado en Relaciones Internacionales (CEIPIL – UNCPBA)
Centro de Estudios Interdisciplinario en Problemáticas Internacionales y Locales – Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Tandil, Argentina. 

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Publicado

2012-06-14

Número

Sección

Enfoques